Querida L:
¿Sabes qué ocurre? Que, en este mundo cibernético, los sentimientos se amplifican. Lo que en la "vida real" (con comillas bien grandes) podría ser una simpatía sin más, en la "vida cibernética" se transforma fácilmente en un amor desaforado. Y, si no, que me lo digan a mí, que me puse de novio con la que luego resultó ser una echadora de cartas fulera y neurótica, para tener que dejarla en menos de tres meses porque me amargaba. O para ir a casarme, a los cinco meses de conocerla, con una gran mujer de la que, sin embargo, ahora no me siento enamorado ni compatible.
Mi conclusión es que este medio de comunicación agiganta la intensidad del sentimiento hasta la confusión y la obcecación, pero luego llega la aproximación física para echarnos un buen balde de agua fría sobre todo lo que nosotros habíamos imaginado... Lo que habíamos imaginado, rellenando los huecos que la caber comunicación deja, con nuestras propias carencias, haciendo "del otro" ese ser ideal que andamos siempre buscando y que siempre, siempre acaba dándonos esquinazo. Quizá sea porque ese ser no existe más que dentro de nosotros mismos. Y quizá esté hablándote más de mi propia experiencia que de la tuya. Vamos, quizá no, seguro... Porque los tipos de los que me hablas te han ocultado sus miserias con premeditación y alevosía, actitud que, amén de execrable y traidora, transforma el escenario desde un anhelo voluntariamente fabricado usando "al otro" de materia prima, en una trampa arteramente tendida por "ese otro" partenaire ciberespacial.
En palabras más simples, que hay que joderse con los cabrones que te encuentras por aquí, amiga mía. Pero ya sabes lo que hay. La Vida viene sin seguro contra hijoputas, sin aval para cagadas y sin fianza por imprevistos. Cuando nos toca un hijoputa, una cagada o un imprevisto podemos enfadarnos, deprimirnos y lamentarnos. Es nuestra válvula de escape para seguir adelante, porque consciente o inconscientemente sabemos que a la próxima feria puede que nos vaya mejor... Y queremos seguir probando.
Y sobre las personitas que se dedican a animarte cuando te da la vena depre, pues... Mujer, sé comprensiva. Yo mismo he estado varias veces en ese paquete. Piensa que lo hacen, lo hacemos, con toda la buena voluntad del mundo. Está claro que salmos bíblicos, métodos Tai Chi y presentaciones PowerPoint llenas de florecitas y buenos deseos no son lo más adecuado para una mente desarrollada y potente como la tuya o la mía (y la modestia para los que la necesitan). Por desgracia, la otra cara de la moneda de una inteligencia acentuada es la facilidad que tal estructura tiene para deprimirse rápida y profundamente. Así que en nuestro pecado llevamos la penitencia, porque esos "remedios" baratos y sencillos funcionan en la mayoría, pero en nosotros es como querer hundir un acorazado a pedradas. Sin embargo, y aunque recibir esos correos voluntariosos no nos provoca más que una triste sonrisa, lo correcto es agradecer el intento de ayudarnos. Aunque no lo hayamos, siquiera, pedido. ¿Que tenemos derecho a deprimirnos como y cuando y cuanto nos dé la gana sin que nos molesten? ¡Pues claro! Pero, en un mundo tan lleno de cabronazos como es éste, es de agradecer que alguien intente ayudarnos por que sí, sin más...
La intentona con Claudio... Pues qué quieres que te diga. Que todos somos humanos, y que como decían los romanos, errare humanum est. Yo también tuve mi recaída con la loca del Tarot, en su momento, antes de conocer a la que ahora es mi mujer. Y encima a la tía se le ocurrió probar qué pasaría si yo la dejaba embarazada. Así que se montó su película, me dijo que tenía una falta y me las hizo pasar más putas que San Amaro. Porque yo seré tonto, pero responsable un rato largo. Así que ahí me las veía yo, padre sin quererlo de una criatura que tendría que compartir con una neurótica, es decir criar yo solito, por no haber tenido ganas de usar una goma. Al final todo resultó ser una tomadura de pelo que ella jamás quiso acabar de confesar, sobre todo después de haberme tenido cuatro horas esperando en urgencias de maternidad, simulando un derrame vaginal para que le hiciesen la prueba del embarazo por la cara. Alucinante. Pero resumiendo, que si yo volví a liarme con semejante petarda, comprendo perfectamente que tú hayas querido tocar un rato de Claudio. Eso sí, no pierdas de vista el horizonte que ya viste cuando lo enviaste a tomar el viento a la farola. Una cosa es darse un respiro, y otra meter el remo hasta la empuñadura, que ya te sabes las teclas que le fallan a ese piano.
