jueves, octubre 19, 2006

Los Almuerzos con mi viejo

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Almorzar a solas con mi padre es una de las cosas que en estos dos últimos años estoy aprendiendo a disfrutar. Hablar con él me llena de buen humor, además siempre salimos a algún lugar y él me deja pedir lo que desee y luego paga la cuenta. Cuando almorzamos juntos se porta muy bien y no reclama nada.

Antes no era así.

Antes odiaba quedarme a solas con mi padre y oírlo hablar tristemente, de sus recuerdos de sus sueños, de alguna que otra frustración. Oírlo hablar y no interrumpirlo para nada, sentir su depresión sobre mí, de vez en cuando algún sollozo que terminaba en lágrimas y yo allí, con esa incapacidad de decir algo adecuado. A veces solo lo abrazaba y esperaba que eso bastara, pero sabía que siempre era insuficiente. Estoy bien, me decía, es bueno llorar.
Es extraño, a veces digo esa misma frase ante mis amigos mas queridos, a veces me he abrazado a alguien y le he dicho “déjame llorar un poquito” y he comenzado a lagrimear sobre su camisa, hasta sosegarme. Luego todo volvía a estar bien. No había de que preocuparse. A veces pienso que mi viejo y yo somos iguales. No lo sé.

Elegimos la mesa de siempre en el jardín, casi junto a los músicos. Creo que si no quedara tan cerca, solo iríamos a ese restaurante en fechas festivas, pero a mi padre no le gusta ir demasiado lejos y a mí me gusta entrar en zapatillas y blue jean a un lugar al que la gente va intentando lucir formal y haciendo ver que no entran allí todos los días.

El pide algo simple, pero deja que yo pida un plato enorme, que ambos sabemos que no podré terminar. Deja que yo elija la bebida y ésta vez no se burla del mozo. Creo que sólo se burla de los mozos viejos, cuando son jóvenes y sonrientes se contiene de tomarles el pelo.

El viento agita las blancas sombrillas, levanta los manteles, hace volar las servilletas. “aquí es fácil comer”- le digo mientras empuño el tenedor. Y le cuento del viaje, de esa cena a la que me invitaron, en que había tantos cubiertos en la mesa que de solo verlos se me quitó el hambre. De la servilleta bordada que manché con la pintura de labios, de toda la ceremonia protocolar con que finge esa gente, para llevarse un poco de comida a la boca.

Mi padre se ríe, me comenta de los grandes fingidores, de la política, de las noticias. Me doy cuenta que me estoy riendo con cada uno de sus comentarios, antes tenía mas precaución de reír a carcajadas en público. Pero, estoy con mi padre ¿Qué importa?
Poco a poco me doy cuenta que voy devorando el plato que parecía enorme, que he tirado a la basura 3 días de sacrificada dieta hipocalórica. Mi viejo se ríe, para él yo siempre seré delgada, aunque se burle de mi guata en público.

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Le comienzo hablar de cosas médicas, Claudio dice que yo al hablar de medicina me transfiguro, que me cambia la voz que se me iluminan los ojos. Mi padre cree que no tengo vocación, que me equivoqué de carrera, que si él fuera yo, ya estaría trabajando gratis solo para ayudar al prójimo. Yo soy diferente, para mi ser médico es un sueño cumplido. Veo mis series favoritas E.R o “Grey´s Anatomy y me emociono mucho. Me siento como esos niños que al crecer lograron ser astronautas y que se enorgullecen de serlo, aunque aun no hayan salido en misión. Escucho atropina, sialidosis, dopamina y me siento feliz, de saber que está pasando. Me gusta la medicina, el problema es que en nuestro país, jamás se podrán pedir esos exámenes, ni actuar con la rapidez que aparece en la ficción de una serie televisiva.

El viento sigue soplando y de las palmeras caen algunas semillas. Le comento que en el viaje no pudimos almorzar al aire libre por el exceso de polen que caía sobre los manteles. Se queda callado y reflexiona luego, "Es que nosotros vivimos en un desierto"- me dice.

Le cuento sobre la cena con los tíos petulantes, que todo el mundo pedía carne de avestruz, pero yo pensé que en el Perú la podría probar en cualquier momento y que por eso me había inclinado por la carne de jabalí, porque pensé que tendría el sabor a cerdo, pero la habían aderezado tanto que igual podía ser de un vacuno cualquiera.

