Me pregunto cuanto tiempo mas tengo que esperar?
De Paranoia, Soledad, Amor y otras cosas que perfuman a la mujer hasta hacerla apetecible, abominable y unica....por suerte.
sábado, diciembre 10, 2011
jueves, diciembre 01, 2011
La voz que se escribe
Me gusta el cine, pero más la música que utilizan para las películas.
Así iba a empezar mi carta. Confesaría luego que en lugar de tener como hobbie escribir, hubiera preferido afilar mi aptitud creativa hacia el cine y no me refiero a la dirección, sino a cualquier cosa que tuviera que ver con crear historias, desde los diálogos hasta la escenografía. Empezaría mi carta así, me dije, pero en lo absurdo de mi mente ese párrafo no llego a terminarse. Una tormenta eléctrica de cientos de pensamientos vino a borrar esa carta como todo lo que diría luego.
Pocos días después de eso hallar a Juan J. Millas me hizo divagar de nuevo. !Cuanto me gustaba ese autor! hallar un libro suyo en un estante era como tener de regalo una puerta a pensamientos bizarros y reflexiones entre profundas y cómicas de lo que es el mundo. Si había ido hasta Aracataca tras la huella de GGM, llegaría yo un día a Valencia? ¿Y si lo viera, tal como en ese pasaje suyo de la firma de autógrafos, no se cambiarían los papeles y seria yo y no él quien saliera corriendo a llorar de solo comprobar que la fea realidad siempre termina usurpando la candidez de los recuerdos?
Cuando empecé a escribir usaba un lápiz. Para poder escribir a la velocidad que se me ocurrían las cosas mi viejo me recomendó el uso de la máquina de escribir usando los 10 dedos. !Que sacrificio fue aprender en esa máquina antigua cuyas teclas eran duras y en las que mi quinto dedo se luxaba cada vez que intentaba alcanzar los extremos! Cuando pensé en abandonar su consejo, el destino y la escuelita estatal se confabularían para que tuviera que remolcar esa pesada maquina dos veces a la semana en el estúpido curso de mecanografía. Mala experiencia esa. Siempre habría un profesor diciendo mi apellido en voz alta buscando humillarme y así de alguna forma castigar en mi lo que no pudieron con él.
Me pregunto si mi viejo sabe realmente cuán difícil fue ser su hija? La adolescencia, los profesores, los chicos de la escuela que no sabían quién era él pero hacían rodar una leyenda que se agrandaba y agrandaba y me dejaba a mi pequeñita bajo la sombra de su apellido. ¿No les afectó la vida a mis hermanas o es que ellas supieron vivir con un perfil bajo? Un perfil de chica correcta, salidas de un colegio de monjas al que yo no habría ingresado ni aunque los camellos pasaran por el ojo de una aguja.
Yo no soy atea, pero me cuesta tener fe. Esa obediencia ciega, que le llaman y que me anima a querer rebelarme contra todo, que me impide tener buenas relaciones con mis superiores ocasionales, o que hace brotar mi risa cuando alguien menciona una entidad superior como la culpable de lo que le pase en el futuro. Con esa mentalidad ¿cómo sería posible cambiar el mundo? Si el destino o Dios es quien rige el curso de los acontecimientos ¿Cómo tener el valor para querer cambiar las cosas o aceptar que las cosas pueden llegar a ser diferentes?
Es que es tan difícil hallar gente que lea- me dijo R. a mi regreso de conocer el Magdalena- y a mí un chispazo de rabia me hizo responderle que tal vez había conocido a poca gente en este viaje. Cuando se vive para trabajar y ganar dinero quedan pocos momentos para soñar o querer leer algo más- sostuve. No me refiero solo a Colombia o Perú, me dijo con tristeza, en el mundo queda tan poca gente que lee.
Pienso, tontamente, que tal vez no sea eso, quiza es solo que la la gente lee y se encierra en si misma, no comparte ni quiere compartir nada de lo que sabe. Las charlas se suceden así, vanas, aburridas, hacia caminos sin salida, con explosiones de violencia innecesarias o un humor tonto, que hace reír sin ganas. La voz detrás de los escritos, no se refleja en la voz coloquial y se van perdiendo oportunidades de conocimiento, esa rara oportunidad de abrir esas puertas que llevamos las personas con nosotros, hacia universos vastos, extraños, tan increíblemente humanos.
Así iba a empezar mi carta. Confesaría luego que en lugar de tener como hobbie escribir, hubiera preferido afilar mi aptitud creativa hacia el cine y no me refiero a la dirección, sino a cualquier cosa que tuviera que ver con crear historias, desde los diálogos hasta la escenografía. Empezaría mi carta así, me dije, pero en lo absurdo de mi mente ese párrafo no llego a terminarse. Una tormenta eléctrica de cientos de pensamientos vino a borrar esa carta como todo lo que diría luego.
Pocos días después de eso hallar a Juan J. Millas me hizo divagar de nuevo. !Cuanto me gustaba ese autor! hallar un libro suyo en un estante era como tener de regalo una puerta a pensamientos bizarros y reflexiones entre profundas y cómicas de lo que es el mundo. Si había ido hasta Aracataca tras la huella de GGM, llegaría yo un día a Valencia? ¿Y si lo viera, tal como en ese pasaje suyo de la firma de autógrafos, no se cambiarían los papeles y seria yo y no él quien saliera corriendo a llorar de solo comprobar que la fea realidad siempre termina usurpando la candidez de los recuerdos?
Cuando empecé a escribir usaba un lápiz. Para poder escribir a la velocidad que se me ocurrían las cosas mi viejo me recomendó el uso de la máquina de escribir usando los 10 dedos. !Que sacrificio fue aprender en esa máquina antigua cuyas teclas eran duras y en las que mi quinto dedo se luxaba cada vez que intentaba alcanzar los extremos! Cuando pensé en abandonar su consejo, el destino y la escuelita estatal se confabularían para que tuviera que remolcar esa pesada maquina dos veces a la semana en el estúpido curso de mecanografía. Mala experiencia esa. Siempre habría un profesor diciendo mi apellido en voz alta buscando humillarme y así de alguna forma castigar en mi lo que no pudieron con él.
Me pregunto si mi viejo sabe realmente cuán difícil fue ser su hija? La adolescencia, los profesores, los chicos de la escuela que no sabían quién era él pero hacían rodar una leyenda que se agrandaba y agrandaba y me dejaba a mi pequeñita bajo la sombra de su apellido. ¿No les afectó la vida a mis hermanas o es que ellas supieron vivir con un perfil bajo? Un perfil de chica correcta, salidas de un colegio de monjas al que yo no habría ingresado ni aunque los camellos pasaran por el ojo de una aguja.
Yo no soy atea, pero me cuesta tener fe. Esa obediencia ciega, que le llaman y que me anima a querer rebelarme contra todo, que me impide tener buenas relaciones con mis superiores ocasionales, o que hace brotar mi risa cuando alguien menciona una entidad superior como la culpable de lo que le pase en el futuro. Con esa mentalidad ¿cómo sería posible cambiar el mundo? Si el destino o Dios es quien rige el curso de los acontecimientos ¿Cómo tener el valor para querer cambiar las cosas o aceptar que las cosas pueden llegar a ser diferentes?
Es que es tan difícil hallar gente que lea- me dijo R. a mi regreso de conocer el Magdalena- y a mí un chispazo de rabia me hizo responderle que tal vez había conocido a poca gente en este viaje. Cuando se vive para trabajar y ganar dinero quedan pocos momentos para soñar o querer leer algo más- sostuve. No me refiero solo a Colombia o Perú, me dijo con tristeza, en el mundo queda tan poca gente que lee.
Pienso, tontamente, que tal vez no sea eso, quiza es solo que la la gente lee y se encierra en si misma, no comparte ni quiere compartir nada de lo que sabe. Las charlas se suceden así, vanas, aburridas, hacia caminos sin salida, con explosiones de violencia innecesarias o un humor tonto, que hace reír sin ganas. La voz detrás de los escritos, no se refleja en la voz coloquial y se van perdiendo oportunidades de conocimiento, esa rara oportunidad de abrir esas puertas que llevamos las personas con nosotros, hacia universos vastos, extraños, tan increíblemente humanos.
miércoles, noviembre 16, 2011
El Color de la Pasión
No recordaba la última vez que me sentí contenta hasta que comencé a coser ese disfraz. Hace mucho que no creaba, ni me quitaba el sueño nada. Incluso escribir había perdido su encanto, los pocos cuentos que había escrito en estos meses habían sido a pedido de un par de amigos que aun a pesar de la distancia seguían leyéndome y de cierta forma extrañándome. Pero mi escritura no era más que pan con queso, algo que sacia el hambre del pasante momentáneamente, nada espectacular. En estos últimos años, todo me había llevado a concluir que no habría nada más que dar. No soñaba, no pensaba, no creaba historias y si lo hacía eran mediocres, para lectores y escritores aficionados que soltaban bombardas si un cuento les gustaba. Lo mío era pan con queso (a veces ponía diferentes tipos de queso) pero jamás seria el sándwich favorito, el especial que sacia, encanta y hace que vuelvas a pedir maravillado, aquel sabor unico.
Definitivamente escribir había perdido su encanto y no volvería por esa senda nunca más. Pero crear, volver a crear algo me llenaba de emoción, incluso un simple disfraz que a nadie importaría. Era difícil creer que me sintiera feliz de solo entrar a la tienda de telas y comenzar a elegir las telas, las cintas, los encajes o los botones…Era niña de nuevo, la olvidada diseñadora de muñecas de la que había escrito un día…
Recordé entonces lo serena que me ponía de chica hacer bocetos o dibujar siluetas y combinar colores, antes que llegara a mi vida laboral y los rostros de aspecto manga acapararan mi atención y me hicieran dibujar solo caras despeinadas en cualquier hoja que se posara en mis manos. Aquellos rostros tristes, de los que la gente se burlaba siempre.
Si no hubieran sido esos rostros que dibujaba descuidadamente durante la visita médica o la cháchara inútil de los médicos de la unidad, tal vez habría perecido como ellos y perdido asi la poca humanidad que me quedaba, mi mundo interno en donde aun habitaban restos de fantasia e ingenuidad.
Siempre hablo de mis últimos años de especialidad como una experiencia mala y embrutecedora para mi mundo interno. Amén de las cosas que ya he contado, jamás había tomado en cuenta lo traumático que podía ser que alguien te prohibiera el color en el atuendo. Una prohibición estúpida y que por su estupidez enervaba mas ¿Qué de subversivo podía tener usar un scrub de color en el trabajo? ¿Qué mente retrograda podía prohibir el uso de color? Volvia a vivir en Pleaseantville (dime que viste esa pelicula para no sentirme tan sola...)
No había tomado en cuenta la importancia del color en la ropa diaria hasta que leí sobre Gauguin y ese texto maravilloso, que también a él le cambiaria la vida, “el color como expresión de la sensibilidad, las creencias y las fantasías humanas”. No era algo castrante no poder usar colores? Se debía usar el color según las urgencias íntimas…claro, ahora lo entendía. Entendía que la viva expresión de mi timidez e inseguridad era lo clásico y predecible en el color o la combinación de mis atuendos. ¿No había yo virado a lo monocromático o al seguro blanco y negro cuando volví a ver a CF? No deseaba que me volviera a ver inadecuadamente vestida. Durante años había intentado complacer a todos de esa forma, no mas de 3 colores en el atuendo. Mejor si la composición de colores era en tono decreciente.
La vida interna de las personas se refleja en su apariencia externa, en la elección de los ropajes que cubran ese pobre cuerpo. El color y el diseño que llevan encima es lo que inconscientemente quieren que vean de ellas. La mayoría esperamos que no vean nada. Permanecer ocultas. Pero el diseño está en todo, dirige la vida del ser humano, aunque este no esté plenamente consciente de esto. ¿No lo había dicho ya el finado Steve Jobs? ¿No había sido ese el secreto de su éxito?
Tal vez era el momento de atreverse, pero eso no se limitaba solo a volver a usar color. Era atreverse con la ropa, a crear ese tipo de ropa tal como se anima uno a reinventarse el ego destruido por una sociedad pacata y gris.
Desde lo ocurrido aquella mañana con la Niña Lorena, mi visión del mundo había cambiado para mal. Los ojos hacia adentro, buscar no figurar, no llamar mucho la atención, aunque eso algunas veces fuera imposible. Mi instinto era resaltar y mi continua culpa hacerlo. Mi penitencia obviamente, seria ocultarme, desaparecer en el mar de rostros, buscar un seudónimo, que jamás se supiera que yo podía hacer algo que no fuera lo que todo el mundo hacia. Diluirme en la masa. Volverme gris o de un color neutro que se reflejaría en adelante en todos mis atuendos.
Es interesante como en una sola noche pueden concatenarse Gauguin, Steve Jobs y mi afición por el manga. Como de pronto siento que no había ningún pecado en esa casi obsesión que tenia de mas chica de dibujar cuerpos de mujeres desnudas, de siempre buscar la belleza incluso en donde era difícil encontrarla. El cuerpo humano siempre será para mi objeto de contemplación ¿será por eso que siempre me agrado mas el curso de anatomía a pesar de lo pesado que era? ¿Por aquellos dibujos del cuerpo en movimiento? Un cuerpo que yo ahora quería vestir y crear para él, atuendos para lucirlo o cubrirlo según la ocasión.
Entiendo por un momento la relación entre el color y el sexo. Ese tema recurrente en mí. ¿No es el sexo la pulsión de la creación? Recuerdo aquella tarde en la facultad en que el doctor-erótico interrumpió su clase de dermatología, al verme llegar para clavarme los ojos y hablar del color. “Yo tengo un auto rojo- empezó -no lo tendría si no quisiera ser visto…pasa lo mismo con las mujeres, siempre quieren ser vistas por eso se exponen, ellas se exponen siempre…” luego siguió hablando del cáncer de piel, sin que nadie entendiera nada. Yo ese día había llegado tarde y con una blusa roja y me comencé a escurrir en la banca tratando de desaparecer. Siempre desaparecer.
Cada vez admiro más la pintura de Gauguin y me entiendo más yo misma. A ratos me diluyo, me desenfoco y me desespera no poder unir todos los puntos del diseño que es mi vida, yo sola.
Debería seguir mi instinto, lo sé, pero vivir tan cómodamente y de forma tan ordinaria me ha hecho perder los puntos de reparo y me ha atrofiado esa pulsión vital: La pasión. Reinventarse cada día, para no caer en el tedio y la rutina, es una labor tan arriesgada que con frecuencia prefiero postergarla y vivir como un zombi, sin interés de ninguna especie por el futuro y así evitarme esa ansiedad de no saber qué camino tomar.
Aunque…Parece que el camino correcto hacia la satisfacción personal fuera volviendo a hacer aquello que nos hace felices, no? Aquello que nos hace sentir plenos, que nos hace latir el pecho mientras lo hacemos. Que nos quita la respiración, que nos remueve el sueño. Estoy tan cerca de saber qué es lo que necesito, pero tengo miedo a admitirlo.
A admitir que Vivir con pasión…tal vez sea la única respuesta.
Y ahora dime si lo sabes... Con que rayos se come eso??
.
.
.
http://yanohaymasruido.blogspot.com/2006/08/la-diseadora-para-muecas.html
http://yanohaymasruido.blogspot.com/2006/12/la-nia-lorena.html
Definitivamente escribir había perdido su encanto y no volvería por esa senda nunca más. Pero crear, volver a crear algo me llenaba de emoción, incluso un simple disfraz que a nadie importaría. Era difícil creer que me sintiera feliz de solo entrar a la tienda de telas y comenzar a elegir las telas, las cintas, los encajes o los botones…Era niña de nuevo, la olvidada diseñadora de muñecas de la que había escrito un día…
Recordé entonces lo serena que me ponía de chica hacer bocetos o dibujar siluetas y combinar colores, antes que llegara a mi vida laboral y los rostros de aspecto manga acapararan mi atención y me hicieran dibujar solo caras despeinadas en cualquier hoja que se posara en mis manos. Aquellos rostros tristes, de los que la gente se burlaba siempre.
Si no hubieran sido esos rostros que dibujaba descuidadamente durante la visita médica o la cháchara inútil de los médicos de la unidad, tal vez habría perecido como ellos y perdido asi la poca humanidad que me quedaba, mi mundo interno en donde aun habitaban restos de fantasia e ingenuidad.
Siempre hablo de mis últimos años de especialidad como una experiencia mala y embrutecedora para mi mundo interno. Amén de las cosas que ya he contado, jamás había tomado en cuenta lo traumático que podía ser que alguien te prohibiera el color en el atuendo. Una prohibición estúpida y que por su estupidez enervaba mas ¿Qué de subversivo podía tener usar un scrub de color en el trabajo? ¿Qué mente retrograda podía prohibir el uso de color? Volvia a vivir en Pleaseantville (dime que viste esa pelicula para no sentirme tan sola...)
No había tomado en cuenta la importancia del color en la ropa diaria hasta que leí sobre Gauguin y ese texto maravilloso, que también a él le cambiaria la vida, “el color como expresión de la sensibilidad, las creencias y las fantasías humanas”. No era algo castrante no poder usar colores? Se debía usar el color según las urgencias íntimas…claro, ahora lo entendía. Entendía que la viva expresión de mi timidez e inseguridad era lo clásico y predecible en el color o la combinación de mis atuendos. ¿No había yo virado a lo monocromático o al seguro blanco y negro cuando volví a ver a CF? No deseaba que me volviera a ver inadecuadamente vestida. Durante años había intentado complacer a todos de esa forma, no mas de 3 colores en el atuendo. Mejor si la composición de colores era en tono decreciente.
La vida interna de las personas se refleja en su apariencia externa, en la elección de los ropajes que cubran ese pobre cuerpo. El color y el diseño que llevan encima es lo que inconscientemente quieren que vean de ellas. La mayoría esperamos que no vean nada. Permanecer ocultas. Pero el diseño está en todo, dirige la vida del ser humano, aunque este no esté plenamente consciente de esto. ¿No lo había dicho ya el finado Steve Jobs? ¿No había sido ese el secreto de su éxito?
Tal vez era el momento de atreverse, pero eso no se limitaba solo a volver a usar color. Era atreverse con la ropa, a crear ese tipo de ropa tal como se anima uno a reinventarse el ego destruido por una sociedad pacata y gris.
Desde lo ocurrido aquella mañana con la Niña Lorena, mi visión del mundo había cambiado para mal. Los ojos hacia adentro, buscar no figurar, no llamar mucho la atención, aunque eso algunas veces fuera imposible. Mi instinto era resaltar y mi continua culpa hacerlo. Mi penitencia obviamente, seria ocultarme, desaparecer en el mar de rostros, buscar un seudónimo, que jamás se supiera que yo podía hacer algo que no fuera lo que todo el mundo hacia. Diluirme en la masa. Volverme gris o de un color neutro que se reflejaría en adelante en todos mis atuendos.
