domingo, febrero 08, 2009


Las flores caen sobre la ciudad sin poderlas detener.

Son flores secas, muertas en sus ramas, flores rojas, violetas, cayendo de sus troncos espinosos y dejando el suelo así, hecho una alfombra para santos, para vírgenes que no son, para Dioses derrotados.


Las flores caen. De dónde vendrán?
Han caído sobre las tumbas vacías, sobre los manteles a cuadros,
sobre la gente paseante, sobre mí,
sobre esa desnudez que no conoce sosiego,
ni protección,
ni paz
a sí misma.

Las flores caen, es un espectáculo en cámara lenta,
el viento juega con ellas, las lleva a lugares lejos de su rama,
las detiene, finalmente las abandona.

Hoy he visto flores, en la casa, en las ventanas,
flores que mueren antes de ser cortadas, flores secas,
de esas que no huelen,
flores muertas.

Al terminar el día se me acerca tu nombre a los labios,
como el nombre de tantos otros a mi lado,
tu nombre que se transforma en muchos rostros,
en muchas frases, en muchas miradas,
son nombres que como flores,
caen desde el tronco espinoso de mi memoria mas oscura
y salen golpeados por el viento a hacer colorear las calles,
y los recuerdos de otras personas,


Cuántos nombres ha tenido el amor para mí?
cuántos rostros?
En cuántos lechos a dormido mi carne?
a despertado mi alma?

Acaso no son flores también?
Flores muertas como ese intento de amor que pudo ser y no fue?
Acaso no duelen igual esas flores que dejan a los árboles huesudos y tristes?
que dejan a mi corazón así?
Descarnado y deforme, faltándole piezas para curbrirse,
piezas de amores que no fueron,
piezas de gente que no está.

No me aferro al pasado, pero tal vez,
me aferro a la gente que dijo quererme un poco
y en ese pensamiento me sumerjo
pensando, que si acaso
todo tiempo pasado fue mejor,

Por qué entonces el sufrimiento del pasado
es mucho mas intenso y visible que el presente?


Que esta sensación de divagar por nombres y rostros que no son,
de divagar sin amar ya, realmente,
ni doler tampoco intensamente,

porque el amor y el dolor,
son esas flores secas que caen la ciudad abandonadas,
como la basura colorida de un carnaval que no empieza,

como los artefactos obsoletos,
de una ciudad que no piensa.


Son las piezas restantes, de un corazón que no late,
que no siente, que no quiere creer ya en nadie,
de un corazón que tropieza
y se cae,
se cae,
se cae...

Una flor muerta más en una ciudad que agoniza.

viernes, febrero 06, 2009

Voy a escribir porque tal vez eso me calme.
Porque tal vez el hecho de escribir muchas letras y concentrarme en las comas, en los puntos, en las diéresis (me encanta esa palabra) pueda disipar en algo mi afán primitivo de querer buscar extremos.

Me afecta eso, reconocer que una parte de mí, quiere instintivamente buscar un riesgo y de una forma u otra hacerse daño. Es algo que va contra las normas que dictan que un ser humano debe alcanzar siempre como fin máximo la sobrevivencia.

Yo no podría matarme, ni mutilarme, ni hacerme un daño físico premeditado. Pero puedo tomar otro tipo de daños, riesgos en que hay mas del 50% de posibilidad de que yo salga perdiendo, herida, mal, maltrecha. Riesgos como el amor por ejemplo, o el sexo, o elegir una carrera que yo sé no va conmigo o elegir ese auto que conduce precisamente alguien que no inspira confianza o responder al interrogatorio de un extraño, pequeñas cosas. Yo sé.

Durante el último tiempo volvió a mi vida cotidiana mi mejor amigo, ahora psiquiatra, con él he podido sacar algunos demonios que por si sola no hubiera podido reconocer. En la mayoría de veces no le logro confesar todo loq ue pasa por mi cabeza, probablemente porque somos solo amigos y es imposible que una relación médico paciente surja enteramente, pero sí, puedo reconocer en las cosas que me dice de sus pacientes algunos rasgos que yo fácilmente he experimentado.

Qué miedo.

Podrías decir que mi afán hipocondriaco de catalogar como enfermedades a simples síntomas aislados ha desencadenado todo esto, pero creo que es algo más.

Hoy por ejemplo escribo para no pensar...hacer...para evitar en suma hacerme daño. Cómo?
Sólo yo sé esa forma sútil de lentamente acabarme.
Una forma inocua, sin testigos, sin rastros. Una forma que pensé podría controlar, pero dada la intrsopección de mis últimos tiempos, tal vez sea un tornado devorador, que apenas baje la guardia vuelva a tomarme la vida de nuevo.

Cuándo empezó?

Más bien, cuándo se hizo efectivo?

Hace un par de años. Una crisis emocional mal superada y de pronto poco a poco ese hábito de dañarme, de exponerme a situaciones peligrosas, de esperar que pase algo, que me pase algo.

A veces no comprendo que milagro me tiene con vida.

A veces pienso, que tal vez hay un motivo para seguir aquí y caminar siempre al filo de la cornisa sin caerme del todo.

A veces...Me doy miedo, pues reconozco que hay una parte en mi que no puedo controlar.

Una fase maniáca de ponerme a merced de personas que se que me pueden causar mucho daño, como si inconscientemente buscara mis propios verdugos, pensando que soy inútil para conservar a una persona digna a mi lado.
Una persona que mencione mi nombre con orgullo o que simplemente sienta fe en mi.

Es un sueño inalcanzable,
por dicho motivo, prefiero no buscar quimeras y entregarme
a qué?
a quién?

Siempre depende del tiempo, pero generalmente es a aquellos que se muy en el fondo mío, que no me querrán en serio.
Ni para siempre.
Ni siquiera completamente en el corto lapso que podamos estar juntos.

Pero hoy no hablo de eso,
hablo de lo otro,
del daño,
estoy dando vueltas y aun no sale de mi,
tal vez algún día logré aceptar mis taras
pero sin público,
para así poder hacer algo al respecto,
mientras tanto
aun me avergüenza
tener tan poco valor, como para hacerme daño
gratuitamente,
salvajemente,
irracionalmente.
A sabiendas, que no podré soportarlo.

domingo, enero 25, 2009


Al despertar me di cuenta que era Domingo y por tanto el peor día de la semana.

Cogí la bata para cubrirme las carnes y salí a la ventana para ver si el mundo me deparaba esa imagen usual de los domingos caseros: Esa silenciosa soledad de los tenderos vacíos en los techos, de las plantas agitándose lentas en los jardines vecinos, de que todo el mundo seguía durmiendo aún y yo era la única que despertaba a darme cuenta del descalabro de mi casa vacía, de mi vecindario vacío, de esta vida que se cuela por la alcantarilla a medida que me baño en agua fría hasta sentir que se me arrugan los dedos.

Cada domingo luego de la vorágine laboral de mis últimos años había sido el mismo, despertar y darme cuenta que yo era la única responsable de ese circo gitano que era mi casa. Libros, periódicos viejos, revistas pasadas, zapatos de colores tirados por el piso. Me paraba en medio y me sentía gritar con la cámara yendo en círculos sobre mi cabeza como en cualquier pélícula de comedia que se respetara. Un remedo de mi Pobre Angelito en versión treintona a prueba de Prozac.

No era que fuera mala ama de casa, sino que me había acostumbrado a ser hija mimada tanto tiempo, que lo de ser responsable de las cosas que ocurrieran en casa no me venía en lo absoluto. No sólo eso. Era mujer y desordenada por naturaleza, arreglaba la casa como es usual en nosotras si venía alguien, alguien que no me conociera, si derepente y venían mis padres, después de ello, meses y meses dejaba sedimentarse las capas de polvo y de papeles usados. Facturas y boletos de micro que me daba pena botar.

Yo, un desastre que caminaba en dos patas gracias a una ley evolutiva que no me había llegado del todo al coco. Yo que aún seguía pensando como nómade, con ganas de desarraigo, de no comprar muchos muebles porque un día me mudaría de esa casa, de no hacer relaciones con mis vecinos porque parecían aun mas salvajes que yo, de no tener hijos ni familia porque pesaban cuando te quisieras largar y empezar de nuevo.

