De Paranoia, Soledad, Amor y otras cosas que perfuman a la mujer hasta hacerla apetecible, abominable y unica....por suerte.
lunes, abril 03, 2006
Marrakesh
Le gustaban los datiles en la mesa de noche pequeña, dormir al caer el sol con el sonido de la ultima oracion aun resonando en las mezquitas blancas. Despertar de la siesta bajo la palmera del patio interior y sentir el calor del desierto desterrado de la casa por el continuo batir de hojas en los arboles frutados.
Le gustaba despertar envuelta en la falda granate y caminar sin sandalias hacia la habitacion vecina, entonces podia ver aun los libros en el piso, la alfombra revuelta, las cortinas soplando, como cuando el se fue, podia oler su ropa puesta sobre el suelo y oler el tabaco perfumado en el cuello de la camisola blanca.
Ese fresco aire frutado de las 5 de latarde, el olor a canela y jenjibre que caminaba con ella por las calles de la ciudad tumulto. Le gustaba no entender a la gente con su hablar hecho lio, sonreir porque alli todo era una sorpresa, era un vivir de sueño.
Amaba esa casa enorme en donde ya no entraba nadie, las ventanas orientales, los cojines en el piso, las alfombras persas. La fuente llena de hojas secas que ella se afanaba por limpiar. Le gustaba salir a la calle y no ser diferente que la mayoria, poder permanecer semanas sin peinarse, con los ojos llenos de curiosidad en un pais que era mejor que en todos sus sueños.
Le gustaban las telas sobre ella y bañarse acostada, no como en occidente en donde la gente recibe el agua de pie y rapidamente como si fuera un castigo. Le gustaban esos baños con flores de naranjo, para poder relajarse y estar horas en la tina leyendo las cartas de alguna otra decada.
Le gustaba estar sola alli sin dar explicaciones de nada. La comida condimentada, las bebidas perfumadas, la brisa de recuerdo de un mar inexistente. A ella le gustaba estar alli exiliada de la realidad, viviendo en sus sueños de Oriente, sin ninguna ropa que le ajuste en las caderas, caminado lentamente por ese patio lleno de hojas secas y limpiando con la mano la pequeña fuente.
Cada tarde ella se acercaba a la fuente y pedia un solo deseo, no volver a despertar. No despertar jamas y quedarse alli para siempre. Sobre la extensa llanura lunar las estrellas brillaban entonces como fuegos artificiales y el desierto se comia cualquier nostalgia que pudiera importunar su sueño.
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1 comentario:
Quedarse en Marrakesh para siempre con este relato exquisito es ahora posible gracias a ti, Laura !
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