Es interesante como en una sola noche pueden concatenarse Gauguin, Steve Jobs y mi afición por el manga. Como de pronto siento que no había ningún pecado en esa casi obsesión que tenia de mas chica de dibujar cuerpos de mujeres desnudas, de siempre buscar la belleza incluso en donde era difícil encontrarla. El cuerpo humano siempre será para mi objeto de contemplación ¿será por eso que siempre me agrado mas el curso de anatomía a pesar de lo pesado que era? ¿Por aquellos dibujos del cuerpo en movimiento? Un cuerpo que yo ahora quería vestir y crear para él, atuendos para lucirlo o cubrirlo según la ocasión.
Entiendo por un momento la relación entre el color y el sexo. Ese tema recurrente en mí. ¿No es el sexo la pulsión de la creación? Recuerdo aquella tarde en la facultad en que el doctor-erótico interrumpió su clase de dermatología, al verme llegar para clavarme los ojos y hablar del color. “Yo tengo un auto rojo- empezó -no lo tendría si no quisiera ser visto…pasa lo mismo con las mujeres, siempre quieren ser vistas por eso se exponen, ellas se exponen siempre…” luego siguió hablando del cáncer de piel, sin que nadie entendiera nada. Yo ese día había llegado tarde y con una blusa roja y me comencé a escurrir en la banca tratando de desaparecer. Siempre desaparecer.
Cada vez admiro más la pintura de Gauguin y me entiendo más yo misma. A ratos me diluyo, me desenfoco y me desespera no poder unir todos los puntos del diseño que es mi vida, yo sola.
Debería seguir mi instinto, lo sé, pero vivir tan cómodamente y de forma tan ordinaria me ha hecho perder los puntos de reparo y me ha atrofiado esa pulsión vital: La pasión. Reinventarse cada día, para no caer en el tedio y la rutina, es una labor tan arriesgada que con frecuencia prefiero postergarla y vivir como un zombi, sin interés de ninguna especie por el futuro y así evitarme esa ansiedad de no saber qué camino tomar.
Aunque…Parece que el camino correcto hacia la satisfacción personal fuera volviendo a hacer aquello que nos hace felices, no? Aquello que nos hace sentir plenos, que nos hace latir el pecho mientras lo hacemos. Que nos quita la respiración, que nos remueve el sueño. Estoy tan cerca de saber qué es lo que necesito, pero tengo miedo a admitirlo.
A admitir que Vivir con pasión…tal vez sea la única respuesta.
Y ahora dime si lo sabes... Con que rayos se come eso??
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http://yanohaymasruido.blogspot.com/2006/08/la-diseadora-para-muecas.html
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miércoles, octubre 26, 2011
"La Pequeña"
Ella se acodó en el alfeizar de la ventana a esperar su regreso. Los cabellos sueltos y desordenados, la camisa amplia que se transparentaba contra sus pechos con la fresca brisa de la tarde, su boca mojada de sabor a mango y aquella mirada dubitativa que siempre hacia pensar que no estaba en ninguna parte que no fuera en torno a sus recuerdos.
Dos pisos más abajo la ciudad aun no había despertado del letargo de la tarde. Contra los balcones de madera aun se zarandeaban las banderas con los tres colores de la independencia. Las casas de paredes de cal, formaban una hilera continua que bordeaba un camino de tierra roja apisotonada por cientos de huellas descalzas rumbo a los campos de café. ¿Qué huella sería la de él? - se preguntó con un mohín de nostalgia. Su rostro de líneas suaves se acunó entre las manos que antes habían tocado sus viejas manos. Esas rudas y tostadas manos que acariciaban su pelo al terminar la tarde.
Así lo recordaba ella tremendamente viejo y cansado, su rostro se perdía ahora entre miles de rostros parecidos en su memoria. Rostros quemados por el calor del campo o surcados por arrugas prematuras. En cambio podía recordar perfectamente la textura de sus manos o el olor a tabaco en su camisa gastada. Las miles de líneas coloridas en sus palmas terrosas cuando las abría enormes sobre el regazo de ella.
“Por aquí ha caminado un gusano”, solía empezar haciéndola seguir con su dedo pequeño la larga línea que dividía en dos su palma callosa, “ pero al llegar aquí se ha convertido en bella mariposa…” Su índice señalaba entonces sus pechos incipientes y su yema tocaba sutilmente la ropa infantil que se le había tornado de pronto demasiado pequeña para tapar su cuerpo en desarrollo. Ella entonces sonrojaba su rostro de azucena y sonreía tímidamente dejando que el fumara el resto del tabaco con falsa indiferencia.
Podía sentir el calor en sus muslos, cuando se encaramaba en ellos, pidiéndole otro cuento sobre aparecidos. Y en la mecedora de mimbre él se intentaba incorporar para alejarla de su cuerpo, brevemente…inútilmente. Ella ponía entonces la espalda derecha y en un gesto que rayaba en lo engreído se acomodaba el cabello en una larga cola, que perfumaba brevemente el rostro cansino de él, con aroma de lavanda y manzanilla.
Cuénteme otro cuento, parcero- insistía ella mirándolo de reojo, con ensayada mueca infantil. Y el comenzaba a mecer su cuerpo de doncella, inventado uno que otro cuento de final extravagante, sin animarse a echarla fuera del calor de su regazo. Muy cercana su voz a su oído, su barba sin afeitar rozando por momentos su mejilla suave. Una voz grave brotaba desde el entonces, poblando el ambiente tropical de demonios, de brujas y duendes y esa voz de altibajos o susurros, aun ahora parecía al evocarla, acunarla en las noches de insomnio.
Su voz y su olor parecían ser los únicos recuerdos, sus manos firmes aferradas en los brazos de la mecedora. La derecha con el tabaco siempre encendido, la izquierda con las venas palpitando oscuras mientras ella acomodaba su cuerpo al suyo al morir la tarde. Su rostro se volvía continuamente buscando tropezarse con el suyo, su boca cercana a su aliento acre, murmuraba sin parar preguntas como ¿De que están hechas las alas de las mariposas? o ¿Alguna vez te has enamorado? El resoplaba cansado y entre las matas de plátano corría de pronto una gallina ruidosa rompiendo ese silencio intimo que acercaba sus rostros en la espera de una respuesta.
Apoyada en aquella ventana, ella seguía ahora esperando respuestas. ¿Qué había sido de él después de esa última tarde juntos? ¿Podría volver a verla a la cara un día o ambos ya estarían demasiado viejos y curtidos para contarse cuentos? Su rostro se fue pintando de los colores de la tarde que incendiaba ahora los portales de las casas y en sus ojos se pusieron a media asta todas las banderas. Recordó aquella noche sin luna en que su cuerpo tibio busco el suyo a tientas, la falta de sorpresa en sus ojos al mirarla, como si desde hace mucho la estuviera esperando. El calor de su vientre y lo áspero de sus manos callosas rasgando por primera vez su inocencia. Su cuerpo con olor a madera antigua y tabaco. En el silencio roto por cientos de grillos, su voz susurrante diciendo: Pequeña, pequeña…
La noche cayó demasiado rápido llenando de astros aquel atardecer sangrante. Ella, con el rostro húmedo de recuerdos de inocencia, evocó su olor, la textura de su piel, sus historias larguísimas sin final feliz, su cuerpo tibio tumbado sobre el suyo, lo recordó todo con la precision de los enamorados, excepto su nombre o la nitidez de su rostro.
Dos pisos más abajo la ciudad aun no había despertado del letargo de la tarde. Contra los balcones de madera aun se zarandeaban las banderas con los tres colores de la independencia. Las casas de paredes de cal, formaban una hilera continua que bordeaba un camino de tierra roja apisotonada por cientos de huellas descalzas rumbo a los campos de café. ¿Qué huella sería la de él? - se preguntó con un mohín de nostalgia. Su rostro de líneas suaves se acunó entre las manos que antes habían tocado sus viejas manos. Esas rudas y tostadas manos que acariciaban su pelo al terminar la tarde.
Así lo recordaba ella tremendamente viejo y cansado, su rostro se perdía ahora entre miles de rostros parecidos en su memoria. Rostros quemados por el calor del campo o surcados por arrugas prematuras. En cambio podía recordar perfectamente la textura de sus manos o el olor a tabaco en su camisa gastada. Las miles de líneas coloridas en sus palmas terrosas cuando las abría enormes sobre el regazo de ella.
“Por aquí ha caminado un gusano”, solía empezar haciéndola seguir con su dedo pequeño la larga línea que dividía en dos su palma callosa, “ pero al llegar aquí se ha convertido en bella mariposa…” Su índice señalaba entonces sus pechos incipientes y su yema tocaba sutilmente la ropa infantil que se le había tornado de pronto demasiado pequeña para tapar su cuerpo en desarrollo. Ella entonces sonrojaba su rostro de azucena y sonreía tímidamente dejando que el fumara el resto del tabaco con falsa indiferencia.
Podía sentir el calor en sus muslos, cuando se encaramaba en ellos, pidiéndole otro cuento sobre aparecidos. Y en la mecedora de mimbre él se intentaba incorporar para alejarla de su cuerpo, brevemente…inútilmente. Ella ponía entonces la espalda derecha y en un gesto que rayaba en lo engreído se acomodaba el cabello en una larga cola, que perfumaba brevemente el rostro cansino de él, con aroma de lavanda y manzanilla.
Cuénteme otro cuento, parcero- insistía ella mirándolo de reojo, con ensayada mueca infantil. Y el comenzaba a mecer su cuerpo de doncella, inventado uno que otro cuento de final extravagante, sin animarse a echarla fuera del calor de su regazo. Muy cercana su voz a su oído, su barba sin afeitar rozando por momentos su mejilla suave. Una voz grave brotaba desde el entonces, poblando el ambiente tropical de demonios, de brujas y duendes y esa voz de altibajos o susurros, aun ahora parecía al evocarla, acunarla en las noches de insomnio.
Su voz y su olor parecían ser los únicos recuerdos, sus manos firmes aferradas en los brazos de la mecedora. La derecha con el tabaco siempre encendido, la izquierda con las venas palpitando oscuras mientras ella acomodaba su cuerpo al suyo al morir la tarde. Su rostro se volvía continuamente buscando tropezarse con el suyo, su boca cercana a su aliento acre, murmuraba sin parar preguntas como ¿De que están hechas las alas de las mariposas? o ¿Alguna vez te has enamorado? El resoplaba cansado y entre las matas de plátano corría de pronto una gallina ruidosa rompiendo ese silencio intimo que acercaba sus rostros en la espera de una respuesta.
Apoyada en aquella ventana, ella seguía ahora esperando respuestas. ¿Qué había sido de él después de esa última tarde juntos? ¿Podría volver a verla a la cara un día o ambos ya estarían demasiado viejos y curtidos para contarse cuentos? Su rostro se fue pintando de los colores de la tarde que incendiaba ahora los portales de las casas y en sus ojos se pusieron a media asta todas las banderas. Recordó aquella noche sin luna en que su cuerpo tibio busco el suyo a tientas, la falta de sorpresa en sus ojos al mirarla, como si desde hace mucho la estuviera esperando. El calor de su vientre y lo áspero de sus manos callosas rasgando por primera vez su inocencia. Su cuerpo con olor a madera antigua y tabaco. En el silencio roto por cientos de grillos, su voz susurrante diciendo: Pequeña, pequeña…
La noche cayó demasiado rápido llenando de astros aquel atardecer sangrante. Ella, con el rostro húmedo de recuerdos de inocencia, evocó su olor, la textura de su piel, sus historias larguísimas sin final feliz, su cuerpo tibio tumbado sobre el suyo, lo recordó todo con la precision de los enamorados, excepto su nombre o la nitidez de su rostro.
sábado, octubre 22, 2011
viernes, octubre 21, 2011
En el boulevard
Le veo mirarme y me pregunto si será buena idea escribir de nuevo. La cerveza se entibia en el alto vaso que funciona de prisma para filtrar los colores de la tarde y mis dedos cogen un poco de la espuma llevándosela a la boca en el mohín caprichoso que adivino el recordara luego.
Son tan pocas las ocasiones en que me atrevo a ser yo de nuevo que tener un testigo a veces no conviene. ¿Qué haces?- pregunta curioso, mientras yo garabateo cosas en mi mente, la mirada fija en el final de la calle. ¿Hacer?- sonrío, cautelosa. Siento que me ha pillado volando bajo, que ha leído lo que aun no escribo, que pronto hará mas preguntas que no sabré como contestarle.
¿A qué te dedicas?- Agrega, mientras retira el plato vacio. No es inusual que me tutee, si al cabo siempre paso por aquí y pido lo mismo, si me siento y bebo lentamente viendo de vez en cuando el reloj, como si esperara a alguien acaso para no pensar en nada, acaso para no llamar la atención de nadie.
Pienso tantas respuestas, pero he perdido la costumbre de mentir y le digo que escribo. Luego me arrepiento, puesto que siempre preguntan ¿de que escribo, por que escribo o a quien escribo? El me huele la mentira y me dice, Yo también lo hago, con cierto aire petulante que no le había detectado antes, con la barbilla altiva, su mandil impecable, el cabello recortado, el arete brillando en la oreja izquierda.
¿Así?- le digo incrédula y mis ojos se levantan por encima de las gafas. No sé porque me pongo a la defensiva, como si el chico me acabara de golpear a traición con esa frase. Se burla de mí, estoy segura. Apuro el vaso de cerveza en mi garganta cuando él se lanza a contarme su historia, creyendo que de verdad me importa o quizá intuyendo que cada vez que llego a su mesa a mi me sobra el tiempo para oír esas historias.
Una historia que robaré, estoy segura. Su vida ya no será la misma, pienso, ni su nombre, ni su cara. Cada palabra que surge de su boca cobra importancia para mi ahora, me ha atrapado, porque él me habla y yo escribo sobre él, lo ubico en otro plano, lo hago actuar para mi, cobra la vida que no tiene abandonado en ese destino feo de servir platos a los turistas despistados.
Te invito una copa más tarde, como a las diez al salir del trabajo- me dice.
No sabe en lo que se mete, pienso, pero llego a dudar si no seré yo la que ha sido atrapada porque comienza a preguntar cosas pequeñas que yo respondo con frases honestas que no puedo evitar ¿El escribirá sobre mí ahora? ¿Seré yo su personaje raro? El sol cae tibio sobre el blanco tapasol, entibia mi piel y hace visibles las huellas que dejan mis dedos en el vaso vacio. Hay tantos como él, reflexiono mientras me niego a su propuesta. No necesito un solitario mas acompañando mi paso- me repito herida.
Lo prefiero así, inventado, limpiando mi labial del borde de los vasos, escribiendo sin gracia poemas que no enviará. No tengo el valor para una charla completa sobre su vida o la mía, le confieso sonriendo tristemente. Por lo menos esta noche no.
¿Algún otro día?- Me miente guiñando un ojo coquetamente. Si, cualquier otro día- le miento yo.
Son tan pocas las ocasiones en que me atrevo a ser yo de nuevo que tener un testigo a veces no conviene. ¿Qué haces?- pregunta curioso, mientras yo garabateo cosas en mi mente, la mirada fija en el final de la calle. ¿Hacer?- sonrío, cautelosa. Siento que me ha pillado volando bajo, que ha leído lo que aun no escribo, que pronto hará mas preguntas que no sabré como contestarle.
¿A qué te dedicas?- Agrega, mientras retira el plato vacio. No es inusual que me tutee, si al cabo siempre paso por aquí y pido lo mismo, si me siento y bebo lentamente viendo de vez en cuando el reloj, como si esperara a alguien acaso para no pensar en nada, acaso para no llamar la atención de nadie.
Pienso tantas respuestas, pero he perdido la costumbre de mentir y le digo que escribo. Luego me arrepiento, puesto que siempre preguntan ¿de que escribo, por que escribo o a quien escribo? El me huele la mentira y me dice, Yo también lo hago, con cierto aire petulante que no le había detectado antes, con la barbilla altiva, su mandil impecable, el cabello recortado, el arete brillando en la oreja izquierda.
¿Así?- le digo incrédula y mis ojos se levantan por encima de las gafas. No sé porque me pongo a la defensiva, como si el chico me acabara de golpear a traición con esa frase. Se burla de mí, estoy segura. Apuro el vaso de cerveza en mi garganta cuando él se lanza a contarme su historia, creyendo que de verdad me importa o quizá intuyendo que cada vez que llego a su mesa a mi me sobra el tiempo para oír esas historias.
Una historia que robaré, estoy segura. Su vida ya no será la misma, pienso, ni su nombre, ni su cara. Cada palabra que surge de su boca cobra importancia para mi ahora, me ha atrapado, porque él me habla y yo escribo sobre él, lo ubico en otro plano, lo hago actuar para mi, cobra la vida que no tiene abandonado en ese destino feo de servir platos a los turistas despistados.
Te invito una copa más tarde, como a las diez al salir del trabajo- me dice.
No sabe en lo que se mete, pienso, pero llego a dudar si no seré yo la que ha sido atrapada porque comienza a preguntar cosas pequeñas que yo respondo con frases honestas que no puedo evitar ¿El escribirá sobre mí ahora? ¿Seré yo su personaje raro? El sol cae tibio sobre el blanco tapasol, entibia mi piel y hace visibles las huellas que dejan mis dedos en el vaso vacio. Hay tantos como él, reflexiono mientras me niego a su propuesta. No necesito un solitario mas acompañando mi paso- me repito herida.
Lo prefiero así, inventado, limpiando mi labial del borde de los vasos, escribiendo sin gracia poemas que no enviará. No tengo el valor para una charla completa sobre su vida o la mía, le confieso sonriendo tristemente. Por lo menos esta noche no.
¿Algún otro día?- Me miente guiñando un ojo coquetamente. Si, cualquier otro día- le miento yo.
lunes, octubre 17, 2011
Dias Planos
Hay días que no son mejores que otros, simplemente son días que dejo pasar, mientras veo el cielo azul Serrano carente de lluvias muy alto casi inalcanzable. Hay días como esos en que no hay nada mas que hacer excepto pensar y hacerse una que otra pregunta acerca del pasado, pasan entonces frente a mi los rostros, los recuerdos, las risas, los amigos. Lo único que no falta es la música que me acerca a esos recuerdos. Música que corre en mis venas como vectores de lo que fue y ya no será. Camino entonces y si la melancolía no se opone sonrío y quedan latentes las preguntas, el continuo escudriñar de la vida, la ansiedad de saber que ocurrirá luego o como ocurrirá. Camino y es la satisfacción de saber que ningún camino se acaba lo que me empuja a seguir caminando y sonriendo, pues siempre hay algo porque sonreír.
Tengo amigos raros-eso me dicen- y me pregunto entonces ¿Qué es normalidad? Si la naturaleza me pone en caminos raros ¿Por qué debería esperar hallar siempre gente normal? Mi mejor amiga fumaba como si el mundo se fuera a acabar mañana y me contaba sobre su padre drogadicto, sobre su infancia de abusos varios. Ella hablaba conmigo y su vida era color en el paisaje funesto de las personas normales, ella abría su corazón madurado de vida y experiencias varias y mis oídos se abrían grandes como alas de pájaros gigantes y yo volaba con ella a ese pasado en donde no hubo nadie en quien confiar suficiente. Los cigarrillos se acababan en nuestro cenicero y si llorábamos no había nadie más para juzgarnos, tampoco si terminábamos riendo, pues decía ella: Ya pasó, estoy viva y la vida continua.