Empezar de nuevo...Como si esa hubiera sido una opción que yo tomaba a cada rato. En realidad, esa frasecita se quedaba en Arial negrita tamaño 12 en mi mente, porque al corazón no bajaba, a ese músculo que hace funcionar la voluntad y te hace vibrar por ella, no le llegaba el mensaje que era momento de irme, de cambiar las cosas, de arrancarme. Así que mis 2 piernas de nómade ansiosas por correr de nuevo, por lastimarse las plantas en nuevos terrenos desconocidos, tendrían que esperar a que me decidiera a vivir de nuevo, a sentir de nuevo. A querer de nuevo.


Esa mañana, me senté en casa y vi mi mesa llena de flores artificiales, de un par de lentes oscuros, de los utensilios del trabajo.
Me vi a mi misma sentada en el otro extremo con el cabello sin atar como una planta salvaje que está muriendo de colores diversos en su agonía. Me veo allí con la cara sin decorar por alguna pinturilla en los ojos o la boca, me veo allí esperando con el agua atrapada entre las fauces, sin atreverme a pasar el primer trago.
Viendo mi domingo empezar, un día más en la vida cotidiana, no un día de descanso, sino un día que puede hacer sentir la soledad mas palpable, la falta de alguien que ayude en casa una necesidad plausible, la falta de una charla al empezar el día cuando el desayuno está listo, un reproche psicológico a tanta publicidad engañosa que te hace creer que todo el resto de gente en los departamentos vecinos, está despertando acompañada.

Al despertar me di cuenta que era domingo, un larguísimo día para mi sola, para dedicarme a reparar el desarreglo usual de mis seis días últimos fuera de casa, entonces volví a la cama y seguí durmiendo.

jueves, enero 22, 2009

paranoia


Esa noche llamé para verlo. No estaba. Como muchas noches antes de conocerlo , me sujeté el cabello, armé la cama en el suelo y espere a que amaneciera fumandome los puchos que habían sobrado de la noche anterior.

Ya para esos tiempos había dejado de dormir las horas necesarias y en cambio me quedaba como un pez viendo los astros nadar en ese cielo violeta al que los de por aquí llamaban oscuridad.

Había llegado a Puerto Hacha por casualidad y no me había ido mas que por la idea tediosa de tener que tomar una lancha que me devolviera a un universo de caras conocidas, horarios establecidos, recuerdos viejos. Yo no me había quedado como turista aquí, tal vez mas como fugitiva de un pasado con el que me costaba reconciliarme.

Por eso y por el insomnio él terminó convirtiéndose en mi único lazo con la realidad. La única persona con quien hablar, el único con el que podía compartir algun silencio que no fuera molesto. Esa era su mayor virtud: Guardar silencio. Yo lo llamaba a casa y él aparecía con la piel tostada y los ojos claritos bajo mi ventana levantando las cejas como saludo.

Yo lo dejaba pasar y mi angustia de las 10 de la noche caía al vacío mientras él se sentara cerca y me dijera alguna frase que gatillara una de mis historias.

Para esa hora ya el calor y los mil grillos de ese pueblo de infierno se habían apoderado de las calles. La gente salía a hablar sentada en la vereda o gritando de ventana a ventana los chistes mil veces contados. Sólo nosotros nos quedábamos en la habitación oyendo música sentados en el viejo colchón prestado de la posada. Música que yo había traído de mi vida pasada y que él oía con atención tratando de entender el porqué de cada letra, como si con ello pudiera descubrir, acaso la madeja de mis vericuetos.

Esa noche lo llamé mas temprano que lo usual. Estaba con la paranoia en la cabeza, de que me perseguían para matarme. Sentía miedo, mucho miedo, hace mucho que no sentía ese sudor frío en la espalda y los pelos erizándose al menor ruido. Desde que había salido de la ciudad no había vuelto a experimentar esa sensación de desabrigo, de fragilidad, de que carajo, me estoy muriendo y nadie se da cuenta. Por eso me había hecho bien el silencio de Puerto Hacha, esa indiferencia para con la vida de otra fugitiva de mierda, que tenía la gente de por allí, esa complicidad para borrar el pasado mientras no se hablara jamás de eso.

Cuando llegó quise contarle, decirle que esta vez si estaba segura de que me habían encontrado, que me habían seguido el rastro, que era momento de irme. Irme de nuevo y lejos.
Él me miró con ojos de animal cansado, se tumbó en el colchón que hedía a yerba y tierra húmeda sin entender del todo y me pidió que durmiera. Que de una vez por todas me durmiera y dejara de inventar historias.

Esa noche vinieron por mí. Yo los vi de lejos, desde los botes anclados en que me había ocultado huyendo de la paranoia.
Los ví hurgar en casa mientras acababan con él a golpes. No lloré nadita, había soñado tantas veces con mi propia muerte, que cuando vi que mi destino se lo llevaba otro, supe que esa noche, aquella madrugada de color ocre, yo por fin dormiría.

miércoles, enero 21, 2009

Hay días como éstos en que las cosas parecen mas grandes de lo que son
y los problemas parecen pirámides de mierda
y las frases menos pensadas pueden llegar a derrumbarme.

Hay días como éstos, en que cualquier evento adverso parece planeado de ante mano,
en que cualquier segundo pasando parece una mano opresiva sobre cualquier voluntad de cambio.

Hay días como estos, diantres. Días que parecen no servir para nada.

Entonces salgo a caminar, porque siento la casa una urna preparada para vereme morir al paso de las horas, de ese aburrimiento y apatía que me contagian las personas que conozco,
de ese sofoco de las mismas charlas, los mismos chistes, la misma paradoja de si te veo mal te jodo mas hasta que revientes.

Salgo a caminar y tomo un bus que me aleje lo mas posible de casa. Que se tarde una hora para llegar a mi antiguo barrio, a ese lugar cerca al mar donde me sentía joven, fresca, con el poder de cambiar el destino a mi paso.

Camino sin prisa a pesar que la tarde cae y siento la brisa salada, el canto de algunos pájaros, el chancleteo de mi paso en la vereda vacía y entonces, sorpresivamente lo siento. A él, a ese evento mágico que me hace sentir acogida en un lugar que jamás será mío: Es el silencio.
Un soberano silencio al caer la tarde.

Aquí y allá edificios de cortinas abiertas, alguna turista perdida, un vigilante y un perro. Mas allá de mis ojos el mar, enorme, sin fronteras. Y el silencio.

En esta ciudad que me agota de ruidos diversos, que me vuelve violenta, a la defensiva. Que vuelve mi lenguaje rudo, mis maneras prácticas, puedo de pronto caminar tranquila, sin mirar la hora, sin sentir nada mas que mis sandalias golpeteando la vereda.

Hay días como éstos en que las cosas parecen mas grandes, la soledad insoportable,
la compañía de la gente necia un castigo divino del que no puedo escapar.
Días en que mi hostilidad con la gente llega a niveles casi cósmicos...
hostilidad que luego me crea culpa, cargo de conciencia por ser tan mierda,
por ser tan yo, cuando me siento atacada,

y de pronto allá afuera, hay un lugar silencioso, una banca vacía, un panorama azul y sin tormentos.

Me pierdo en la idea de que soy nada, solo un microcosmos que se agita inutilmente por cosas que suceden mas allá de su voluntad,
allá lejos, fuera de mi,
en un lugar tan infinitamente lejano que es mejor no asumir como casa.

martes, enero 20, 2009

Yo me siento a ver los aviones pasar.
En el paisaje oscuro de mi ventana nocturna solo las luces brillantes de aviones que vuelven a casa iluminan fugazmente algun pensamiento que me mantenga insomne.

No añoro, pero de vez en cuando alguna imagen del pasado surca también fugazmente mi cabeza, la ilumina como una frágil luz que no se bien de donde viene. Imagenes de momentos precisos cortos, que usualmente no me detendría a coleccionar. La evocación de un perfume, de una calle, de un brillo de sol en los árboles, de una frase cualquiera. el rostro de alguna persona, los labios, las manos de gente que pobló mi vida por instantes que ya no son ni serán.

Me siento a ver los aviones desde casa, en esa casa que ya conoces tanto. Pero no estoy triste, sabes que no lo estoy, solo escribo en negrita cosas que deberían ser olvidadas y entonces te pienso. Fugazmente también, como un nudo en la garganta que no logra desatarse en lágrimas, como una ansiedad pasada, no resuelta, no terminada del todo.


No pienso que vaya a ser posible desandar el camino que ya hemos caminado. No pienso en un futuro ni en un presente, solo pienso en ti como un recuerdo fugaz que se deshace si pretendo tocarlo.

