Recuerdo que se había vuelto mi lugar favorito, así no hiciéramos nada, su habitación seguía siendo el lugar más cómodo para pensar, en toda la tierra: Sus estantes repletos de libros y revistas, los frascos de perfume a medio cerrar en los estantes, los colores opalescentes a través de las botellas de vino o whisky eternamente cerradas. Sus discos de todos los tipos alineados uno tras otro, las peliculas de culto. El piso impecable…
Recuerdo su piso impecable cuando la luz de la tarde formaba lagunas doradas en el piso recién encerado. Y me recuerdo a mí descansando vestida sobre su cama, ojerosa, con los brazos colgando fuera y la cabeza de cabellos revueltos, imaginando que su cama era un barco, una especie de barca mágica que podía hacerme navegar por ese universo raro donde él habitaba, sin naufragar en dudas ni preguntas de ninguna especie.
Yo solo acompañaba su trabajo en silencio, cuidando no interrumpirlo. Era para él una especie de muñeca de trapo que acompañaba sus tardes de creación dominicales. Mi cuerpo siempre llegaba fatigado, semanas duras de trabajo luchando a los dientes con otras personas, con otros hombres, con gente que no entendía nada y yo, siempre fingiendo ser más fuerte, mas dura, mas cínica, para que así no doliera cuando las cosas no funcionaban. Decía todas mis quejas ante él y me quedaba dormida. Yo, su hermanita menor, su mejor amiga- ¡cuanto quería serlo!- la gatita loca, como le gustaba llamarme.
Y recuerdo una tarde que entre sus muchas cosas raras, de otros países y tiendas lejanas hallé un lápiz de hermoso carbón blando y comencé a dibujar para quedarme callada. Porque en ese tiempo como ha vuelto a ser ahora, dibujar era mi única forma de callar pensamientos y ausentarme del todo. La única forma en que era posible bloquear a todo lo que pensara y relajar así mis hombros, mis brazos cansados de reanimar gente que no conocía.
Yo, era más yo cuando dibujaba y quería que él lo supiera. Que él me conociera y me amara como yo quería, como yo pensaba que él podía.
La música flotaba tenue y melancólica cuando halló la hoja llena de dibujos sobre su mesa de trabajo, me sonrió tiernamente y se dispuso a arrugarla, sin pena. Me sentí mas afectada de lo que podía ocultarle
¿La tirarás?- pregunté- ¿Acaso no te gusta?. Me acarició el rostro con su mano tibia. “Me gusta, si, pero tenemos que arreglar todo antes de irnos y esto ya no sirve o si?”.
¿O si?
Quizá fue el momento mas claro para admitir que nuestra amistad jamás derivaría en algo mas profundo que eso. Podíamos protegernos, salir, reír, compartir cosas. Compartirle yo, todos mis sentimientos, incluso los más vergonzantes, pero todo eso era perecible. No había una empatia real que pudiera mantenernos juntos, si alguna vez quisiéramos juntarnos. Me sentí viuda antes de haberme casado, quise reclamar la cama de colcha azul para mi, los cuadros a blanco y negro en la pared; de los cientos de libros por lo menos exigirle un par de docenas que el hubiera leído ya sin darles la importancia debida. Quedarme con sus películas y sus discos, con un poco de su ternura natural al arrullarme mientras me quedaba dormida. Quise reclamarle que no me parecía el hecho que no me quisiera. Que no intentara jamás un beso si me veía llegar linda, que no llamara nunca después de vernos. Quise, en fin, quedarme con el dibujo y meterme a mi cama para soñar de nuevo, que las cosas en el mundo eran como yo quería que fuesen.
Pasaron muchos años, antes de que pudiera volver a dibujar en público o para otro hombre. Estaba ebria aquella noche y en el estante del baño perfectamente decorado, lo único que desentonaba, era esa cantidad obscena de lapiceros y lápices regados en cada rincón a modo de colorido popurrit de tintas de colores.
Si, era la casa de un loco- pensé- De un obsesivo de los útiles escolares, de un niño que no había crecido del todo. Sentada aun en la taza de ese baño gris, me incorporé hacia la blanca repisa y cogiendo un lápiz azul cualquiera empecé a delinear un rostro, un cabello, unos ojos. Él, me esperaba seguramente ansioso del otro lado de la puerta, a medio vestir, esperando inútilmente a que termináramos lo que habíamos empezado; pero en medio de los vapores del vino, yo no atinaba a levantarme, sólo dibujaba para limpiar mi cabeza de aquellas vainas raras que te atacan cuando no estás ya segura de nadie.
Al llegar la mañana pensé en borrarlo con la mano al descubrir la pulcritud y hermosura de esa casa, pisada por primera vez por mí y apenas observada la noche anterior. Me cautivó la historia fascinante del personaje que ahora sentado frente a mí, me contaba el porqué de la existencia de tantos lápices y lapiceros en casa, el porqué de tener tijeras de todos los tamaños regadas por todos lados.El porqué de todo en su vida, como si yo hubiera preguntado.
Había pensado en borrar mi dibujo y no dejarle ninguna huella, pero preferí no moverme y quedarme allí hasta que acabara aquella historia loca. Lo adoré, como si conociera por fin al personaje jamás descrito en ninguno de sus libros. Adoré su forma sencilla de confesarme que estaba loco. “Como yo misma”- me dije en silencio. Y quise que no empezara a despuntar la mañana, quise, canjear un poco del silencio de besos de la noche anterior, por un día entero oyendo más de sus historias. Su voz profunda, despeñándose de su boca y grabándose para siempre en mi memoria. Pero debía irme, sin promesas de segundos encuentros, ni exigencias de relaciones eternas. Debía irme, porque si, aunque ya no quisiera.
Ya tumbada de sueño en el asiento trasero del taxi rumbo al largo camino hacia el aeropuerto, la ciudad se delineaba borrosa y gris, con un día que no se atrevía a ser día; aun la gente dormida en sus casas y yo volviendo a quién sabe donde, en busca de un sueño que no volvería quien sabe por qué. Revisé el móvil, mas que por necesidad apremiante por una rutina de gente sola y ahí estaba, su ultimo mensaje: “Gracias por el arte mural, me gusta mucho. Me gustas tu, así, tan loca”
Le creí entonces, porque deseaba creerle. Porque deseaba sentir que era cierto lo sentido y lo pensado. Me hubiera gustado decirle, que dibujaba en las pausas del amor para no sentirme culpable. Que pintaría toda su casa a lápiz de ser posible. Que me hubiera gustado quedarme allí para siempre averiguando más sobre sus historias de infancia, sobre su vida entera…pero no dije nada. Callé, como callamos los orgullosos, a los que nos da miedo volver a abrir el corazón a nadie. Callé para que no se me notara, que en contra de su opinión más ingenua, yo no estaba loca… que solo había empezado a enamorarme de la fantasía que lo rodeaba.
De Paranoia, Soledad, Amor y otras cosas que perfuman a la mujer hasta hacerla apetecible, abominable y unica....por suerte.
martes, septiembre 04, 2012
viernes, agosto 31, 2012
JUNIO
La puerta esta
junta y yo finjo dormir, oculta entre mil mantas, almohadas pequeñas y extrañas
fragancias; allí estoy acostada respirando quedito, pero no duermo, en realidad
lo espero. Es el año 2007 y me he acostumbrado a que a mitad de la noche, un
cuerpo helado busque abrigo con el mío. Sigiloso como un gato, dulce cuando
calla y brutal cuando pide que lo ame de piel para adentro.
El amor no se
pide- me digo. Nace, tiene que nacer. Pero nuestro amor ha nacido casi muerto,
con fallas múltiples; a lo mejor y nos une la esperanza de recomponerlo en el
camino. Nos une la soledad, le he dicho, pero quién sabe si ha oído. A mitad de
la madrugada el llega cansado y yo espero cansada también que su figura borrosa
se amolde a la mía. Con suaves movimientos que estremecen la piel más tibia.
Junio ha llegado
con miserias varias a llenar de frio esa ciudad. Junio es su nombre también y
dormimos juntos, sin citas previas. Como dos personajes ocultos en un cuarto
del tamaño de una caja de zapatos, con olor a moho de mitad de invierno. Me gusta. Hay
algo transgresor en esa relación inhumana, nunca coincidimos de día, solo a
mitad de la madrugada. El me pregunta cómo me fue en mi guardia y yo evito
preguntar como le fue en el diario, si es que esta pasando algo nuevo en el pais me enterare manana.
El sexo surge sin contratiempos, sofocado por el silencio de la madrugada. Todos duermen, nosotros apenas estamos listos para estar suficientemente despiertos.
El sexo surge sin contratiempos, sofocado por el silencio de la madrugada. Todos duermen, nosotros apenas estamos listos para estar suficientemente despiertos.
Hay una mínima
esperanza de que esa relación resulte, nos aferramos con unas y dientes, a las
sabanas, a las almohadas húmedas, a toda esa esponjosa ficción que hemos creado
desde que nos conocimos. El me lee y yo a él, mientras poco a poco nos vamos perdiendo. Los
dos como seres humanos reales a la luz del día apenas si nos reconoceríamos,
pero mientras escribimos, vamos al mismo paso, sintiendonos, conociendonos...Perdiendonos.
Hoy he puesto esa
música que sonaba cuando nos despedimos, no el 2007 sino dos años más tarde. Y
me he puesto de pie en mi balcón altísimo, al que imagino como la proa de un
barco, a ver la ciudad, las luces que titilan hasta desaparecer en la boca
negra del mar. Hoy lo he recordado a mí pesar, porque las historias vuelven
siempre durante la madrugada, reverberan las culpas y las razones a esa hora en
donde como en un pasado no muy lejano, también nació muerta la esperanza.
La mala hora
Me preguntas si el insomnio es una enfermedad.
Quiza es un vicio, me quedo pensando.
Quiza es que la hora en la que los astros ascienden hasta hacerse inalcanzables sea la mejor para escribir. No porque la ciudad calle, sino porque hay una hora pasada la cual, se desvanenecen todas las esperanzas y mueren las oportunidades de ser buscada o encontrada. Quedan libres entonces, los pensamientos mas profanos, crueles dictadores de dedos agiles y verborrea honesta.
Hay una hora a mitad de la madrugada, en que cualquier persona puede ser sincera, puede volverse poeta o pitonisa de los hechos mas escabrosos. Me agrada esa hora como tambien me aniquila, es la hora en que se abandona toda esperanza y ya hemos hablado bastante de la esperanza, verdad?
Me preguntas si tengo terapeuta y como se llama?
Mi terapeuta es negro y solo se recibe en pequenas dosis, va metido en una tacita pequena invadiendo con su fragancia cualquier melancolia reciente. Es el que me hace hablar a gusto cuando lo que deberia hacer es callar mil veces. Mi terapeuta, lo sabes ahora es el cafe de la manana, el de media tarde, el que no busca compania para ser bebido.
Escribo sin corrector de textos hoy y es como correr sin sujetador, tremendamente liberador como inadecuado. Me hace falta algo mas de cafe, un poco de abrigo, una compannia que no moleste el curso de mis pensamientos y una ilusion. Recien ha empezado la madrugada y las historias confluyen a mi paso como un cardumen de sutiles pensamientos.
Quiza es un vicio, me quedo pensando.
Quiza es que la hora en la que los astros ascienden hasta hacerse inalcanzables sea la mejor para escribir. No porque la ciudad calle, sino porque hay una hora pasada la cual, se desvanenecen todas las esperanzas y mueren las oportunidades de ser buscada o encontrada. Quedan libres entonces, los pensamientos mas profanos, crueles dictadores de dedos agiles y verborrea honesta.
Hay una hora a mitad de la madrugada, en que cualquier persona puede ser sincera, puede volverse poeta o pitonisa de los hechos mas escabrosos. Me agrada esa hora como tambien me aniquila, es la hora en que se abandona toda esperanza y ya hemos hablado bastante de la esperanza, verdad?
Me preguntas si tengo terapeuta y como se llama?
Mi terapeuta es negro y solo se recibe en pequenas dosis, va metido en una tacita pequena invadiendo con su fragancia cualquier melancolia reciente. Es el que me hace hablar a gusto cuando lo que deberia hacer es callar mil veces. Mi terapeuta, lo sabes ahora es el cafe de la manana, el de media tarde, el que no busca compania para ser bebido.
Escribo sin corrector de textos hoy y es como correr sin sujetador, tremendamente liberador como inadecuado. Me hace falta algo mas de cafe, un poco de abrigo, una compannia que no moleste el curso de mis pensamientos y una ilusion. Recien ha empezado la madrugada y las historias confluyen a mi paso como un cardumen de sutiles pensamientos.
jueves, agosto 30, 2012
EL PACTO
La primera cita sería
en la verdulería, justo en la sección de las frutas. Recordaría luego el olor a
piña cayena, duraznos maduros y manzanas chilenas, mientras lo esperaba. La
idea de encontrarse por primera vez en el supermercado había sido suya; era un lugar iluminado y seguro, donde estarían
rodeados por mucha gente. De darse el caso podría huir o excusarse sin salir
lastimada. Más allá de esa lógica de paranoia y protección la razón era mucho más
casera: Era por los olores; en un futuro si algún sentimiento traicionaba su lógica
usual de autoprotección, apenas si podría
evocar su recuerdo si estaba disipado su aroma entre las mil fragancias de las
frutas importadas de aquel exclusivo supermercado.
Llegó temprano,
contando los minutos, los pasos peatonales, las señales de los semáforos. El
pacto era simple, ninguna palabra de contacto previo, no saludos ni gestos
vanos, irían directo a la acción de lo
que les naciera hacer en ese momento. Un abrazo, un beso, un empujón si fuera
necesario. Más que una cita a ciegas, su encuentro iba acompañado del pacto explicito
de ignorar cualquier convencionalismo que los encasillara más adelante como las
personas aburridas que echan a perder una relación por la duda inicial.
“La acción es carácter” le habían enseñado en la escuela. ¡Vaya forma de aplicarlo! pensó con
cierta melancolía, al recordarse colegiala, con sueños de amores perfectos y
relaciones ideales.
El encuentro fue rápido,
contacto visual adecuado, tacto breve, olores tenues entre sus escasos centímetros
de separación. Demasiado ruido alrededor como para fijarse en vibraciones
nerviosas en el tono de la voz. Luego vendrían el abrazo, el beso, la caricia
inesperada. Ese despliegue de ternuras guardadas para todo el mundo, saliendo de
pronto a flote en intensas bocanadas, inoportunas bocanadas de realidad ante un
encuentro de por si ficticio.