¬¬¬Hay días que han sido peores que otros, pero no busco a mis amigos para contarle de esos días, a veces no tienes amigos cerca para charlar. A lo mejor y no entiendan o no sepan escuchar. Entonces escribo y hay algunos que leen y otros que contestan. Amigos con los que quisiera compartir cigarrillos, música o caminatas largas, esos son los que abrazo en mis cartas largas y en mis recuerdos. Un día esos amigos estarán cerca y yo contare algún recuerdo entre sonrisas o lágrimas y sabré decir con propiedad: Ya pasó estoy viva y hay que seguir respirando. La música no se detendrá entonces, ni los cielos azules serán más altos que en mis recuerdos. El lugar será preciso y el momento perfecto, como ahora en que te escribo y puedo sentir que el largo y aburrido día poco a poco mejora.
Tengo amigos raros-eso me dicen- y me pregunto entonces ¿Qué es normalidad? Si la naturaleza me pone en caminos raros ¿Por qué debería esperar hallar siempre gente normal? Mi mejor amiga fumaba como si el mundo se fuera a acabar mañana y me contaba sobre su padre drogadicto, sobre su infancia de abusos varios. Ella hablaba conmigo y su vida era color en el paisaje funesto de las personas normales, ella abría su corazón madurado de vida y experiencias varias y mis oídos se abrían grandes como alas de pájaros gigantes y yo volaba con ella a ese pasado en donde no hubo nadie en quien confiar suficiente. Los cigarrillos se acababan en nuestro cenicero y si llorábamos no había nadie más para juzgarnos, tampoco si terminábamos riendo, pues decía ella: Ya pasó, estoy viva y la vida continua.
¬¬¬Hay días que han sido peores que otros, pero no busco a mis amigos para contarle de esos días, a veces no tienes amigos cerca para charlar. A lo mejor y no entiendan o no sepan escuchar. Entonces escribo y hay algunos que leen y otros que contestan. Amigos con los que quisiera compartir cigarrillos, música o caminatas largas, esos son los que abrazo en mis cartas largas y en mis recuerdos. Un día esos amigos estarán cerca y yo contare algún recuerdo entre sonrisas o lágrimas y sabré decir con propiedad: Ya pasó estoy viva y hay que seguir respirando. La música no se detendrá entonces, ni los cielos azules serán más altos que en mis recuerdos. El lugar será preciso y el momento perfecto, como ahora en que te escribo y puedo sentir que el largo y aburrido día poco a poco mejora.
jueves, octubre 13, 2011
De Cafe y Canela
Y entonces fuimos dos. Dos mujeres de piel oscura tomando café con canela en un lugar hecho para blancos. Probablemente las únicas dos que condimentarían una bebida perfecta con polvos de canela para recordar algún pasado mejor.
Yo era joven pero con canas en las sienes y ella doblaba la edad de la menopausia con el cabello perfectamente tenido, con alguna hebra plateada cayendo en un rostro de ojos almendrados y perfectos. Ella era alta, yo pequeña y hablábamos de los hombres como de un animal salvaje al que jamás se le domestica completamente para que duerma a tu lado. Viejas cazadoras jamás nos habíamos acostumbrado sin estar a la sombra de la soledad.
Nuestro humor era acido y la gente alrededor reía con esas ocurrencias que sonaban a falsa inocencia, con ese humor negro. Negro como nuestra piel y nuestros cabellos, atados los de ella, sueltos y aborotados los mios. La gente reia y luego se iba murmurando.
La gente siempre murmura decía ella, sin un apice de malestar en su voz moviendo con un palito metalico el café aun caliente, que acercaba a sus labios de pliegues rugosos y de sonrisa perfecta.
La gente murmura porque no sabe, le decía yo, a que sabe la vida con buen humor, con risas chispeantes, con frases a quemarropa, a que sabe la vida de una mujer a la que no le importan sus murmuraciones. A que sabe el café con una pizca de canela.
Yo era joven pero con canas en las sienes y ella doblaba la edad de la menopausia con el cabello perfectamente tenido, con alguna hebra plateada cayendo en un rostro de ojos almendrados y perfectos. Ella era alta, yo pequeña y hablábamos de los hombres como de un animal salvaje al que jamás se le domestica completamente para que duerma a tu lado. Viejas cazadoras jamás nos habíamos acostumbrado sin estar a la sombra de la soledad.
Nuestro humor era acido y la gente alrededor reía con esas ocurrencias que sonaban a falsa inocencia, con ese humor negro. Negro como nuestra piel y nuestros cabellos, atados los de ella, sueltos y aborotados los mios. La gente reia y luego se iba murmurando.
La gente siempre murmura decía ella, sin un apice de malestar en su voz moviendo con un palito metalico el café aun caliente, que acercaba a sus labios de pliegues rugosos y de sonrisa perfecta.
La gente murmura porque no sabe, le decía yo, a que sabe la vida con buen humor, con risas chispeantes, con frases a quemarropa, a que sabe la vida de una mujer a la que no le importan sus murmuraciones. A que sabe el café con una pizca de canela.
martes, octubre 11, 2011
Comer...y Amar
Han visto esa película Comer Rezar y amar? Bueno al terminar la especialidad yo me dedique a ponerla en práctica…Comer (hasta el hartazgo)…Rezar…bueno, como no sea para que me baje la guata, es algo que usualmente no me apetece…Amar…cri, cri, cri…
Vale amar-se o amar (aunque el susodicho no está cerca?) Vale eso?
Hacer un viaje alrededor del mundo para conseguir lo que no se tiene adentro no vale la pena, pero vaya que he viajado y cada vez me he apartado mas de las ideas aburridas y cotidianas sobre trabajo, hipotecas o jubilación. He olvidado viajando que hay gente con la que no comparto ideas, gente con la que jamás me llevare bien, compañeros de trabajo con el nivel de compresión de lectura de una rana u hombres a los que no quisiera verles la cara de “lo hice bien verdad?” luego de haber mantenido un affaire.
Un día hace algunos años desperté queriendo dejarlo todo atrás, pensando que la vida era insuficiente de la forma en la que la llevaba, entonces hice todos los descalabros que me vinieron en gana, sin testigos o con mucha gente viendo como maduraba mi vida lentamente en el ardor de los otros. Luego volví al camino, pero Dios sabe que el camino es aburridísimo, que hay personas que no hemos nacido para despertar temprano, para seguir reglas, para sonreír siempre o para seguir órdenes, incluso sean estas necesarias de seguir. Y la pase mal, no era el hecho de ser médico o no, era el hecho de estar viviendo la vida dentro de un traje de pino, como si ya estuviera muerta. Entonces desperté y decidí vivir como vivían mis congéneres, trabajar arduamente y descansar cuando hiciera falta siempre precedida de una juerga de por medio. Así nunca pensaba, la vida de parranda pudo haber sido lo mío, el problema es que luego de la resaca de todo lo vivido yo siempre despertaba.
Un día volví a despertar y me di cuenta que otra vez no tenía amigos, que no quería estar obligada a tener amigos solo por circunstancias laborales, por caprichos geográficos o porque no había absolutamente nadie más cerca. Pocos de mis amigos resultaron serlo realmente y ese día asqueada quise romper con todo de nuevo; pero pareció demasiado tarde, ya era uno de ellos otro médico más forjado en serie para pensar como querían que pensara, con sus costumbres e ideas retorcidas. Durante 4 años había dejado de pensar como yo, o de hacer cosas que realmente quería.
Pero había sido la especialidad el único problema? La temporalidad, la geografía, las relaciones, el cambio climático y los cambios hormonales, todo juega en contra cuando sientes que la vida se te está escapando de las manos. Pero vamos, un día desperté y decidí alejarme de todo a como diera lugar. Mi primera opción había sido siempre el salir del país, pero luego pensé que tal vez debería hacer la del avestruz y meterme tierra adentro. Volví a la tierra del Olvido (porque en Perú siempre hay una) con el fin de olvidar el amor (o la promesa de este) luego seguí por ahí y a medida que me alejaba me di cuenta que mientras mas lejos mejor. Pero debía volver a los brazos familiares y volví.
Ahora ya no vivo en la casa que compre y que no habita ni un gato, la cual sigo pagando religiosamente hasta que sobrevenga la crisis. Tampoco con mis padres, pero si muy cerca de ellos. Sigo viviendo sola y por primera vez en siete años he dejado de preguntarme si el tiempo puede volver atrás (porque de cierta manera he querido que eso pase al ) No tengo esperanzas en el futuro ( El 2012 se acaba el mundo y Facebook se acaba en noviembre) pero al menos no me quedare en cama a que la muerte me sorprenda, por lo tanto…Camino. Si camino bastante porque de lo contrario dormiría y luego de un millón de exámenes he resuelto que mi sueño que se puede extender hasta 18 horas diarias si es que nadie me interrumpe, no responde a ninguna causa patológica más que el querer vivir soñando.
Comer, dormir y amar podría ser mejor…O caminar y leer…o escribir y dibujar ( hace meses que no dibujo nada) o bailar y bailar y bailar…En fin, todas son buenas excusas para hacer lo que realmente nos gusta hasta que llegue el momento de partir y que no nos ataje la muerte con deudas pendientes.
Vale amar-se o amar (aunque el susodicho no está cerca?) Vale eso?
Hacer un viaje alrededor del mundo para conseguir lo que no se tiene adentro no vale la pena, pero vaya que he viajado y cada vez me he apartado mas de las ideas aburridas y cotidianas sobre trabajo, hipotecas o jubilación. He olvidado viajando que hay gente con la que no comparto ideas, gente con la que jamás me llevare bien, compañeros de trabajo con el nivel de compresión de lectura de una rana u hombres a los que no quisiera verles la cara de “lo hice bien verdad?” luego de haber mantenido un affaire.
Un día hace algunos años desperté queriendo dejarlo todo atrás, pensando que la vida era insuficiente de la forma en la que la llevaba, entonces hice todos los descalabros que me vinieron en gana, sin testigos o con mucha gente viendo como maduraba mi vida lentamente en el ardor de los otros. Luego volví al camino, pero Dios sabe que el camino es aburridísimo, que hay personas que no hemos nacido para despertar temprano, para seguir reglas, para sonreír siempre o para seguir órdenes, incluso sean estas necesarias de seguir. Y la pase mal, no era el hecho de ser médico o no, era el hecho de estar viviendo la vida dentro de un traje de pino, como si ya estuviera muerta. Entonces desperté y decidí vivir como vivían mis congéneres, trabajar arduamente y descansar cuando hiciera falta siempre precedida de una juerga de por medio. Así nunca pensaba, la vida de parranda pudo haber sido lo mío, el problema es que luego de la resaca de todo lo vivido yo siempre despertaba.
Un día volví a despertar y me di cuenta que otra vez no tenía amigos, que no quería estar obligada a tener amigos solo por circunstancias laborales, por caprichos geográficos o porque no había absolutamente nadie más cerca. Pocos de mis amigos resultaron serlo realmente y ese día asqueada quise romper con todo de nuevo; pero pareció demasiado tarde, ya era uno de ellos otro médico más forjado en serie para pensar como querían que pensara, con sus costumbres e ideas retorcidas. Durante 4 años había dejado de pensar como yo, o de hacer cosas que realmente quería.
Pero había sido la especialidad el único problema? La temporalidad, la geografía, las relaciones, el cambio climático y los cambios hormonales, todo juega en contra cuando sientes que la vida se te está escapando de las manos. Pero vamos, un día desperté y decidí alejarme de todo a como diera lugar. Mi primera opción había sido siempre el salir del país, pero luego pensé que tal vez debería hacer la del avestruz y meterme tierra adentro. Volví a la tierra del Olvido (porque en Perú siempre hay una) con el fin de olvidar el amor (o la promesa de este) luego seguí por ahí y a medida que me alejaba me di cuenta que mientras mas lejos mejor. Pero debía volver a los brazos familiares y volví.
Ahora ya no vivo en la casa que compre y que no habita ni un gato, la cual sigo pagando religiosamente hasta que sobrevenga la crisis. Tampoco con mis padres, pero si muy cerca de ellos. Sigo viviendo sola y por primera vez en siete años he dejado de preguntarme si el tiempo puede volver atrás (porque de cierta manera he querido que eso pase al ) No tengo esperanzas en el futuro ( El 2012 se acaba el mundo y Facebook se acaba en noviembre) pero al menos no me quedare en cama a que la muerte me sorprenda, por lo tanto…Camino. Si camino bastante porque de lo contrario dormiría y luego de un millón de exámenes he resuelto que mi sueño que se puede extender hasta 18 horas diarias si es que nadie me interrumpe, no responde a ninguna causa patológica más que el querer vivir soñando.
Comer, dormir y amar podría ser mejor…O caminar y leer…o escribir y dibujar ( hace meses que no dibujo nada) o bailar y bailar y bailar…En fin, todas son buenas excusas para hacer lo que realmente nos gusta hasta que llegue el momento de partir y que no nos ataje la muerte con deudas pendientes.
lunes, octubre 10, 2011
Podria ser peor
Podria ser peor...podria ser como hace algunos meses que no se me ocurria nada que escribir...O como esa manana que al despertar supe que queria alejarme de todo y de todos...Digo, podria ser peor, porque entonces ni siquiera intentaria acercamiento alguno, simplemente me iria y cerraria todo. Dejaria todo cerrado para que nadie entre, como mi casa, el corazon o mi cama (que diferencia hay entre estos espacios?)
Me refiero a que podria ser peor, porque vamos, siempre puede serlo...Siempre siempre hay una peor noticia para la que no estabas preparado
Me refiero a que podria ser peor, porque vamos, siempre puede serlo...Siempre siempre hay una peor noticia para la que no estabas preparado
jueves, octubre 06, 2011
martes, septiembre 13, 2011
"Cecile"
¿Alguna vez has visto un
muerto?- me dijo y allí
empezaría todo.
Muchos- repliqué sin ganas, dándole la espalda en la cama revuelta.
Muchos- repliqué sin ganas, dándole la espalda en la cama revuelta.
¿Cuántos?- insistió el, con ojos de niño grande. Ya perdí la cuenta- le dije sin ganas y
fingí dormir, con un sueño pesado que pronto me alejó de él en medio de otros
sueños más recientes y aprehensivos. La verdad no había visto muchos muertos, o
más bien no habían muerto por mi mano, pero los había acompañado en el sendero lúgubre
de las despedidas, mientras Cecile con el pelo castaño cayéndole lacio por la
frente, transpiraba y se aplicaba inútilmente a la tarea de revivirlos.
A mí me gustaba mirar y estar presente cuando sucedía, porque siempre era un milagro la sutileza con la que llegaba la muerte al rostro de las personas. Mientras Cecile se alejaba frotándose los brazos por el esfuerzo de reanimarlos, frustrada en su tarea, con el mandil salpicado de sangre y saliva ajena, yo acudía a ellos para abrirles los ojos y verlos con las pupilas repentinamente abiertas y dilatadas, fijas en la oscuridad de algo inconmensurable hasta ese momento. Ojos enormes y fijos, como si por primera vez vieran algo realmente increíble, luego de largas vidas ordinarias.
Al llegar la madrugada me aparté de su lado, al notar que Nanu dormía profundamente con la boca abierta en un ronquido gutural que jamás me había agradado. Mi insomnio pertinaz hacia que siempre pudiera irme antes que él despertara. Me iba de su lado diciendo que ya no volvería, pero siempre había una nueva fiesta, algún nuevo evento triste y sin resolver, que me hacia recurrir a su lecho maloliente de alcohol y cigarrillos.
A mí me gustaba mirar y estar presente cuando sucedía, porque siempre era un milagro la sutileza con la que llegaba la muerte al rostro de las personas. Mientras Cecile se alejaba frotándose los brazos por el esfuerzo de reanimarlos, frustrada en su tarea, con el mandil salpicado de sangre y saliva ajena, yo acudía a ellos para abrirles los ojos y verlos con las pupilas repentinamente abiertas y dilatadas, fijas en la oscuridad de algo inconmensurable hasta ese momento. Ojos enormes y fijos, como si por primera vez vieran algo realmente increíble, luego de largas vidas ordinarias.
Al llegar la madrugada me aparté de su lado, al notar que Nanu dormía profundamente con la boca abierta en un ronquido gutural que jamás me había agradado. Mi insomnio pertinaz hacia que siempre pudiera irme antes que él despertara. Me iba de su lado diciendo que ya no volvería, pero siempre había una nueva fiesta, algún nuevo evento triste y sin resolver, que me hacia recurrir a su lecho maloliente de alcohol y cigarrillos.
Esta vez no era diferente y lo había
empeorado esa pregunta infantil que me irritaba tanto: ¿Alguna vez has visto un muerto? Supe de pronto que él vivía de este lado, el de
los vivos, en donde la vida era blanda y sucedía sin contratiempos, donde la
gente no te aguardaba llorando en los pasadizos para preguntarte ¿Qué
había pasado, vive aun?
Caminé sin prisas en medio de una noche demasiado bella para ser desperdiciada en la cama. El viento fresco traía las canciones y las voces de la gente trasnochada al otro lado del puente.
“Ey, enfermerita yo necesito alguien que me cure”- resonó en medio de carcajadas desde la otra vereda. Un grupo de muchachos que seguramente regresaba también de alguna fiesta, se abrazaban dando traspiés y enviándome besos.
Les hice una señal con el dedo y apuré el paso. Bajo el guardapolvo blanco de Cecile me sentía incómoda e indefensa. La idea transgresora había sido de Nanu, “Quiero que vengas vestida como enfermera” me había dicho y yo había jugado a hacerle caso, robando por una noche el mandil de Cecile, mucho más baja y delgada que yo, el cual me hacia mostrar los muslos rollizos cubiertos por un par de pantis nacaradas.
Solo el mandil de ella me cubría la piel, la ropa interior diminuta era enteramente mía. Llegué a su casa y esta vez no necesitó beber demasiado para tirarse encima de mí. Lo hizo fuerte, como solía hacerlo Nanu cuando dejábamos de vernos por semanas. Su mano me sujetó el cuello hasta casi ahorcarme y luego de un remedo de beso, me lo hizo como si la noche que quedaba fuera demasiado corta.
Yo me dejé hacer porque hacerlo fuerte era la única manera que teníamos Nanu y yo de hacer el amor para sentir algo que no fuera una pena infinita al tocar nuestros cuerpos desnudos. Su boca descendió hasta la raíz de mis pechos presionándome contra la pared no escarchada de su habitación, hiriéndome la piel cubierta solo por la fina tela blanca; su mano retiró apenas la ropa interior antes de ingresar jadeando con la fuerza de un animal, una, dos, tres veces dentro de mí. Su cabello grasoso rozaba mi barbilla cuando Nanu balbuceó el nombre de Cecile antes de venirse entero, dejando restos fluidos sobre mis bragas aun puestas.
