No me gusta el número 3. A menudo oigo que a la tercera es la vencida y yo pongo cara de asco. No me agrada el tres ni esperar recibir un tercer golpe, para darme cuenta que tengo que rectificar camino.
No soy proclive a poner la otra mejilla, si sé que me dolerá igual. Quien entrega la otra mejilla debe estar con un estado anímico especial de saber que es obvio que recibirá una nueva bofetada pero que no se quejará porque a eso se está exponiendo y lo acepta con humildad.
No soy proclive a poner la otra mejilla, si sé que me dolerá igual. Quien entrega la otra mejilla debe estar con un estado anímico especial de saber que es obvio que recibirá una nueva bofetada pero que no se quejará porque a eso se está exponiendo y lo acepta con humildad.
Yo si me quejo, a mi si me duele, a mi si me importa reclamar ese dolor injustificado.
No me agrada el número 3.
No me agrada el número 3.
Parece que la naturaleza se hubiera encargado de unir todo en pares, incluso las cadenas de ADN ¿Por qué no incluir una tercera cadena que le genere mayor estabilidad en el espacio? Porque no proteger a la "frágil" cadena del genoma humano con una tercera por si hubiera fallas ¿ Acaso el creador se equivocó y quiso ahorrar recursos a la última hora?
Supongo que es, porque las cosas funcionan mejor de a dos que de a tres.
En un grupo de amigos, siempre habrá un tercero que salga sobrando, una pieza que se pueda intercambiar fácilmente con el correr del tiempo, pero hay dos de ellos que seguirán unidos por mayores coincidencias, hay dos seres en el espacio cuya unión será difícilmente modificada.
¿Por qué será que en tercer año siempre pasan los eventos que marcan?
¿Por qué será que en tercer año siempre pasan los eventos que marcan?
En primaria el tercer año marcó la dificultad en los cursos que antes se aprobaban sin molestia. En secundaria los cambios corporales de media adolescencia marcaron las experiencias traumáticas que cambiarían el resto de mi vida social. En tercer año de universidad, me enamoré hasta llorar por mi primer amor imposible. Es tercer año la mitad aparente de todos los grandes ciclos y es con esa cifra como horizonte que mi vida se ha alineado para hacerme ver mas oscuros los días y las noches más frías. Porque a la mitad de todo siempre dan ganas de retroceder, aunque ya no se pueda.
No me agradan los números 3, ni los días miércoles en que no sabes si estás a inicio o final de semana. Que todo se hace mas pesado y resulta difícil concentrarse. No me agradan esas mitades que dividen tu mundo en dos como a una naranja de la cual tienes que decidir de que parte seguir comiendo. No me agrada estar en la mitad de nada, ni de los espacios enormes ni de los pequeños lugares.
Amo el mar, es el mejor escenario para toda mi existencia; pero cuando estás en altamar las cosas cambian. En medio del mar azul puedes sentirte tan abandonado y huérfano como en la peor de tus pesadillas. No hay norte, sur, no hay costa a donde llegar seguro. En medio del mar y de esa libertad tan deseada puedes sentirte mas infeliz que en el mas pequeño de los claustros.
En medio de todo ese espacio azul de cielo, agua y luces el ser humano se pierde y necesita de otro ser, para hacer la vida soportable. Puedo imaginarme las primeras células uniéndose como una nata a la orilla del mar para dar origen a los primeros peces y al origen evolutivo del simio de dos patas que se pasaría la vida tratando de descubrir la génesis de la vida.
No me agradan los números 3 , porque cuando pides a alguien mas en tu vida, lo haces por esa necesidad de andar en pares, de confiar en otro como si fuera ese caminar de manos unidos una visión panorámica de la vida nanométrica que alinea nuestros ADNs para hacernos celularmente todo lo que somos. Materia organizada, pares cromosómicos, ADN de doble hélice, seres sobre dos patas, con dos ojos, dos manos, dos pulmones... y con un alma que sale sobrando.
No puedo vivir de a tres, porque un tercero desestabiliza todo. No puedo tolerar un tercer golpe si puedo evitar el segundo, no puedo soportar estar en medio de un ciclo pues no se bien donde iré a parar. Ni estar en la mitad de océano ni en un claustro para que me asfixie. No puedo querer a los días de mitad de semana, a esos miércoles que me recuerdan que estoy en la mitad de todo y que nadie vendrá a recogerme/salvarme/quererme.
No me agrada el número 3 y tal vez eso sea suficiente para explicar que en este mundo de grupos, grupitos y grupetes, yo prefiera andar en pareja pues es más fácil confiar solo en alguien más aparte de uno mismo. Especialmente si cuando uno es solo UNO, practicamente es NADIE.
No me agradan los números 3, ni los días miércoles en que no sabes si estás a inicio o final de semana. Que todo se hace mas pesado y resulta difícil concentrarse. No me agradan esas mitades que dividen tu mundo en dos como a una naranja de la cual tienes que decidir de que parte seguir comiendo. No me agrada estar en la mitad de nada, ni de los espacios enormes ni de los pequeños lugares.
Amo el mar, es el mejor escenario para toda mi existencia; pero cuando estás en altamar las cosas cambian. En medio del mar azul puedes sentirte tan abandonado y huérfano como en la peor de tus pesadillas. No hay norte, sur, no hay costa a donde llegar seguro. En medio del mar y de esa libertad tan deseada puedes sentirte mas infeliz que en el mas pequeño de los claustros.
En medio de todo ese espacio azul de cielo, agua y luces el ser humano se pierde y necesita de otro ser, para hacer la vida soportable. Puedo imaginarme las primeras células uniéndose como una nata a la orilla del mar para dar origen a los primeros peces y al origen evolutivo del simio de dos patas que se pasaría la vida tratando de descubrir la génesis de la vida.
No me agradan los números 3 , porque cuando pides a alguien mas en tu vida, lo haces por esa necesidad de andar en pares, de confiar en otro como si fuera ese caminar de manos unidos una visión panorámica de la vida nanométrica que alinea nuestros ADNs para hacernos celularmente todo lo que somos. Materia organizada, pares cromosómicos, ADN de doble hélice, seres sobre dos patas, con dos ojos, dos manos, dos pulmones... y con un alma que sale sobrando.
No puedo vivir de a tres, porque un tercero desestabiliza todo. No puedo tolerar un tercer golpe si puedo evitar el segundo, no puedo soportar estar en medio de un ciclo pues no se bien donde iré a parar. Ni estar en la mitad de océano ni en un claustro para que me asfixie. No puedo querer a los días de mitad de semana, a esos miércoles que me recuerdan que estoy en la mitad de todo y que nadie vendrá a recogerme/salvarme/quererme.
No me agrada el número 3 y tal vez eso sea suficiente para explicar que en este mundo de grupos, grupitos y grupetes, yo prefiera andar en pareja pues es más fácil confiar solo en alguien más aparte de uno mismo. Especialmente si cuando uno es solo UNO, practicamente es NADIE.
No entiendo la lógica de a la tercera es la vencida, porque cuando decides optar por recibir un tercer golpe, simplemente ya has sido vencido.
Yo camino de uno o de a dos, pero cuando me hablan de un tercero, es mejor seguir caminando sola pues las multitudes aturden mis silencios.