¡Cuán extrañas eran
las relaciones entre dos extraños! Ahora lo sabía, pero antes no. Antes todo acto tenía un significado
a futuro; la sonrisa, el movimiento, el roce casual entre ambas manos. Tenían significado
las luces que volvían los cuerpos oscuros o transparentes a su paso. La palabra
precisa y el silencio elegido a tiempo. Las pausas entre las frases, las tontas
anécdotas. Había existido un antes, ella lo sabía. Pero no sabía cuándo o cómo,
pues ese antes era usualmente difuso.
Volvía a su memoria solo cuando debía poner en su lugar a la ilusión y dar paso
a la conciencia, al contar de los pasos, de los minutos, de las luces, a la medida exacta de cuando había
que soñar o despertar para volver a casa.
Pero el pacto
incluye un lugar donde llegar, un fluir de actos continuo hasta satisfacer
cualquier curiosidad a futuro. El pacto incluye la naturaleza de ambos, mezclada
sin medidas ni proporciones. No irrumpirán los límites de lo sabido o temido;
la sociedad y su molesto susurro inquisidor se quedarán puertas afuera. Tapadas
las ventanas, amordazado el golpe de los cuerpos, y las voces, deberá surgir en ese tibio espacio, el sonido
verdadero de lo sentido y deseado. Sin miedos, sin dudas, sin tensiones.
Luego vendrá el
futuro, a destrozar entre sus patas veloces lo que haya quedado sin proteger.
Cualquier
sentimiento indiscreto fuera de esas cuatro paredes, cualquier palabra demás,
el mínimo gesto que delate fragilidad
deben ser guardados ahora. Cuerpos
vulnerables a ser repuestos y sucedidos por otros cuerpos, deberán protegerse
de cualquier sentimiento fatuo que corroa su superficie de cinismo exitoso. Es momento de vestirse y blindarse con una lógica
que resiste cualquier cuestionamiento a futuro. Hay que protegerse de que
cualquier olor nuevo permanezca más tiempo del debido, de que el sonido de una
palabra mal dicha arroje una onda expansiva que destruya la breve ilusión de un
encuentro casual.
Su caminata de
retorno ha sido lenta, de nuevo contar las luces, los pasos peatonales, los
faroles que aun están encendidos. Abrigada de aquella abominable lucidez camina
sin prisa por el centro de la calle. Ya no la esperan la duda de si habrá o no
beso, de si ocurrirá o no un abrazo en la primera cita. El encuentro ha sido
perfecto y el pacto adecuadamente respetado. El viento cubre de gotitas
azuladas su rostro cansado a contraviento contra aquel amanecer brumoso, mientras
van tomando direcciones opuestas.
Al final del día se
han evitado la fatiga de hacer lo que todo el mundo hace. Han ido contra la
corriente, y evadido la duda y la angustia de esperar una sorpresa que a su edad
es probable que no llegue más. Al invitado que jamás llega. Cada cosa ha estado en su lugar sin objeciones, ni
sentimientos colándose. Cerebrales y
rudos, caminarán seguros en medio de una ciudad que espía tras las persianas
cerradas que en su pacto perfecto sean
atropellados como todos los demás, por ese bribón traidor que suele ser el corazón.
lunes, agosto 27, 2012
Las estaciones
Mi vida había
sido marcada de cierta forma por las estaciones, así como por las fechas
importantes. La publicidad influyó en mi crecimiento, de tal forma que cuando
llegaba Setiembre, yo realmente esperaba ver nacer la primavera. Las temporadas
lluviosas me recordaban que debía escapar a un lugar cálido en donde
vacacionar, incluso de mentira, incluso si ese año no había trabajado nada. Y
llegado Febrero me preguntaba si de verdad el amor debía festejarse en público.
Rompí antes de
cada catorce de Febrero, intencionalmente o no. Había pasado la secundaria con
la presión social de que debía conseguir un novio y me había opuesto
radicalmente a tener relaciones con cualquiera a quien no amara lo suficiente…
pero vamos eran los noventas, ha pasado un siglo de eso y me sigo preguntando
¿qué saben las niñas del amor a los 15, a los 25…a los 30?
Con el tiempo, me
di cuenta que me había pasado la vida sintiéndome mal por no hacer las cosas
que debía hacer en el momento en que debía hacerlas. No salir de juerga un fin
de semana por quedarme estudiando. No festejar fiestas patrias en casa, con la
familia. No estar en una serenata el día de la ciudad. No postular a las
maestrías que todos hacían, ni comprarme el auto en el momento que todos se lo
compraron.
¡Vamos! Realmente
¿A quién le importaba si yo lo hacía o no? Pero en mi calendario mental se
quedaban como tristes pendientes, deudas conmigo misma. Reproches por no hacer
lo que todo el mundo hacia. Ahí va la
que no está en el rebano, sentía que me decían, ahí va la que caga las
cosas siempre.
No tuve la fiesta
de quince años ni los amigos populares que todos tenían. Tampoco pasé un verano
en pareja, ni me regalaron joyitas de fantasía por el aniversario. Con mi
cartel de anti cursilería me fui perdiendo todos los clichés en que cayeron los
otros en su recorrido al amor. Y las fechas y los eventos que dan sentido a
otras vidas.
Creo que me fui
perdiendo de mi propia cronología … Porque ¿Como debía marcarla yo, entonces? ¿Cómo
debía hacer para marcar mis propias estaciones? A veces en broma, mido el
tiempo según la persona que me haya acompañado en ese periodo, más que por lo
académico o laboral que me haya sucedido…Y he tenido años muy malos,
pésimos…Años que debían ser borrados del mapa y otros buenos, claro…Un
equinoccio…
“Siete años de
vacas flacas” he tenido, según mi
hermana, Siete años de mierdas varias que se terminarían Oh! Casualidad! Este
2012…y claro, yo sigo esperando. Que la vida mejore, que la soledad no sea un
lugar tan frio, que entablar relaciones con alguien no deje esa sensación
desoladora luego…En fin, que alguien engorde a la vaca de mi corral antes que
llegue la hambruna por hallar gente como yo con la que no me sienta rara,
incomoda, en un papel demasiado soso;
una hambruna voraz que me ha acompañado ya casi una década.
¿Alguna vez has
sentido frio en un día muy caluroso? Yo sí, yo siento una increíble miseria a
medida que más me rodeo de gente, un indescifrable apetito a medida que más me
ofrecen comida chatarra. Me consumo yo misma, como un órgano descompuesto que
busca auto eliminarse, auto digerirse…A veces siento que necesito rabiosamente
algo y no sé lo que es. El equilibrio dices,
claro! ya habíamos discutido sobre eso, el maldito punto de equilibrio
que busca la humanidad entera como un Santo Grial; mas yo sé que mi vida de hecho, no se ha
manejado por las fechas ni estaciones de los otros; que mi centro de gravedad
nunca ha sido lo que ha podido dar equilibrio a las demás personas. Yo siempre
he estado al margen, excéntrica.
Yo soy la persona que no invitarías a tu
fiesta, es más, creo ser yo a la persona, que jamás asistiría a una. Soy la que
ha querido moldearse, entrar a la estación a tiempo, seguir la tendencia,
desaparecer con el cardumen y no ha podido…siempre hay un fleco que salta a la
vista, algo que me hace agachar la cabeza
¿Quién eres tu-
me dicen- Tu o tu alterego? ¿ Tú o la que escribe? ¿Tú o tu espejo? A veces no
tengo una puta idea de cómo explicarles, de que mi día no amanece hasta que
todos están completamente dormidos. De que mis estaciones son diferentes, de
que mi cronología está hecha a golpes de suerte y mala suerte.
viernes, agosto 24, 2012
La Culpa
El punto es que no es mi naturaleza de misantropía eterna la que ha salido a flote. No. Esta vez la culpa no la tengo yo ¿Qué culpa tendría yo de que me cruce con colegas hablando sandeces? ¿Qué culpa tengo yo de que a modo de conquista un tío me diga te quiero tirar? ¿Qué culpa tengo yo?
Y claro, esta semana deberemos trabajar nuevamente el tema de la culpa. La única manera de tener silente a una persona, a una sociedad o a un grupo específico de gente, ha sido siempre la culpa. Y en este párrafo me acuerdo de las mil veces que hemos hablado de esto con Rafa. Obviamente él lo sabe sazonar mejor y despotricar contra el capitalismo y la religión; pero yo no sé. Yo la única culpa que hallo continuamente es la mía. Una culpa que no es factible de traslado, una culpa agravada al ver la ineficiencia de los demás. Pero vamos! ¿Quién quiero ser yo? La salvadora de algo? Me he cruzado con héroes, soñadores y locos, con gente dispuesta a cambiar el mundo y yo… Yo aquí, mi única meta salvar a a 2 ó 3 pacientes, a cien más, a quién sabe cuántos más. Y sin embargo eso no me vuelve dichosa, es solo el trabajo que de no hacerlo yo, nadie más hará.
Y recuerdo la voz zumbante de ¿Quién te crees que eres? Oída hace mil años y cifrada mil veces en un cuento llamado la Niña Lorena. Recuerdo esa frase, ese escupitajo que te cae en la cara al demostrarte que Tu, tu sola, no podrás cambiar nada. Y si, llevo 30 años tratando de ingresar en mi cabeza la idea de que soy otro ser inútil, un parásito social…pero no puedo. Algo bulle en mi interior y si no puedo marchar contra nada, al menos me fajo a pelear contra la muerte. Como si se pudiera! Como si yo pudiera hacer algo que no sea inútil y frívolo, carente de toda pasión…apenas si soy un obrero que no levanta la cabeza, me han quitado toda la dignidad, la pasión pro ser algo más. Me han inundado de culpa, si eso es de lo que hablo.
La culpa que nace cuando en esta sociedad pacata una mujer dice que no quiere casarse. Que ya pasa los 30 y que no le nace la ternura pro tener un hijo solo para no terminar los días sola. Cuando gasta más en ropa interior y en zapatos que nunca usará que en cualquier cuota para mejorar la vida de los otros. Culpa, por no creerme ese cuento estúpido del amor a primera vista, de que solo tendrá sexo a la tercera cita y luego fingirá que nunca antes lo había hecho. Cuando le dice a un hombre: Invierte estúpido, esta relación no te saldrá gratis. Culpa, culpa, por las calorías, por los libros no leídos, por las fuerzas que gasto en quejarme sin hacer nada. Por las pastillas, por no estar con la salud intacta cuando debo estarlo, por ser frágil, por no ser un hombre…Por ser mujer, por ser solo una mujer que sueña.
Y claro, esta semana deberemos trabajar nuevamente el tema de la culpa. La única manera de tener silente a una persona, a una sociedad o a un grupo específico de gente, ha sido siempre la culpa. Y en este párrafo me acuerdo de las mil veces que hemos hablado de esto con Rafa. Obviamente él lo sabe sazonar mejor y despotricar contra el capitalismo y la religión; pero yo no sé. Yo la única culpa que hallo continuamente es la mía. Una culpa que no es factible de traslado, una culpa agravada al ver la ineficiencia de los demás. Pero vamos! ¿Quién quiero ser yo? La salvadora de algo? Me he cruzado con héroes, soñadores y locos, con gente dispuesta a cambiar el mundo y yo… Yo aquí, mi única meta salvar a a 2 ó 3 pacientes, a cien más, a quién sabe cuántos más. Y sin embargo eso no me vuelve dichosa, es solo el trabajo que de no hacerlo yo, nadie más hará.
Y recuerdo la voz zumbante de ¿Quién te crees que eres? Oída hace mil años y cifrada mil veces en un cuento llamado la Niña Lorena. Recuerdo esa frase, ese escupitajo que te cae en la cara al demostrarte que Tu, tu sola, no podrás cambiar nada. Y si, llevo 30 años tratando de ingresar en mi cabeza la idea de que soy otro ser inútil, un parásito social…pero no puedo. Algo bulle en mi interior y si no puedo marchar contra nada, al menos me fajo a pelear contra la muerte. Como si se pudiera! Como si yo pudiera hacer algo que no sea inútil y frívolo, carente de toda pasión…apenas si soy un obrero que no levanta la cabeza, me han quitado toda la dignidad, la pasión pro ser algo más. Me han inundado de culpa, si eso es de lo que hablo.
La culpa que nace cuando en esta sociedad pacata una mujer dice que no quiere casarse. Que ya pasa los 30 y que no le nace la ternura pro tener un hijo solo para no terminar los días sola. Cuando gasta más en ropa interior y en zapatos que nunca usará que en cualquier cuota para mejorar la vida de los otros. Culpa, por no creerme ese cuento estúpido del amor a primera vista, de que solo tendrá sexo a la tercera cita y luego fingirá que nunca antes lo había hecho. Cuando le dice a un hombre: Invierte estúpido, esta relación no te saldrá gratis. Culpa, culpa, por las calorías, por los libros no leídos, por las fuerzas que gasto en quejarme sin hacer nada. Por las pastillas, por no estar con la salud intacta cuando debo estarlo, por ser frágil, por no ser un hombre…Por ser mujer, por ser solo una mujer que sueña.
miércoles, agosto 22, 2012
REGRESO AL BLOG
Hoy...estos días, quisiera ser solo Laura Hammer, mi alterego-yo misma. La Hammer, como algunos prefieren llamarme, dotandome asì de una dureza de la que en verdad carezco.
Quisiera desaparecer un poco. No ocultarme, mas bien mostrarme. Mostrar un poco de lo que siento día a día, hoy... Quizá éstos meses el personaje no ha sido Laura Hammer, sino yo. Ideas, actitudes, bùsquedas.
Quizá el personaje sea mas duro que mi alterego, quizá LH solo precise descansar del día a día, refugiándose en su viejo blog de absurdas melancolías. Quizá deba elaborar un cuento, un poema, transcribir una anécdota que haya dado vuelta muchos años dentro de mi cabeza...Quizá...
Pero no es eso, tal vez es solo que al pasar página a página lo que he vivido y he escrito, haya comenzado a extrañar rabiosamente a los amigos que perdí, incluso a mis detractores, o a los fans. A esa gente por la que yo escribía y em animaba a dar uno y otro y otro...tal vez fue el tiempo en que mas permeable estuve, en el que mas desee comunicarme, tener contacto...Estirè la mano para pedir ayuda, algo que no hago más.