No era novedad que Nanu amara a la bella Cecile, de lejos e irremediablemente. Sin una palabra entre ellos que pudiera siquiera dar la posibilidad de un mínimo contacto futuro, ¡tan diferentes eran! Nanu se había acercado a mí por acercarse a Cecile en una de las fiestas de poetas decadentes a las que yo llevaba a Cecile, en pago por acompañarla en sus turnos de guardia hospitalarios.
Nanu era un hombre guapo pero pobre y generalmente desaliñando, he ahí el detalle de que Cecile jamás lo mirara en serio; a diferencia mía, con un gusto genuino por los pobres diablos y los que se hacían llamar como poetas malditos.
Caminé sin prisas en medio de una noche demasiado bella para ser desperdiciada en la cama. El viento fresco traía las canciones y las voces de la gente trasnochada al otro lado del puente.
“Ey, enfermerita yo necesito alguien que me cure”- resonó en medio de carcajadas desde la otra vereda. Un grupo de muchachos que seguramente regresaba también de alguna fiesta, se abrazaban dando traspiés y enviándome besos.
Les hice una señal con el dedo y apuré el paso. Bajo el guardapolvo blanco de Cecile me sentía incómoda e indefensa. La idea transgresora había sido de Nanu, “Quiero que vengas vestida como enfermera” me había dicho y yo había jugado a hacerle caso, robando por una noche el mandil de Cecile, mucho más baja y delgada que yo, el cual me hacia mostrar los muslos rollizos cubiertos por un par de pantis nacaradas.
Solo el mandil de ella me cubría la piel, la ropa interior diminuta era enteramente mía. Llegué a su casa y esta vez no necesitó beber demasiado para tirarse encima de mí. Lo hizo fuerte, como solía hacerlo Nanu cuando dejábamos de vernos por semanas. Su mano me sujetó el cuello hasta casi ahorcarme y luego de un remedo de beso, me lo hizo como si la noche que quedaba fuera demasiado corta.
Yo me dejé hacer porque hacerlo fuerte era la única manera que teníamos Nanu y yo de hacer el amor para sentir algo que no fuera una pena infinita al tocar nuestros cuerpos desnudos. Su boca descendió hasta la raíz de mis pechos presionándome contra la pared no escarchada de su habitación, hiriéndome la piel cubierta solo por la fina tela blanca; su mano retiró apenas la ropa interior antes de ingresar jadeando con la fuerza de un animal, una, dos, tres veces dentro de mí. Su cabello grasoso rozaba mi barbilla cuando Nanu balbuceó el nombre de Cecile antes de venirse entero, dejando restos fluidos sobre mis bragas aun puestas.
No era novedad que Nanu amara a la bella Cecile, de lejos e irremediablemente. Sin una palabra entre ellos que pudiera siquiera dar la posibilidad de un mínimo contacto futuro, ¡tan diferentes eran! Nanu se había acercado a mí por acercarse a Cecile en una de las fiestas de poetas decadentes a las que yo llevaba a Cecile, en pago por acompañarla en sus turnos de guardia hospitalarios.
Nanu era un hombre guapo pero pobre y generalmente desaliñando, he ahí el detalle de que Cecile jamás lo mirara en serio; a diferencia mía, con un gusto genuino por los pobres diablos y los que se hacían llamar como poetas malditos.
Me había atraído su barba a medio
crecer, su mirada profunda de huérfano buscando abrigo y sus brazos robustos
saliendo de un cuerpo macizo y compacto. El sexo entre Nanu y yo había sucedido
natural y sin aspavientos, luego de un par de cervezas y una conversación sobre
la música de películas viejas. Nanu amaba la música aunque no tocara ningún
instrumento y a mí me gustaba inventar que cantaba bien, para sentirme
importante. Esa noche cantamos, desafinados y alegres, un canto que sonaba a
revolucionario desde una mesa de la Petite Gollete, mientras que a Cecile seguramente
se la tiraba el viejo calvo de pasaporte belga que nos alquilaba el piso que
ambas compartíamos dos calles más arriba.
Cecile era hermosa, inteligente y graciosa, pero no tenía suerte en el amor. Tal vez en eso era lo único en lo que ambas coincidíamos. Ella, soñadora y engreída desde la cuna, a menudo amaba a quien no debía y terminaba siendo amaba por quien no quería. Su cuerpo delicado del color de las almendras, se acostaba en mi lecho llorando a mitad de la noche por amores que no podían ser. Yo le tocaba los cabellos perfumados y las manos suaves con olor a jabón carbólico y sentía entonces, al tocarla tan cercana y ausente al mismo tiempo entre mis frazadas, que la odiaba profunda y visceralmente, mientras me iba inventando alguna canción que rimara con su nombre y le creara sonrisas antes de quedarse dormida.
¡Cuánto hubiera dado Nanu por arrullarla en esos instantes de infinita soledad a los que era proclive Cecile luego aquellos largos turnos de trabajo! ¡Cuánto por cantarle canciones dulces como le inventaba yo! La voz ruda de Nanu se dulcificaba al preguntarme por “los asuntos de casa” y con casa me quería decir Cecile
Cecile era hermosa, inteligente y graciosa, pero no tenía suerte en el amor. Tal vez en eso era lo único en lo que ambas coincidíamos. Ella, soñadora y engreída desde la cuna, a menudo amaba a quien no debía y terminaba siendo amaba por quien no quería. Su cuerpo delicado del color de las almendras, se acostaba en mi lecho llorando a mitad de la noche por amores que no podían ser. Yo le tocaba los cabellos perfumados y las manos suaves con olor a jabón carbólico y sentía entonces, al tocarla tan cercana y ausente al mismo tiempo entre mis frazadas, que la odiaba profunda y visceralmente, mientras me iba inventando alguna canción que rimara con su nombre y le creara sonrisas antes de quedarse dormida.
¡Cuánto hubiera dado Nanu por arrullarla en esos instantes de infinita soledad a los que era proclive Cecile luego aquellos largos turnos de trabajo! ¡Cuánto por cantarle canciones dulces como le inventaba yo! La voz ruda de Nanu se dulcificaba al preguntarme por “los asuntos de casa” y con casa me quería decir Cecile
¿Cómo esta ella? Solía filtrar, fingiendo indiferencia ¿Duerme acompañada ahora? Y yo solía responderle que por casa
todo bien, que muchos libros, mucho desorden, mucha ropa blanca tirada por
todas partes, que pronto me iba a mudar a algún lado, pero él reaccionaba con
una carcajada nerviosa, que denotaba temor, como si al alejarme yo de Cecile,
el también perdiera parte de ella y de su historia.
El reloj dio las dos cuando pasé frente a la catedral, la lluvia reciente había dejado resbalosos los peldaños y debía caminar con cuidado sobre los zapatos altos para no caer y ensuciar mi traje prestado, espectralmente blanco.
¿Has visto alguna vez un muerto? Seguía rodando mi mente y la pregunta de Nanu llevaba impresa en sus ojos la incredulidad de que yo pudiera soportar tan bien la desgracia de la muerte como Cecile, que yo pudiera ser tan fuerte como aparentaba ella al enfrentar tales circunstancias. Tal vez era que Nanu y yo apenas nos conocíamos a pesar de llevar un año en los avatares del amor y otras miserias adictivas.
Nunca me había hecho preguntas demás, ignoraba que yo también había iniciado la escuela de medicina hace muchos años junto a Cecile, o que no la había terminado a tiempo por falta de dinero. Nanu me creía mala, oscura y alcohólica como él y no le importaba conocerme más, porque con eso era suficiente. Yo lo creía débil e ingenuo, brillante cuando escribía, detestable cuando bebía. Adorable cuando fingía que podía ser algún día alguien diferente. Alguien con futuro.
Estábamos cerca por el sexo sin preguntas, la compañía sin responsabilidades, el disfrute sin cargos de conciencia. Nanu no me amaba a mí y yo no quería amarle a él. Sin embargo Cecile nos unía como un lazo tenso que volvía nuestra existencia melancólica o irascible según fuera el caso. A veces Nanu se permitía acariciarme el borde de los labios antes de cogerme o besar mi cuello quedamente antes de romperme la ropa a zarpazos. Eran apenas unos gestos, como rescoldos tibios de su amor silente por la dulce Cecile y esos pequeños gestos dirigidos a otra, hacían posible que yo lo deseara, que me mojara las bragas por el sí se acercaba, que llorara en silencio si al follarme, en cada golpe duro de su pelvis contra mis caderas sintiera que ambos debíamos hacerlo siempre rudo y sin palabras por Cecile, por ese amor entre nosotros que había nacido ya muerto y corrompido por la sombra de lo que jamás sería. A nosotros dos que no se nos permitía ser dulces para no llorar al terminar el día, como lo hacía ella, exponiendo esa fragilidad que hedía a indulgencia.
-“Ey enfermera, ¿no me da una medicina para la tos?” Sonó una nueva voz de entre las columnas de la catedral iluminada por luces color ámbar. Me paré en seco para ver el rostro de gesto canalla que me contemplaba saliendo desde la oscuridad.
El reloj dio las dos cuando pasé frente a la catedral, la lluvia reciente había dejado resbalosos los peldaños y debía caminar con cuidado sobre los zapatos altos para no caer y ensuciar mi traje prestado, espectralmente blanco.
¿Has visto alguna vez un muerto? Seguía rodando mi mente y la pregunta de Nanu llevaba impresa en sus ojos la incredulidad de que yo pudiera soportar tan bien la desgracia de la muerte como Cecile, que yo pudiera ser tan fuerte como aparentaba ella al enfrentar tales circunstancias. Tal vez era que Nanu y yo apenas nos conocíamos a pesar de llevar un año en los avatares del amor y otras miserias adictivas.
Nunca me había hecho preguntas demás, ignoraba que yo también había iniciado la escuela de medicina hace muchos años junto a Cecile, o que no la había terminado a tiempo por falta de dinero. Nanu me creía mala, oscura y alcohólica como él y no le importaba conocerme más, porque con eso era suficiente. Yo lo creía débil e ingenuo, brillante cuando escribía, detestable cuando bebía. Adorable cuando fingía que podía ser algún día alguien diferente. Alguien con futuro.
Estábamos cerca por el sexo sin preguntas, la compañía sin responsabilidades, el disfrute sin cargos de conciencia. Nanu no me amaba a mí y yo no quería amarle a él. Sin embargo Cecile nos unía como un lazo tenso que volvía nuestra existencia melancólica o irascible según fuera el caso. A veces Nanu se permitía acariciarme el borde de los labios antes de cogerme o besar mi cuello quedamente antes de romperme la ropa a zarpazos. Eran apenas unos gestos, como rescoldos tibios de su amor silente por la dulce Cecile y esos pequeños gestos dirigidos a otra, hacían posible que yo lo deseara, que me mojara las bragas por el sí se acercaba, que llorara en silencio si al follarme, en cada golpe duro de su pelvis contra mis caderas sintiera que ambos debíamos hacerlo siempre rudo y sin palabras por Cecile, por ese amor entre nosotros que había nacido ya muerto y corrompido por la sombra de lo que jamás sería. A nosotros dos que no se nos permitía ser dulces para no llorar al terminar el día, como lo hacía ella, exponiendo esa fragilidad que hedía a indulgencia.
-“Ey enfermera, ¿no me da una medicina para la tos?” Sonó una nueva voz de entre las columnas de la catedral iluminada por luces color ámbar. Me paré en seco para ver el rostro de gesto canalla que me contemplaba saliendo desde la oscuridad.
-“No doy medicina pero
puedo frotarte algún ungüento…” le dije con el rostro cínico de las mujeres
despechadas. La voz soltó una risita desde su escondite.
-“¿Cuál es su nombre enfermerita?” -Me dijo la voz acercándome un cigarrillo encendido, mientras rozaba con la otra el borde de mi solapa.
-“Cecile”- contesté sin remordimientos, fiel al nombre bordado en mi guardapolvo blanco con letras escarlatas.
-“¿Cuál es su nombre enfermerita?” -Me dijo la voz acercándome un cigarrillo encendido, mientras rozaba con la otra el borde de mi solapa.
-“Cecile”- contesté sin remordimientos, fiel al nombre bordado en mi guardapolvo blanco con letras escarlatas.
-¿Me llevarías a casa?- Coqueteé sin pudor, mientras pensaba que tal vez
podría mostrarle al día siguiente a Nanu como se ven los muertos cuando los ves
directamente a los ojos.
sábado, septiembre 03, 2011
La Palabra
Yo me escudo en las palabras y en las frases porque conozco de ellas, voy armando así estratagemas de defensa o de ataque. No tengo otra arma que esa Mi palabra. Sin embargo, suelen caer todas mis líneas de defensa ante la poderosa fuerza de una imagen. Una imagen que borra de plano miles de palabras mías, como débiles e ingenuos soldados.
El amor se vuelve así una guerra constante, en donde perder no es excusa para no seguir peleando. Una a una las batallas se van sucediendo y en el terreno polvoriento de las despedidas van cayendo muertos los otrora dulces sentimientos. Pertinaz y sin sentido como cualquier heroína, mi palabra se enciende buscando razones, suplicando a veces con bandera blanca segundas oportunidades a conflictos de antemano perdidos. Mi palabra se arrodilla, se ausenta del todo.
Mi palabra muere, muchas, muchas veces. Es incinerada, abusada, golpeada. Cada una de mis cartas de amor, cada una de mis despedidas. La palabra es mancillada, escupida y violada sin piedad por otras lúgubres palabras en respuesta. Y se vive como real el dolor de estas tantas muertes, aunque no sean sino escaramuzas para lo que vendrá más adelante. La vida real, cruda y palpitante, sangrando vísceras negras de antiguos rencores. Esa vida real frente a la que nunca se está bien preparado y siempre se pierde.
Me escudo en las palabras ahora, como antes de conocerte y antes de conocerme yo. La palabra tiene ese don de perdurar incluso cuando estemos muertos. Cuando nos crean desfallecidos. Me arrojo a las palabras como quien se prende de una bandera, de un escudo, de algo que sea propio e inconfundible, para así marcar territorios de besos o sueños históricos. Salto así escudada con mi palabra sola los abismos de melancolía u olvido.
La palabra me preserva, hace leyenda de los hechos ordinarios. Juega a defenderme como una espada, aunque al cogerla sea mi propia palabra la que me desangre.
El amor se vuelve así una guerra constante, en donde perder no es excusa para no seguir peleando. Una a una las batallas se van sucediendo y en el terreno polvoriento de las despedidas van cayendo muertos los otrora dulces sentimientos. Pertinaz y sin sentido como cualquier heroína, mi palabra se enciende buscando razones, suplicando a veces con bandera blanca segundas oportunidades a conflictos de antemano perdidos. Mi palabra se arrodilla, se ausenta del todo.
Mi palabra muere, muchas, muchas veces. Es incinerada, abusada, golpeada. Cada una de mis cartas de amor, cada una de mis despedidas. La palabra es mancillada, escupida y violada sin piedad por otras lúgubres palabras en respuesta. Y se vive como real el dolor de estas tantas muertes, aunque no sean sino escaramuzas para lo que vendrá más adelante. La vida real, cruda y palpitante, sangrando vísceras negras de antiguos rencores. Esa vida real frente a la que nunca se está bien preparado y siempre se pierde.
Me escudo en las palabras ahora, como antes de conocerte y antes de conocerme yo. La palabra tiene ese don de perdurar incluso cuando estemos muertos. Cuando nos crean desfallecidos. Me arrojo a las palabras como quien se prende de una bandera, de un escudo, de algo que sea propio e inconfundible, para así marcar territorios de besos o sueños históricos. Salto así escudada con mi palabra sola los abismos de melancolía u olvido.
La palabra me preserva, hace leyenda de los hechos ordinarios. Juega a defenderme como una espada, aunque al cogerla sea mi propia palabra la que me desangre.
miércoles, julio 20, 2011
Bonita
Si me miraras hoy, pensarías que soy bonita. No porque algo haya cambiado en mi aspecto, son las 7 de la noche y acabo de despertar algo cansada. Lo digo porque al mirarme al espejo sentí que era exactamente el ser que deseaba ser hace algún tiempo mientras crecíamos.
Por eso no me peiné, ni me maquillé, ni intenté arreglarme. Por eso no salí a la calle a buscar algún café perfumado de canela que me devuelva el gusto por volver a la civilización. No, no quería romper el hechizo, salir a la calle y sentir que debo sujetarme el pelo, aclarar las ojeras, ponerle carmín a los labios o quitarme la ropa holgada para que alguien me aprecie un poco. No salgo a la calle porque a lo mejor reconozco al caminar por la vereda que soy igual a un montón de muchachas sin nombre de por aquí, con el pelo y la piel oscura, la mirada indiferente o los labios gruesos.
He pensado que me verías bonita no por esa belleza subjetiva que surge de cuando alguien se siente feliz o despierta enamorado. Pienso que ha llegado el momento entre nosotros que buscaba; ese en que los hombres dejan de ver bonitas a las mujeres por la apariencia física que presenten en la primera cita. Pienso sin asidero real que nosotros ya hemos tenido muchas; que después de tantas y de todo lo que has leído sobre mí, o lo que has visto ya no quedan muchas interrogantes por resolver, cualquier dilema está resuelto y sin embargo, después de tanta hojarasca aun quedaría una persona bonita por contemplar.
¿Qué es lo que hace a una mujer bonita para ti? ¿Su determinación, su falta de miedo, su desenfado? Me lo he preguntado tantas veces. Cuando al despertar del amor una mujer tiene la frente perlada, los labios y los ojos entreabiertos, la cabellera despeinada ¿no es acaso su mejor momento? O tal vez sea el único, en que una mujer se siente bella o puede creer cuando se lo dicen. Nace su belleza real, no la estética. Esa mujer acaba de dominar al mundo rindiendo el suyo. Eso es perfección.
Me veo al espejo y me quiero como podrías quererme tú. Deberías mirarme ahora, antes que sucumba al malévolo hechizo de mirar para adentro y surja la mirada esquiva, la boca de sonrisa rota y el desaparecer de mis colores tiernos.
Hay un momento antes de que la oscuridad llegue, en que por unos minutos todo parece brillante y perfecto, el cielo se llena de nubes incandescentes de un rosa sobrenatural y el aire se torna fresco. Es ese momento el que siento ahora frente al espejo. Luego vendrá mi momento gris, de cielos borroneados y nubes negras surcando la mirada; mi rostro feo, monstruoso en su agonía, pero eso ya lo sabes, lo has visto tantas veces, que no necesito describírtelo.
La noche es de un negro aterciopelado y con olor a lluvia en los caminos. Deja que descanse tu mano en mi mano mientras dure frágil mi belleza.