Veo los aviones pasar y recuerdo todos mis retornos, también todas tus idas y que fuimos mas amigos mientras mas lejos estuvimos, como si ese fuera nuestro estado ideal,
Extrañarnos para no odiarnos tanto,
para no hacernos tanto daño,
para dejar ese masoquismo de hacerlo
y devolverlo,
mas fuerte, siempre mas fuerte.

No estoy triste, tu lo sabes. Hemos bajado al zócalo oscuro de un oceánoq ue aun no conocemos y hemos vuelto a flote, no a esa superficie de felicidad artificial que conocen todos como felicidad perfecta, sino a ese estado difuso de estar sumergido y a la deriva, casi sin estirar los brazos, casi sin hacer el esfuerzo de sobrevivir, solo así u n coral perdido mas, un pedazo de placton microscópico que a nadie importa, un cardumen de colores no descritos.

Me muevo entre el agua y el cielo, ahí ubico mis pensamientos, a ti a mi, al amor, al odio y a los sueños.
Me siento frente a la ventana y veo los aviones pasar y pienso una y otra vez que no es estar triste el evocarte, solo es uno de mis ejercicios tontos para conectarme a esa parte mía, que escribe, que piensa, que siente el mundo de una dolorosa belleza casi imposible de soportar por mas que momentos pequeños,
fracciones de segundo,
en que la luminosidad de un recuerdo,
me hace sentir la noche mas inmensa y extraña.

jueves, enero 15, 2009

Mujer soltera compra

Hoy mientras hacía las compras semanales me di cuenta como mi antiguo placer de mujer-consumista-soltera- que –bordea-los-treinta, había dejado de ser tal.
Antes disfrutaba mas de los paseos eligiendo la fruta más fresca, los vegetales mas verdes, los cereales mas baratos y el yogurt en oferta. Ahora simplemente trataba de no chocar mi carrita con las otras tantas personas que compraban comida chatarra.

Debe ser que aun no me adapto a comprar en Metro, un supermercado de pasadizos demasiado estrechos, donde todo está mezclado con todo y mas que placer por comprar, da ganas de salir huyendo para que no te pise tanta gente, con tantos niños, con tantas viejas que se quedan media hora comparando el precio de las frutas secas.

Debe ser que antes comprar sola era divertido, pues era una opción. Yo compraba sola la mitad de las veces y el resto recorría mis pasadizos con mi querida Vicha, la mejor amiga que encontré mientras me instalaba en Lima. Como vivíamos con las justas, teníamos que elegir siempre lo mas barato y aquellas cosas que no engordaran demasiado. Era una joda pasarnos una hora buscando todos los productos light, para rematar el día comiendo un plato lleno de papitas fritas- que a ella le salían excelentes- o de galletas de soda con huevos fritos estrellados.
Ahora, es triste comprar sola. Tengo la tarjeta con licencia para sobregirarla, pero no me da la gana. No hay nada que realmente llame mi atención, aparte que descubrí que comprar fruta en los supermercados representa un suicidio a la economía.


Tal vez una de las actividades que mas disfrutaba con el Flasher, era salir de compras al supermercado. El siempre sabía de calorías, de precios, en donde estaba tal o cual producto y no se perdía como yo en el laberinto de los pasadizos de Tottus. Sin embargo lo que mas me agradaba de comprar juntos, era que la gente solía confundirnos con recién casados, pro esa forma en que él ponía su mano detrás de mi cuello, masajeando una nuca que sabía siempre hallaría en el camino a la tensión.

Nunca fuimos pareja, pero era agradable compartir con él, esas pequeñas actividades. A veces me da ganas de decirle a uno de mis amigos que me acompañe a hacer las compras, pero no es divertido cuando llevas a alguien que en su puta vida ha hecho compras para sí solo, porque tiene una madre que lleva la economía del lugar. Llevar a alguien así es cargar con un inútil, que te hará bromas tontas en todo el camino y romperá esa filosofía que tenemos los consumistas, de hallarle siempre la característica de “lo mejor y barato” a cualquier cosa.

Extraño hacer compras acompañada y aunque llamo a mi hermana en esas circunstancias, el hecho de hablar con ella y luchar con el tráfico de carritos llenos, no resulta algo del todo agradable en estos supermercados de pasadizos para gente leptosómica.


Son en situaciones como esta que pienso en Claudio pasando por esta misma circunstancia hace algunos años y el hecho de cada vez que iba a de compras en N.Y compraba antes una tarjeta de larga distancia para preguntarme algo como: Amor que quieres comer hoy?

Ojalá yo tuviera a alguien a quien hacer ahora la misma pregunta.

miércoles, enero 14, 2009

En Pos Ictal

No debería escribir porque tengo migraña y ya sabes lo mal que me hace la PC prendida a la fotofobia y al hecho que escribir en un blog haga las veces de introspección bamba y me tienda a dejar en un estado pos ictal que apenas si me deja decir más de dos palabras, después de haberlo vomitado todo (mis mierdas en papel, eso quiero decir)

Hoy no tengo muchas mierdas, mi vida va como el clima: Ni fu ni fa. Hartas citas todos los días – afortunadamente con amigos, porque lo de salir con violadores ya lo dejé atrás hace mucho- y un sexo ocasional que mas que dejarme satisfecha, me deja cansada y con bastantes dudas existenciales sobre si acaso los hombres no son más complicados y ambiguos en el querer que nosotras las mujeres.

Del trabajo no me quejo, pues afortunadamente este mes la tengo fácil y disfruto de tardes enteras para mí, en donde mi abandonado ritual de siesta de 3 de la tarde tiene que lidiar con el ruin quehacer de los obreros que construyen el edificio de enfrente. Esa construcción no ha traído nada beneficiosos a mi vida, me ha tapado el sol, me ha llenado de polvo la casa, me ha pervertido con su ruido nefasto de gente que trabaja de sol a sol y encima! Ni hablar de un poco de voyeurismo, porque estos obreros de enfrente son tan tapados del seso, que parece que no distinguieran nunca mi ventana sin cortina, tapada pobremente con portadas de revistas pasadas de moda.

Hace pocos días me preguntaba sobre el amor- otra vez- sobre ese bien esquivo al
que ya me estoy acostumbrado a no tener- por lo menos durante mi vida sexual
activa, porque de hecho cuando sea una sesentona con muchas historias que
compartir y una vagina reseca, apreciaré la compañía de un buen compañero con
quien jugar monopolio por las noches.


Me preguntaba sobre mi misma y que ya estaba cansada de intentarlo, si acaso no era patético contar algo sobre mi ex, no el anterior si no el anterior, no tampoco ese que es el segundo, ni ese con el que me iba a casar, sino ese el de en medio añadiendo una característica física que me haga recordarlo en medio del resto. Patético por el hecho de que siempre remontaba mi vida en relación a mis ex, a los que intento no numerar, porque sería turbador, sino mas bien monstruoso para una nueva persona en mi vida oír que yo ya he estado, vivido y amado acaso con más de 3 personas en esta corta temporada de vida productiva.

Algo que sería totalmente irrelevante si viviera en otro país donde hablar de sexo no diera miedo y en donde las mujeres no tuvieran que rebajarse el número de parejas sexuales para no mostrarse tan perrísimas ante los ojos de sus eventuales parejas. Algo que quedaría dejado de lado en esta ciudad, si la gente supuestamente más laxa en este tema, acaso no es también la gente que menos te toma en serio a la hora de iniciar una relación con vías a “NO será solo sexo, esta vez”.

Pensaba si ya, ok, era hora de detenerse y pasar al retiro hasta encontrar a la persona que llenara mis días y mis noches de algo de seguridad, cariño y charlas amenas (ojo, que estoy obviando el tema sexo porque ese es un motor que me lleva siempre por las decisiones menos acertadas). Pensaba en mis viejos amigos, gente que por la distancia y las circunstancias no había podido más que compartir un par de conversaciones o agradables llamadas telefónicas.

No era esa gente- la que menos se interesaba en mí como un órgano copulador- la
adecuada para entablar una relación más allá de mis treinta?

Obviamente mis leyes lógicas me decepcionaban siempre en el terreno de las relaciones y era obvio que dadas las circunstancias cualquier persona A (sedienta de compañía) mezclada con una persona B (sedienta de sexo…puede que también compañía) en el contexto adecuado (unas vacaciones en un lugar paradisiaco) jueguen a que es amor aquella cosa melosa que los une irremediablemente los casi 5 días (límite estimado por las empresas de turismo) que puedan estar juntos.

Así que pudiera ser que en mis vacaciones de los treinta (mi ansiado/planeado próximo periodo sabático) yo pasara por esa circunstancia y probablemente terminara peor de lo que me siento ahora (Decepcionada de mi criterio para elegir a las personas que deban ser mis parejas).