Me prefiero así, vulnerable. Incluso oculta por un nombre falso, un alterego, una leyenda cibernauta de lo que debería ser. Me prefiero así, humana, melancólica, reflexiva. Prefiero que me lean a que me vean...Una cita, un encuentro, un intento de hacer el amor. Un regalo que no me gusta recibir. Tratar a los humanos imperfectos que somos y portarme como tal, equivocarme, seducir; equivocarme, provocar; voilver a probar, maltratar, ironizar...hacerme la fuerte, la dura, estar continuamente en esa actitud de "Todo lo que haces es insuficiente, aburrido, falto de sorpresa, yo jamás me enamoraré de ti"
Y correr, correr, correr...Nada ha cambiado desde el 2005...La naturaleza no cambia. Apenas me he engañado dicièndome en què problemas no debo meterme, indicándome a quien no ilusionar/enamorar, con quien no intentarlo siquiera...Solo he acelerado el proceso de las relaciones, aumentado la efectividad de los encuentros. Ahora solo doy una cita, tal vez dos...No me interesa ir mas allá...Tan aburrida me he vuelto, tan dura o tan miedosa...quien sabe?
Hoy quisiera ser Laura Hammer mas que nunca y recuperar a mis amigos virtuales, los que estaban para decir una palabra amable cuando me iba mal, incluso falsa...No importa, porque hubo un tiempo en que yo deseaba fervientemente VOLVER A CREER.
martes, agosto 14, 2012
Cortos: La pregunta
Me preguntaba…Y
es que todo problema inicia siempre con una pregunta, ¿si es que algún día
volveríamos a vernos?
No era una
pregunta cualquiera, no. Era una de esas pesadas puertas frente a las que uno
pasa a diario antes de irse al trabajo y teme abrir, porque la respuesta no se
limita a un sí o a un no, sino a ese “quizá” al que temía tanto. Porque, ¿Acaso
no había sido siempre la presencia de ese quizá, de ese tal vez de esa
probabilidad lo que había tornado los días un poco más difíciles de digerir que
de costumbre?
La esperanza, si,
la esperanza, de que al ser contestada
la pregunta, estuvieran con ella todas las respuestas y piezas faltantes en el
rompecabezas y que con eso la vida se hiciera un poco más simple.
Ese, simple
“algún día” era todo un paisaje de posibilidades, de tiempo, de situaciones, a
las que usualmente, yo cerraba los ojos pronto. ¿Cuánto de mi había aun en el y
cuanto de el yo tenía aun por todo el cuerpo? Las cosas que habíamos hecho, los
trazos mentales de ida y vuelta, las grandes espirales. Todo eso llevaba
también su sello. ¿A dónde me dirigía entonces? ¿A qué lejano lugar tenía que
volver a autoexiliarme para no plantearme siempre y cada vez por día: ¿Algún
día Ese hombre y yo volveríamos a vernos?
Cortos: La chica que volaba
“No me da miedo
el volar, me da miedo el lanzarme al vacio”- me dijo. Era una confesión
bastante seria la que me hacía en ese momento. Yo asentí con la cabeza y me quedé
callada, solidarizándome con su miedo. En ese momento de silencio, yo sentí
miedo también. Pude sentir su vértigo, la boca seca, su nuca erizada, su
espalda cubierta por sudor frio. Por un momento cedí a la gravedad de su miedo
y abandoné esa valentía que te da la ignorancia, dejándome sentir tan frágil como ella.
Encaramada en esa
rama, su cuerpo delgado y pálido parecía el de un ave que acaba de nacer. Los
faldones de su blusa blanca, se levantaron por el viento y ella los bajo
rápidamente dejando un rastro húmedo en su ropa impecable. Yo la contemplé sin decir nada, la verdad yo
también tenía miedo. Tuve miedo y duda desde que partimos. Me aferraba al viejo
árbol como si de él dependiera mi vida. Odiaba estar ahí, el dolor, el viento
helado, su fragilidad y mi torpeza para trepar.
-Bajemos ya- intenté
decir…intenté confesar que yo también tenía miedo, pero no pude. Ella se lanzó
cabeza abajo hasta hallar el rio azul que parecía cielo y yo me quede allí sin
atreverme a gritar ni mover un músculo. Por un instante eterno vi su cuerpo
flotar en el aire, como un pájaro que intenta su primer vuelo, toda ella
tornarse una pluma. La vi flotar, caer, gritar agitando los brazos…por unos
segundos, antes de empapar mi uniforme escolar con tibia orina, yo también pude
creer que ella era la chica que volaba.
lunes, julio 30, 2012
Cortos: No te cepilles los dientes
“No te cepilles
los dientes aun”- me dijo. Era claro, que aun no habíamos terminado. Con esa
media sonrisa, de caramelo envenenado me guió de la mano hasta el final del salón.
Allí descansaban dos parejas más, apoyadas contra una pintura de un bosque
oscuro, hablando en un francés que de
inicio se me hizo ininteligible. El se unió a la conversación con la copa de
champagne en la mano, se acercó a la mujer y le susurró al oído como si fueran
viejos conocidos, mientras me tenia aún
tomada por la cintura y su mano bajaba suave por el contorno de mi cadera. El humo
de los cigarrillos inundaba el ambiente, como también la adrenalina. No sabía
si reírme o echarme a correr. ¿Qué estábamos haciendo?
¿Qué estaba
haciendo él?
Tifon
No es que todas
las veces el suelo haya estado mojado, ni que todas las veces hayamos caído, es
solo ese afán que teníamos por entonces de salir a caminar cuando el cielo se ponía
negro y alguien por ahí vislumbraba tormenta.
Y es que como nos
gustaban las tormentas! Con sus vientos azotando las ventanas y las puertas!
Con la playa que iba quedando vacía y
las palmeras desencajadas al lado del camino, en un largo desfile de damas
despeinadas tratando de mantener la postura. El barco abandonado en el centro
de los manglares, el olor a lluvia, eso recuerdo.
Y no todos mis
recuerdos son verdad, como tampoco todas tus cartas fueron mentiras. Las largas
cartas al empezar noviembre, el mes de los tifones y mi ansiedad por esconderme
en el lugar más apartado de la casa y leer una a una esas dulces mentiras: Volveré
el mes próximo o el siguiente y el siguiente y así, se iba pasando la vida,
pedaleando la bicicleta cuando la lluvia
caía, cuando la gente mayor decía que no saliéramos. Así se iba pasando, se
sigue pasando la vida.
Y me pregunto
ahora, si mis recuerdos son muy tristes. Si fue mejor para ti que para mí la vida? Si en esos meses que yo pasaba
limpiando el agua de mi cubierta, tu extendías en cambio tu vela lejos, en un
lugar en donde de verdad daba fin el arco iris.
No siento que
toda mi juventud haya sido lluviosa, que me haya pasado la vida chapoteando de
un extremo a otro de la playa buscando el lugar exacto por donde encallaría tu
barco. Han habido veranos y gaviotas y; de vez en cuando un amor pasajero que me ha
hecho olvidar que es lo que esperaba, pero siempre, siempre, mas allá de todo
sol tibio al amanecer, de toda risa perfecta, de la música ruidosa, del
bronceado que ahora sé que envidiabas y adorabas, mas allá de todo eso, para mi
tu recuerdo va unido a una época en que llovía y el cielo era color malva antes
de las tormentas. Porque tu nombre era el de un tifón, todo tú lo fuiste. Tal
vez toda yo.
martes, julio 24, 2012
Julio 24
Si miro para atrás
no podria reconocer el momento exacto en que me he perdido. A mí. A la palabra
exacta para describirme; tal vez es
porque hay muchas- me dice alguien. Sin embargo en la juventud, hay un momento
en que si se puede describir cada objeto o cada persona, con una sola palabra. Es
la simpleza de la honestidad infantil: Padres= amor; profesor= respeto; escuela=aburrido; libros=sueños;
enamorado=pasión…
De pronto una
empieza a crecer y los límites entre esas palabras se van disolviendo. ¿Amor, pasión, respeto, enamoramiento? Quién
sabe realmente lo que es…Una persona pasa a desconocerse y a lentamente
diluirse en palabras y conceptos que no son suyos, que son de alguien más, de
muchas personas más que inventaron las palabras y los conceptos antes que
nosotros, como si fueran leyes en los que debiéramos necesariamente encajar.
El pasado parece
entonces más sereno, tranquilo y feliz, pero…!que agradable es descubrir la
complejidad de las personas ahora! de los eventos, de la imposibilidad de que
exista solo blanco y negro y sin embargo, también ¡que zozobra! Que inseguridad el no
poder limitarse a un sí o a un no como toda respuesta y reparar en que la vida generalmente responde a
nuestras más dramáticas preguntas, con solo un quizá.
Últimamente lo
que escribo no lleva titulo, solo una fecha que intenta ubicarle dentro de la cronología
de mis neuras y mis pasiones…pero ¡que digo! Si últimamente más que pasión lo
que he vivido es una incertidumbre, un sueño prolongado, un letargo aburrido y soso. He querido
despertar, aferrándome de las más raras personas, personas dormidas también. A
veces me hago a la idea de que hemos sido todos nosotros una pandilla de zombis
arrastrándose por despertar, sin saber en qué pesadilla estamos. Cada quien con
su infierno personal; buenos consejeros,
estupendos amigos, pero inútiles protagonistas dentro de nuestra propia
existencia. Un ciego guiando a otro ciego por un campo de espinas. Eso hemos
sido.
Me preguntan
varias veces ¿por que escribo con desencanto? Pero vamos, ¿ que es desencanto? Si soy la felicidad andante, llevo una bomba
dentro de la cabeza que no se qué día explotará y librará al mundo de mi, así
que mientras no me duele, sonrío y soy feliz y claro…viajo…y bailo y amo….Ay el amor!
Ya no recuerdo
que es eso, porque cada vez que he pretendido soñar me han despertado a
empellones, así que cuando quiero recordar que es el amor, vuelvo a cuando tenía
24 y vivía la pasión, el amor y la ternura como un solo amasijo sin límites, en
donde podía morir o matar, creyendo que era cierto…Lo demás, lo que ha venido
luego, no podría clasificar en intensidad…aunque no ha sido malo.
¿Qué es malo
realmente? He vivido muchas vidas distintas y me siento vieja antes de tiempo
aunque mi rostro diga lo contrario…a menudo sonrío cuando ya bien rebasados mis
treinta, la gente siga pensando que promedio los 25… ¿Es eso una coquetería? ¿Me
lo dicen solo los hombres? No, por supuesto que no. Mi actitud es de alguien
joven, una niña engreída, una soñadora. Quizá
sea que mi rostro se ha quedado con esa
edad, aunque mis ojos digan otra cosa. ¡Oh! ¿que dirían mis ojos, si alguien pudiera
realmente leerlos?…Que estoy perdida en el tiempo, si. Que toda yo soy un sueño
que desaparece cuando alguien pretende acercarse.
miércoles, julio 11, 2012
La mala idea
Y de pronto las
palabras comienzan a caer del techo, como desprendidas estrellas de una noche
que ha oscurecido demasiado pronto, caen aquí y allá, han inundado mi vaso de
agua, mi café recién servido, salpicando de negro aroma los papeles en donde
garabateo, sin ideas, sin ningún rumbo sobre lo que me depara la vida esta
mente que vuelve de la lucidez al sueño como en una espiral incontenible de
sentimientos, de ideas y ansiedades.
Caen las
palabras, son un torbellino de tinta platinada, invisible que solo ven los
locos, los alucinados, los que creemos. Y se aplastan en mi sillón, en la
pantalla de la teve, en los libros que ya no leo. Han caído mil palabras hasta
inundar ese espacio en donde te pienso y no te encuentro, persona sin rostro,
ni cuerpo; compañero de noches en vela y de amargas verdades. Tapan tu
presencia melancólica, tu recuerdo y la añoranza por esa materialización que no
llega. Son palabras, esas que no salvan, ni amortiguan el dolor de una caída.
Apenas estrellas sin luz en una noche vacía.
Han caído todas
ellas y no he sabido ordenarlas, juego a formar ideas, mientras el sueño me
alcanza, inexplicable fatiga, curando todo a su paso, logrando que se apague también
este espacio surreal que surge cuando las cosas fallan.
sábado, junio 02, 2012
Post # 6 : La Lista
Hace algún tiempo
llegó a Lima un amigo que había conocido en Sao Paulo, el hombre era uno de
esos ciudadanos del mundo que han vivido en cada país por 2 años. Su última
residencia, por ejemplo había sido en Japón y demás está decir que yo
disfrutaba mucho con sus anécdotas y apreciaciones del mundo, así las dijera en ese
idioma gringo salpicado de dinero y finanzas.
Esa tarde se lo presentaría
a una amiga a ver si ligaban y ella me dejaba en paz preguntándome sobre
hombres solteros en mi entorno. Ella se
acercaba a los treinta y seguía sola, en
su trabajo como médico había dejado de conocer gente interesante, según decía. Luego
de su cita, le pregunté a ella que tal le había parecido.
- - Hmmm,
un poco tonto- dudó. Imagínate que no tenía idea de quién era Vargas Llosa y me
llevó a una librería a buscar libros de un tal Hernando de Soto
- - Ya…pero
no todos tienen porque conocer a Vargas Llosa, después de todo el es economista
no precisamente un gran lector…-Trataba de ser cauta, puesto que yo sabía que
mi amiga tampoco sabía quién era Hernando de Soto ni mucho menos era gran
lectora de MVLL.
-Pero ¡Es el premio Nobel!- exclamó ella, atacada por un ataque súbito de
nacionalismo. Aunque no hubiera leído ningún libro suyo y; de él como muchos peruanos de a pie, solo conociera
la adaptación al cine de sus novelas mas
picantes.
- - No sabía
que te gustaran tanto sus libros- sonreí yo. Era irónico como podía exigirle a
alguien, conocimientos de los que ella carecía y sacrificar asi un posible
affaire.
- - Da
igual…Es peruano y es un Nobel, en cambio ese de Soto, a ver ¿Qué ha ganado
para conocerlo?
- - …..
Esta mañana mientras
buscaba mi bloc de apuntes de viajes, cayó sobre mi cabeza un libro que me había
gustado mucho en su momento, era de JJMillas. A muchos de mis amigos no les
gustaba como escribía o no entendían su humor, yo también había juzgado a
muchos de ellos como idiota por no leer más que lo usual de libros de autoayuda
o novelitas best seller. No solo había juzgado, me había negado a una segunda
cita, cuando no, a una primera. Y me había
ido quedando sola, no como mi amiga, que afortunadamente halló a alguien que también
desconocía de todo y defendía el nombre del Perú con más agallas que héroe de
guerra.
Yo simplemente me
había quedado sola, con muchos libros sí. Y con un millón de anécdotas y porque
no, con un montón de primeras y segundas citas. Había tenido algunos novios y
por no jugar a la soltera desesperada que pide teléfonos y reuniones de excusa,
me había dejado sacar del mercado hasta que me volvieran a dar ganas de
equivocarme con un hombre.