Por eso no me peiné, ni me maquillé, ni intenté arreglarme. Por eso no salí a la calle a buscar algún café perfumado de canela que me devuelva el gusto por volver a la civilización. No, no quería romper el hechizo, salir a la calle y sentir que debo sujetarme el pelo, aclarar las ojeras, ponerle carmín a los labios o quitarme la ropa holgada para que alguien me aprecie un poco. No salgo a la calle porque a lo mejor reconozco al caminar por la vereda que soy igual a un montón de muchachas sin nombre de por aquí, con el pelo y la piel oscura, la mirada indiferente o los labios gruesos.
He pensado que me verías bonita no por esa belleza subjetiva que surge de cuando alguien se siente feliz o despierta enamorado. Pienso que ha llegado el momento entre nosotros que buscaba; ese en que los hombres dejan de ver bonitas a las mujeres por la apariencia física que presenten en la primera cita. Pienso sin asidero real que nosotros ya hemos tenido muchas; que después de tantas y de todo lo que has leído sobre mí, o lo que has visto ya no quedan muchas interrogantes por resolver, cualquier dilema está resuelto y sin embargo, después de tanta hojarasca aun quedaría una persona bonita por contemplar.
¿Qué es lo que hace a una mujer bonita para ti? ¿Su determinación, su falta de miedo, su desenfado? Me lo he preguntado tantas veces. Cuando al despertar del amor una mujer tiene la frente perlada, los labios y los ojos entreabiertos, la cabellera despeinada ¿no es acaso su mejor momento? O tal vez sea el único, en que una mujer se siente bella o puede creer cuando se lo dicen. Nace su belleza real, no la estética. Esa mujer acaba de dominar al mundo rindiendo el suyo. Eso es perfección.
Me veo al espejo y me quiero como podrías quererme tú. Deberías mirarme ahora, antes que sucumba al malévolo hechizo de mirar para adentro y surja la mirada esquiva, la boca de sonrisa rota y el desaparecer de mis colores tiernos.
Hay un momento antes de que la oscuridad llegue, en que por unos minutos todo parece brillante y perfecto, el cielo se llena de nubes incandescentes de un rosa sobrenatural y el aire se torna fresco. Es ese momento el que siento ahora frente al espejo. Luego vendrá mi momento gris, de cielos borroneados y nubes negras surcando la mirada; mi rostro feo, monstruoso en su agonía, pero eso ya lo sabes, lo has visto tantas veces, que no necesito describírtelo.
La noche es de un negro aterciopelado y con olor a lluvia en los caminos. Deja que descanse tu mano en mi mano mientras dure frágil mi belleza.
lunes, julio 18, 2011
El adiós de todos los adioses
Mi querido lector, en la soledad de mi cama escribo estas líneas esperando que no hayas olvidado las tardes de café ni mis pataletas en la búsqueda del amor. Espero que al terminar la tarde aun haya un rayo de luz filtrándose por la persiana entreabierta y recuerdes algún poema mío hace mil años escrito o que en esas tardes ociosas te enseñé sin quererlo una canción que aun no conocías. Han pasado años desde nuestra pérdida, desde nuestro olvido y peleas a millar. Aun sigo esperando tener el valor para escribirte el adiós de todos los adioses, pero mientras espero hacerlo, me arrullo en la música vieja, en la esperanza y en la extraña felicidad que aparece por solo minutos cuando camino por algodones rosas en la espera de que suceda algo mejor.
¡Qué droga más sobresaliente es la esperanza, que vicio más despiadado el renacer de una ilusión!
Mi querido lector, te invito a que soñemos juntos porque tengo miedo de no despertar y el morir en soledad no es algo que me apetezca, al menos por ahora, cuando se suceden días tibios, azules y con olor a fruta por doquier.
Para hacer un poco las paces en las próximas líneas te contaré un poco de mi y tu de ti. Es un ejercicio fastidioso, pero debemos retornar a esa confianza de los lectores y los leídos, a esa intimidad de los amantes que se buscan a escondidas, de los chicos incomprendidos que ya no somos, pues ahora solo somos parte de ese montón de adultos que por momentos desengañados, cínicos, con miedo a volver a empezar se refugian en alguna entretención pasajera que logre hacer olvidar que el tiempo es inexorable con los cobardes que no nos atrevemos a volver a estar vivos.
Mi querido desconocido- anónimo o como desees llamarte- te invito a mi casa, a que compartas un poco de mi vida, de mi desgracia diaria, de mi felicidad más inocente. Como todos, yo deseo comunicarme y estar en contacto, como muchos, también deseo odiar con la intensidad de los vengadores que nunca olvidan o simplemente arrinconarme y estar sola renegando si me tienden la mano para salir de mi exquisita infelicidad. Como todos, soy una contradicción entre lo que quiero y lo que hago. Entre lo que espero y lo que rechazo. Como todos, a veces simplemente tengo miedo de volver a soñar.
Te saludo con una sonrisa, mientras suena I’d do it all again desde mi computador…Dime ¿te suena a algo eso? Es mi carta reconciliatoria, no mi última carta, pero tal vez la más sincera. ¿Me ayudarías a caminar hoy? A veces simplemente no sé cómo empezar.
Besos, desde la Tierra del Olvido.
¡Qué droga más sobresaliente es la esperanza, que vicio más despiadado el renacer de una ilusión!
Mi querido lector, te invito a que soñemos juntos porque tengo miedo de no despertar y el morir en soledad no es algo que me apetezca, al menos por ahora, cuando se suceden días tibios, azules y con olor a fruta por doquier.
Para hacer un poco las paces en las próximas líneas te contaré un poco de mi y tu de ti. Es un ejercicio fastidioso, pero debemos retornar a esa confianza de los lectores y los leídos, a esa intimidad de los amantes que se buscan a escondidas, de los chicos incomprendidos que ya no somos, pues ahora solo somos parte de ese montón de adultos que por momentos desengañados, cínicos, con miedo a volver a empezar se refugian en alguna entretención pasajera que logre hacer olvidar que el tiempo es inexorable con los cobardes que no nos atrevemos a volver a estar vivos.
Mi querido desconocido- anónimo o como desees llamarte- te invito a mi casa, a que compartas un poco de mi vida, de mi desgracia diaria, de mi felicidad más inocente. Como todos, yo deseo comunicarme y estar en contacto, como muchos, también deseo odiar con la intensidad de los vengadores que nunca olvidan o simplemente arrinconarme y estar sola renegando si me tienden la mano para salir de mi exquisita infelicidad. Como todos, soy una contradicción entre lo que quiero y lo que hago. Entre lo que espero y lo que rechazo. Como todos, a veces simplemente tengo miedo de volver a soñar.
Te saludo con una sonrisa, mientras suena I’d do it all again desde mi computador…Dime ¿te suena a algo eso? Es mi carta reconciliatoria, no mi última carta, pero tal vez la más sincera. ¿Me ayudarías a caminar hoy? A veces simplemente no sé cómo empezar.
Besos, desde la Tierra del Olvido.
martes, julio 05, 2011
Tiempo pasado
Estaba pensando que las expectivas tambien tienen fecha de caducidad y que la mayoria de cosas que se guardaban con delicia oculta para saborear en un futuro vencen ante nuestros ojos sin poder hacer nada al respecto.
Estoy pensando que el pasado no tiene buen sabor, que los besos viejos es mejor guardarlos en un cajón, que hacer nuevas citas con la gente antigua tal vez no sea lo mas adecuada, que la novedad deberia consistir que cambie todo. También uno misma, para poder disfrutarlo.
Pienso que no es bueno aferrarse, que no es bueno intentar una y otra vez cavar la zanja que separe el mar del cielo. Arar desiertos. Pensaba que a lo mejor era bueno si lo escribia para no olvidarlo, la próxima vez que sucumba a la nostalgia de creer que todo tiempo pasado fue mejor.
Estoy pensando que el pasado no tiene buen sabor, que los besos viejos es mejor guardarlos en un cajón, que hacer nuevas citas con la gente antigua tal vez no sea lo mas adecuada, que la novedad deberia consistir que cambie todo. También uno misma, para poder disfrutarlo.
Pienso que no es bueno aferrarse, que no es bueno intentar una y otra vez cavar la zanja que separe el mar del cielo. Arar desiertos. Pensaba que a lo mejor era bueno si lo escribia para no olvidarlo, la próxima vez que sucumba a la nostalgia de creer que todo tiempo pasado fue mejor.
viernes, junio 24, 2011
Tercera semana
Aquí le va a gustar Doctora- me dice alguien. Yo me quedo observando la ciudad como un hoyo desde lo alto de aquel cerro florido y pienso que la verdad es que no me gusta ninguna parte.
Después de mucho dar vueltas termino sintiendo que mi lugar no está aqui ni en ningun otro en donde me siga sintiendo así, con la vida hecha un nudo en la boca del estómago.
Son tan pocas veces las que he sentido mi vida en armonia que naturalmente ligo esos momentos a personas determinadas, que por cuestinones de tiempo y dinero no pueden estar a mi lado.
Aspiro hondo el aire puro de la serranía y disfruto el privilegio de la soledad. No quisiera volver a escuchar conversaciones vacías, no qusiera volver a ninguna parte. Por primera vez en mucho tiempo acepto que las cosas no están saliendo como lo planeaba. Si es que acaso había un plan real de por medio.
Sigo caminando, porque espero que de tanto caminar me sienta mejor. Ya no extraño el mar como antes, aunque lo siento lejos, lejisimos y casi inalcanzable. Ahora aprecio mas los cielos azules, los campos de verdes tonalidades, el aire fresco, la comida sana.
Es mentira. Extraño todo. Todo lo que hasta hace poco me ha hecho sentir un poco mejor, aunque reconozco que nada me hace sentir al 100% en armonia, como sentirme enamorada. El amor ahora es tan lejano e imposible como llegar al mar. Es algo en lo que prefiero no pensar para no sentirme perdida. No hay soluciones individuales, en el amor dependes de otros. Es algo triste eso.
No solo esclaviza el dinero sino tambien la necesidad de afecto. Esclaviza aun mas, te vuelve por momentos miserable.
Pero no le pongamos tanto color, ni siquiera paso a la trsisteza podria dar, aqui parada en ningun sitio, me doy cuenta lo fuera de lugar que me voy a sentir siempre. La falta de armonai en todas las cosas que inicie, la sensación de caos inminente, por momentos la desesperación, por otros la apatía.
Me pregunto cuando terminara, mientras dudo en que fecha exacta habrá empezado este sentimiento.
A medida que desciendo la ciudad me atrapa con sus sonidos serenos, con los olores de fruta fresca, con los colores en los vestidos de las mujeres. Todo el mundo sufre mas que yo, pero lo hace en silencio. Yo ya no sufro, pero suelo gritar, quejarme, escribir como estoy. A veces es la única manera que hallo para poder escapar de mi misma.
Después de mucho dar vueltas termino sintiendo que mi lugar no está aqui ni en ningun otro en donde me siga sintiendo así, con la vida hecha un nudo en la boca del estómago.
Son tan pocas veces las que he sentido mi vida en armonia que naturalmente ligo esos momentos a personas determinadas, que por cuestinones de tiempo y dinero no pueden estar a mi lado.
Aspiro hondo el aire puro de la serranía y disfruto el privilegio de la soledad. No quisiera volver a escuchar conversaciones vacías, no qusiera volver a ninguna parte. Por primera vez en mucho tiempo acepto que las cosas no están saliendo como lo planeaba. Si es que acaso había un plan real de por medio.
Sigo caminando, porque espero que de tanto caminar me sienta mejor. Ya no extraño el mar como antes, aunque lo siento lejos, lejisimos y casi inalcanzable. Ahora aprecio mas los cielos azules, los campos de verdes tonalidades, el aire fresco, la comida sana.
Es mentira. Extraño todo. Todo lo que hasta hace poco me ha hecho sentir un poco mejor, aunque reconozco que nada me hace sentir al 100% en armonia, como sentirme enamorada. El amor ahora es tan lejano e imposible como llegar al mar. Es algo en lo que prefiero no pensar para no sentirme perdida. No hay soluciones individuales, en el amor dependes de otros. Es algo triste eso.
No solo esclaviza el dinero sino tambien la necesidad de afecto. Esclaviza aun mas, te vuelve por momentos miserable.
Pero no le pongamos tanto color, ni siquiera paso a la trsisteza podria dar, aqui parada en ningun sitio, me doy cuenta lo fuera de lugar que me voy a sentir siempre. La falta de armonai en todas las cosas que inicie, la sensación de caos inminente, por momentos la desesperación, por otros la apatía.
Me pregunto cuando terminara, mientras dudo en que fecha exacta habrá empezado este sentimiento.
A medida que desciendo la ciudad me atrapa con sus sonidos serenos, con los olores de fruta fresca, con los colores en los vestidos de las mujeres. Todo el mundo sufre mas que yo, pero lo hace en silencio. Yo ya no sufro, pero suelo gritar, quejarme, escribir como estoy. A veces es la única manera que hallo para poder escapar de mi misma.
domingo, marzo 27, 2011
Antes de partir
Estoy tan cansada de buscar en otros lo que ya tengo contigo, que me jode que el amor te parezca más importante que la amistad
¿qué importa si no puedes enamorarte de mí, seguirás buscando el amor cómo yo lo he buscado?
Es una torpeza buscar el amor, si es perfecto mientras dure lo que dure una película, son 120 minutos de azucaramiento inútil, de promesas, de frases entrecortadas y miradas furtivas...El amor no te sirve para seguir adelante, lo complica todo, encenguece toda lógica y entendimiento. El amor es una locura inútil, una droga que una vez probada te hará creer que cada vez que lo toques aquella fantasía perfecta durará por siempre.
Pensé que con un mes para mí sola llegaría a mejores conclusiones, pero es lo único lúcido que puedo decir: Ya basta de buscar amor en las personas, hay gente real como yo aquí cerca queriendo compartir la taza de café, el cine, la canción que nadie conoce, a la que le joden esos requisitos aparentemente necesarios como el "click" para intentar que las cosas funcionen.
Estoy tan cansada de probar muestras, que desearia comprar el frasco completo aunque sepa que el aroma tampoco durará para siempre.
¿qué importa si no puedes enamorarte de mí, seguirás buscando el amor cómo yo lo he buscado?
Es una torpeza buscar el amor, si es perfecto mientras dure lo que dure una película, son 120 minutos de azucaramiento inútil, de promesas, de frases entrecortadas y miradas furtivas...El amor no te sirve para seguir adelante, lo complica todo, encenguece toda lógica y entendimiento. El amor es una locura inútil, una droga que una vez probada te hará creer que cada vez que lo toques aquella fantasía perfecta durará por siempre.
Pensé que con un mes para mí sola llegaría a mejores conclusiones, pero es lo único lúcido que puedo decir: Ya basta de buscar amor en las personas, hay gente real como yo aquí cerca queriendo compartir la taza de café, el cine, la canción que nadie conoce, a la que le joden esos requisitos aparentemente necesarios como el "click" para intentar que las cosas funcionen.
Estoy tan cansada de probar muestras, que desearia comprar el frasco completo aunque sepa que el aroma tampoco durará para siempre.
jueves, marzo 24, 2011
El personaje
Tenía alrededor de 18 años cuando lo conocí, yo jamás había besado a nadie y gustaba de tan pocas personas que ya se había vuelto un hábito inventarme amores irreales con personas de fantasía, que jamás conocería. Él era menudo, aunque yo tampoco era muy grande, pero recuerdo que en alguna caminata mire su hombro y su cara a contraluz y me pareció un ser extraño de 2 dimensiones que habitaba en una hoja de papel amarillo.
No supe como me enamoré de él o si lo hice, mi mejor amiga me trenzaba el pelo mientras le contaba del hombrecito de traje raro que me había empezado a gustar en clases. Ella me trenzaba el pelo y yo sintiendo sus manos regordetas en mi nuca enmarañada de ideas, me sentía a salvo y hablaba libre de las cosas que bullían en mi pecho cuando él me hablaba desde su humanidad de papel y símbolos raros.
Claudio Morgan ,¡Por Dios nadie se llama así!- me había dicho ella, es como tener a un Gino Leone de novio, ese chico tiene el nombre ridículo de los personajes de un libro de inglés ¿Acaso te invitará también a tomar el té? Yo sonreía entonces bajo los lentes enormes que hacían ver mi cara como la de un abejorro y dejaba de hablarle, para seguir soñando con el momento en que volvería a verlo o si él me vería a mi.
De hecho ese nombre parecía condenarlo de forma inevitable a habitar entre historietas y revistas sin volverlo real, ese pensamiento me apaciguaba. Yo bordeaba los 18 años y me asustaba decidir a quién daría mi primer beso real, prefería seguir viviendo así, dudando entre la realidad y el desvarío de mi último amor adolescente.
Han pasado una centena de años de aquello. Sus dos dimensiones de personaje sin autor, aun se mueven en mi mente bajo la luz amarilla de la calle lluviosa y el invierno cayendo sobre nosotros. Fueron pocas semanas en que imaginé las mil historias que crea la gente que vive esperando. El beso jamás llegó, esperando un correo suyo conocí al que sería mi primer novio. La vida se enredó entonces de tantas formas, que me parece extraño haber llegado a los treinta y seguir esperando un personaje irreal que me devuelva la fantasía de creer en lo inexistente.
miércoles, marzo 23, 2011
Los días se pasan en la candidez de la recopilación de recuerdos, de hacer útiles las imágenes que creíamos perdidas, de los sonidos que llegan con el eco de cierta melancolía. Los olores. Sí, vaya que la ciudad la conozco por un mapa de olores diversos y si no olieras a nada también te recordaría. Como una imagen evanescente que me acaricia la piel cuando empiezo a dudar de si realmente sucedió o sucede la vida, como la conocemos. La vida real me refiero, esa en que una pone firme la voz y sigue adelante fingiendo que no importa lo que pase en el camino, hay que seguir caminando.
Los días se pasan así recordando, seleccionando que recuerdos buenos tener o si debería seguir recordando. Porque los buenos momentos no deberían llevar rostros, ni nombres, ni direcciones. La sensación que permanece en el recuerdo es lo importante; pero que egoísta de mi parte pueden decir...¿Y qué felicidad no es egoísta? Te recuerdo como deseo recordarte, así bajo mi percepción errada. Las verdades, ni los hechos exactos. La exactitud del tiempo me causa la ansiedad del pasado y el futuro, sin permitirme dejarme seducir por el presente.
Es tarde, ensayaba cosas que decir, porque puede que de tanto no usar mi lengua termine también por desaparecer, desaparecerá entonces no solo el blanco sino también la flecha.
Los días se pasan así recordando, seleccionando que recuerdos buenos tener o si debería seguir recordando. Porque los buenos momentos no deberían llevar rostros, ni nombres, ni direcciones. La sensación que permanece en el recuerdo es lo importante; pero que egoísta de mi parte pueden decir...¿Y qué felicidad no es egoísta? Te recuerdo como deseo recordarte, así bajo mi percepción errada. Las verdades, ni los hechos exactos. La exactitud del tiempo me causa la ansiedad del pasado y el futuro, sin permitirme dejarme seducir por el presente.