En resumen, en lugar de evolucionar a la madurez como mujer, seguir en cambio tropezándome en la misma roca filuda que es mi maldito cerebro: Divino hacedor de decisiones lógicas.

Pensaba en eso, cuando leí un artículo sobre Anquetil, el famoso ciclista francés que había compartido lecho con su esposa, la hija de ella y luego su nuera en una convivencia casi fraternal, en un castillo oculto a los ojos de la prensa (alabados esos tiempos en que los paparazzi no habían sido lanzados al mundo). Una historia que podía sonar atronadoramente morbosa y que sin embargo dejaba ese aliento de que más allá del sexo, aquel hombre les había hecho creer a esas 3 mujeres que lo suyo era amor y en efecto hasta habían logrado convivir felices por algún tiempo.

Pensé que yo y mi arraigado sentido de culpa, un don fatalista heredado por
cientos de años de educación católica-do-mes-ti-ca-in-dios; había vivido mis
últimos 5 años de vida totalmente destruida por la depresión de saberme mala por
practicar no una, sino varias veces ese intento de practicar amor/sexo/compañía,
con personas que a lo mejor parecían adecuadas en ese momento, pero no lo fueron
más.


Pensaba que había sido inútil tanto sufrimiento, que pude haber terminado esquizoide flagelándome día a día de mi supuesta “debilidad” por querer darle un poco de placer al cuerpo. Pensé si acaso, no habían cientos de historias millones de veces más escabrosas que la mía- una chica que un día lo hizo después de los 20 y puso en práctica esa cosa deliciosa llamada hacer el amor con tipos que en su momento dicen que la quisieron.

Historias extrañas, conteniendo otras cientos de historias secundarias, viviendo en cada armario, de cada casa, de cada ciudad que pasara. Porque en realidad todos ocultan sus vidas privadas, dejando una suerte de Narnia habitada por los monstruos del pasado y por sus propios alter egos jugando a ser héroes y heroínas inventadas.

Me di cuenta que yo apenas había puesto mi grano de arena en ese mundo fantástico, que yo apenas había experimentado lo mínimo comprensible.

Que yo, del sufrimiento por amor, apenas si conocía sus orillas mas desiertas.

Yo quería vivir esas historias, conocer mucha gente, experimentar lo que viniera. En realidad quería muchas cosas antes de volver al mismo punto inicial, ese que te dice que el amor no está allá afuera sino dentro de uno mismo y que la felicidad es la de aprender a amarse uno mismo para poder dar amor al resto.Yo quería hacer ese viaje, no quedarme en la culpa, en la sensación de pecado, en lo de la tapada limeña con secretitos de alcoba para que la crean inmaculada.

Yo quería mas y si de pronto a mitad de camino hallaba y me hallaban eso sería
genial, pero no iba a ser el objetivo último del viaje para conocer gente, pues
dadas mis circunstancias y conociendo mi causa de infelicidad, el objetivo
último de mi viaje a otros mundos (personas) sería única y exclusivamente hallarme a mí
misma.



…Mierda, pienso en lo que acabo de decir y suena casi tan patético e irreal como los libros de Coelho, pero desafortunadamente para mí, sin las regalías correspondientes.

jueves, enero 08, 2009

Enero en Lima






Lima se pudre de tanto calor como una fruta descompuesta y yo aquí resistiendo el calor, ese sol que me oprime como un pulgar gigante contra el piso, que me mantiene entre malhumorada y atontada. Añorando unas vacaciones que no vendrán.


Lima se pudre.




La gente va caminando por el hospital con ese marasmo de medio verano, con los ojos casi cerrados, buscando la menor sombrita para guarecerse del sol inclemente. Caminando de costado, pegándose a los edificios mas altos, cubriéndose la cara con periódicos colorines que solo muestran la cara de Magaly en las portadas como la estrella sempiterna de nuestra sociedad huachafa.




Los días pasan lentos, ahora slago ams temprano, pero esas 8 horas diarias en el hospital camino de aquí para allá deshidratándome, tropezándome con todos, transpirando el medio frasco de colonia que me pongo a diario para no sentir que hiedo, como todos por aquí, como la ciudad misma.




Nunca he resistido mucho el calor, sea la ciudad que fuera; pero al menos en otras ciudades o estaba de vacaciones o el mar estaba cerca. Aquí, ir al mar me resulta una quimera de lucha contra el tráfico y la idea aplazada de poder bañarme en aguas que no estén contaminadas por miles de deshechos biológicos.




El calor me atonta, me jode, me oprime. Las noches son un martirio de sábanas quemantes y pensamientos insulsos, las mañanas largas y sin sombras a la vista; las tardes con el aire caliente que inunda la casa, solo pienso en buscar a mis amigos, en salir un rato, pero que bah, todo el mundo sigue trabajando, mi hermana nunca me contesta, mis amigos mas cercanos ocupando el poco tiempo de webeo diario en cursos varios...




Parece que fuera la única persona en esta ciudad que sale a las 2 de la tarde y muere por irse al mar, a hablar de cualquier cosa, a contemplar el agua azul a lo lejos, a olvidarse que es un NN en esta ciudad de nadie.




* Imagen de El Blog de Javier Naya.

miércoles, enero 07, 2009

Estaba viendo el tiempo pasar...A veces cuando se tiene demasiado tiempo para una sola, de pronto la costumbre de vivir acelerada hace que termines todo temprano y bum! luego no hay nada mas que hacer...Me refiero a las cartas, he enviado todas mis pequeñas cartas por año nuevo y ya he hablado con toda la gente con la que realmente no quería hablar, en otras palabras he hecho ya las pases con mi conciencia y he hecho como siempre "casi todo lo que es posible hacer"

Coloco ese casi, porque realmente no se hace todo, está el límite de la cordura en las cosas que hacemos, el límite de la lógica y de la probabilidad, algo que contradictoriamente evita muchas acciones heroícas, casi irracionales, que nos pueden llevar a catástrofes monumentales.

Se nota que estoy aburrida...si lo estoy, he tenido demasiadas horas hoy y sin embargo debo quedarme atrapada en esta ciudad aburrida...Debería estar en la playa, insolándome, debería estar compartiendo algun cafecito con alguien medianamente interesante o salir de copas a mitad de semana, que total, soy joven y el cuerpo siempre responde...Pero no, como son las 10 y no hay nada en la tv y a mi me da calor ponerme ropa y salir a buscar algo o alguien, prefiero jugar a la niña buena y acostarme temprano.


A veces no se si es peor carecer de tiempo para todo o tener demasiado tiempo y no tener familia con quien aprovecharlo.

viernes, enero 02, 2009

Balances

Estaba pensando en mi balance de año, hoy justo cuando tenía el resto del día para pensar en miles de cosas.
Pensé que el año pasado había ido a una reunión donde no conocía nadie, solo para no tener que pasarla sola. Que terminé en mi cama y acostándome en la madrugada con la persona a la que siempre me negué a querer realmente, porque temía que me doliera mucho enamorarme de alguien que no tenía nada para darme. Una persona que tenía su mundo ya formado de trabajo, hijas y obligaciones y en donde yo aparecía apenas como un artefacto, un satélite que llenaba sus horas libres. Cómo intentar quererlo? Cómo no pensar que era solo sexo lo que nos unía?

El resto del año fue una buena mierda, comencé a vivir con él en plan roomates. No sé como sobreviví a esa situación de no saber que éramos. Era su inquilina? Era su ex? Era su mujer? Lo quería yo? Él me quería a mi? Acaso no éramos solo dos personas queriendo cubrir su soledad con pequeños gestos de cortesía, aumentando en ese intento la sensación de orfandad que ya nos quejaba antes de conocernos?

Seguí en ese chiste hasta que él se fue y no viceversa. Por qué no me fui yo? Tanto miedo me daba estar sola? Tanto miedo el recuerdo de la soledad, la depresión las pastillas? Mi necesidad de afecto? El trabajo me absorbía casi 20 horas al día, hasta los domingos en el hospital y luego sin nadie con que compartir el único día medio libre que tenía, porque bueno la prioridad eran sus hijas no yo…así que nada, yo a encerrarme y a rumiar mil odios en mi cama. Sin atreverme a conocer a nadie, porque volver a intentarlo sería una nueva caída un nuevo dolor, una nueva pérdida.