Mi error era no
querer conformarme o eso me decía; después
de todo si en el amor aplicaba lo mismo que en las compras: “Si no te gusta en
la vitrina, jamás te gustara en casa” yo ya había tenido algunas compras con
talla equivocada en mi vida y no quería seguir de shopping.
A la noche
siguiente salimos los tres a tomarnos unas copas; ya achispados todos, él
me comenzó a coquetear a mí, igual como había
intentado sin éxito en Sao Paulo. Mientras mi amiga en silencio, disimulaba con los tragos su total ignorancia
sobre los temas de los que ambos reíamos. Hablábamos
del mundo, de los sitios que nos faltaba visitar, libros que leer, vida que
vivir. El subrayaba la idea de que
personas como nosotros no pertenecíamos
a ningún país en especial, sino a todos.
-“Podríamos estar
sentados en un bar de cualquier sitio del mundo y nadie sabría exactamente de qué
lugar somos. Ayer fue Sao Paulo, hoy
Lima, mañana… New York, o Madrid ¿Dónde nos encontraremos mañana, menina?”- Brindó ebrio
y feliz.
A continuación, sacó una lista, típico gringo había hecho su
lista de balance al terminar el año y sus planes para el siguiente. El tercer
punto en la lista era conseguir una mujer para establecerse, pero no cualquier
mujer. Dos puntos seguidos, agregaba, una mujer inteligente, bonita, sexy y con flexibilidad laboral.
-¿Difícil, no?-
Dijo, mirándome a los ojos tratando de ser galante. Después de los 35 años un hombre se
vuelve exigente para buscar pareja.
-Coincido
totalmente con tu lista- le dije sonriendo- es más, pondría en la mía los mismos
requisitos y agregaría (cogí un lapicero
para escribírselo) :
“Un hombre que no haga listas”
Entonces lancé una carcajada y me levanté para ir al baño.
Esa noche, mi amiga y el hicieron el amor como lunáticos,
antes de no verse nunca más.
jueves, mayo 31, 2012
Post # 5 : El espejo
Me aproximo al
espejo viendo lo redondo de mi iris fijo y negro, mientras en pequeños círculos
dejo el rastro de pomadas perfumadas, de esencias varias. Me pregunto entonces
la última vez que alguien me vio así ¿Sin maquillaje? – preguntas. No,
completamente desarmada, me contesto.
No es fácil siempre
estar alerta, hay momentos como estos en que solo me dejo ser. Y no soy más
feliz o más desgraciada haciendo abluciones frente a mi espejo. Solo me quedo
mirando el reflejo, como podrías mirarme tú, con la curiosidad de un visitante perdido
hacia una mujer que no conoce.
La noche se
sucede entonces a pequeños sorbos entre dudas y
meditaciones. Muy al fondo del espejo hay alguien que no espera
respuestas, solo las preguntas correctas hacia problemas usuales. No sobre la solución
al capitalismo, a la hambruna en África o a hallar vacunas contra el SIDA; ese
alguien vive esperando la respuesta para problemas íntimamente aplazados,
llenos de una vanidad absoluta.
La piel se deja
seducir entonces por caricias pasadas. Dedos agiles sin huella de ningún pasado
mejor buscan los pliegues extintos, entre tu boca y mi boca, tu iris y el mío.
El rostro oscuro puesto de pie frente al opalescente. Apenas escasos centímetros de separación frente a un durísimo espejo que nunca ofrece alguna
respuesta de consuelo.
Surge entonces una eternidad de tiempo y espacio al otro lado
de la imagen que dubitativa me pregunta siempre con frases incorrectas.
Si, un
vacio inmenso entre mi mirada y la suya.
Quizá la mejor
respuesta me sea dada en soledad, pienso; pero ante ese espejo implacable que
espera con un mohín de aburrimiento mi próximo movimiento, no queda más que
aguardar sin decaer en ánimo ni deseo que alguien, llegado el momento, sea lo
suficientemente cercano para cerrarme
los ojos.
Post # 4 : La Pereza
...Y
de todas las madrugadas que pasamos juntos hablando de mil cosas necias, conociéndonos,
intercambiando ya sea una memoria o un chiste, de todas esas, nunca como
hoy lo sentí tan lejos y tan diferente a lo que yo represento. A quien soy …a
mis deseos de ser o haber querido.
Es
cierto, quizá todo lo vivido sea un espejismo, una ilusión que se ha
desbaratado en mi cabeza, una torpeza de apreciaciones, una confusión de
palabras, de símbolos, de emociones; sin embargo...Cuántas ganas me han dado de
preguntarle ¿Cómo le va? Aunque sepa de
antemano la respuesta…como si se tratara de hablar del clima o algo parecido
....Como
he querido preguntarle y hacerle reír aunque sea un poco, aunque sea para
probar si aun somos los mismos, si es que yo puedo sonreír delante suyo a pesar
de todo lo sentido... Pero todo eso, las preguntas elaboradas y las elaboradas
respuestas han pasado a ser de un dia al siguiente, solo ejercicios torpes,
escaramuzas inútiles de lo que ya no será. Nunca más.
¡Qué
pereza! Si...que pereza reiniciar todo preguntando
¿Cómo
estas? ¿Cómo te va?
Debe
ser la misma pereza de la que el solía hablar, esa sensación que ha hecho que
yo también me vaya de su vida, pronto y sin retorno. Esa pereza que se traduce
en todos sus actos, en conservar una amistad o en conservarme a mí su lado. ¿Después
de todo quien era yo? Un espectro hablándole a través de un espejo. Nadie.
¡Qué
fatalidad! Saberse objeto de la pereza de los otros. ¿Quién podría quedarse a
contemplar cómo lo van dejando solo? En pequeños actos simbólicos, sin
discursos, dejando solo simplemente. A empollar sentimientos a solas mientras
los otros siguen tomando valor para elaborar un buen discurso de despedida. Una
honrosa despedida, un "no gracias, hoy no estamos interesados"
o un "vuelva mañana con mas suerte"
¡Pereza!
tremenda pereza retomar el hilo de las
conversaciones. Intentar volver a poner las cosas en su lugar y que se vean
como antes…Antes que se rompan, si. Retomar la confianza, no sentir vergüenza
de haberlo mostrado todo y tener que volver a ocultarlo, como si fuera malo. Un
pecado, una ofensa el haberse sentido por un breve momento de una breve vida, jodidamente enamorado...
lunes, mayo 28, 2012
Post # 3 : Insomnio
Me tardaria mucho si escribiera lo que estoy pensando, sin embargo llevo pensandolo todo el dia, quiza todo el fin de semana; como esos pensamientos que rebotan contra las sienes, alguna gente tiene la suerte y les rebota justo en los ojos, entonces lloran, si...hay gente que llora un poco, entonces se calma y sigue caminando. Yo no lloro, solo quisiera dormir y dejar de pensar.
miércoles, mayo 23, 2012
Post #2 : A caminar
He querido hacerme de una plantilla como si de un vestido
se tratase, pero la verdad no tengo una puta idea de cómo volver a hacer eso
que antes me parecía tan fácil; rápidamente caigo en el desanimo, para diseñar,
para buscar, para quedarme mucho tiempo en una sola página. En este momento debería
estar ya caminando con un par de zapatillas cómodas, pero…me he puesto como misión
volver a escribir, aunque al hacerlo saque algunas cosas tristes de mi que
usualmente ya no quiero ver.
La luz de la tarde entra tibia por la ventana, tengo dos
horas para que esta luz inunde mi habitación y me haga sentir que el día amaneció
claro, que el día es tibio, que solo aquí dentro hace frío y que vale la pena
salir a caminar. Pero hoy me quedaré en casa, a leer, a escuchar música y ¿por qué
no? A escribir-me.
Soy de los que blogueaban hace 6 años o mas y ya no queda
nadie que escriba en blogs cosas necias como yo; tal vez se han casado y han hecho con sus
vidas, como yo, relojes que funcionen, llenos de hijos, parejas y casas limpias
con jardines bien cuidados. Yo no tengo hijos, no me hice de una mascota,
porque no quería volver a llorar por nadie si es que se iba y de hecho tampoco
vivo en el departamento que compré.
Vivo planeando viajes, porque mientras viajo me olvido de
quien soy, de la forma que hay que conservar para decir las cosas- soy médico y
sé que siempre hay una forma correcta y eficaz para decir las cosas- para
comportarse ante los demás, o del tiempo en que una debe comer o ir a dormir.
Me gusta viajar porque días antes de los viajes siento tanto miedo, que a veces
he pensado en cancelar planes y meterme a mi cama a dormir otros 6 meses como modo
de vacacionar. Sin embargo, desde que el avión levanta vuelo, yo me vuelvo otra
persona, más segura y mas dueña de mi. Ya desde arriba las ciudades se ven pequeñas
y los miedos inútiles; entonces conozco otras personas igual de seguras y
dispuestas a contarme sus historias- porque nadie se abre de forma más perfecta
que delante de un desconocido y yo, bueno, yo he aprendido a escuchar. De los
viajes regreso con las maletas llenas de experiencias y de gente que conocí en
el camino, gente anónima que no está en facebook ni en ninguna parte del
circulo social. Gente vital, que cruza su camino con el mío de forma
circunstancial y sin miedo a dejarse querer.
¿Por qué viajo sola? No es una decisión mía, mi tiempo no
coincide con el de los demás y a veces me canso de esperar las excusas del
resto para acompañarme. A veces es mejor, pero no siempre. He dicho infinidad
de veces que una mujer, como cualquier otro ser humano, necesita de un compañero
para compartir la vida que no le cuenta a nadie, un testigo de sus errores y sueños;
sería ideal contar con un solo compañero que acompañe desde el inicio hasta el
final del viaje, un verdadero amigo, no un amante, sino algo que dure más…pero
no todas las personas tenemos esa suerte. Yo, lo comprendo a medias, no es fácil
saber que amas a quien no te ama, pero hay que seguir caminando, el mundo no se
detiene por una sola persona...ni por varias. Yo tampoco puedo detenerme a contemplar las
imperfecciones del mundo, solo debo seguir caminando al terminar de escribir…o
mientras lo hago.
Post # 1
Hola, no me llamo Laura y he perdido la cuenta de cuantos
años tengo.
Hace unas semanas estuve dispuesta a cerrar mi blog
definitivamente porque supe que había perdido la habilidad de escribir
realmente lo que siento y que quizá eso no me hacía falta, después de todo a
quien le importa lo que una sola persona en el mundo piense.
La forma más eficaz era escribir relatos, pero prefiero
guardarlos para mi sola. Entonces ¿Qué más da? Quizá lo mejor es olvidarme de
lo que pienso y ajustarme a 24 horas de trabajo y a que los días libres que
tengo sean para viajar, comer, caminar, VIVIR…hacer de todo pero no procesar
que es lo que está ocurriendo por dentro.
A veces leo cosas mías de hace mil años y me pregunto, cómo es posible que haya perdido el corazón? O como es posible vivir, vivir
aparentemente bien, sin pensar en nada, sin querer sentir en profundidad nada.
Me da la punzada que la madurez significa volverse cínico para tirar hacia
adelante y no permitir que la vida se nos desmorone con la imagen de sueños
pasados.
Yo me tomare unos días para volver a escribir, ya no solo
leer libros y quizá, es una lejana posibilidad, en ese ínterin como alguna vez ocurrió
en mi vida, recupere la cordura. No la de los demás si no la mía. La cordura
que es la divina insanidad de una sola persona y hace que esta funcione, no al
ritmo de los demás, sino al suyo propio. Que funcione por dentro, para sí mismo.
Como un loco de la calle ¿Quién sabe?
jueves, febrero 09, 2012
La Verdad
Entonces supo exactamente lo que pasaba, la verdad llego a sus oídos como un trueno, como el crack del romper de las nueces, como una piedra que ha sido arrojada en el fondo de un pozo. Lo supo, nadie tenía que decírselo, que maquillarle la verdad con palabras bonitas, con gestos estudiados de delicada compasión, de solidaridad forzada. El ruido de esa verdad era monstruoso y se iba abriendo paso por los corredores blancos de los cuatro pisos de aquel predio, por el porche de piedra caliza, por las veredas que conducían a la fuente de mármol italiano siempre seca, por sus altos jardines rodeados de espinosas buganvillas, avanzaba ese ruido terebrante en su vida, quebrando uno a uno los vidrios de las ventanas, de todas las ventanas…
Alguien se acercó a ponerle una mano al hombro, a susurrarle al oído algo tan tierno como innecesario sobre la eternidad y el destino. Las ventanas seguían cerradas y afuera el mundo había perdido todos los colores vivos de la mañana, los sonidos especiales que era agradable identificar de uno en uno al despertar, como le habían enseñado en la infancia: Primero los desagradables y luego los lejanos e imperceptibles. El trafico, los pasos de la gente, el viento entre los árboles, las alas de un colibrí, el picotear de las palomas contra el patio de piedra. Nada de eso era importante ahora, el estruendo de la verdad se abría paso entre si y el mundo como una hoz que rompe los tallos de la planta madura, una hoz que deja los campos desnudos y claros, para ver por primera vez el horizonte.
La verdad era real ahora, cerró los ojos necesitaba cerrar los ojos y los oídos, pero ya no era posible. Poco a poco fueron retornando la conciencia de su cuerpo, del dolor y la fatiga depositada en cada tendón, cada musculo y cada hueso. Los sonidos volvieron de nuevo uno a otro, sin importarle demasiado el orden que iban tomando en el caracol de su oído. Si era primero el picoteo rabioso de las palomas en el patio central, o si era el tráfico de los trenes a lo lejos; si los colibríes se rompían las alas contra los cristales de su habitación de ventanas herméticas, o los pasos de goma de la gente deslizándose por el corredor vacio. Ese estruendo de verdad en todas las cosas que tocaba, se había vuelto real. Un trueno ensordecedor le había despertado, como el seco crack al romper las nueces del desayuno, o el eco inmenso de una piedra arrojada al fondo oscuro de un pozo.
No tenían que decírselo, esa mañana la verdad fue clara: Se estaba volviendo loco.
Alguien se acercó a ponerle una mano al hombro, a susurrarle al oído algo tan tierno como innecesario sobre la eternidad y el destino. Las ventanas seguían cerradas y afuera el mundo había perdido todos los colores vivos de la mañana, los sonidos especiales que era agradable identificar de uno en uno al despertar, como le habían enseñado en la infancia: Primero los desagradables y luego los lejanos e imperceptibles. El trafico, los pasos de la gente, el viento entre los árboles, las alas de un colibrí, el picotear de las palomas contra el patio de piedra. Nada de eso era importante ahora, el estruendo de la verdad se abría paso entre si y el mundo como una hoz que rompe los tallos de la planta madura, una hoz que deja los campos desnudos y claros, para ver por primera vez el horizonte.