Es tarde, ensayaba cosas que decir, porque puede que de tanto no usar mi lengua termine también por desaparecer, desaparecerá entonces no solo el blanco sino también la flecha.
miércoles, marzo 16, 2011
Al despertar
De las vacaciones, me quedó la mala costumbre de no tener que bañarme al empezar el día y de usar algo de la ropa del pijama para salir a la calle. de no arreglarme, de no peinarme, de no maquillarme. En suma de no intentar parecer bonita para nadie.
Y de dormir mucho. demasiado.
Duermo casi 16 horas al día, despierto y preferiría seguir durmiendo, tanto que me he planteado entre sueños todas las hipótesis de enfermedad crónica que puedan estar afectando mi estado de vigilia, desde la anemia severa, hasta la depresión mayor, pasando por el enamoramiento.
Pero un minuto! Esa parece ser la razón menos probable.
De las vacaciones me ha quedado el gusto por no hacer nada. Por darme cuenta que no es el trabajo algo natural, sino un castigo. Que es un yugo el obtner dinero, para amasar más dinero, para pagar cuentas y alcanzar metas que tampoco nos vuelven felices.
recapacito con la almohada en la cabeza, sobre las cosas que me hacía feliz, no sé por donde empezar. Todo era tan simple. Sin embargo dos semans viviendo en la simpleza, de comer, dormir, ir a la playa no han sido suficientes. Parece que necesitara de algo que me sacudiera, de un objeto que de sentido a la existencia.
Volví a Lima ayer, la vorágine de la ciudad caótica y sólos entí más sueño, pocas ganas de visitar a nadie, poco ánimo de conocer a nadie.
Suena a desánimo lo que digo, pero es mediodía y acabo de despertar. He vuelto a leer el mismo libro que leo cada año, ese que parece folletín, que no califica para novela corta. Ese, ese.
Me doy cuenta que me hace feliz leer, me hece muy feliz el cine y me hace muy feliz hablar.
A comer, le he perdido el gusto real, porque mi hambre se ha vuelto una necesidad más que un placer.
Como para estar despierta, porque me despiertan para comer, para ir a almorzar, para cenar algo.
Los intermedios duermo. Me lo merezco dicen, digo.
Tal vez es cierto,
todos nos merecemos dormir y soñar un poco,
cuando el mundo real nos ataca a diario, cuando tienes que enfrentarte a cosas que no quisieras.
Sí, sería buena idea la del cómic de Laura Martillo enfrentándose a diario a la muerte y perdiendo la batalla muchas veces, esa es mi vida. La que me deprime, la que me hace recapacitar que es un milagro estar sobre mis dos piernas, poder pensar y comer e incluso dormir sin tener un monitor al lado, sin ser un paciente, una víctima de la enfermedad y por lo tanto de la muerte. ¿No sería una buena historieta? ¿Acaso cada drama no tiene algo de cómico?
Ni siquiera han terminado als vacaciones y debo armar maletas para un viaje anticipadamente planeado. Sin embargo la casa se cae a pedazos y la ropa está como mi vida tirada por todas partes y yo sin ánimo de arreglar nada.
Si tuviera el valor de vivir sin dinero, lo haría. Si tuviera el valor de no volver a trabajar, decicidiría. Sin embargo, y siempre hay un sin embargo, no puedo. Porque la vida real, me obliga a caminar derecho y a hacer las cosas que debo, con horarios, de salidas y llegadas. Con un reloj de pulsera y con un celular al que no llegan las llamadas que deseo.
La vida real es tan patética, que debe ser esa la causa por la que deseo seguir durmiendo y soñando, aunque a veces los sueños se tornen para mí en una pasmosa realidad de pesadilla.
Estoy en un punto tan esperado desde hace 30 años, en ese punto en que debes decidir tenerlo todo- así no lo quieras- o no tener absolutamente nada, vivir miserablemente al no hacer nada, feliz en la soledad del ermitaño que no desea ver a nadie, del que se refugia tras una pantalla de computador, para armar historias que no publica. Esa soledad del vencido. Del que nada busca, del tímido, del diferente.
Hace 30 años estoy esperando el momento de decir ya basta.
Pero no lo haré,
sé que de todos los sueños se despierta
y mi vida como la de muchos otros, volverá a su curso
antes de decidir ser cambiada.
Y de dormir mucho. demasiado.
Duermo casi 16 horas al día, despierto y preferiría seguir durmiendo, tanto que me he planteado entre sueños todas las hipótesis de enfermedad crónica que puedan estar afectando mi estado de vigilia, desde la anemia severa, hasta la depresión mayor, pasando por el enamoramiento.
Pero un minuto! Esa parece ser la razón menos probable.
De las vacaciones me ha quedado el gusto por no hacer nada. Por darme cuenta que no es el trabajo algo natural, sino un castigo. Que es un yugo el obtner dinero, para amasar más dinero, para pagar cuentas y alcanzar metas que tampoco nos vuelven felices.
recapacito con la almohada en la cabeza, sobre las cosas que me hacía feliz, no sé por donde empezar. Todo era tan simple. Sin embargo dos semans viviendo en la simpleza, de comer, dormir, ir a la playa no han sido suficientes. Parece que necesitara de algo que me sacudiera, de un objeto que de sentido a la existencia.
Volví a Lima ayer, la vorágine de la ciudad caótica y sólos entí más sueño, pocas ganas de visitar a nadie, poco ánimo de conocer a nadie.
Suena a desánimo lo que digo, pero es mediodía y acabo de despertar. He vuelto a leer el mismo libro que leo cada año, ese que parece folletín, que no califica para novela corta. Ese, ese.
Me doy cuenta que me hace feliz leer, me hece muy feliz el cine y me hace muy feliz hablar.
A comer, le he perdido el gusto real, porque mi hambre se ha vuelto una necesidad más que un placer.
Como para estar despierta, porque me despiertan para comer, para ir a almorzar, para cenar algo.
Los intermedios duermo. Me lo merezco dicen, digo.
Tal vez es cierto,
todos nos merecemos dormir y soñar un poco,
cuando el mundo real nos ataca a diario, cuando tienes que enfrentarte a cosas que no quisieras.
Sí, sería buena idea la del cómic de Laura Martillo enfrentándose a diario a la muerte y perdiendo la batalla muchas veces, esa es mi vida. La que me deprime, la que me hace recapacitar que es un milagro estar sobre mis dos piernas, poder pensar y comer e incluso dormir sin tener un monitor al lado, sin ser un paciente, una víctima de la enfermedad y por lo tanto de la muerte. ¿No sería una buena historieta? ¿Acaso cada drama no tiene algo de cómico?
Ni siquiera han terminado als vacaciones y debo armar maletas para un viaje anticipadamente planeado. Sin embargo la casa se cae a pedazos y la ropa está como mi vida tirada por todas partes y yo sin ánimo de arreglar nada.
Si tuviera el valor de vivir sin dinero, lo haría. Si tuviera el valor de no volver a trabajar, decicidiría. Sin embargo, y siempre hay un sin embargo, no puedo. Porque la vida real, me obliga a caminar derecho y a hacer las cosas que debo, con horarios, de salidas y llegadas. Con un reloj de pulsera y con un celular al que no llegan las llamadas que deseo.
La vida real es tan patética, que debe ser esa la causa por la que deseo seguir durmiendo y soñando, aunque a veces los sueños se tornen para mí en una pasmosa realidad de pesadilla.
Estoy en un punto tan esperado desde hace 30 años, en ese punto en que debes decidir tenerlo todo- así no lo quieras- o no tener absolutamente nada, vivir miserablemente al no hacer nada, feliz en la soledad del ermitaño que no desea ver a nadie, del que se refugia tras una pantalla de computador, para armar historias que no publica. Esa soledad del vencido. Del que nada busca, del tímido, del diferente.
Hace 30 años estoy esperando el momento de decir ya basta.
Pero no lo haré,
sé que de todos los sueños se despierta
y mi vida como la de muchos otros, volverá a su curso
antes de decidir ser cambiada.
lunes, marzo 14, 2011
Lunes roto
Me han pasado cosas buenas y cosas malas. Cuando pensé que eran demasiado malas, sucedieron otras que me hicieron ver que el corazón puede sufrir más, siempre un poquito más sin morirse en el trance.
Pasaré a relatar cómo me siento, ya que los hechos después de todo no son tan significativos. ¿qué hecho real lo es? Las cosas que nos pasan son sólo la excusa necesaria para seguir viviendo o en mi caso contando cosas. Trato de mantener la tranquilidad ¿qué duele más el corazón o el orgullo? suelo preguntarme. Cuando mi respuesta es lo segundo, me doy cuenta cuan mal estuvo sufrir, si después de todo se sufre por el ego herido, por la humillación, ese desdén de cuando te demuestran que ya no te quieren.
¿Quieres tu? ¿Has querido?
Podría responder esa pregunta diciendo que sí y que muchas veces, escribiría un poema con eso y si tuviera tinta de todos los colores, mi escrito sería una primavera de dulces esperanzas; sin embargo debo admitirlo, hace tiempo que ya no quiero y si alguna vez he querido me parece un espejismo, mezclado de muchas cosas y sensaciones extrañas.
Miedo,
Eso es lo que he sentido y lo he disfrazado con mucha dureza, así que no he querido iniciar relaciones por ese motivo y he asumido para mí la bandera del amor libre como si eso pudiera borrarlo todo. Los amigos con derechos, lo de casi-novios, lo de Relaciones-complicadas.
Suena peor de lo que es, lo cierto es que he temido iniciar una relación seria desde hace varios años y la última no sé si lo fue o ¿qué fue?
Me siento mareada,
a lo mejor debí salir a tomar un poco de aire, en lugar de empezar a escribir, pero la noticia me tomó tan desarmada y de golpe, que pensé que si lo escribía, que si trataba de ordenar mis ideas, igual como cuando resuelves un problema de matemática, todo perdería su drama y entonces podría solucionar las cosas, como las soluciono siempre: Siguiendo el camino de lo lógico, sin contar las tragedias que tiñen de gris mi día.
Dios!
si no existiera este blog sería la mujer más histérica del mundo, contando sus cosas a todos sus amigos, abrazándome a mi madre cada vez que sucede algo malo, buscando un hombro cada vez que quiera llorar.
Yo escribo y el sentimiento es aplastado a su mínimo expresión por un millón de ideas lógicas, que le exprimen el corazón y me hacen salir a flote de nuevo, viva.
Si alguien me lee en este momento, debo pedirle disculpas, por haber entrado a este blog que por momentos es como un hoyo negro sin comienzo ni fin, donde anoto las cosas que me hacen daño y a veces las que me hacen feliz.
Voy afuera, debo seguir respirando.
E ste año me prometí decir No a todo lo que pudiera hacerme daño
y la lista de va volviendo tan extensa, que es probable que me quede sola.
Pasaré a relatar cómo me siento, ya que los hechos después de todo no son tan significativos. ¿qué hecho real lo es? Las cosas que nos pasan son sólo la excusa necesaria para seguir viviendo o en mi caso contando cosas. Trato de mantener la tranquilidad ¿qué duele más el corazón o el orgullo? suelo preguntarme. Cuando mi respuesta es lo segundo, me doy cuenta cuan mal estuvo sufrir, si después de todo se sufre por el ego herido, por la humillación, ese desdén de cuando te demuestran que ya no te quieren.
¿Quieres tu? ¿Has querido?
Podría responder esa pregunta diciendo que sí y que muchas veces, escribiría un poema con eso y si tuviera tinta de todos los colores, mi escrito sería una primavera de dulces esperanzas; sin embargo debo admitirlo, hace tiempo que ya no quiero y si alguna vez he querido me parece un espejismo, mezclado de muchas cosas y sensaciones extrañas.
Miedo,
Eso es lo que he sentido y lo he disfrazado con mucha dureza, así que no he querido iniciar relaciones por ese motivo y he asumido para mí la bandera del amor libre como si eso pudiera borrarlo todo. Los amigos con derechos, lo de casi-novios, lo de Relaciones-complicadas.
Suena peor de lo que es, lo cierto es que he temido iniciar una relación seria desde hace varios años y la última no sé si lo fue o ¿qué fue?
Me siento mareada,
a lo mejor debí salir a tomar un poco de aire, en lugar de empezar a escribir, pero la noticia me tomó tan desarmada y de golpe, que pensé que si lo escribía, que si trataba de ordenar mis ideas, igual como cuando resuelves un problema de matemática, todo perdería su drama y entonces podría solucionar las cosas, como las soluciono siempre: Siguiendo el camino de lo lógico, sin contar las tragedias que tiñen de gris mi día.
Dios!
si no existiera este blog sería la mujer más histérica del mundo, contando sus cosas a todos sus amigos, abrazándome a mi madre cada vez que sucede algo malo, buscando un hombro cada vez que quiera llorar.
Yo escribo y el sentimiento es aplastado a su mínimo expresión por un millón de ideas lógicas, que le exprimen el corazón y me hacen salir a flote de nuevo, viva.
Si alguien me lee en este momento, debo pedirle disculpas, por haber entrado a este blog que por momentos es como un hoyo negro sin comienzo ni fin, donde anoto las cosas que me hacen daño y a veces las que me hacen feliz.
Voy afuera, debo seguir respirando.
E ste año me prometí decir No a todo lo que pudiera hacerme daño
y la lista de va volviendo tan extensa, que es probable que me quede sola.
martes, marzo 08, 2011
Hay una noche que no admite dudas allá afuera,
cubierta de estrellas, tantas que parece que fueran a caer sobre uno,
como azúcar en polvo,
como una suerte de hechizo que puede volver la realidad más patética,
en una tierna y dulce galleta.
Es fácil contemplar el cielo desde donde hoy me detengo
mi casa la siento tan cerca como lejos,
el mar golpea el territorio salado de lo inhóspito e inconcluso,
quisiera ver de una vez caer una estrella
ante mí, como el regalo de un ángel que llora,
que parta la tierra y me haga sentir con su estruendo,
que la vida encierra más sorpresas de las que creemos,
que en un mundo en donde la gente es llevada por los números,
las cifras y las probabilidades,
haya alguien, un ser humano que se atreva a sorprenderme
y a hacer aquello que no espero,
que no creo que suceda,
cambiar el rumbo, mi mundo, su mundo.
Hay tantas estrellas en el cielo,
millones de estrellas que cantan la canción eterna
que hace mover a las corrinetes submarinas,
a las personas, a sus impulsos, el ritmo de las cosechas
y el fluir de las aguas,
yo quiero que me regalen esa estrella
la más pequeña,
la que parece una ilusión entre las cientos que brillan
ufanas en el cielo azul que me cubre,
que me regalen esa estrella,
yo ya sabré de que color pinto mideseo con ella.
cubierta de estrellas, tantas que parece que fueran a caer sobre uno,
como azúcar en polvo,
como una suerte de hechizo que puede volver la realidad más patética,
en una tierna y dulce galleta.
Es fácil contemplar el cielo desde donde hoy me detengo
mi casa la siento tan cerca como lejos,
el mar golpea el territorio salado de lo inhóspito e inconcluso,
quisiera ver de una vez caer una estrella
ante mí, como el regalo de un ángel que llora,
que parta la tierra y me haga sentir con su estruendo,
que la vida encierra más sorpresas de las que creemos,
que en un mundo en donde la gente es llevada por los números,
las cifras y las probabilidades,
haya alguien, un ser humano que se atreva a sorprenderme
y a hacer aquello que no espero,
que no creo que suceda,
cambiar el rumbo, mi mundo, su mundo.
Hay tantas estrellas en el cielo,
millones de estrellas que cantan la canción eterna
que hace mover a las corrinetes submarinas,
a las personas, a sus impulsos, el ritmo de las cosechas
y el fluir de las aguas,
yo quiero que me regalen esa estrella
la más pequeña,
la que parece una ilusión entre las cientos que brillan
ufanas en el cielo azul que me cubre,
que me regalen esa estrella,
yo ya sabré de que color pinto mideseo con ella.
jueves, marzo 03, 2011
Asuntos Pendientes
Son las 9 de la noche, no tengo con quien hablar...con quien desee hablar. Afuera la ciudad es bulliciosa llena de luz y color, aquí en casa una lámpara tenue trata de evitarme el calor de mil focos prendidos mientras la ventana trae la brisa del mar cercano.
He esperado el tiempo suficiente para volver a escribir, este tiempo no llega, siempre hay demasiados compromisos, demasiado ruido, demasiada gente,
sin embargo
prefiero eso a tener que escribir y sentarme frente a mi misma a pensar en cada uno de los asuntos pendientes,
peor si es frente a un blog y darme cuenta de que por más que desee crear esa esperada historia, no tenga suficiente fantasía como para terminarla.
Supongo que hoy debo estar un poco deprimida, pero no daré detalles de mi repentina caída de ánimo,
debe ser que ayer llovió un poco, que son días estrogénicos, que Febrero es un mes de esperas y de sueños aplazados,
de que en fin no deseo escucharme,
(vocesita en mi cabeza que me indicas que camino es el correcto aléjate de mi oído pues te pones muy aburrida- parece ser mi única súplica antes de acostarme)
Rafa...estaba dándole vueltas a cuando volver a escribirte...me pregunto si es mejor hacerlo como si no estuvieras aquí e ir soltando mis pensamientos sin señalarte como receptor, casi como la nudista aburrida de su trabajo, que va botando sus prendas a la platea sin demasiado ánimo de un solo aplauso.
Plaf! Las luces se apagan...que tranquilidad el estar sola a veces.
Febrero es un mes cálido, como decía, sin embargo yo la paso sintiendo frío,
allí en ese congelador de aire acondicionado en donde trabajo, me entumezco de solo pensar que pasará en MaRZO O aBRIL o cuando escasee el dinero
¡Oh dinero maldito, matas todos mis sueños antes de volverlos realidad!
Serían unos días felices si supiera que Marzo puedo irme a pasar unos días en la playa, con gente que no me conozca, que no me pregunte, que no me juzgue......
soy mala para vivir en grupos,
para creer en la autoridad,
para obedecer normas,
si tuviera un psicoanalista lo deduciría en la primera entrevista,
pero no gastaría dinero en eso.......
......ni en ropa, ni en zapatos, ni en perfumes....
así de mala está mi vida por ahora,
sin frivolidades el mundo parece tan real que dan ganas de suicidarse.
He iniciado una campaña en facebook para ayudar a un paciente que no tiene un cobre,
en realidad no era una campaña, solo quería hacerles saber a todos mis amigos que me suena a basura todo lo que dicen sobre el amor al prójimo si jamás ayudan a nadie.
Y así de pronto la gente quiso ayudar sin darse cuenta que los insultaba,
así que hoy tuve que ser coherente y apoyar yo tambien,
olvidándome de las compras, de los zapatos nuevos,
del afán consumista que se apodera de las mujeres solitarias con signos de depresión a falta de sexo.
Como quien dice me ahorqué con mi propia sotana.....
Que joda...Que hastío...no es el mejor día del mundo, pero es tal vez el único en que ando suficientemente a solas como para entablar este monólogo.