Cuando él finalmente se fue, yo me quedé sola, ahora tenía más tiempo para mí, el trabajo ya era más laxo de horarios, pero no tenia con quien compartir mis horas libres. Para cuando conocí al gurú yo no quería nada, sentía mi alma convaleciente. Me sentía física y mentalmente agotada, tal vez por esa carencia en querer realmente algo con alguien, mi término de “serenidad”. Es cierto estaba serena, porque no andaba en la búsqueda usual de alguien que tapara mi soledad…sabía que eso podía ser peor.

Pero bueno, que carajo de energías hay en el universo que el gurú y yo coincidimos en un mismo momento y todo pareció más simple, más fácil, más normal en mi vida. Parecía ser ese tipo de persona que todos queremos al lado, sin muchas complicaciones, dispuesto a ver el día pasar. El chaperón perfecto. El día que me besó sentí que había metido la pata hasta el fondo. Yo que acostumbro pensar que el sexo siempre lo termina arruinando todo, supe en ese beso, que eso no terminaría ahí y que mi reciente gurú acababa de pasar al lado oscuro de la fuerza: La intimidad conmigo.

Fue una etapa buena, era imposible no sonreír cuando estábamos juntos. Qué había en el aire en ese momento hachís? Mucha gente por ese tiempo me comenzó a decir que se me veía muy bien. Claro, era obvio que todo lo asumía de una manera simple, la vida con el gurú era un paseo en el campo. Yo tampoco hacía mucho lío, para qué? No sabía en que terminaría todo eso ¿para qué echarlo a perder?

Pero claro cuando él comenzó a decir cosas como que yo lo buscaba para semental, la serenidad se fue en un soplo. No entendía como podía resumir lo que vivíamos solo en una relación de macho hembra. Claro, la duda comenzó a carcomer el seso y haciendo sumas y restas, terminé por darme cuenta que a lo mejor era verdad. Que a lo mejor lo único que él quería darme era eso: Sexo. Es malo querer algo más? Quería yo algo más? No lo sé. Ciertamente quería que me consideraran más que alguien que se conforma con un lecho y pan todo el día.

De hecho quería hacer más cosas que pasarla solos en casa. Yo que soy de esas personas que le gusta caminar y conocer sitios nuevos, acababa de perder a mi compañero de caminata, a mi “chaperón” en aras del sexo. Obviamente volvería a sentirme un artefacto sexual en quien no se invierte mucho porque siempre va a estar ahí. El día que quise proponer algo diferente a lo usual, me enviaron por la tangente y terminé pasando navidad en una confusión de sentimientos dolorosos ¿Era yo un plan B tan fácilmente desechable?

Para cuando terminamos toda la claridad de nuestros días más serenos se nubló ante la evidencia de que literalmente le llegaba lo que pasara con nosotros. Que el único concepto que se había forjado de mí era el de una mañuca que escribía calata. O sea a la mierda con todo. Mi gurú no me había conocido nadita. De nada sirvió intentar mostrarme, el lente estaba empañado.

¿Dónde habían quedado el par de patas que salieron un día a caminar en medio de un domingo soleado?
Volví a mi hipótesis inicial que el sexo siempre lo arruina todo. ¿Fue error en el mensajero o en la recepción del mensaje?


Terminé el año en otra reunión en donde si conocía a todos, un plan B sacado de un sombrero mágico al empezar diciembre. Es tonto que hasta casi una hora antes de terminar el 2008 seguía pensando en que el gurú y yo la pasaríamos juntos. Es el poder de la negación pues, un poder más fuerte que cualquier cosa.

Llegué con más ansiedad que ganas de divertirme, con más miedo que alegría, vestida de luto, no porque quisiera sino porque el negro adelgaza y resultó que medio mundo me abrazó extrañados de que asistiera por fin a esas reuniones de gente feliz.

El primer día del año me pareció el más largo del mundo, para la tarde ya recuperadas las horas de sueño, pensé en el gurú y en esas charlas de café que teníamos al inicio, lo añoré sin proponérmelo. Añoré esa serenidad que sentía con él cuando solo hablábamos sentados, sin ni siquiera tocarnos. Era irónico que mi único plan B con él haya sido el sexo y sin embargo haya sido precisamente eso lo único que él pensaba que me interesaba. Que sosa debo haber parecido, que conformista.

Bueno, se supone que el balance del año se hace para no cometer los mismos errores al próximo, pero… ¿Realmente se puede dejar de meter la pata? ¿Dejar de ilusionarse, de creer, de esperar cosas? ¿De hacer estratagemas para que la vida se nos ablande? Ya sé que es inútil protegerse, intentar ponerse una coraza, eso solo hace dilatar el tiempo antes del golpe ¿No sería mejor arrojarse a querer como se nos da la gana, sin hacerse tantas preguntas, sin pensar en planes A, B y Z para todo? Simplemente seguir intentándolo todo?

Bueno, eso no me funcionó el 2008, este año habrá que comenzar a hacer lo contrario de lo que me nace hacer. Empezando por el sexo y demás actos accesorios para demostrar cariño.

sábado, diciembre 27, 2008

Sadith

No era que ella tuviera la razón, pero a veces daba asombrosamente en el clavo, tal vez por ello su apodo de Sadith La martillo le venía tan bien. La conocimos cuando yo estaba aún en la universidad y los cuentos de amores imposibles aun rondaban por mi mente a pesar del guardapolvo blanco en que me habían embutido tratando de hacerme parecer adulta.

Su figura obesa no admitía cavilaciones, ella no era una mujer atractiva y sin embargo, si, atrayente. Hablaba con soltura de muchos temas a cuyas explicaciones salpicaba de copiosas groserías, que no llegaban a chocar, sino a incluso parecer graciosas. Había sido basketbolista a pesar de su talla media y dicen que provenía de una distinguida casta de médicos, con los que era mejor no toparse de jurados en los exámenes. Al margen de ello, Sadith, comos e llamaba mi gorda amiga, no tenía otros dones a la vista que no fueran dar siempre en el clavo.

Me había dicho por ejemplo, que al conocer a un hombre jamás debía darle muchas señas de mi persona, o que si me gustaba mucho era mejor no pasarme todo el día durmiendo porque eso cocinaría en mí esas ideas eróticas que no afloraban cuando permanecía en el día con los ojos bien abiertos. En otras palabras- recalcaba-si conoces a un hombre y te la pasas durmiendo es mas probable que a la tercera cita el tipo te tire.

De esa forma me había alejado del profesor que dictaba cómputo y de algún deportista más que se me había acercado con intenciones nada decorosas, según apuntaba, haciendo un gesto de comillas con sus dedos regordetes.

La conocí y me hice amiga de ella por casualidad, más que porque tuviera la intención de hacerlo. Yo venía de una larga tradición de escuela pituca, en donde se te decía siempre con qué personas era adecuado juntarse. Al verla gorda y bohemia hablando mas con chicos que con mujeres, no me pareció que Sadith fuera la amiga adecuada para empezar mis estudios universitarios y sin embargo, se convirtió en compañera inmediatamente. Con ella pasaría noches enteras estudiando surcos cerebrales, canales celulares ahora innombrables, o escotaduras de huesos que nadie sabía que existían.

La gorda era inteligente, no cabía duda. Si no sacaba mejores notas que yo, fue siempre porque mas le gustaba que la llamaran una Gorda De Puta Madre, que una gorda chancona. Así pues, la chancona de nuestro pequeño grupo de tres, era yo.

El tercer integrante era Javier Sosa, un moreno con ojeras moradas tan oscuras como las de un elefante al que le gustaba siempre buscar la sin razón de las cosas científicas. Por qué esto? Por qué el otro? A veces con él, daba ganas de tirar la toalla y seguir otra carrera, pues en definitiva con la nuestra no llegaríamos a nada. Y para mí la nada en ese entonces, era seguir una carrera que no resolviera todas las preguntas que tenía acerca de la vida.