La verdad era real ahora, cerró los ojos necesitaba cerrar los ojos y los oídos, pero ya no era posible. Poco a poco fueron retornando la conciencia de su cuerpo, del dolor y la fatiga depositada en cada tendón, cada musculo y cada hueso. Los sonidos volvieron de nuevo uno a otro, sin importarle demasiado el orden que iban tomando en el caracol de su oído. Si era primero el picoteo rabioso de las palomas en el patio central, o si era el tráfico de los trenes a lo lejos; si los colibríes se rompían las alas contra los cristales de su habitación de ventanas herméticas, o los pasos de goma de la gente deslizándose por el corredor vacio. Ese estruendo de verdad en todas las cosas que tocaba, se había vuelto real. Un trueno ensordecedor le había despertado, como el seco crack al romper las nueces del desayuno, o el eco inmenso de una piedra arrojada al fondo oscuro de un pozo.
No tenían que decírselo, esa mañana la verdad fue clara: Se estaba volviendo loco.
jueves, enero 05, 2012
LLUVIA
Es que ha de ser como la lluvia, digo yo, que la extrañamos todo el año, pero como nos impide llevar la vida cotidiana luego. Ha de ser como la lluvia, digo, porque no puedo pensar en otro fenómeno atmosférico que me guste tanto y que me deje tan reflexiva luego. Pero yo no sé, porque no se pueden comparar los sentimientos con los fenómenos atmosféricos, como no se pueden comparar las personas con las precipitaciones pluviales, como no se puede calmar la sed con el agua que se derrama sobre el cuerpo.
Yo digo que ha de ser, porque supongo; pues paso la vida suponiendo y haciendo hipótesis sobre las tendencias que mueven la vida de las personas. Esas tendencias o pulsiones vitales- que yo llamo- y que los vuelven interesantes, seres sumamente atractivos a mi gusto y a mi pensamiento, al momento que deciden cambiar de carril o no hacerlo, al tomar un camino y luego otro, a pensar inocentes, que avanzan, mientras no hacen más que moverse en círculos.
Las personas se mueven como gotas de lluvia y resbalan ante mis ojos confluyendo en ríos, en vertientes, en enormes tormentas o simplemente para mi tristeza, desapareciendo. Yo no limpio mi parabrisas de esas gotas claras o algunas veces turbias, no, no lo hago ¿para qué voy a hacerlo? ¿Para qué privarme de la visión hacia delante así sea borrosa, de esos caminos torcidos que trazan esas pequeñas gotitas intentando mojarme, entrar en mí y quedarse?
Mientras, aquí adentro, en esta nave sin conductor ni destino, en esta nave que es mi cabeza tan loca se vaporizan ideas, sentimientos, pulsiones mías también. Porque yo también quisiera ser agua salada, agua que cae del cielo para refrescar a otros, agua sin rumbo rodando por la vida, llena de gotitas que fueron claras y se van mezclando de los tristes sabores de la ciudad, de los grises colores…De los inútiles sabores.
Ha de ser el amor como la lluvia entonces, que moja y atormenta en las espaldas, o que impide la clara visión, que da una sensación de fugaz refrescamiento y luego solo nos ahoga; primero en dudas, que inician como quizás y se vuelven nunca, y de un para siempre se vuelven jamás.
Ha de ser el amor, digo, porque yo no lo conozco. Yo busco gotitas que se mezclen con una lagrima y hagan parecer que mi tristeza es una alegría, o que mi alegría era solo una nostalgia. Porque yo no sé adónde va la lluvia y si es que realmente llega al océano o a alguna parte, si es que realmente reblandece el corazón de las personas, como el amor dicen que lo hace.
Yo no sé muchas cosas, ya ves, yo camino sin paraguas para que al mojarme y llegar empapada a casa, tenga la excusa de que quien tomó la decisión de mojarse fui solo yo y no la lluvia. Igual que en el amor te digo, y tú te ríes bajito de mis pretensiones ridículas.
Yo digo que ha de ser, porque supongo; pues paso la vida suponiendo y haciendo hipótesis sobre las tendencias que mueven la vida de las personas. Esas tendencias o pulsiones vitales- que yo llamo- y que los vuelven interesantes, seres sumamente atractivos a mi gusto y a mi pensamiento, al momento que deciden cambiar de carril o no hacerlo, al tomar un camino y luego otro, a pensar inocentes, que avanzan, mientras no hacen más que moverse en círculos.
Las personas se mueven como gotas de lluvia y resbalan ante mis ojos confluyendo en ríos, en vertientes, en enormes tormentas o simplemente para mi tristeza, desapareciendo. Yo no limpio mi parabrisas de esas gotas claras o algunas veces turbias, no, no lo hago ¿para qué voy a hacerlo? ¿Para qué privarme de la visión hacia delante así sea borrosa, de esos caminos torcidos que trazan esas pequeñas gotitas intentando mojarme, entrar en mí y quedarse?
Mientras, aquí adentro, en esta nave sin conductor ni destino, en esta nave que es mi cabeza tan loca se vaporizan ideas, sentimientos, pulsiones mías también. Porque yo también quisiera ser agua salada, agua que cae del cielo para refrescar a otros, agua sin rumbo rodando por la vida, llena de gotitas que fueron claras y se van mezclando de los tristes sabores de la ciudad, de los grises colores…De los inútiles sabores.
Ha de ser el amor como la lluvia entonces, que moja y atormenta en las espaldas, o que impide la clara visión, que da una sensación de fugaz refrescamiento y luego solo nos ahoga; primero en dudas, que inician como quizás y se vuelven nunca, y de un para siempre se vuelven jamás.
Ha de ser el amor, digo, porque yo no lo conozco. Yo busco gotitas que se mezclen con una lagrima y hagan parecer que mi tristeza es una alegría, o que mi alegría era solo una nostalgia. Porque yo no sé adónde va la lluvia y si es que realmente llega al océano o a alguna parte, si es que realmente reblandece el corazón de las personas, como el amor dicen que lo hace.
Yo no sé muchas cosas, ya ves, yo camino sin paraguas para que al mojarme y llegar empapada a casa, tenga la excusa de que quien tomó la decisión de mojarse fui solo yo y no la lluvia. Igual que en el amor te digo, y tú te ríes bajito de mis pretensiones ridículas.
jueves, diciembre 01, 2011
La voz que se escribe
Me gusta el cine, pero más la música que utilizan para las películas.
Así iba a empezar mi carta. Confesaría luego que en lugar de tener como hobbie escribir, hubiera preferido afilar mi aptitud creativa hacia el cine y no me refiero a la dirección, sino a cualquier cosa que tuviera que ver con crear historias, desde los diálogos hasta la escenografía. Empezaría mi carta así, me dije, pero en lo absurdo de mi mente ese párrafo no llego a terminarse. Una tormenta eléctrica de cientos de pensamientos vino a borrar esa carta como todo lo que diría luego.
Pocos días después de eso hallar a Juan J. Millas me hizo divagar de nuevo. !Cuanto me gustaba ese autor! hallar un libro suyo en un estante era como tener de regalo una puerta a pensamientos bizarros y reflexiones entre profundas y cómicas de lo que es el mundo. Si había ido hasta Aracataca tras la huella de GGM, llegaría yo un día a Valencia? ¿Y si lo viera, tal como en ese pasaje suyo de la firma de autógrafos, no se cambiarían los papeles y seria yo y no él quien saliera corriendo a llorar de solo comprobar que la fea realidad siempre termina usurpando la candidez de los recuerdos?
Cuando empecé a escribir usaba un lápiz. Para poder escribir a la velocidad que se me ocurrían las cosas mi viejo me recomendó el uso de la máquina de escribir usando los 10 dedos. !Que sacrificio fue aprender en esa máquina antigua cuyas teclas eran duras y en las que mi quinto dedo se luxaba cada vez que intentaba alcanzar los extremos! Cuando pensé en abandonar su consejo, el destino y la escuelita estatal se confabularían para que tuviera que remolcar esa pesada maquina dos veces a la semana en el estúpido curso de mecanografía. Mala experiencia esa. Siempre habría un profesor diciendo mi apellido en voz alta buscando humillarme y así de alguna forma castigar en mi lo que no pudieron con él.
Me pregunto si mi viejo sabe realmente cuán difícil fue ser su hija? La adolescencia, los profesores, los chicos de la escuela que no sabían quién era él pero hacían rodar una leyenda que se agrandaba y agrandaba y me dejaba a mi pequeñita bajo la sombra de su apellido. ¿No les afectó la vida a mis hermanas o es que ellas supieron vivir con un perfil bajo? Un perfil de chica correcta, salidas de un colegio de monjas al que yo no habría ingresado ni aunque los camellos pasaran por el ojo de una aguja.
Yo no soy atea, pero me cuesta tener fe. Esa obediencia ciega, que le llaman y que me anima a querer rebelarme contra todo, que me impide tener buenas relaciones con mis superiores ocasionales, o que hace brotar mi risa cuando alguien menciona una entidad superior como la culpable de lo que le pase en el futuro. Con esa mentalidad ¿cómo sería posible cambiar el mundo? Si el destino o Dios es quien rige el curso de los acontecimientos ¿Cómo tener el valor para querer cambiar las cosas o aceptar que las cosas pueden llegar a ser diferentes?
Es que es tan difícil hallar gente que lea- me dijo R. a mi regreso de conocer el Magdalena- y a mí un chispazo de rabia me hizo responderle que tal vez había conocido a poca gente en este viaje. Cuando se vive para trabajar y ganar dinero quedan pocos momentos para soñar o querer leer algo más- sostuve. No me refiero solo a Colombia o Perú, me dijo con tristeza, en el mundo queda tan poca gente que lee.
Pienso, tontamente, que tal vez no sea eso, quiza es solo que la la gente lee y se encierra en si misma, no comparte ni quiere compartir nada de lo que sabe. Las charlas se suceden así, vanas, aburridas, hacia caminos sin salida, con explosiones de violencia innecesarias o un humor tonto, que hace reír sin ganas. La voz detrás de los escritos, no se refleja en la voz coloquial y se van perdiendo oportunidades de conocimiento, esa rara oportunidad de abrir esas puertas que llevamos las personas con nosotros, hacia universos vastos, extraños, tan increíblemente humanos.
Así iba a empezar mi carta. Confesaría luego que en lugar de tener como hobbie escribir, hubiera preferido afilar mi aptitud creativa hacia el cine y no me refiero a la dirección, sino a cualquier cosa que tuviera que ver con crear historias, desde los diálogos hasta la escenografía. Empezaría mi carta así, me dije, pero en lo absurdo de mi mente ese párrafo no llego a terminarse. Una tormenta eléctrica de cientos de pensamientos vino a borrar esa carta como todo lo que diría luego.
Pocos días después de eso hallar a Juan J. Millas me hizo divagar de nuevo. !Cuanto me gustaba ese autor! hallar un libro suyo en un estante era como tener de regalo una puerta a pensamientos bizarros y reflexiones entre profundas y cómicas de lo que es el mundo. Si había ido hasta Aracataca tras la huella de GGM, llegaría yo un día a Valencia? ¿Y si lo viera, tal como en ese pasaje suyo de la firma de autógrafos, no se cambiarían los papeles y seria yo y no él quien saliera corriendo a llorar de solo comprobar que la fea realidad siempre termina usurpando la candidez de los recuerdos?
Cuando empecé a escribir usaba un lápiz. Para poder escribir a la velocidad que se me ocurrían las cosas mi viejo me recomendó el uso de la máquina de escribir usando los 10 dedos. !Que sacrificio fue aprender en esa máquina antigua cuyas teclas eran duras y en las que mi quinto dedo se luxaba cada vez que intentaba alcanzar los extremos! Cuando pensé en abandonar su consejo, el destino y la escuelita estatal se confabularían para que tuviera que remolcar esa pesada maquina dos veces a la semana en el estúpido curso de mecanografía. Mala experiencia esa. Siempre habría un profesor diciendo mi apellido en voz alta buscando humillarme y así de alguna forma castigar en mi lo que no pudieron con él.
Me pregunto si mi viejo sabe realmente cuán difícil fue ser su hija? La adolescencia, los profesores, los chicos de la escuela que no sabían quién era él pero hacían rodar una leyenda que se agrandaba y agrandaba y me dejaba a mi pequeñita bajo la sombra de su apellido. ¿No les afectó la vida a mis hermanas o es que ellas supieron vivir con un perfil bajo? Un perfil de chica correcta, salidas de un colegio de monjas al que yo no habría ingresado ni aunque los camellos pasaran por el ojo de una aguja.
Yo no soy atea, pero me cuesta tener fe. Esa obediencia ciega, que le llaman y que me anima a querer rebelarme contra todo, que me impide tener buenas relaciones con mis superiores ocasionales, o que hace brotar mi risa cuando alguien menciona una entidad superior como la culpable de lo que le pase en el futuro. Con esa mentalidad ¿cómo sería posible cambiar el mundo? Si el destino o Dios es quien rige el curso de los acontecimientos ¿Cómo tener el valor para querer cambiar las cosas o aceptar que las cosas pueden llegar a ser diferentes?
Es que es tan difícil hallar gente que lea- me dijo R. a mi regreso de conocer el Magdalena- y a mí un chispazo de rabia me hizo responderle que tal vez había conocido a poca gente en este viaje. Cuando se vive para trabajar y ganar dinero quedan pocos momentos para soñar o querer leer algo más- sostuve. No me refiero solo a Colombia o Perú, me dijo con tristeza, en el mundo queda tan poca gente que lee.
Pienso, tontamente, que tal vez no sea eso, quiza es solo que la la gente lee y se encierra en si misma, no comparte ni quiere compartir nada de lo que sabe. Las charlas se suceden así, vanas, aburridas, hacia caminos sin salida, con explosiones de violencia innecesarias o un humor tonto, que hace reír sin ganas. La voz detrás de los escritos, no se refleja en la voz coloquial y se van perdiendo oportunidades de conocimiento, esa rara oportunidad de abrir esas puertas que llevamos las personas con nosotros, hacia universos vastos, extraños, tan increíblemente humanos.
miércoles, noviembre 16, 2011
El Color de la Pasión
No recordaba la última vez que me sentí contenta hasta que comencé a coser ese disfraz. Hace mucho que no creaba, ni me quitaba el sueño nada. Incluso escribir había perdido su encanto, los pocos cuentos que había escrito en estos meses habían sido a pedido de un par de amigos que aun a pesar de la distancia seguían leyéndome y de cierta forma extrañándome. Pero mi escritura no era más que pan con queso, algo que sacia el hambre del pasante momentáneamente, nada espectacular. En estos últimos años, todo me había llevado a concluir que no habría nada más que dar. No soñaba, no pensaba, no creaba historias y si lo hacía eran mediocres, para lectores y escritores aficionados que soltaban bombardas si un cuento les gustaba. Lo mío era pan con queso (a veces ponía diferentes tipos de queso) pero jamás seria el sándwich favorito, el especial que sacia, encanta y hace que vuelvas a pedir maravillado, aquel sabor unico.