Son las 9 24, a lo mejor debería dejar este ejercicio de pensar tanto,
luego salen verdades,
salen jodas que no soluciono, salen confesiones, mierdas, sale todo.
Es como un pañuelo de mago mi conflicto existencial.
Algo que ya no lo soluciona escribir ni ser leído
Es Febrero y se derriten los helados en las manos de los niños antes de ser lamidos.
He esperado el tiempo suficiente para volver a escribir, este tiempo no llega, siempre hay demasiados compromisos, demasiado ruido, demasiada gente,
sin embargo
prefiero eso a tener que escribir y sentarme frente a mi misma a pensar en cada uno de los asuntos pendientes,
peor si es frente a un blog y darme cuenta de que por más que desee crear esa esperada historia, no tenga suficiente fantasía como para terminarla.
Supongo que hoy debo estar un poco deprimida, pero no daré detalles de mi repentina caída de ánimo,
debe ser que ayer llovió un poco, que son días estrogénicos, que Febrero es un mes de esperas y de sueños aplazados,
de que en fin no deseo escucharme,
(vocesita en mi cabeza que me indicas que camino es el correcto aléjate de mi oído pues te pones muy aburrida- parece ser mi única súplica antes de acostarme)
Rafa...estaba dándole vueltas a cuando volver a escribirte...me pregunto si es mejor hacerlo como si no estuvieras aquí e ir soltando mis pensamientos sin señalarte como receptor, casi como la nudista aburrida de su trabajo, que va botando sus prendas a la platea sin demasiado ánimo de un solo aplauso.
Plaf! Las luces se apagan...que tranquilidad el estar sola a veces.
Febrero es un mes cálido, como decía, sin embargo yo la paso sintiendo frío,
allí en ese congelador de aire acondicionado en donde trabajo, me entumezco de solo pensar que pasará en MaRZO O aBRIL o cuando escasee el dinero
¡Oh dinero maldito, matas todos mis sueños antes de volverlos realidad!
Serían unos días felices si supiera que Marzo puedo irme a pasar unos días en la playa, con gente que no me conozca, que no me pregunte, que no me juzgue......
soy mala para vivir en grupos,
para creer en la autoridad,
para obedecer normas,
si tuviera un psicoanalista lo deduciría en la primera entrevista,
pero no gastaría dinero en eso.......
......ni en ropa, ni en zapatos, ni en perfumes....
así de mala está mi vida por ahora,
sin frivolidades el mundo parece tan real que dan ganas de suicidarse.
He iniciado una campaña en facebook para ayudar a un paciente que no tiene un cobre,
en realidad no era una campaña, solo quería hacerles saber a todos mis amigos que me suena a basura todo lo que dicen sobre el amor al prójimo si jamás ayudan a nadie.
Y así de pronto la gente quiso ayudar sin darse cuenta que los insultaba,
así que hoy tuve que ser coherente y apoyar yo tambien,
olvidándome de las compras, de los zapatos nuevos,
del afán consumista que se apodera de las mujeres solitarias con signos de depresión a falta de sexo.
Como quien dice me ahorqué con mi propia sotana.....
Que joda...Que hastío...no es el mejor día del mundo, pero es tal vez el único en que ando suficientemente a solas como para entablar este monólogo.
Son las 9 24, a lo mejor debería dejar este ejercicio de pensar tanto,
luego salen verdades,
salen jodas que no soluciono, salen confesiones, mierdas, sale todo.
Es como un pañuelo de mago mi conflicto existencial.
Algo que ya no lo soluciona escribir ni ser leído
Es Febrero y se derriten los helados en las manos de los niños antes de ser lamidos.
sábado, febrero 12, 2011
Sobre el Amor y otros placebos
En la búsqueda del amor, la gente tropieza ¿por qué lo busca?
Puedo asumir que los efectos anestésicos del amor sobre el dolor usual de estar vivos lo puedan convertir en la droga predilecta, pero a la vista de tantos efectos adversos
¿por qué lo seguimos solicitando?
Cualquiera puede recordar la sensación de abandono posterior a una ruptura,
de pronto el día que es cálido, a pleno verano, lleno de radiante sol deja de sentirse como tal,
a medida que uno camina por la calle solo se hunde más y mas en ese clima propio triste y gris,
que azota como viento huracanado todo el medio interno,
en una sensación de frío doloroso que resquebraja cualquier intento de sonrisa.
No hay duda, la sensación del amor perdido es la que mas puede imitar a una enfermedad en estadío terminal. La persona ya ni siquiera se aferra a una esperanza de cura,
es conciente que no hay vuelta atrás y se abandona al dolor sin desespero.
La resignación ha llegado.
Sólo por ese breve recuerdo de la agonía del amor roto, la gente debería huir de él y sin embargo
¡oh paradoja! Nos aferramos tontamente a volver a hallarlo,
no solo hallarlo, asirlo fuerte esta vez para obtener un poquito de ese clima cálido,
un poquito de sol que nos entibie el corazón y haga brotar sonrisas azucaradas,
apartándonos así, lo más posible, a esa virulenta sensación de vacío que sucede a una ruptura.
Tal vez por eso la búsqueda del amor se hace eterna, como si del Santo Grial se tratase.
El problema es que en esa búsqueda muchas veces se pierde también la fe
y ¡qué cosa más terrible será para él que pretende curar de una enfermedad perder la confianza en su propio antídoto!
La búsqueda del amor, claro, continuará, pero sin esperanzas reales de hallar algo trascendente.
Es aquí donde entra el concepto de "probar".
Vas probando personas como se prueban medicamentos nuevos, placebos sin ningún efecto real sobre esa angustia que lleva en el pecho la persona que está sola.
Imitaciones de amor, fantasías, que como tal, pierden rápidamente su atractivo y son dejadas sin mucho drama de por medio para probar con otras, tal vez de diferente apariencia, placebos con cubiertas diferentes, pero finalmente sin garantía de éxito.
Placebos sí, drogas que suelen tener efecto benéfico solo en aquellas personas cegadas en la confianza de sus resultados.
¿Pero si el propósito de apartarnos de algo que nos duele era el amor, por qué buscar placebos?
¿Por qué acudir a la fe ciega tratando de convertir las fantasías sobre el amor, en realmente eso: Amor?
¿Por qué continuar la búsqueda?
La respuesta está en esas horas de insomnio y falta de ruido externo en que la persona es orillada a encontrarse consigo misma. Un hecho que de por sí rehuye las 24 horas del día haciendo toda clase de actividades vacías que no darán ningún resultado plausible en el yo interno.
¡Imagina que sensación mas agobiante!
Estar frente a frente en un espejo en donde solo el individuo tiene las respuestas, de ¿hacia dónde va?, o ¿por qué va? o ¿cómo va?
Es mejor refugiarse en otro, ocultarse, compartir esa pena de la soledad eterna para que así
aquellas dos soledades sumen una relación y eso sea algo parecido, casi, casi a lo que buscábamos de inicio.
Tenemos una relación, pero eso no es suficiente, la angustia continua, la inocomodidad con uno mismo, con el otro, con el medio. No hay sol radiante afuera, apenas clima templado con lluvia avisorando.
Bueno, ahí vamos entonces, otra vez la búsqueda del amor ha fallado.
¿Pero no es mejor estar así? Puede alguien argumentar
¿No es mejor si se está compañado para compartir no solo de la felicidad sino tambien del trago amargo del dolor? ¿Qué importa si NO ES la persona, si no se asemeja mas que al 51% de lo que deseábamos sentir?
¿Eso no es ya, suficiente?
Puede que sí, pero esas relaciones ficticias, casuales, ilusorias -tipo placebo- no aseguran que tengan rupturas menos dramáticas o menos dolorosas al terminarse,
porque obviamnte terminarán,
uno de ellos puede que si encuentre el amor, o al menos que lo avisore, fugando así de ese vínculo laxo de relación ficticia, volviendo a dejar al individuo en el punto de inicio tal vez con menos precipitación de lágrimas y vientos huracanados en el yo interno, pero al menos con un frío que a pleno verano lo sume en la más profunda desesperación ante la pregunta usual ¿Por qué a mi?
Como no sentirse apenados ¿Acaso no es el ser humano un animal de costumbres?
¿Cómo no llorar entonces por el lecho que lo cobijó tantas noches aún siendo este el menos cómodo? ¿Cómo no añorar la comida- que aunque insípida- le negaron otros? ¿Cómo estar bien si se vuelve al desamparo de la propia vida?
La búsqueda del amor ¿era real entonces?
No podrían solucionarse las cosas si se empieza por el amor a uno mismo...pero...
¡vamos! ¿con qué se come eso?
Amor a uno mismo, suena a terapias de meditación, comida vegetariana y libros de autoayuda,
ideas que no van con el perfil que deseamos tener,
¿no es más rico escuchar música a alto volumen en lugar del silencio de las noches en vela?
o ¿atragantarnos con comida rápida sabrosa de esa que llena pero no alimenta?
¿No es más fácil vivir de prisa que detenerse a a pensar un poco?
Un poco de sexo casual, un poco de sexo sin compromisos, un poco de relaciones abiertas, un poco de vivir sin compromisos?
No es mejor...? Noticias...Es lo mismo, todo eso que hacemos es parte Buscar el amor...
De hecho, parece más fácil buscar que reconocer que se está perdido.
Al finalizar la noche en ese espacio silencioso y oscuro al que todos nos negamos a entrar
siempre estará el espejo de los problemas no solucionados, de las dudas, de las angustias y las inseguridades.
¿Puede solucionar éstos el hallazgo del amor "verdadero"?
Probablemente,
es por esa pequeña,
escaza, ínfima posibilidad de encontrar y ser encontrados,
por la que seguimos buscando.
Buenas Noches.
Puedo asumir que los efectos anestésicos del amor sobre el dolor usual de estar vivos lo puedan convertir en la droga predilecta, pero a la vista de tantos efectos adversos
¿por qué lo seguimos solicitando?
Cualquiera puede recordar la sensación de abandono posterior a una ruptura,
de pronto el día que es cálido, a pleno verano, lleno de radiante sol deja de sentirse como tal,
a medida que uno camina por la calle solo se hunde más y mas en ese clima propio triste y gris,
que azota como viento huracanado todo el medio interno,
en una sensación de frío doloroso que resquebraja cualquier intento de sonrisa.
No hay duda, la sensación del amor perdido es la que mas puede imitar a una enfermedad en estadío terminal. La persona ya ni siquiera se aferra a una esperanza de cura,
es conciente que no hay vuelta atrás y se abandona al dolor sin desespero.
La resignación ha llegado.
Sólo por ese breve recuerdo de la agonía del amor roto, la gente debería huir de él y sin embargo
¡oh paradoja! Nos aferramos tontamente a volver a hallarlo,
no solo hallarlo, asirlo fuerte esta vez para obtener un poquito de ese clima cálido,
un poquito de sol que nos entibie el corazón y haga brotar sonrisas azucaradas,
apartándonos así, lo más posible, a esa virulenta sensación de vacío que sucede a una ruptura.
Tal vez por eso la búsqueda del amor se hace eterna, como si del Santo Grial se tratase.
El problema es que en esa búsqueda muchas veces se pierde también la fe
y ¡qué cosa más terrible será para él que pretende curar de una enfermedad perder la confianza en su propio antídoto!
La búsqueda del amor, claro, continuará, pero sin esperanzas reales de hallar algo trascendente.
Es aquí donde entra el concepto de "probar".
Vas probando personas como se prueban medicamentos nuevos, placebos sin ningún efecto real sobre esa angustia que lleva en el pecho la persona que está sola.
Imitaciones de amor, fantasías, que como tal, pierden rápidamente su atractivo y son dejadas sin mucho drama de por medio para probar con otras, tal vez de diferente apariencia, placebos con cubiertas diferentes, pero finalmente sin garantía de éxito.
Placebos sí, drogas que suelen tener efecto benéfico solo en aquellas personas cegadas en la confianza de sus resultados.
¿Pero si el propósito de apartarnos de algo que nos duele era el amor, por qué buscar placebos?
¿Por qué acudir a la fe ciega tratando de convertir las fantasías sobre el amor, en realmente eso: Amor?
¿Por qué continuar la búsqueda?
La respuesta está en esas horas de insomnio y falta de ruido externo en que la persona es orillada a encontrarse consigo misma. Un hecho que de por sí rehuye las 24 horas del día haciendo toda clase de actividades vacías que no darán ningún resultado plausible en el yo interno.
¡Imagina que sensación mas agobiante!
Estar frente a frente en un espejo en donde solo el individuo tiene las respuestas, de ¿hacia dónde va?, o ¿por qué va? o ¿cómo va?
Es mejor refugiarse en otro, ocultarse, compartir esa pena de la soledad eterna para que así
aquellas dos soledades sumen una relación y eso sea algo parecido, casi, casi a lo que buscábamos de inicio.
Tenemos una relación, pero eso no es suficiente, la angustia continua, la inocomodidad con uno mismo, con el otro, con el medio. No hay sol radiante afuera, apenas clima templado con lluvia avisorando.
Bueno, ahí vamos entonces, otra vez la búsqueda del amor ha fallado.
¿Pero no es mejor estar así? Puede alguien argumentar
¿No es mejor si se está compañado para compartir no solo de la felicidad sino tambien del trago amargo del dolor? ¿Qué importa si NO ES la persona, si no se asemeja mas que al 51% de lo que deseábamos sentir?
¿Eso no es ya, suficiente?
Puede que sí, pero esas relaciones ficticias, casuales, ilusorias -tipo placebo- no aseguran que tengan rupturas menos dramáticas o menos dolorosas al terminarse,
porque obviamnte terminarán,
uno de ellos puede que si encuentre el amor, o al menos que lo avisore, fugando así de ese vínculo laxo de relación ficticia, volviendo a dejar al individuo en el punto de inicio tal vez con menos precipitación de lágrimas y vientos huracanados en el yo interno, pero al menos con un frío que a pleno verano lo sume en la más profunda desesperación ante la pregunta usual ¿Por qué a mi?
Como no sentirse apenados ¿Acaso no es el ser humano un animal de costumbres?
¿Cómo no llorar entonces por el lecho que lo cobijó tantas noches aún siendo este el menos cómodo? ¿Cómo no añorar la comida- que aunque insípida- le negaron otros? ¿Cómo estar bien si se vuelve al desamparo de la propia vida?
La búsqueda del amor ¿era real entonces?
No podrían solucionarse las cosas si se empieza por el amor a uno mismo...pero...
¡vamos! ¿con qué se come eso?
Amor a uno mismo, suena a terapias de meditación, comida vegetariana y libros de autoayuda,
ideas que no van con el perfil que deseamos tener,
¿no es más rico escuchar música a alto volumen en lugar del silencio de las noches en vela?
o ¿atragantarnos con comida rápida sabrosa de esa que llena pero no alimenta?
¿No es más fácil vivir de prisa que detenerse a a pensar un poco?
Un poco de sexo casual, un poco de sexo sin compromisos, un poco de relaciones abiertas, un poco de vivir sin compromisos?
No es mejor...? Noticias...Es lo mismo, todo eso que hacemos es parte Buscar el amor...
De hecho, parece más fácil buscar que reconocer que se está perdido.
Al finalizar la noche en ese espacio silencioso y oscuro al que todos nos negamos a entrar
siempre estará el espejo de los problemas no solucionados, de las dudas, de las angustias y las inseguridades.
¿Puede solucionar éstos el hallazgo del amor "verdadero"?
Probablemente,
es por esa pequeña,
escaza, ínfima posibilidad de encontrar y ser encontrados,
por la que seguimos buscando.
Buenas Noches.
sábado, enero 15, 2011
A medio Enero
Hoy no es un viernes de café, es sábado y es de mañana en Lima, una mañana clara sin mucho calor, el mar se ve azul desde mi balcón y la música de Maria Rita se abre paso entre el ruido del tráfico golpeando la mamapara de vidrio de mi casa. Que extraña y orgullosa me pone decir mi casa, es mi mayor lujo creo, aunque nadie lo sepa,
aunque si camino por la calle con ropa que no está de muy de moda,
nadie pueda pensar que yo, yo, la pequeña Laura haya comprado su propio lecho de rosas,
desde donde mirar el mar,
en días como éstos en donde me siento a disfrutar de no hacer realmente nada.
Estaba tan feliz con las gafas puestas, tomando café y baños de sol en el pequeño balcón que luce más fresco que cualquier lugar de casa, que por un momento pensé que todo lo que se avecinaba sería muy difícil.
Qué difícil es dejar la comodidad de lo seguro por lo que uno anhela que pase.
Me encantaría invitarte a casa, poner una web cam y hacerte muecas mientras tomo el café con toques de vainilla y jugueteo con la pierna al aire en el ya oxidado balcón.
Me encantaría tenerte siempre cerca, mientras no puedas tocarme- ese es el mensaje.
Hoy decidí volver a escribir, así que dejé los libros con el marcador puesto, el periódico que promociona su nueva suscripción, las revistas de fotografías coloridas con rostros bellos de gente que no conozco, la vajilla sin lavar que me espera en la cocina, la cama terriblemente destendida, la ropa lista para la fiesta de esta noche. Dejé todo y me puse a escribir,
cerré la conexión a internet y abrí todas las puertas.
Así en esta corriente de aire deliciosa, con toques de mar y música agradable te escribo,
aunque la verdad no sé bien de qué.
Saudade- suena- qué oportuno pienso yo.
No soy buena para escribir de actualidad, a decir verdad no sé en que día estamos, solo aproximadamente adivino que son mediados de Enero, que hoy es sábado que quisiera estar en casa de mis padres, que quisiera ir a la playa con ellos y acostar mi cabeza en pequeñas almohaditas confeccionadas para las tardes de Enero en la playa.
Quisiera dormir en la arena tapada en el pareo celeste, con un sombrero en la cara, mientras el mar me adormece y acaricia con su brisa mi cabeza despeinda,
despertar y ver a mi familia cerca a mí.
Yo no sé, no sé casi nada,
Sólo sé que hoy no había pacientes programados y de no saber que hacer,
de pronto hasta sentí tristeza y quise llamar a mucha gente para que me acompañara a desayunar
a hacer algo, a pasear,
porque tenía pereza de regresar tan linda a casa y tener que cocinar... porque..
Dios! Acaso no es de lo mejor desayunarse unos huevos revueltos con jamón para empezar la mañana?
¿Y un jugo de melón? Y un café?
Pero no quería hacerlo yo,
era más fácil llamar,
salir a tomar desayuno en algún sitio donde se pudiera hablar largamente mientras me servían cosas a la mesa.
Luego reparé que tengo pocos amigos con quienes podría darme ese lujo- me refiero a tener una conversación entretenida, larga, perfecta en donde las horas se pasan como suaves páginas de un libro muy querido. Atención a la mesa lo puede pagar cualquiera, que sea placentero, no.