Sadith por el contrario, no se preocupaba por el porqué, ella sabía inmediatamente que pasaría. Ese buen olfato para las cosas funestas le acarrearía gloria mas adelante, al convertirse en la psiquiatra forense mas reconocida del país. Pero en ese tiempo, ninguno de nosotros sabía aun que le deparaba el destino. Yo vivía enamorada de cuanto hombre mayor supiera decir las palabras correctas o me mostrara un retazo de conocimiento que yo no pudiera entender del todo. Javier vivía enamorado de mí y Sadith…bueno, Sadith vivía un poco enamorada de sí misma.
La noche que le confesé entre copas que ya no era virgen, que a pesar de todos sus consejos había terminado tirando en el piso con el profesor de cómputo en un caos completo de monitores y cables enredados, no hizo ni un gesto y sigo bebiendo. Al terminar la segunda copa de ese vino barato que tomábamos por entonces, debajo de esas pecas que adquirían el color castaño de su pelo, me dijo con esa sabiduría que ya se le distinguía desde sus escasos 22 años:

- Ya se te notaba que lo buenita no te iba a durar para siempre, soberana huevona.
Luego cerró los ojos achinados por el exceso de alcohol y cigarrillos mentolados y agregó sin piedad:

- Mejor no te acostumbres a tener sexo como lo tienen las putas, que eso termina gustando- me dijo apurando el vaso en su garganta regordeta.

Yo apenas si la escuché pues la carcajada de confesarle a alguien que ya no era virgen me había hecho terminar en la alfombra de su casa retorciéndome como una loca que no sabe como llorar ante las cosas inevitables.

jueves, diciembre 25, 2008

Esta tarde me quedé dormida sobre la arena, el olor a bloqueador de coco inundaba el ambiente, cuando me eché a soñar que era niña de nuevo. Son 29 navidades pasándolas en familia con las sobras del pavo para almorzar, con el mar de fondo y la familia hablando de cosas cotidianas a lo lejos.

En 29 de estas navidades siempre he podido darme el lujo de apartarme un momento de todos, para soñar con aquellas personas que ya no están cerca de mí, los amigos que se fueron, los hombres que ya no están, el resto de la familia que celebra a millas de mí. Practicar ese tonto lujo de dedicarles un poco de mi pensamiento en los momentos en que soy más feliz, pues deseo que ellos también lo sean.

Ojala pudiera siempre hacerlo, darme ese tiempo para pensar aunque sea un poquito en todas las personas que han hecho que mi vida sea un retacito más cómodo al paso del tiempo. Ojalá todas las personas que quiero estuvieran reunidas en un solo lugar, pero es imposible, no me queda sino desearles lo mejor del mundo en una fecha que para mi tiene todo de especial: Vuelvo a ser niña, vuelvo a abrigarme del cariño de la gente que me ha visto crecer. Vuelvo a creer que es Navidad e incluso los deseos imposibles pueden realizarse.

No sé si sean suficientes estas palabras, para decir a toda la gente que estimo y me estima que les deseo lo mejor de la vida y lo mejor de sí mismos.

Perdonen el que sea este medio el elegido para decir lo que siento por ustedes, son gajes de la globalización.

Feliz Navidad.

lunes, diciembre 22, 2008

1...2...10...Respira

La moneda cayó por el lado de la soledad …otra vez.
Calamaro –Crimenes perfectos.

Se acerca navidad y estuve tan ajetreada pensando en mi misma, en mis pequeños dolores, en esas punzadas de ansiedad que no me dejan pasar el día sin preguntarme sobre ese “hubiera” que rodea todas las cosas que no fueron ni hoy ni antes de hoy, esa ansiedad que hace que la noche llegue mas tarde de lo que parece y el día comience antes.

Esa ansiedad que batalla con los problemas reales, que me hace entrar al baño a lavarme la cara y respirar 1..2…10…ya estoy mejor, no pasó nada. Que me hace escribir cosas incomprensibles que no publico a los ojso de nadie, que me hace preguntarme una y otra vez ¿cómo lograr sobrevivir al hubiera, si ese estado no existe? ¿Cómo arrebatarle al tiempo las cosas que no ocurrieron? ¿Cómo sobrevivir al recuerdo de lo inexistente?

1..2…10…Es diciembre, un millón de cosas por hacer, terminar el trabajo, hacer la mochila, cerrar bien la casa, mandar las postales, comprar cosas bonitas, envolver regalos…termina el día y sigue esa ansiedad aquí dentro que no la cura nadie…1..2…10…A veces por intentar sobrevivir a mi misma yo también olvido vivir los intermedios y olvido todos los números 5.

domingo, diciembre 21, 2008

Dicen que hay que tener alma bien guerrera para comprarse unos tacones rojos...
Dicen que la mayoría de mujeres los han deseado secretamente alguna vez...
Dicen...que si uno no los combina bien dan un falso mensaje de putería...

Yo digo que me los compré hoy y pensé que eran mágicos...solo bastó hacerlos sonar para que me sintiera absurdamente especial...

viernes, diciembre 19, 2008

Estoy ebria y es genial, porque hace mucho no lo hacía.

Porque hace mucho no salía, ni cantaba, ni comía, ni recordaba que a vecves Lima con sus lugares bonitos puede tornarse un Bs. As. cosmopolita, vital y palpitante.

Hoy mientras veía a los bailarines ir de aquí para allá bailando tango sentí de nuevo que era un Diciembre lleno de esperanza y de comienzos, no un final. Sentí que la vida volvía a ser vida y no nuna recatafila de hechos repetidso.
Estoy ebria es verdad...llevo casi 2 botellas de vino encima y una piña colada...será eso que me tiene feliz? será q el postre de maracuyá estuvo genial, que todos reiamos casi ebrios, que la noche se sentñía tan joven, que era diciembre y yo me senti feliz, aun sin razones muchas, parqa estarlo

estoy ebria..casi diria yoi..veo las letra amedias..pero no pouedo dormir.,..será que soy feliz?
será que finalemngte estoy tomando decisiones maduras?

hoy me amo y no me hace daño, mañana no sé.

viernes, diciembre 12, 2008

Nos odiábamos tanto. Ella y yo éramos diferentes en tantas cosas que los viajes rumbo a casa resultaban interminables, espacios gigantescos de silencios incómodos, de charlas que no llevaban a nada, yo asintiendo ovinamente a sus conceptos sobre la felicidad y ella hablando de sí misma como si yo tuviera algún lejano interés en sus manías de niña perfecta.

En esos momentos bien me habrían hecho un par de audífonos, un cigarrillo, o una pistola cargada. Pero ni modo, debíamos irnos juntas cada noche, ella por miedo a conducir sola, yo por miedo a tomar un taxi en ese barrio de mierda en donde ambas trabajábamos. Terminaba con los pies molidos después de casi 15 horas de jornada de caminatas, subidas y bajadas en ese hospital infectado hasta en sus más mínimos rincones de la ya temible TBC.

Pero ni hablar de quejarme delante de ella, ni hablar de querer irme más temprano, de que me daba horror infectarme de algún germen multiresistente, o de que a veces quería darme a golpes con uno que otro familiar maleducado. Eso jamás! Yo estaba frente a la chica perfecta que amaba trabajar 25 horas al día y luego irse al gym a correr 2 horas enteras. Ese tipo de mujer que come sano, que jamás habla malas palabras y de la que sus amigos siempre dicen cosas como: Es linda, o no hay otra como ella.

Cómo quejarme si su concepto de felicidad era trabajar eternamente sin tener nunca una vida propia? Si me había comentado en el primer viaje juntas que su máximo ideal era quedarse a trabajar en Perú y poder cuidar a sus padres y enterrar a sus abuelos como agradecimientos a todo lo que habían hecho siempre por ella…un discurso tan azucarado y de buenos sentimientos, que en el acto me vinieron las náuseas al darme cuenta que nadie podía ser tan tonto como para creerse semejante hipocresía.

Sin embargo, ella sí. Lo peor de todo es que no solo era buena, sino que se lo creía tan fehacientemente, que alrededor suyo todos terminábamos siendo más que personajes grises e infelices, cuyo único regocijo era el placer mundano de volver temprano a casa a tener un poco de sexo o comer alguna comida caliente.

No sé en qué momento la antipatía resultó mutua, como es que resultaba en frases y órdenes tan cortantes, que no dejaban espacio a réplica. Cuando fue que me di cuenta que a diferencia del resto ella jamás se reía de mis bromas, de mis ironías sobre la gente, de mi humor malsano. Que prefería callarse o si contaba yo algo, cambiar abruptamente de tema, como si yo no existiera.


Ya me había pasado antes, con mi anterior jefa. Por eso la reconocí en el acto, esa poca tolerancia para el doble sentido, para el sarcasmo acerca de la vida y la muerte, era una tara usual en los médicos con los que me había cruzado. Un excesivo respeto a la forma, olvidando con frecuencia que el fondo de sobrevivir el día a día en este trabajo, era irónicamente no tomarse la vida tan en serio. Pero vamos, que iba a entender ella de mi humor más negro? Mis frases sonaban a insulto, así que tendía a callarme, de la forma que lo hacen las mujeres educadas como ella: Con un fino desprecio al no decir absolutamente nada.