Definitivamente escribir había perdido su encanto y no volvería por esa senda nunca más. Pero crear, volver a crear algo me llenaba de emoción, incluso un simple disfraz que a nadie importaría. Era difícil creer que me sintiera feliz de solo entrar a la tienda de telas y comenzar a elegir las telas, las cintas, los encajes o los botones…Era niña de nuevo, la olvidada diseñadora de muñecas de la que había escrito un día…
Recordé entonces lo serena que me ponía de chica hacer bocetos o dibujar siluetas y combinar colores, antes que llegara a mi vida laboral y los rostros de aspecto manga acapararan mi atención y me hicieran dibujar solo caras despeinadas en cualquier hoja que se posara en mis manos. Aquellos rostros tristes, de los que la gente se burlaba siempre.
Si no hubieran sido esos rostros que dibujaba descuidadamente durante la visita médica o la cháchara inútil de los médicos de la unidad, tal vez habría perecido como ellos y perdido asi la poca humanidad que me quedaba, mi mundo interno en donde aun habitaban restos de fantasia e ingenuidad.
Siempre hablo de mis últimos años de especialidad como una experiencia mala y embrutecedora para mi mundo interno. Amén de las cosas que ya he contado, jamás había tomado en cuenta lo traumático que podía ser que alguien te prohibiera el color en el atuendo. Una prohibición estúpida y que por su estupidez enervaba mas ¿Qué de subversivo podía tener usar un scrub de color en el trabajo? ¿Qué mente retrograda podía prohibir el uso de color? Volvia a vivir en Pleaseantville (dime que viste esa pelicula para no sentirme tan sola...)
No había tomado en cuenta la importancia del color en la ropa diaria hasta que leí sobre Gauguin y ese texto maravilloso, que también a él le cambiaria la vida, “el color como expresión de la sensibilidad, las creencias y las fantasías humanas”. No era algo castrante no poder usar colores? Se debía usar el color según las urgencias íntimas…claro, ahora lo entendía. Entendía que la viva expresión de mi timidez e inseguridad era lo clásico y predecible en el color o la combinación de mis atuendos. ¿No había yo virado a lo monocromático o al seguro blanco y negro cuando volví a ver a CF? No deseaba que me volviera a ver inadecuadamente vestida. Durante años había intentado complacer a todos de esa forma, no mas de 3 colores en el atuendo. Mejor si la composición de colores era en tono decreciente.
La vida interna de las personas se refleja en su apariencia externa, en la elección de los ropajes que cubran ese pobre cuerpo. El color y el diseño que llevan encima es lo que inconscientemente quieren que vean de ellas. La mayoría esperamos que no vean nada. Permanecer ocultas. Pero el diseño está en todo, dirige la vida del ser humano, aunque este no esté plenamente consciente de esto. ¿No lo había dicho ya el finado Steve Jobs? ¿No había sido ese el secreto de su éxito?
Tal vez era el momento de atreverse, pero eso no se limitaba solo a volver a usar color. Era atreverse con la ropa, a crear ese tipo de ropa tal como se anima uno a reinventarse el ego destruido por una sociedad pacata y gris.
Desde lo ocurrido aquella mañana con la Niña Lorena, mi visión del mundo había cambiado para mal. Los ojos hacia adentro, buscar no figurar, no llamar mucho la atención, aunque eso algunas veces fuera imposible. Mi instinto era resaltar y mi continua culpa hacerlo. Mi penitencia obviamente, seria ocultarme, desaparecer en el mar de rostros, buscar un seudónimo, que jamás se supiera que yo podía hacer algo que no fuera lo que todo el mundo hacia. Diluirme en la masa. Volverme gris o de un color neutro que se reflejaría en adelante en todos mis atuendos.
Es interesante como en una sola noche pueden concatenarse Gauguin, Steve Jobs y mi afición por el manga. Como de pronto siento que no había ningún pecado en esa casi obsesión que tenia de mas chica de dibujar cuerpos de mujeres desnudas, de siempre buscar la belleza incluso en donde era difícil encontrarla. El cuerpo humano siempre será para mi objeto de contemplación ¿será por eso que siempre me agrado mas el curso de anatomía a pesar de lo pesado que era? ¿Por aquellos dibujos del cuerpo en movimiento? Un cuerpo que yo ahora quería vestir y crear para él, atuendos para lucirlo o cubrirlo según la ocasión.
Entiendo por un momento la relación entre el color y el sexo. Ese tema recurrente en mí. ¿No es el sexo la pulsión de la creación? Recuerdo aquella tarde en la facultad en que el doctor-erótico interrumpió su clase de dermatología, al verme llegar para clavarme los ojos y hablar del color. “Yo tengo un auto rojo- empezó -no lo tendría si no quisiera ser visto…pasa lo mismo con las mujeres, siempre quieren ser vistas por eso se exponen, ellas se exponen siempre…” luego siguió hablando del cáncer de piel, sin que nadie entendiera nada. Yo ese día había llegado tarde y con una blusa roja y me comencé a escurrir en la banca tratando de desaparecer. Siempre desaparecer.
Cada vez admiro más la pintura de Gauguin y me entiendo más yo misma. A ratos me diluyo, me desenfoco y me desespera no poder unir todos los puntos del diseño que es mi vida, yo sola.
Debería seguir mi instinto, lo sé, pero vivir tan cómodamente y de forma tan ordinaria me ha hecho perder los puntos de reparo y me ha atrofiado esa pulsión vital: La pasión. Reinventarse cada día, para no caer en el tedio y la rutina, es una labor tan arriesgada que con frecuencia prefiero postergarla y vivir como un zombi, sin interés de ninguna especie por el futuro y así evitarme esa ansiedad de no saber qué camino tomar.
Aunque…Parece que el camino correcto hacia la satisfacción personal fuera volviendo a hacer aquello que nos hace felices, no? Aquello que nos hace sentir plenos, que nos hace latir el pecho mientras lo hacemos. Que nos quita la respiración, que nos remueve el sueño. Estoy tan cerca de saber qué es lo que necesito, pero tengo miedo a admitirlo.
A admitir que Vivir con pasión…tal vez sea la única respuesta.
Y ahora dime si lo sabes... Con que rayos se come eso??
.
.
.
http://yanohaymasruido.blogspot.com/2006/08/la-diseadora-para-muecas.html
http://yanohaymasruido.blogspot.com/2006/12/la-nia-lorena.html
Definitivamente escribir había perdido su encanto y no volvería por esa senda nunca más. Pero crear, volver a crear algo me llenaba de emoción, incluso un simple disfraz que a nadie importaría. Era difícil creer que me sintiera feliz de solo entrar a la tienda de telas y comenzar a elegir las telas, las cintas, los encajes o los botones…Era niña de nuevo, la olvidada diseñadora de muñecas de la que había escrito un día…
Recordé entonces lo serena que me ponía de chica hacer bocetos o dibujar siluetas y combinar colores, antes que llegara a mi vida laboral y los rostros de aspecto manga acapararan mi atención y me hicieran dibujar solo caras despeinadas en cualquier hoja que se posara en mis manos. Aquellos rostros tristes, de los que la gente se burlaba siempre.
Si no hubieran sido esos rostros que dibujaba descuidadamente durante la visita médica o la cháchara inútil de los médicos de la unidad, tal vez habría perecido como ellos y perdido asi la poca humanidad que me quedaba, mi mundo interno en donde aun habitaban restos de fantasia e ingenuidad.
Siempre hablo de mis últimos años de especialidad como una experiencia mala y embrutecedora para mi mundo interno. Amén de las cosas que ya he contado, jamás había tomado en cuenta lo traumático que podía ser que alguien te prohibiera el color en el atuendo. Una prohibición estúpida y que por su estupidez enervaba mas ¿Qué de subversivo podía tener usar un scrub de color en el trabajo? ¿Qué mente retrograda podía prohibir el uso de color? Volvia a vivir en Pleaseantville (dime que viste esa pelicula para no sentirme tan sola...)
No había tomado en cuenta la importancia del color en la ropa diaria hasta que leí sobre Gauguin y ese texto maravilloso, que también a él le cambiaria la vida, “el color como expresión de la sensibilidad, las creencias y las fantasías humanas”. No era algo castrante no poder usar colores? Se debía usar el color según las urgencias íntimas…claro, ahora lo entendía. Entendía que la viva expresión de mi timidez e inseguridad era lo clásico y predecible en el color o la combinación de mis atuendos. ¿No había yo virado a lo monocromático o al seguro blanco y negro cuando volví a ver a CF? No deseaba que me volviera a ver inadecuadamente vestida. Durante años había intentado complacer a todos de esa forma, no mas de 3 colores en el atuendo. Mejor si la composición de colores era en tono decreciente.
La vida interna de las personas se refleja en su apariencia externa, en la elección de los ropajes que cubran ese pobre cuerpo. El color y el diseño que llevan encima es lo que inconscientemente quieren que vean de ellas. La mayoría esperamos que no vean nada. Permanecer ocultas. Pero el diseño está en todo, dirige la vida del ser humano, aunque este no esté plenamente consciente de esto. ¿No lo había dicho ya el finado Steve Jobs? ¿No había sido ese el secreto de su éxito?
Tal vez era el momento de atreverse, pero eso no se limitaba solo a volver a usar color. Era atreverse con la ropa, a crear ese tipo de ropa tal como se anima uno a reinventarse el ego destruido por una sociedad pacata y gris.
Desde lo ocurrido aquella mañana con la Niña Lorena, mi visión del mundo había cambiado para mal. Los ojos hacia adentro, buscar no figurar, no llamar mucho la atención, aunque eso algunas veces fuera imposible. Mi instinto era resaltar y mi continua culpa hacerlo. Mi penitencia obviamente, seria ocultarme, desaparecer en el mar de rostros, buscar un seudónimo, que jamás se supiera que yo podía hacer algo que no fuera lo que todo el mundo hacia. Diluirme en la masa. Volverme gris o de un color neutro que se reflejaría en adelante en todos mis atuendos.
Es interesante como en una sola noche pueden concatenarse Gauguin, Steve Jobs y mi afición por el manga. Como de pronto siento que no había ningún pecado en esa casi obsesión que tenia de mas chica de dibujar cuerpos de mujeres desnudas, de siempre buscar la belleza incluso en donde era difícil encontrarla. El cuerpo humano siempre será para mi objeto de contemplación ¿será por eso que siempre me agrado mas el curso de anatomía a pesar de lo pesado que era? ¿Por aquellos dibujos del cuerpo en movimiento? Un cuerpo que yo ahora quería vestir y crear para él, atuendos para lucirlo o cubrirlo según la ocasión.
Entiendo por un momento la relación entre el color y el sexo. Ese tema recurrente en mí. ¿No es el sexo la pulsión de la creación? Recuerdo aquella tarde en la facultad en que el doctor-erótico interrumpió su clase de dermatología, al verme llegar para clavarme los ojos y hablar del color. “Yo tengo un auto rojo- empezó -no lo tendría si no quisiera ser visto…pasa lo mismo con las mujeres, siempre quieren ser vistas por eso se exponen, ellas se exponen siempre…” luego siguió hablando del cáncer de piel, sin que nadie entendiera nada. Yo ese día había llegado tarde y con una blusa roja y me comencé a escurrir en la banca tratando de desaparecer. Siempre desaparecer.
Cada vez admiro más la pintura de Gauguin y me entiendo más yo misma. A ratos me diluyo, me desenfoco y me desespera no poder unir todos los puntos del diseño que es mi vida, yo sola.
Debería seguir mi instinto, lo sé, pero vivir tan cómodamente y de forma tan ordinaria me ha hecho perder los puntos de reparo y me ha atrofiado esa pulsión vital: La pasión. Reinventarse cada día, para no caer en el tedio y la rutina, es una labor tan arriesgada que con frecuencia prefiero postergarla y vivir como un zombi, sin interés de ninguna especie por el futuro y así evitarme esa ansiedad de no saber qué camino tomar.
Aunque…Parece que el camino correcto hacia la satisfacción personal fuera volviendo a hacer aquello que nos hace felices, no? Aquello que nos hace sentir plenos, que nos hace latir el pecho mientras lo hacemos. Que nos quita la respiración, que nos remueve el sueño. Estoy tan cerca de saber qué es lo que necesito, pero tengo miedo a admitirlo.
A admitir que Vivir con pasión…tal vez sea la única respuesta.
Y ahora dime si lo sabes... Con que rayos se come eso??
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http://yanohaymasruido.blogspot.com/2006/08/la-diseadora-para-muecas.html
http://yanohaymasruido.blogspot.com/2006/12/la-nia-lorena.html
miércoles, octubre 26, 2011
"La Pequeña"
Ella se acodó en el alfeizar de la ventana a esperar su regreso. Los cabellos sueltos y desordenados, la camisa amplia que se transparentaba contra sus pechos con la fresca brisa de la tarde, su boca mojada de sabor a mango y aquella mirada dubitativa que siempre hacia pensar que no estaba en ninguna parte que no fuera en torno a sus recuerdos.
Dos pisos más abajo la ciudad aun no había despertado del letargo de la tarde. Contra los balcones de madera aun se zarandeaban las banderas con los tres colores de la independencia. Las casas de paredes de cal, formaban una hilera continua que bordeaba un camino de tierra roja apisotonada por cientos de huellas descalzas rumbo a los campos de café. ¿Qué huella sería la de él? - se preguntó con un mohín de nostalgia. Su rostro de líneas suaves se acunó entre las manos que antes habían tocado sus viejas manos. Esas rudas y tostadas manos que acariciaban su pelo al terminar la tarde.
Así lo recordaba ella tremendamente viejo y cansado, su rostro se perdía ahora entre miles de rostros parecidos en su memoria. Rostros quemados por el calor del campo o surcados por arrugas prematuras. En cambio podía recordar perfectamente la textura de sus manos o el olor a tabaco en su camisa gastada. Las miles de líneas coloridas en sus palmas terrosas cuando las abría enormes sobre el regazo de ella.