Es media mañana, no quiero seguir hablando de mí, es momento de entregarse a placeres más inmediatos e intensos…
Pan ciabatta hojaldre con jamón, aceitunas verdes, queso y tomate. Té de durazno y sandía en trozos
( Ese será mi desayuno de hoy)
Buena mañana!
aunque si camino por la calle con ropa que no está de muy de moda,
nadie pueda pensar que yo, yo, la pequeña Laura haya comprado su propio lecho de rosas,
desde donde mirar el mar,
en días como éstos en donde me siento a disfrutar de no hacer realmente nada.
Estaba tan feliz con las gafas puestas, tomando café y baños de sol en el pequeño balcón que luce más fresco que cualquier lugar de casa, que por un momento pensé que todo lo que se avecinaba sería muy difícil.
Qué difícil es dejar la comodidad de lo seguro por lo que uno anhela que pase.
Me encantaría invitarte a casa, poner una web cam y hacerte muecas mientras tomo el café con toques de vainilla y jugueteo con la pierna al aire en el ya oxidado balcón.
Me encantaría tenerte siempre cerca, mientras no puedas tocarme- ese es el mensaje.
Hoy decidí volver a escribir, así que dejé los libros con el marcador puesto, el periódico que promociona su nueva suscripción, las revistas de fotografías coloridas con rostros bellos de gente que no conozco, la vajilla sin lavar que me espera en la cocina, la cama terriblemente destendida, la ropa lista para la fiesta de esta noche. Dejé todo y me puse a escribir,
cerré la conexión a internet y abrí todas las puertas.
Así en esta corriente de aire deliciosa, con toques de mar y música agradable te escribo,
aunque la verdad no sé bien de qué.
Saudade- suena- qué oportuno pienso yo.
No soy buena para escribir de actualidad, a decir verdad no sé en que día estamos, solo aproximadamente adivino que son mediados de Enero, que hoy es sábado que quisiera estar en casa de mis padres, que quisiera ir a la playa con ellos y acostar mi cabeza en pequeñas almohaditas confeccionadas para las tardes de Enero en la playa.
Quisiera dormir en la arena tapada en el pareo celeste, con un sombrero en la cara, mientras el mar me adormece y acaricia con su brisa mi cabeza despeinda,
despertar y ver a mi familia cerca a mí.
Yo no sé, no sé casi nada,
Sólo sé que hoy no había pacientes programados y de no saber que hacer,
de pronto hasta sentí tristeza y quise llamar a mucha gente para que me acompañara a desayunar
a hacer algo, a pasear,
porque tenía pereza de regresar tan linda a casa y tener que cocinar... porque..
Dios! Acaso no es de lo mejor desayunarse unos huevos revueltos con jamón para empezar la mañana?
¿Y un jugo de melón? Y un café?
Pero no quería hacerlo yo,
era más fácil llamar,
salir a tomar desayuno en algún sitio donde se pudiera hablar largamente mientras me servían cosas a la mesa.
Luego reparé que tengo pocos amigos con quienes podría darme ese lujo- me refiero a tener una conversación entretenida, larga, perfecta en donde las horas se pasan como suaves páginas de un libro muy querido. Atención a la mesa lo puede pagar cualquiera, que sea placentero, no.
Es media mañana, no quiero seguir hablando de mí, es momento de entregarse a placeres más inmediatos e intensos…
Pan ciabatta hojaldre con jamón, aceitunas verdes, queso y tomate. Té de durazno y sandía en trozos
( Ese será mi desayuno de hoy)
Buena mañana!
jueves, enero 06, 2011
Tarde de Promesas
¡El cielo hoy ha sido de color rosa!
Sí, yo lo he visto mientras atardecía y entonces recordaba mi último amanecer en Sao Paulo,
atravesando la ciudad aun en silencio, los rieles, los puentes, la vegetación que rodea al aeropuerto y la sala de espera.
Esa sala de espera en donde nadie tiene nacionalidad y sólo se dedica a volver.
¡Que tristes son los aeropuertos cuando no te quieres ir!
Ha llovido al caer la noche, pequeñas gotas al inicio, luego grandes cuerpos hídricos rodando hasta descarrilarse en los parabrisas de los autos.
Yo he salido de mi consulta sin guardapolvo y queriendo esbozar una sonrisa.
Cada vez que recibo dinero quisiera comprarle algo a mi madre, siempre lo pienso, pero nunca lo hago.
No me cubro, voy lentamente al paradero pensando que debo seguir despierta muy despierta para que en esta ciudad sin ley ni orden, no me pase nada.
ara que el regalo a mis padres sea permanecer viva. Eso me ha mantenido hasta ahora libre de mí,
de mis ansias de mandarlo todo a la mierda cuando mis caprichos no son como deseo.
¿Acaso no es un capricho pretender ser feliz? ¿Pretender enamorarse?
Camino y mis cabellos atrapan en sus negros espirales cientos de gotitas blancas,
pequeñas gotas blancas que no se escurren, sino que se quedan allí prendidas como las luces cristalinas de una navidad que se fue antes de tiempo.
Me voy alejando de la consulta, de la palabra doctora al despedirse con un beso o un apretón de manos.
Me voy olvidando que soy alguien para algunos
y me pierdo en la multitud de los centros comerciales,
buscando algún regalo de niña engreída que me quite esta desazón de los últimos días.
Perfumes!
muero por comprar aceites perfumados, velas aromáticas, inciensos.
Muero por volver mi casa un palacio de olores diversos y por jugar a que mi cama es el lecho de hadas y genios en donde dormito cuando la vida real se acaba.
Pero no compro nada,
sigo de largo y mi dedo se entretiene en los pétalos secos de flores irreales,
en el popurrit pintado con acuarela y esencia de canela.
Camino y no sé hacia donde voy.
No me siento triste,
sólo extraña y lejana.
Ya frente a los espejos de alguna tienda pomposa, veo mi imagen triste reflejándose como el de una mujer que no soy yo.
Vestida en jeans y zapatillas con una coleta desgreñada, las ojeras
y el labial que se ha evaporado
de dar besos a la lluvia de verano que ahora cae sin cesar
dejando las calles vacías.
Parezco alguna madre que se ha puesto la ropa de su hija de 15.
Parezco una madre huérfana, buscando en su interior la criatura tierna que le explique
¿para qué seguir rodando por la vida si día tras otro parecen todos ser los mismos?
Abro las manos, los dedos se erizan y estrujan mi vientre vacío, es un hambre enorme el que siento.
Un hambre pre histórico de ser llenado por alguna causa.
Parada en la acera me siento lejana y sin saber dónde ir. Donde tomar un taxi. Dónde estar bien.
Me siento tan vacía ahora que podría ir flotando a casa.
¡ Ey! señor ¿Sabe que nube tomar para llegar a mi palacete de flores amarillas?
Vamos!...Conteste señor
¿Sabe usted cuánto cuesta poder retomar el camino a casa?
Sí, yo lo he visto mientras atardecía y entonces recordaba mi último amanecer en Sao Paulo,
atravesando la ciudad aun en silencio, los rieles, los puentes, la vegetación que rodea al aeropuerto y la sala de espera.
Esa sala de espera en donde nadie tiene nacionalidad y sólo se dedica a volver.
¡Que tristes son los aeropuertos cuando no te quieres ir!
Ha llovido al caer la noche, pequeñas gotas al inicio, luego grandes cuerpos hídricos rodando hasta descarrilarse en los parabrisas de los autos.
Yo he salido de mi consulta sin guardapolvo y queriendo esbozar una sonrisa.
Cada vez que recibo dinero quisiera comprarle algo a mi madre, siempre lo pienso, pero nunca lo hago.
No me cubro, voy lentamente al paradero pensando que debo seguir despierta muy despierta para que en esta ciudad sin ley ni orden, no me pase nada.
ara que el regalo a mis padres sea permanecer viva. Eso me ha mantenido hasta ahora libre de mí,
de mis ansias de mandarlo todo a la mierda cuando mis caprichos no son como deseo.
¿Acaso no es un capricho pretender ser feliz? ¿Pretender enamorarse?
Camino y mis cabellos atrapan en sus negros espirales cientos de gotitas blancas,
pequeñas gotas blancas que no se escurren, sino que se quedan allí prendidas como las luces cristalinas de una navidad que se fue antes de tiempo.
Me voy alejando de la consulta, de la palabra doctora al despedirse con un beso o un apretón de manos.
Me voy olvidando que soy alguien para algunos
y me pierdo en la multitud de los centros comerciales,
buscando algún regalo de niña engreída que me quite esta desazón de los últimos días.
Perfumes!
muero por comprar aceites perfumados, velas aromáticas, inciensos.
Muero por volver mi casa un palacio de olores diversos y por jugar a que mi cama es el lecho de hadas y genios en donde dormito cuando la vida real se acaba.
Pero no compro nada,
sigo de largo y mi dedo se entretiene en los pétalos secos de flores irreales,
en el popurrit pintado con acuarela y esencia de canela.
Camino y no sé hacia donde voy.
No me siento triste,
sólo extraña y lejana.
Ya frente a los espejos de alguna tienda pomposa, veo mi imagen triste reflejándose como el de una mujer que no soy yo.
Vestida en jeans y zapatillas con una coleta desgreñada, las ojeras
y el labial que se ha evaporado
de dar besos a la lluvia de verano que ahora cae sin cesar
dejando las calles vacías.
Parezco alguna madre que se ha puesto la ropa de su hija de 15.
Parezco una madre huérfana, buscando en su interior la criatura tierna que le explique
¿para qué seguir rodando por la vida si día tras otro parecen todos ser los mismos?
Abro las manos, los dedos se erizan y estrujan mi vientre vacío, es un hambre enorme el que siento.
Un hambre pre histórico de ser llenado por alguna causa.
Parada en la acera me siento lejana y sin saber dónde ir. Donde tomar un taxi. Dónde estar bien.
Me siento tan vacía ahora que podría ir flotando a casa.
¡ Ey! señor ¿Sabe que nube tomar para llegar a mi palacete de flores amarillas?
Vamos!...Conteste señor
¿Sabe usted cuánto cuesta poder retomar el camino a casa?
martes, enero 04, 2011
De mañana
El cielo es claro allá afuera, la luz del sol va entibiando las ventanas vacías de los edificios abandonados por toda esa masa que trabaja temprano en la mañana.
Yo me quedo en casa,
me siento enferma, a menudo me siento enferma y con dolores varios que prefiero no contarle a nadie. ¿Quién entendería, sin dar una piadosa mirada que sólo agradece no ser las víctimas de ese tipo de dolor?
Es mejor así. A ella no le importa nada- suelen decir. Si pues, tal vez no me importa nada.
¿Te duele menos? Me preguntó él ayer.
Bah, ¿Menos qué cuándo?- pienso, si yo siempre llevo un poco de dolor encima.
El día es claro y el año ha comenzado con una repentina pereza y sensación de soledad.
Más gente alrededor y más soledad, eso es lo que ocurre siempre.
No hay ningún momento para pensar en uno misma.
La gente hace bulla, canta, baila y cuando no tienes un poco de alcohol en la sangre todo eso, simplemente cansa.
Entre ellos y yo se abre entonces un abismo, una llanura lunar que no quiero cruzar, un paisaje desértico de esos que te persiguen cuando viajas por la costa.
Yo suelo viajar.
La vida entre viaje y viaje me parece irreal y de alguien diferente, que usa un bonito disfraz que ha cosido con esmero y dedicación para usar a diario.
Cuando yo viajo me siento fuerte,
capaz, viva,
que la vida es una sorpresa y esa sensación me sobrecoge hasta el punto de querer besar la tierra,
ese divino lugar en que es posible edificar los sueños.
Me gusta cuando viajo;
mi cabeza se apoya a la ventanilla dormitando entre los paisajes cambiantes. A veces es el mar, otros la llanura, la selva, las rocas.
Me hubiera gustado recorrer el mundo en viajes y nacer tantas veces como sea posible, porque cada viaje es un nacimiento y cada vuelta a casa una muerte lenta de esa persona esperanzada que llevamos dentro.
El sol entibia allá afuera las aceras, los árboles de pocas hojas, la arena gruesa y la pedrería que rodea el litoral limeño. El sol calienta y yo aquí en casa esperando
¿El qué?
El volver a sentirme yo misma.
Tal vez prefiera viajar sola;
mientras estoy sola, sé que soy yo,
que no cedo, que la condescendencia con los deseos ajenos no es esa suerte de piedra de molino que me asfixia cuando quiero nadar por la vida en completa libertad.
Me agrada cuando viajo sola, cuando me voy y pienso, que no volveré.
Que hay algún lugar volteando la esquina en donde podré quedarme a dormitar hasta soñar que las cosas sean diferentes.
Me agrada cuando hablamos,
pero cuando dejamos de hacerlo me doy cuenta
que con nadie más hablo como cuando estoy contigo.
Que con nadie más hablo como cuando escribo, sólo por eso lo sigo haciendo.
El escribir, me refiero.
Sólo por eso lo hago.
Y desearía que hoy, esta mañana mientras estoy en mi cama con el rostro sin arreglar y el cabello sin peinar. Cuando estoy con esta profunda sensación de disconfort que no llega a ser dolor y sin embargo discapacita, te sentaras a mi lado y
me leyeras hasta que volviera a dormir.
He cerrado las ventanas,
es noche en mi habitación ahora y el olor cítrico de algún perfume destapado se filtra por todo el ambiente.
Me encanta el mundo de los olores,
flota en el ambiente otra atmosfera desconocida que no percibe nadie más.
Me pierdo en los pliegues de esa textura de olores diferentes y desconecto los teléfonos, el internet, la televisión. Todos me interrumpen tanto!
Quisiera escribirte, pero quisiera más que me leas un libro.
Mis ojos se cierran,
la mesita de noche se ha llenado de medicinas varias que me han destrozado el estómago durante la noche, de agujas, de algodones que por falta de alcohol he empapado en perfume.
A veces me doy lástima,
pero comprendo que este dolor también contribuye a ser la persona que soy. También la edifica de estas nostalgias y este estúpido tesón por seguir viviendo ¿para qué?
No sé, para esto, supongo, para que me oigas.
Estoy cansada,
pero no puedo dormir, he despertado a deglutir pequeños dulces de coco que me hagan pasar el amargor de las medicinas.
He despertado y no he querido salir más.
Esta es mi casa, una habitación en lo alto de un castillo que da al mar.
Desde aquí a veces veo los aviones pasar, entonces me siento en silencio colgando los pies en la cama, repitiéndome que un día yo también partiré, allá lejos donde ningún dolor se sienta,
así me iré perdiendo en un cielo de nubes color rosa, columpiando en un sueño.
Ese sueño de donde nacen todos mis ocultos deseos.
Yo me quedo en casa,
me siento enferma, a menudo me siento enferma y con dolores varios que prefiero no contarle a nadie. ¿Quién entendería, sin dar una piadosa mirada que sólo agradece no ser las víctimas de ese tipo de dolor?
Es mejor así. A ella no le importa nada- suelen decir. Si pues, tal vez no me importa nada.
¿Te duele menos? Me preguntó él ayer.
Bah, ¿Menos qué cuándo?- pienso, si yo siempre llevo un poco de dolor encima.
El día es claro y el año ha comenzado con una repentina pereza y sensación de soledad.
Más gente alrededor y más soledad, eso es lo que ocurre siempre.
No hay ningún momento para pensar en uno misma.
La gente hace bulla, canta, baila y cuando no tienes un poco de alcohol en la sangre todo eso, simplemente cansa.
Entre ellos y yo se abre entonces un abismo, una llanura lunar que no quiero cruzar, un paisaje desértico de esos que te persiguen cuando viajas por la costa.
Yo suelo viajar.
La vida entre viaje y viaje me parece irreal y de alguien diferente, que usa un bonito disfraz que ha cosido con esmero y dedicación para usar a diario.
Cuando yo viajo me siento fuerte,
capaz, viva,
que la vida es una sorpresa y esa sensación me sobrecoge hasta el punto de querer besar la tierra,
ese divino lugar en que es posible edificar los sueños.
Me gusta cuando viajo;
mi cabeza se apoya a la ventanilla dormitando entre los paisajes cambiantes. A veces es el mar, otros la llanura, la selva, las rocas.
Me hubiera gustado recorrer el mundo en viajes y nacer tantas veces como sea posible, porque cada viaje es un nacimiento y cada vuelta a casa una muerte lenta de esa persona esperanzada que llevamos dentro.
El sol entibia allá afuera las aceras, los árboles de pocas hojas, la arena gruesa y la pedrería que rodea el litoral limeño. El sol calienta y yo aquí en casa esperando
¿El qué?
El volver a sentirme yo misma.
Tal vez prefiera viajar sola;
mientras estoy sola, sé que soy yo,
que no cedo, que la condescendencia con los deseos ajenos no es esa suerte de piedra de molino que me asfixia cuando quiero nadar por la vida en completa libertad.
Me agrada cuando viajo sola, cuando me voy y pienso, que no volveré.
Que hay algún lugar volteando la esquina en donde podré quedarme a dormitar hasta soñar que las cosas sean diferentes.
Me agrada cuando hablamos,
pero cuando dejamos de hacerlo me doy cuenta
que con nadie más hablo como cuando estoy contigo.
Que con nadie más hablo como cuando escribo, sólo por eso lo sigo haciendo.
El escribir, me refiero.
Sólo por eso lo hago.
Y desearía que hoy, esta mañana mientras estoy en mi cama con el rostro sin arreglar y el cabello sin peinar. Cuando estoy con esta profunda sensación de disconfort que no llega a ser dolor y sin embargo discapacita, te sentaras a mi lado y
me leyeras hasta que volviera a dormir.
He cerrado las ventanas,
es noche en mi habitación ahora y el olor cítrico de algún perfume destapado se filtra por todo el ambiente.
Me encanta el mundo de los olores,
flota en el ambiente otra atmosfera desconocida que no percibe nadie más.
Me pierdo en los pliegues de esa textura de olores diferentes y desconecto los teléfonos, el internet, la televisión. Todos me interrumpen tanto!
Quisiera escribirte, pero quisiera más que me leas un libro.
Mis ojos se cierran,
la mesita de noche se ha llenado de medicinas varias que me han destrozado el estómago durante la noche, de agujas, de algodones que por falta de alcohol he empapado en perfume.
A veces me doy lástima,
pero comprendo que este dolor también contribuye a ser la persona que soy. También la edifica de estas nostalgias y este estúpido tesón por seguir viviendo ¿para qué?
No sé, para esto, supongo, para que me oigas.
Estoy cansada,
pero no puedo dormir, he despertado a deglutir pequeños dulces de coco que me hagan pasar el amargor de las medicinas.
He despertado y no he querido salir más.
Esta es mi casa, una habitación en lo alto de un castillo que da al mar.
Desde aquí a veces veo los aviones pasar, entonces me siento en silencio colgando los pies en la cama, repitiéndome que un día yo también partiré, allá lejos donde ningún dolor se sienta,
así me iré perdiendo en un cielo de nubes color rosa, columpiando en un sueño.
Ese sueño de donde nacen todos mis ocultos deseos.
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