Yo la veía ir de aquí para allá entre el hospital, el gimnasio y las dietas, tan perturbadoramente perfecta, que me preguntaba, en qué momento tenía un poco de gozo carnal y humano?
Sabía por su propia boca que novios había tenido pocos y siempre de los mas feítos, porque y de inmediato tenía que decirlo: A ella le importaba siempre más la inteligencia que el físico…Esa frase, que era un buen intento de cojudiómetro, ya la había oído mil veces antes en la mayoría de doctoras guapas del hospital y siempre tenía para mí el mismo trasfondo de mujeres inseguras temiendo querer a un hombre guapo que las coroné de cuernos.

Eran los tiempos que yo andaba con guapitos de ese estilo, una buena estampa al lado, como quien luce una cartera cara o un par de zapatos raros.
Cada noche una sesión de sexo energético sin cargos de conciencia sobre falta de
amor o asuntos similares.
Ella me miraba con cierto encono cada vez que yo comentaba que tenía que salir temprano a verme con el marinovio. Una mezcla de envidia y mala leche aguijonaban entonces sus ganas de joderme la vida, inventando cualquier excusa para que nos quedáramos mas tiempo en el hospital.
Yo asumía que era envidia y me reía con tristeza para mis adentros. En los últimos años yo había pasado por una mala racha de amores que incluían perdedores y hombres de poco corazón, así que mi supuesta vida ventajosa en relación a la suya, perdía rápidamente el brillo cuando me veía cenando sola, porque ese día al marinovio de turno no le dio la gana de verme o porque simplemente yo había optado por liberarme un día de pagar la cuenta.

En realidad no se cual de las dos era menos feliz. Tal vez era una envidia mutua o frustraciones que casi iban parejas y en el silencio del viaje en auto casi estallaban a gritos en nuestros oídos, volviendo insoportables nuestros retornos a casa. Ella cantándome a diario su vida perfecta y vacía, yo callándome esas cosas que hacía a escondidas de todos y que mantenían lubricadas ciertas áreas de mi vida.

Nos odiábamos tanto que el esfuerzo de no demostrarlo de una forma tan cruda a diario, era un esfuerzo agotador de largo aliento. Cada noche, quería salir corriendo del hospital y pagar incluso el doble al taxista para no tener que irme con ella y aguantar esos viajes silenciosos salpicados de frases frías; pero cada noche como siempre, educadamente ella me invitaba a llevarme en su auto y yo educadamente asentía.

miércoles, diciembre 10, 2008

Wiston Chat

Tal vez debería empezar por decir que mis días no son tan malos. Es decir, mis días están siendo incluso buenos, hay días que amanezco sonriendo o temprano para hacerme algún desayuno rico. Hay días en que me siento tan feliz que siento que a mi paso el mundo sonríe también. Que los colores son más nítidos y la gente recupera el color que en mi memoria ya ha perdido.
Tal vez si me preguntas, como hoy, sobre mi vida te diría que no va bien, aunque yo sí. Tal vez, como hoy te admires de esa respuesta y yo no sepa explicarte que aquí dentro mi corazón va a buen ritmo, aunque la gente afuera siga fallándome, tropezando, reciclándose en recuerdos, embalándose en cajas enormes que nunca más volveré a abrir.

Entonces, como hoy, te explicaría que no sé porque precisamente hoy es que me siento tan feliz. Hoy que no he recibido ni llamadas, ni cartas, ni un abrazo. Hoy que me doy cuenta que es mejor vivir sola, que es mejor seguir esperando ese no se qué en las personas, ese no se qué, que hace que un día voltees a un lado y veas a gente que nunca antes viste y el corazón vuelva a recobrar su frecuencia, el aire se haga menos denso, la vida un poco más blanda. Aguardando eso, esa sola posibilidad de enamorarme de nuevo, espero tranquila, incluso contenta. Esperando, tú sabes, esperando.

Tal vez si me preguntas sobre detalles de mi vida última no sepa qué decirte, a lo mejor todo suene tan patéticamente simple, esperable, triste, que me digas otra vez, que me volvía a equivocar al escoger a la gente, al sitio, al lugar en donde hacer un nidito de seguridad antes de la tormenta. Tal vez me des la contra, me hagas ver esa realidad que me niego a ver cuando estoy casi feliz. Tal vez me despiertes, me sacudas de mi ilusión, me hagas sentir que debo seguir huyendo. Huyendo de mi misma. Por eso no te detallaré nada, sólo te hago saber que estoy bien, ilusamente bien, que despierto y me acuesto con la misma sonrisa, que bailo a solas, que como todo lo que encuentro, que compré mas perfumes, que tengo un libro nuevo entre manos, que hay música a mis oídos, todo, todo el tiempo. Que sueño, que ilusamente sueño, que esto es real. Que esta sensación de bienestar se prolongará aun un par de semanas más.

lunes, diciembre 01, 2008

La gente mediocre siempre se anda quejando.

La gente mediocre siempre se anda quejando.

Yo vivo mediocremente.

Me refiero a mediocremente porque nunca hago realidad lo que quiero, o peor aplazo lo que quiero porque no estoy segura de si lo quiero realmente. En verdad, prefiero no hacer el esfuerzo.

Por ejemplo esta casa. Hace meses que trato de irme de aquí, mi vida fue una pesadilla desde que me instalé en esta casa que parece un híbbrido de todos mis departamentos anteriores, vacío, con muebles que no son míos, con ventanas sin cortinas. Con un desorden descomunal, con un dormitorio que es un caos, con varias habitaciones, para no sentir que vivo acinada y sin embargo viviendo en solo una de ellas, en la cama mas chiquita, llena de almohaditas para no darme cuenta que duermo sola.

No me voy de esta casa, porque no se a donde ir. Es mas, si lo sé, pero aplazo el momento poniendo como excusas la falta de dinero o la falta de tiempo.
Detesto vivir aquí, en verdad ya no tiene que ver con que él haya vivido aquí, que hayas vivido de alguna manera juntos. Él se ha ido y todo sigue igual, odio vivir en un lugar en el que no quiero y del que sin embargo sigo aplazando el momento para despedirme.

Vivo mediocremente, por varias razones. Por tener que subirme a una combi o a un micro. Por no poder salir nunca. Por pasar mis fines de semana en casa, por comer en lugares mediocres cerca a mi casa o el hospital, por tener que vestirme parecida al resto, para que no me jodan, para que nadie me diga nada. Por tener que aguantar conversaciones inútiles que no me llevan a nada, con gente igual de inútil que no me aporta nada.

Detesto vivir así. Quejándome. Evitándome el momento de ser feliz, porque soy así. Un parásito de si misma, que pasa la vida reptando una ilusión desgastada de que las cosas y el tiempo se equilibren.

Dentro de 4 días es mi cumpleaños. Es la primera vez que no quiero que nadie se acuerde de mí. Tal vez porque he pasado demasiados cumpleaños esperando mucho de la gente y acostumbrandome a que la gente siempre me da muy poco. Entonces a la mierda, prefiero que lo olviden y olvidarme yo tambien de esperar algo. Algo que me sorprenda, que me ilumine los ojos, que me haga sonreir. Todo es tan patéticamente esperable. Tan tremendamente obvio.

Si vivo mi vida de una forma surrealista, porque tengo que pasar días como estos en que nada sucede alrededor, en que nadie puede sorprenderme nada. Por qué la gente no hace el maldito esfuerzo de salirse del guión y sorprenderme con un giro de la vida, del curso de los acontecimientos?


Vivo quejándome es cierto. Hoy mi primera conclusión fue que me faltaba dinero, mucho dinero para tener una vida cómoda ( no lujosa, solo cómoda) que me hiciera alguito feliz. Pero no. No es el maldito dinero. En realidad tengo ahorrado lo suficiente como para comprar el par de huevadas que harían mi vida mas cómoda ( Un carro? Un Ipod? Una cama de 2 plazas? Una bañera completa?) solo falta la decisión de romper el chanchito.

De romperlo todo. Mis lazos, mis nexos, mi curso de vida tan deplorable y obvia con un fin de semana tras otro, parecidos, casi idénticos, moviéndome en el mismo espacio con la misma gente.