“Por aquí ha caminado un gusano”, solía empezar haciéndola seguir con su dedo pequeño la larga línea que dividía en dos su palma callosa, “ pero al llegar aquí se ha convertido en bella mariposa…” Su índice señalaba entonces sus pechos incipientes y su yema tocaba sutilmente la ropa infantil que se le había tornado de pronto demasiado pequeña para tapar su cuerpo en desarrollo. Ella entonces sonrojaba su rostro de azucena y sonreía tímidamente dejando que el fumara el resto del tabaco con falsa indiferencia.
Podía sentir el calor en sus muslos, cuando se encaramaba en ellos, pidiéndole otro cuento sobre aparecidos. Y en la mecedora de mimbre él se intentaba incorporar para alejarla de su cuerpo, brevemente…inútilmente. Ella ponía entonces la espalda derecha y en un gesto que rayaba en lo engreído se acomodaba el cabello en una larga cola, que perfumaba brevemente el rostro cansino de él, con aroma de lavanda y manzanilla.
Cuénteme otro cuento, parcero- insistía ella mirándolo de reojo, con ensayada mueca infantil. Y el comenzaba a mecer su cuerpo de doncella, inventado uno que otro cuento de final extravagante, sin animarse a echarla fuera del calor de su regazo. Muy cercana su voz a su oído, su barba sin afeitar rozando por momentos su mejilla suave. Una voz grave brotaba desde el entonces, poblando el ambiente tropical de demonios, de brujas y duendes y esa voz de altibajos o susurros, aun ahora parecía al evocarla, acunarla en las noches de insomnio.
Su voz y su olor parecían ser los únicos recuerdos, sus manos firmes aferradas en los brazos de la mecedora. La derecha con el tabaco siempre encendido, la izquierda con las venas palpitando oscuras mientras ella acomodaba su cuerpo al suyo al morir la tarde. Su rostro se volvía continuamente buscando tropezarse con el suyo, su boca cercana a su aliento acre, murmuraba sin parar preguntas como ¿De que están hechas las alas de las mariposas? o ¿Alguna vez te has enamorado? El resoplaba cansado y entre las matas de plátano corría de pronto una gallina ruidosa rompiendo ese silencio intimo que acercaba sus rostros en la espera de una respuesta.
Apoyada en aquella ventana, ella seguía ahora esperando respuestas. ¿Qué había sido de él después de esa última tarde juntos? ¿Podría volver a verla a la cara un día o ambos ya estarían demasiado viejos y curtidos para contarse cuentos? Su rostro se fue pintando de los colores de la tarde que incendiaba ahora los portales de las casas y en sus ojos se pusieron a media asta todas las banderas. Recordó aquella noche sin luna en que su cuerpo tibio busco el suyo a tientas, la falta de sorpresa en sus ojos al mirarla, como si desde hace mucho la estuviera esperando. El calor de su vientre y lo áspero de sus manos callosas rasgando por primera vez su inocencia. Su cuerpo con olor a madera antigua y tabaco. En el silencio roto por cientos de grillos, su voz susurrante diciendo: Pequeña, pequeña…
La noche cayó demasiado rápido llenando de astros aquel atardecer sangrante. Ella, con el rostro húmedo de recuerdos de inocencia, evocó su olor, la textura de su piel, sus historias larguísimas sin final feliz, su cuerpo tibio tumbado sobre el suyo, lo recordó todo con la precision de los enamorados, excepto su nombre o la nitidez de su rostro.
Dos pisos más abajo la ciudad aun no había despertado del letargo de la tarde. Contra los balcones de madera aun se zarandeaban las banderas con los tres colores de la independencia. Las casas de paredes de cal, formaban una hilera continua que bordeaba un camino de tierra roja apisotonada por cientos de huellas descalzas rumbo a los campos de café. ¿Qué huella sería la de él? - se preguntó con un mohín de nostalgia. Su rostro de líneas suaves se acunó entre las manos que antes habían tocado sus viejas manos. Esas rudas y tostadas manos que acariciaban su pelo al terminar la tarde.
Así lo recordaba ella tremendamente viejo y cansado, su rostro se perdía ahora entre miles de rostros parecidos en su memoria. Rostros quemados por el calor del campo o surcados por arrugas prematuras. En cambio podía recordar perfectamente la textura de sus manos o el olor a tabaco en su camisa gastada. Las miles de líneas coloridas en sus palmas terrosas cuando las abría enormes sobre el regazo de ella.
“Por aquí ha caminado un gusano”, solía empezar haciéndola seguir con su dedo pequeño la larga línea que dividía en dos su palma callosa, “ pero al llegar aquí se ha convertido en bella mariposa…” Su índice señalaba entonces sus pechos incipientes y su yema tocaba sutilmente la ropa infantil que se le había tornado de pronto demasiado pequeña para tapar su cuerpo en desarrollo. Ella entonces sonrojaba su rostro de azucena y sonreía tímidamente dejando que el fumara el resto del tabaco con falsa indiferencia.
Podía sentir el calor en sus muslos, cuando se encaramaba en ellos, pidiéndole otro cuento sobre aparecidos. Y en la mecedora de mimbre él se intentaba incorporar para alejarla de su cuerpo, brevemente…inútilmente. Ella ponía entonces la espalda derecha y en un gesto que rayaba en lo engreído se acomodaba el cabello en una larga cola, que perfumaba brevemente el rostro cansino de él, con aroma de lavanda y manzanilla.
Cuénteme otro cuento, parcero- insistía ella mirándolo de reojo, con ensayada mueca infantil. Y el comenzaba a mecer su cuerpo de doncella, inventado uno que otro cuento de final extravagante, sin animarse a echarla fuera del calor de su regazo. Muy cercana su voz a su oído, su barba sin afeitar rozando por momentos su mejilla suave. Una voz grave brotaba desde el entonces, poblando el ambiente tropical de demonios, de brujas y duendes y esa voz de altibajos o susurros, aun ahora parecía al evocarla, acunarla en las noches de insomnio.
Su voz y su olor parecían ser los únicos recuerdos, sus manos firmes aferradas en los brazos de la mecedora. La derecha con el tabaco siempre encendido, la izquierda con las venas palpitando oscuras mientras ella acomodaba su cuerpo al suyo al morir la tarde. Su rostro se volvía continuamente buscando tropezarse con el suyo, su boca cercana a su aliento acre, murmuraba sin parar preguntas como ¿De que están hechas las alas de las mariposas? o ¿Alguna vez te has enamorado? El resoplaba cansado y entre las matas de plátano corría de pronto una gallina ruidosa rompiendo ese silencio intimo que acercaba sus rostros en la espera de una respuesta.
Apoyada en aquella ventana, ella seguía ahora esperando respuestas. ¿Qué había sido de él después de esa última tarde juntos? ¿Podría volver a verla a la cara un día o ambos ya estarían demasiado viejos y curtidos para contarse cuentos? Su rostro se fue pintando de los colores de la tarde que incendiaba ahora los portales de las casas y en sus ojos se pusieron a media asta todas las banderas. Recordó aquella noche sin luna en que su cuerpo tibio busco el suyo a tientas, la falta de sorpresa en sus ojos al mirarla, como si desde hace mucho la estuviera esperando. El calor de su vientre y lo áspero de sus manos callosas rasgando por primera vez su inocencia. Su cuerpo con olor a madera antigua y tabaco. En el silencio roto por cientos de grillos, su voz susurrante diciendo: Pequeña, pequeña…
La noche cayó demasiado rápido llenando de astros aquel atardecer sangrante. Ella, con el rostro húmedo de recuerdos de inocencia, evocó su olor, la textura de su piel, sus historias larguísimas sin final feliz, su cuerpo tibio tumbado sobre el suyo, lo recordó todo con la precision de los enamorados, excepto su nombre o la nitidez de su rostro.
sábado, octubre 22, 2011
viernes, octubre 21, 2011
En el boulevard
Le veo mirarme y me pregunto si será buena idea escribir de nuevo. La cerveza se entibia en el alto vaso que funciona de prisma para filtrar los colores de la tarde y mis dedos cogen un poco de la espuma llevándosela a la boca en el mohín caprichoso que adivino el recordara luego.
Son tan pocas las ocasiones en que me atrevo a ser yo de nuevo que tener un testigo a veces no conviene. ¿Qué haces?- pregunta curioso, mientras yo garabateo cosas en mi mente, la mirada fija en el final de la calle. ¿Hacer?- sonrío, cautelosa. Siento que me ha pillado volando bajo, que ha leído lo que aun no escribo, que pronto hará mas preguntas que no sabré como contestarle.
¿A qué te dedicas?- Agrega, mientras retira el plato vacio. No es inusual que me tutee, si al cabo siempre paso por aquí y pido lo mismo, si me siento y bebo lentamente viendo de vez en cuando el reloj, como si esperara a alguien acaso para no pensar en nada, acaso para no llamar la atención de nadie.
Pienso tantas respuestas, pero he perdido la costumbre de mentir y le digo que escribo. Luego me arrepiento, puesto que siempre preguntan ¿de que escribo, por que escribo o a quien escribo? El me huele la mentira y me dice, Yo también lo hago, con cierto aire petulante que no le había detectado antes, con la barbilla altiva, su mandil impecable, el cabello recortado, el arete brillando en la oreja izquierda.
¿Así?- le digo incrédula y mis ojos se levantan por encima de las gafas. No sé porque me pongo a la defensiva, como si el chico me acabara de golpear a traición con esa frase. Se burla de mí, estoy segura. Apuro el vaso de cerveza en mi garganta cuando él se lanza a contarme su historia, creyendo que de verdad me importa o quizá intuyendo que cada vez que llego a su mesa a mi me sobra el tiempo para oír esas historias.
Una historia que robaré, estoy segura. Su vida ya no será la misma, pienso, ni su nombre, ni su cara. Cada palabra que surge de su boca cobra importancia para mi ahora, me ha atrapado, porque él me habla y yo escribo sobre él, lo ubico en otro plano, lo hago actuar para mi, cobra la vida que no tiene abandonado en ese destino feo de servir platos a los turistas despistados.
Te invito una copa más tarde, como a las diez al salir del trabajo- me dice.
No sabe en lo que se mete, pienso, pero llego a dudar si no seré yo la que ha sido atrapada porque comienza a preguntar cosas pequeñas que yo respondo con frases honestas que no puedo evitar ¿El escribirá sobre mí ahora? ¿Seré yo su personaje raro? El sol cae tibio sobre el blanco tapasol, entibia mi piel y hace visibles las huellas que dejan mis dedos en el vaso vacio. Hay tantos como él, reflexiono mientras me niego a su propuesta. No necesito un solitario mas acompañando mi paso- me repito herida.
Lo prefiero así, inventado, limpiando mi labial del borde de los vasos, escribiendo sin gracia poemas que no enviará. No tengo el valor para una charla completa sobre su vida o la mía, le confieso sonriendo tristemente. Por lo menos esta noche no.
¿Algún otro día?- Me miente guiñando un ojo coquetamente. Si, cualquier otro día- le miento yo.
Son tan pocas las ocasiones en que me atrevo a ser yo de nuevo que tener un testigo a veces no conviene. ¿Qué haces?- pregunta curioso, mientras yo garabateo cosas en mi mente, la mirada fija en el final de la calle. ¿Hacer?- sonrío, cautelosa. Siento que me ha pillado volando bajo, que ha leído lo que aun no escribo, que pronto hará mas preguntas que no sabré como contestarle.
¿A qué te dedicas?- Agrega, mientras retira el plato vacio. No es inusual que me tutee, si al cabo siempre paso por aquí y pido lo mismo, si me siento y bebo lentamente viendo de vez en cuando el reloj, como si esperara a alguien acaso para no pensar en nada, acaso para no llamar la atención de nadie.
Pienso tantas respuestas, pero he perdido la costumbre de mentir y le digo que escribo. Luego me arrepiento, puesto que siempre preguntan ¿de que escribo, por que escribo o a quien escribo? El me huele la mentira y me dice, Yo también lo hago, con cierto aire petulante que no le había detectado antes, con la barbilla altiva, su mandil impecable, el cabello recortado, el arete brillando en la oreja izquierda.
¿Así?- le digo incrédula y mis ojos se levantan por encima de las gafas. No sé porque me pongo a la defensiva, como si el chico me acabara de golpear a traición con esa frase. Se burla de mí, estoy segura. Apuro el vaso de cerveza en mi garganta cuando él se lanza a contarme su historia, creyendo que de verdad me importa o quizá intuyendo que cada vez que llego a su mesa a mi me sobra el tiempo para oír esas historias.
Una historia que robaré, estoy segura. Su vida ya no será la misma, pienso, ni su nombre, ni su cara. Cada palabra que surge de su boca cobra importancia para mi ahora, me ha atrapado, porque él me habla y yo escribo sobre él, lo ubico en otro plano, lo hago actuar para mi, cobra la vida que no tiene abandonado en ese destino feo de servir platos a los turistas despistados.
Te invito una copa más tarde, como a las diez al salir del trabajo- me dice.
No sabe en lo que se mete, pienso, pero llego a dudar si no seré yo la que ha sido atrapada porque comienza a preguntar cosas pequeñas que yo respondo con frases honestas que no puedo evitar ¿El escribirá sobre mí ahora? ¿Seré yo su personaje raro? El sol cae tibio sobre el blanco tapasol, entibia mi piel y hace visibles las huellas que dejan mis dedos en el vaso vacio. Hay tantos como él, reflexiono mientras me niego a su propuesta. No necesito un solitario mas acompañando mi paso- me repito herida.
Lo prefiero así, inventado, limpiando mi labial del borde de los vasos, escribiendo sin gracia poemas que no enviará. No tengo el valor para una charla completa sobre su vida o la mía, le confieso sonriendo tristemente. Por lo menos esta noche no.
¿Algún otro día?- Me miente guiñando un ojo coquetamente. Si, cualquier otro día- le miento yo.
lunes, octubre 17, 2011
Dias Planos
Hay días que no son mejores que otros, simplemente son días que dejo pasar, mientras veo el cielo azul Serrano carente de lluvias muy alto casi inalcanzable. Hay días como esos en que no hay nada mas que hacer excepto pensar y hacerse una que otra pregunta acerca del pasado, pasan entonces frente a mi los rostros, los recuerdos, las risas, los amigos. Lo único que no falta es la música que me acerca a esos recuerdos. Música que corre en mis venas como vectores de lo que fue y ya no será. Camino entonces y si la melancolía no se opone sonrío y quedan latentes las preguntas, el continuo escudriñar de la vida, la ansiedad de saber que ocurrirá luego o como ocurrirá. Camino y es la satisfacción de saber que ningún camino se acaba lo que me empuja a seguir caminando y sonriendo, pues siempre hay algo porque sonreír.