Saludos mios.
El Lugarteniente.
2 comentarios:
Que carta tan interesante. En especial por el tercer parrafo.
Me parece que debiste editar algunas cosas (no me digas que lo hiciste!!!)
Te leo. (llego Cuento Sucio)
Estimado Peregrino:
En el Reino del Comportamiento Humano, por suerte y por desgracia la Lógica es una disciplina que no tiene, prácticamente, nada que ver. Por suerte, porque si la Lógica rigiera en nuestros asuntos, todo sería tan aburridamente evidente que hasta los muertos se morirían de puro hastío. Y por desgracia, porque si tal ciencia conformara nuestro comportamiento, todo estaría tan claro que jamás nos llevaríamos el más mínimo chasco con nada ni con nadie. Es decir, que todo sería comprensible y previsible de cojones. Pero de cojones.
Pero resulta que no. Que no tenemos Lógica en el Comportamiento Humano. Porque, de tenerla, sería de esperar que las personas menos inteligentes/hábiles/maduras/certeras/integradas (sic) acudiesen de motu propio a pedir consejo a esas otras personas más inteligentes/hábiles/maduras/certeras/integradas (sic, ii). Como puede comprobarse con un descomunal fardo de contraejemplos, la cosa no funciona así. O, al menos, en la mayoría de casos. ¿Por qué? Porque está en la Naturaleza Humana el aprender a base de hostias. Cosa nada lógica. Y eso, el que aprende. Es decir, que tirando mano del sufrido refranero, la experiencia es la madre de la ciencia. En el mejor de los casos. Yo mismo, sin ir más lejos, me he comido marrones del tamaño de trolebuses por no hacerle caso a mi papá. Pero es que no me daba la gana de hacerle caso. Con el tiempo, y con los golpes, uno puede ir aprendiendo a ser algo más permeable a las experiencias de los demás, e intentar asumirlas mediante lo que en Psicología se conoce como insight, haciendo tales experiencias cuasi propias. Ahora bien, esta habilidad es harto difícil de conseguir, y podría decirse que quien la disfruta ha llegado al séptimo nirvana con chorreras verdes y medalla de honor Laureada del Congreso. Y en ese nirvana me parece que no hay nadie, porque fíjate que hasta Dios la cagó de plano con Lucifer, que era nada menos que su ángel favorito y acabó como George Bush. Siendo un hijoputa de tomo y lomo. Eso si nos ponemos de parte de Dios. En fin...
Así que, con tal panorama, esa supuesta obligación que tienen los más inteligentes/hábiles/maduros/certeros/integrados queda moralmente disuelta por la poca voluntad manifiesta que ponen los otros en aprender. Que aquí todo quisque tiene de sobra con el fútbol del domingo; a pocos veo hojeando letra impresa, ya sea La República de Platón o el cómic de cincuenta céntimos. Tampoco me trago eso de que "la letra, con sangre entra" porque no está en mi batería moral la voluntad de enseñar a nadie contra su voluntad, y valga la redundancia. Eso lo dejo para los misioneros, curas, pastores y otras subespecies, que históricamente se han aprovechado de la ignorancia de la gente para inculcarles miedo, aborregamiento y servilismo ciego a todas sus víctimas. Quien quiera aprender, lo hará voluntariamente y buscará donde pueda las fuentes del Conocimiento. Así pues, la supuesta obligación de los que han salido del fondo de la mítica Caverna de Platón a la hora de enseñar al que sólo ve sombras, queda en la libre voluntad de hacerlo. Y no ya a todo aquél que quiera aprender sino sólo al que, quien sabe, quiera enseñar. Porque el aprendizaje, igual que el amor, es una relación biunívoca. Lo que, en plata, quiere decir que si me caes mal por lo que sea, te va a enseñar tu tía la del campo, que yo paso cuatro pueblos. Si no, el que sabe acabaría coaccionado a relacionarse con cualquiera que quisiera aprender, y tampoco se trata de eso porque le chafamos la guitarra y la poca Libertad que le queda al docente.
Y concluyo que me estoy meando y fumando encima hace ya rato, jodida Ley Antitabaco... Que entiendo tu proposición moral de iluminar filantrópicamente al que no sabe. Pero lo que quiero que tú entiendas, Peregrino, es que hay veces en las que ése que sabe un poco más está tan hasta los ovarios de la mierda que se tiene que tragar todos los días, tan hasta las cejas de ver y sufrir barbaridades en carne propia y ajena, que las ganas de enseñar se le van por donde acaba el más suculento de los manjares: La taza del inodoro. Y todo esto te lo dice uno que, como Sócrates en su momento, sólo sabe que no sabe un pimiento verde. Abrazos.
El Lugarteniente
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