Mi viejo se ríe de mis anécdotas lidiando con los tenedores, con los platos raros, con el clima. Y se termina comiendo el resto del plato que no pude terminar.
¿Quieres postre? Me dice en son de burla, pero yo estoy explotando, pienso en todo el ejercicio que tendré que hacer si quiero ir a la playa este verano, sin necesidad de una burka que me cubra el exceso adiposo.

El cielo se ha nublado, “son los vientos del este”- menciona él cuando ve que me muero de frío. ¿A dónde vamos?- pregunto yo al salir. “A caminar, por supuesto”- me dice mientras me abraza.

8 comentarios:

Enzo dijo...

¡Hola Doc!

Suerte la suya, de poder gozar con su padre... Procure hacerlo de nuevo, y no sea tan nostálgica.

Ser idealista con su profesión no le permite actuar bien con respecto a ella, bueno, en éste país de Alicia.

Unos abdominales mientras disfruta de la caja boba le harán honor al lema hipocráctico: ¡El deporte es salud!...

Edem dijo...

Como siempre, Laura... tienes el don de hacerme recordar. Yo veia al mio en esa comida. Curioso, el que hablaba de medicina era el.
Vale, reconozco que me he puesto a llorar como cuando era pequeño, pero a veces llorar es bueno para el alma. Gracias por hacermelo recordar, cuando era joven y pensaba que los Dioses eran eternos...
La proxima vez, dale un saludo de mi parte. Ya que no puedo saludar al mio, por lo menos que el lo reciba.
Un saludo de Edem

XYZ dijo...

me alegra muchooo que te estes llevando tamn bieeen :D en verdad... sigue asi.. valora todo lo que tienes... y llora todo loq ue quieres.. saborea en exceso todo lo ''malo'' que en verdad es ''no tan bueno'' para que aprecies mas aun... lo sublime :D

Gabriel dijo...

Lau: preciosos minutos que pasas y disfrutas con tu padre, mencionarte algun recuerdo o hablar al respecto me hacen sentir que voy a faltarte el respeto a tu relato.

Solo me queda contarte que luego de leerte llame a mi padre solo para deseare un buen almuerzo

Angélica Camacho dijo...

Es linda la relación entre padre e hija, creo que debemos aprovecharla ahora cuando todavía podemos.
Me encantaron tus lineas.

junio dijo...

Llevas la ingenuidad a todos los extremos. Es más, creo que descubres que no hay extremos. Consigues siempre lo que quieres. Es bueno estar contigo.

Yamina del Real dijo...

Que nostálgia, qué alegría, que libertad se siente en tus palabras. Todo un lujo poder estar con tu padre, sobre todo en esas condiciones.
Que bueno que te haya enseñado que llorar es necesario

Mi padre murió cuando yo era muy chiquita y éramos muy unidos, y no sabes el gusto que me da oír relatos felices

un abrazo para tí y para tu viejo

y

Laura Martillo dijo...

Enzo: Gracias por los buenos consejos, el tono nostálgico acompaña a cualquier escrito que haga, es como mi "muletilla"





EdeM:Vamos Hombre! ha pasado poco tiempo aun está demasiado fresco ese tema, sabes que te doy mi apoyo en todo lo que desees, hace bien llorar si la recompensa es una sonrisa mas grande, no crees?








Kimie: Gracias por tus palabras Kimie, lo tendré en cuenta.











Gabriel: si lo que dices es cierto, me has alegrado el día. Da gusto escribir algo que pueda influir un poco en la vida de los otros. beso.










Angélica: Si, nunca es demasiado tarde para aprender a apreciar esas pequeñas cosas. Creo que es la tercera vez que escribo sobre los almuerzos con mi viejo, si sigo así tendré que hacerle un apartado en el blog.










June: Ajá! Con que estás inspirado?! Hasta me llamste ingenua de una manera que no insulta. Gracias, es bueno saber que estás.










Yreal: no sabes el gusto que me da a mi, pensar que mis relatos se sientesn como "felices". Intenté entrar a tu blog de nuevo, pero no existe la página, estaba muy interesada en esa historia que comenzaste a escribir.
Un abrazo.

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