Quisiera viajar, arrancarme. Ese es mi sueño cuando me quejo y me quejo, irme a ninguna parte. No para empezar de nuevo, no para terminar mis días en otro lugar. Solo arrancarme, para dar un giro a la historia, para sorprenderme yo misma de que puedo tomar decisiones que me cambien la vida, de que puedo torcerle el pescuezo a la suerte, hacerla mía. Jugármela. Como con Claudio, sabes? Como esa vez en que fui joven y fui arriesgada y soñé mucho y me tiré a volar y me rompí el cuello carajo, me rompí el corazón...pero que vuelo, señores! que tal vuelo! No he vuelto a vivir así, no he vuelto a sentir eso nunca. Ha valido ese vuelo, todo lo que vino después, la depresión, la gente gris que conocí en el camino, los intentos de morirme. Los intentos de desaparecer entre letras, con nombres diferentes, las fotos sin ropa, las mochileadas, Mariano, las crisis, el miedo. El MIEDO.

Ha valido la pena todo, incluso el volver a sentir miedo. De mí, de mi misma, del camino en el que estaba andando, de la corniza resbaladiza en que comencé a hacer andar mi vida. Lo valió todo.
El fue mi SEÑAL, la señal de que podía ser mas fuerte que eso, que el dolor, que el drama, que el amor, podía sobrevivir a eso. Él ha sido la señal, de que puedo arriesgarme por alguien, por una persona llamada yo misma, porque vamos! el amor no es ese sentimiento beatificado de entrega. La primera entrega en el amor es la de uno mismo. El hecho de comenzar a amarse, a creer en esi mismo, a enamorarse de si mismo y creer en uno, el segundo paso ya es telenovela. Pero el maldito primer paso, es esa fe que le surge a uno de que puede hacerlo todo. TODO.

Mierda, tengo migraña, comencé a escribir para no quejarme con el gurú, pero, no sé aquí estoy, pensando en la mediocridad en la que he comenzado a caminar y a la cual no em acostumbro, pero de la cual tampoco salgo.

Me he vuelto un parásito de mi misma. Mi temor a intentar algo- cualquier cosa- ha acabado con la heroína que todas llevamos dentro, con la mujer fuerte capaz de levantarse a comerse el mundo. Ha acabado conmigo poco a poco, royendo cada día mi voluntad, mi ánimo, mi soberbia ante el destino. He agachado la cabeza y he sucumbido a creeer que la suerte hará por mi, loq ue yo no me atrevo a hacer por mi misma. Que el destino hará por mí lo que yo no me atrevo a hacer. Que seguro hay un Dios que escucha oraciones y el torcerá las cosas para que me vaya bien.

Patrañas!
Pamplinas!
Una mierda!

Ni el destino, ni la suerte, ni un Dios puede hacer lo que uno no se levanta a hacer por si misma.

No que estabamos hechos a la semejanza de un Dios?

Por qué entonces no hacer gala de ese poder y cambiar als cosas para la felicidad de uno mismo? Por qué esperar a alguien más?

Por qué?

No es acaso el creer en alguien mas, en algo mas grande que nosotros, en esa esperanza de redención, una forma de mediocridad, para no aceptar que la resposabiliadd de ser felices pesa única y exclusivamente de nuestras decisiones? Que no somos un rebaño, sino seres individuales capaces de cambiar el rumbo del mundo?

Llámame enferma, loca, un demonio de soberbia, pero ahora a mitad de mi migraña me siento con la lucidez de decir lo que pienso, lo que creo. Mi Dios vive acá dentro y he pecado en no reconocerlo, en abandonar mi fuerza, mi fe en mi misma en pos de la respuesta de un destino, de una suerte que me evade por completo.


La gente mediocre siempre se anda quejando pues. Un día yo me levantaré y dejaré de quejarme. Ese día puede ser hoy. Hoy mismo...me asombra que aun no haya amanecido.

domingo, noviembre 30, 2008

Y afuera quien se ríe?

Esa frase se me vino a la cabeza mientras caminaba hoy. A veces las frases te atropellan cualquier otro pensamiento que haya en la cabeza ese momento y dado que mi cabeza ya estaba harta de pensar, parece que la frase cobró importancia sin proponérselo.

Afuera quien se ríe? Afuera, dónde afuera? Ahora mismo estoy deambulando por las calles con la tarjeta cargada dispuetsa a hacer compras inútiles para sentirme bien. Afuera, es la calle entonces? O es el afuera de mí?

Fuera de mí hay muchas personas pasando hoy, es domingo y caminan despreocupadas con el cabello recién lavado o uno que otro atuendo que trata de homenajear a un verano que no termina por llegar a Lima. Fuera de mí, está la vida de mis amigos, de mis padres, de mis ex (es una nueva categoría esa...se puede considerar amigo a un ex?) fuera de mí, porque en realidad no me importa mucho, es decir, la suelo ver tras una persiana, tras un filtro que decide cuando quiero o no enterarme que pasa con sus vidas, que tribulaciones les han ocurrido esta semana. Fuera de mí, signigfica, simplemente, fuera de mis pensamientos importantes.

Cuáles?
Tengo realmente pensamientos importantes? A menudo no.
Pienso mucho mientars camino, o cuando como sola, o cuando me dirijo de un lugar a otro, sin saber bienq ue busco. Pienso cosas, recuerdo cosas, hago relaciones de palabras viciosamente y de frases de libros o canciones, pienso en mí. Nada mas que en mí. El laberinto de pensamientos de un ser egocéntrico no es por y para los demás es simplemente uno y su relación con el resto. Las cosas solo cobran importancia si se relacionan con uno. Lo demás es obsoleto.

Quién se ríe?
No sé porque se me ocurrió esa frase, tal vez era el inicio de una historieta y no me di cuenta. Pero cuando me preguntaba quiénes? Pensaba en todos esos quienes que acechan mi soledad. Esa gente de la que olvido fechas de cumpleaños, números de teléfono, o que necesitan de mí. La gente se acerca sólo cuando necesita de tí. Yo tambien lo hago no los juzgo, pero cuando la gente se me acerca pidiendo consejos, o contarme algo íntimo que no tiene que ver conmigo, prefiero obviarlos. Obviar cosas, borrarlos de mí, sentarlos afuera. Ellos hablan, yo pienso mis cosas. Yo recuerdo sueños o hago relaciones inverosímiles de figuras de la calle con caras de ficción, con personajes. Yo prefiero vivir en mi mundo. La gente me habla, en realidad nunca estoy ahí.

En el trabajo, si. Cosa extraña. Oigo millones de historias a diario, 2 0 3 frases te bastan para saber que tipo de persona tienes enfrente, imaginarte su familia, sus vicios, sus miedos. La gente va donde el médico como si este fuera un confesor. Obviamente siente que solo les confiesa síntomas y enfermedad, no saben que en cada gesto, en realidad lo están confesando todo. están abriéndose como flores para un buen observador. Por eso la gente cree que sé tantas cosas, yo no sé solo me las dejan ver. Como a un adivino le vas enseñando tu destino y él solo traduce lo que tu esperas oir, yo voy descifrando que viene luego. Cómo cuando se que tipo de gustos tiene determinada persona, cual fue su película favorita, que color lo hace sentir bien, que tipo de mujer le agrada. Son cosas que la gente deja ver, yo solo las recojo y armo tramas, aprovecho la ocasión, juego con eso. En mi estado mas inocente, solo cuento historias. En mi lado mas peligroso, podría manipular realidades...Uuuhhh...qué miedo dan las mujeres cuando hablan así, parecen unas malditas paranoícas todas, pero vamos, yo no he descubierto al pólvora, son solo las habilidades de un buen observador.


Y afuera quién se ríe?

Tal vez cuando me atropelló esa frase, sabía inconcientemente que afuera alguien se burla de la persona de aquí adentro, de la persona que no sale a flote. Tal vez sea ese miedo a saber que siempre hay un Quien y hay un Afuera para echar a perder todo, la serenidad, la calma, esa tendencia a la nostalgia que nace conmigo. Siempre hay una risa, una burla, un ente que no entiende porque existe la gente como uno. Gente perdida en los intersticios de sus propios pensamientos, que maquina sin darse cuenta finales desgarrados a historias simples. Gente como uno, sin mucho que contar, excepto cosas muy suyas, cosas como las heridas a su ego, cosas que a nadie ataén mas que a uno. Cosas que se deben callar para dar paso a charlas mas interesantes, que hacen sonar a uno mas normal, mas equilibrado, mientras aquí adentro la vida sigue transcurriendo sin tiempo en pequeñas espirales de recuerdos y esperanzas.

La Cita

  Su voz es del color del sol, se ha acercado  con paso seguro  sin prisa a la mesa donde sorbo un te del que apenas detecto que es de frut...