Tengo amigos raros-eso me dicen- y me pregunto entonces ¿Qué es normalidad? Si la naturaleza me pone en caminos raros ¿Por qué debería esperar hallar siempre gente normal? Mi mejor amiga fumaba como si el mundo se fuera a acabar mañana y me contaba sobre su padre drogadicto, sobre su infancia de abusos varios. Ella hablaba conmigo y su vida era color en el paisaje funesto de las personas normales, ella abría su corazón madurado de vida y experiencias varias y mis oídos se abrían grandes como alas de pájaros gigantes y yo volaba con ella a ese pasado en donde no hubo nadie en quien confiar suficiente. Los cigarrillos se acababan en nuestro cenicero y si llorábamos no había nadie más para juzgarnos, tampoco si terminábamos riendo, pues decía ella: Ya pasó, estoy viva y la vida continua.
¬¬¬Hay días que han sido peores que otros, pero no busco a mis amigos para contarle de esos días, a veces no tienes amigos cerca para charlar. A lo mejor y no entiendan o no sepan escuchar. Entonces escribo y hay algunos que leen y otros que contestan. Amigos con los que quisiera compartir cigarrillos, música o caminatas largas, esos son los que abrazo en mis cartas largas y en mis recuerdos. Un día esos amigos estarán cerca y yo contare algún recuerdo entre sonrisas o lágrimas y sabré decir con propiedad: Ya pasó estoy viva y hay que seguir respirando. La música no se detendrá entonces, ni los cielos azules serán más altos que en mis recuerdos. El lugar será preciso y el momento perfecto, como ahora en que te escribo y puedo sentir que el largo y aburrido día poco a poco mejora.
Tengo amigos raros-eso me dicen- y me pregunto entonces ¿Qué es normalidad? Si la naturaleza me pone en caminos raros ¿Por qué debería esperar hallar siempre gente normal? Mi mejor amiga fumaba como si el mundo se fuera a acabar mañana y me contaba sobre su padre drogadicto, sobre su infancia de abusos varios. Ella hablaba conmigo y su vida era color en el paisaje funesto de las personas normales, ella abría su corazón madurado de vida y experiencias varias y mis oídos se abrían grandes como alas de pájaros gigantes y yo volaba con ella a ese pasado en donde no hubo nadie en quien confiar suficiente. Los cigarrillos se acababan en nuestro cenicero y si llorábamos no había nadie más para juzgarnos, tampoco si terminábamos riendo, pues decía ella: Ya pasó, estoy viva y la vida continua.
¬¬¬Hay días que han sido peores que otros, pero no busco a mis amigos para contarle de esos días, a veces no tienes amigos cerca para charlar. A lo mejor y no entiendan o no sepan escuchar. Entonces escribo y hay algunos que leen y otros que contestan. Amigos con los que quisiera compartir cigarrillos, música o caminatas largas, esos son los que abrazo en mis cartas largas y en mis recuerdos. Un día esos amigos estarán cerca y yo contare algún recuerdo entre sonrisas o lágrimas y sabré decir con propiedad: Ya pasó estoy viva y hay que seguir respirando. La música no se detendrá entonces, ni los cielos azules serán más altos que en mis recuerdos. El lugar será preciso y el momento perfecto, como ahora en que te escribo y puedo sentir que el largo y aburrido día poco a poco mejora.
jueves, octubre 13, 2011
De Cafe y Canela
Y entonces fuimos dos. Dos mujeres de piel oscura tomando café con canela en un lugar hecho para blancos. Probablemente las únicas dos que condimentarían una bebida perfecta con polvos de canela para recordar algún pasado mejor.
Yo era joven pero con canas en las sienes y ella doblaba la edad de la menopausia con el cabello perfectamente tenido, con alguna hebra plateada cayendo en un rostro de ojos almendrados y perfectos. Ella era alta, yo pequeña y hablábamos de los hombres como de un animal salvaje al que jamás se le domestica completamente para que duerma a tu lado. Viejas cazadoras jamás nos habíamos acostumbrado sin estar a la sombra de la soledad.
Nuestro humor era acido y la gente alrededor reía con esas ocurrencias que sonaban a falsa inocencia, con ese humor negro. Negro como nuestra piel y nuestros cabellos, atados los de ella, sueltos y aborotados los mios. La gente reia y luego se iba murmurando.
La gente siempre murmura decía ella, sin un apice de malestar en su voz moviendo con un palito metalico el café aun caliente, que acercaba a sus labios de pliegues rugosos y de sonrisa perfecta.
La gente murmura porque no sabe, le decía yo, a que sabe la vida con buen humor, con risas chispeantes, con frases a quemarropa, a que sabe la vida de una mujer a la que no le importan sus murmuraciones. A que sabe el café con una pizca de canela.
Yo era joven pero con canas en las sienes y ella doblaba la edad de la menopausia con el cabello perfectamente tenido, con alguna hebra plateada cayendo en un rostro de ojos almendrados y perfectos. Ella era alta, yo pequeña y hablábamos de los hombres como de un animal salvaje al que jamás se le domestica completamente para que duerma a tu lado. Viejas cazadoras jamás nos habíamos acostumbrado sin estar a la sombra de la soledad.
Nuestro humor era acido y la gente alrededor reía con esas ocurrencias que sonaban a falsa inocencia, con ese humor negro. Negro como nuestra piel y nuestros cabellos, atados los de ella, sueltos y aborotados los mios. La gente reia y luego se iba murmurando.
La gente siempre murmura decía ella, sin un apice de malestar en su voz moviendo con un palito metalico el café aun caliente, que acercaba a sus labios de pliegues rugosos y de sonrisa perfecta.
La gente murmura porque no sabe, le decía yo, a que sabe la vida con buen humor, con risas chispeantes, con frases a quemarropa, a que sabe la vida de una mujer a la que no le importan sus murmuraciones. A que sabe el café con una pizca de canela.
martes, octubre 11, 2011
Comer...y Amar
Han visto esa película Comer Rezar y amar? Bueno al terminar la especialidad yo me dedique a ponerla en práctica…Comer (hasta el hartazgo)…Rezar…bueno, como no sea para que me baje la guata, es algo que usualmente no me apetece…Amar…cri, cri, cri…
Vale amar-se o amar (aunque el susodicho no está cerca?) Vale eso?
Hacer un viaje alrededor del mundo para conseguir lo que no se tiene adentro no vale la pena, pero vaya que he viajado y cada vez me he apartado mas de las ideas aburridas y cotidianas sobre trabajo, hipotecas o jubilación. He olvidado viajando que hay gente con la que no comparto ideas, gente con la que jamás me llevare bien, compañeros de trabajo con el nivel de compresión de lectura de una rana u hombres a los que no quisiera verles la cara de “lo hice bien verdad?” luego de haber mantenido un affaire.
Un día hace algunos años desperté queriendo dejarlo todo atrás, pensando que la vida era insuficiente de la forma en la que la llevaba, entonces hice todos los descalabros que me vinieron en gana, sin testigos o con mucha gente viendo como maduraba mi vida lentamente en el ardor de los otros. Luego volví al camino, pero Dios sabe que el camino es aburridísimo, que hay personas que no hemos nacido para despertar temprano, para seguir reglas, para sonreír siempre o para seguir órdenes, incluso sean estas necesarias de seguir. Y la pase mal, no era el hecho de ser médico o no, era el hecho de estar viviendo la vida dentro de un traje de pino, como si ya estuviera muerta. Entonces desperté y decidí vivir como vivían mis congéneres, trabajar arduamente y descansar cuando hiciera falta siempre precedida de una juerga de por medio. Así nunca pensaba, la vida de parranda pudo haber sido lo mío, el problema es que luego de la resaca de todo lo vivido yo siempre despertaba.
Un día volví a despertar y me di cuenta que otra vez no tenía amigos, que no quería estar obligada a tener amigos solo por circunstancias laborales, por caprichos geográficos o porque no había absolutamente nadie más cerca. Pocos de mis amigos resultaron serlo realmente y ese día asqueada quise romper con todo de nuevo; pero pareció demasiado tarde, ya era uno de ellos otro médico más forjado en serie para pensar como querían que pensara, con sus costumbres e ideas retorcidas. Durante 4 años había dejado de pensar como yo, o de hacer cosas que realmente quería.
Pero había sido la especialidad el único problema? La temporalidad, la geografía, las relaciones, el cambio climático y los cambios hormonales, todo juega en contra cuando sientes que la vida se te está escapando de las manos. Pero vamos, un día desperté y decidí alejarme de todo a como diera lugar. Mi primera opción había sido siempre el salir del país, pero luego pensé que tal vez debería hacer la del avestruz y meterme tierra adentro. Volví a la tierra del Olvido (porque en Perú siempre hay una) con el fin de olvidar el amor (o la promesa de este) luego seguí por ahí y a medida que me alejaba me di cuenta que mientras mas lejos mejor. Pero debía volver a los brazos familiares y volví.
Ahora ya no vivo en la casa que compre y que no habita ni un gato, la cual sigo pagando religiosamente hasta que sobrevenga la crisis. Tampoco con mis padres, pero si muy cerca de ellos. Sigo viviendo sola y por primera vez en siete años he dejado de preguntarme si el tiempo puede volver atrás (porque de cierta manera he querido que eso pase al ) No tengo esperanzas en el futuro ( El 2012 se acaba el mundo y Facebook se acaba en noviembre) pero al menos no me quedare en cama a que la muerte me sorprenda, por lo tanto…Camino. Si camino bastante porque de lo contrario dormiría y luego de un millón de exámenes he resuelto que mi sueño que se puede extender hasta 18 horas diarias si es que nadie me interrumpe, no responde a ninguna causa patológica más que el querer vivir soñando.
Comer, dormir y amar podría ser mejor…O caminar y leer…o escribir y dibujar ( hace meses que no dibujo nada) o bailar y bailar y bailar…En fin, todas son buenas excusas para hacer lo que realmente nos gusta hasta que llegue el momento de partir y que no nos ataje la muerte con deudas pendientes.
Vale amar-se o amar (aunque el susodicho no está cerca?) Vale eso?
Hacer un viaje alrededor del mundo para conseguir lo que no se tiene adentro no vale la pena, pero vaya que he viajado y cada vez me he apartado mas de las ideas aburridas y cotidianas sobre trabajo, hipotecas o jubilación. He olvidado viajando que hay gente con la que no comparto ideas, gente con la que jamás me llevare bien, compañeros de trabajo con el nivel de compresión de lectura de una rana u hombres a los que no quisiera verles la cara de “lo hice bien verdad?” luego de haber mantenido un affaire.
Un día hace algunos años desperté queriendo dejarlo todo atrás, pensando que la vida era insuficiente de la forma en la que la llevaba, entonces hice todos los descalabros que me vinieron en gana, sin testigos o con mucha gente viendo como maduraba mi vida lentamente en el ardor de los otros. Luego volví al camino, pero Dios sabe que el camino es aburridísimo, que hay personas que no hemos nacido para despertar temprano, para seguir reglas, para sonreír siempre o para seguir órdenes, incluso sean estas necesarias de seguir. Y la pase mal, no era el hecho de ser médico o no, era el hecho de estar viviendo la vida dentro de un traje de pino, como si ya estuviera muerta. Entonces desperté y decidí vivir como vivían mis congéneres, trabajar arduamente y descansar cuando hiciera falta siempre precedida de una juerga de por medio. Así nunca pensaba, la vida de parranda pudo haber sido lo mío, el problema es que luego de la resaca de todo lo vivido yo siempre despertaba.
Un día volví a despertar y me di cuenta que otra vez no tenía amigos, que no quería estar obligada a tener amigos solo por circunstancias laborales, por caprichos geográficos o porque no había absolutamente nadie más cerca. Pocos de mis amigos resultaron serlo realmente y ese día asqueada quise romper con todo de nuevo; pero pareció demasiado tarde, ya era uno de ellos otro médico más forjado en serie para pensar como querían que pensara, con sus costumbres e ideas retorcidas. Durante 4 años había dejado de pensar como yo, o de hacer cosas que realmente quería.
Pero había sido la especialidad el único problema? La temporalidad, la geografía, las relaciones, el cambio climático y los cambios hormonales, todo juega en contra cuando sientes que la vida se te está escapando de las manos. Pero vamos, un día desperté y decidí alejarme de todo a como diera lugar. Mi primera opción había sido siempre el salir del país, pero luego pensé que tal vez debería hacer la del avestruz y meterme tierra adentro. Volví a la tierra del Olvido (porque en Perú siempre hay una) con el fin de olvidar el amor (o la promesa de este) luego seguí por ahí y a medida que me alejaba me di cuenta que mientras mas lejos mejor. Pero debía volver a los brazos familiares y volví.
Ahora ya no vivo en la casa que compre y que no habita ni un gato, la cual sigo pagando religiosamente hasta que sobrevenga la crisis. Tampoco con mis padres, pero si muy cerca de ellos. Sigo viviendo sola y por primera vez en siete años he dejado de preguntarme si el tiempo puede volver atrás (porque de cierta manera he querido que eso pase al ) No tengo esperanzas en el futuro ( El 2012 se acaba el mundo y Facebook se acaba en noviembre) pero al menos no me quedare en cama a que la muerte me sorprenda, por lo tanto…Camino. Si camino bastante porque de lo contrario dormiría y luego de un millón de exámenes he resuelto que mi sueño que se puede extender hasta 18 horas diarias si es que nadie me interrumpe, no responde a ninguna causa patológica más que el querer vivir soñando.
Comer, dormir y amar podría ser mejor…O caminar y leer…o escribir y dibujar ( hace meses que no dibujo nada) o bailar y bailar y bailar…En fin, todas son buenas excusas para hacer lo que realmente nos gusta hasta que llegue el momento de partir y que no nos ataje la muerte con deudas pendientes.
lunes, octubre 10, 2011
Podria ser peor
Podria ser peor...podria ser como hace algunos meses que no se me ocurria nada que escribir...O como esa manana que al despertar supe que queria alejarme de todo y de todos...Digo, podria ser peor, porque entonces ni siquiera intentaria acercamiento alguno, simplemente me iria y cerraria todo. Dejaria todo cerrado para que nadie entre, como mi casa, el corazon o mi cama (que diferencia hay entre estos espacios?)
Me refiero a que podria ser peor, porque vamos, siempre puede serlo...Siempre siempre hay una peor noticia para la que no estabas preparado
Me refiero a que podria ser peor, porque vamos, siempre puede serlo...Siempre siempre hay una peor noticia para la que no estabas preparado
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