Lo que más me provoca las dichosas crisis migrañosas son esos días a mitad de ciclo, o mejor dicho durante lo que yo llamo “mi periodo de estro” y con ésta palabrita ya me estoy comparando a las hembras de las que habla mi hermana la veterinaria. Pero es que lo mío ¡ya es casi animal! Si vieras en el estado de ansiedad que me pongo! Sin embargo, eso recién lo noté después de que ya no tenía pareja estable. Creo que debe ser la soledad y tener las manos desocupadas,( que a las finales y terminan bien ocupadas) porque ya sabes, con el SIDA y esas vainas, pues ya no confío en nadie, mas que en mí y mis técnicas de dígito presión…
Ves que te ríes de nuevo? No confío en los preservativos pues! Si ya dos veces que se me rompen y paso las de Caín calmando al otro y luego calmándome a mí, que para estos brincos ya no me da la vida. Un día voy a denunciar a esas fábricas de preservativos, porque el látex está cada vez peor. Habráse visto! Ya ni el sexo “per se” relaja, si estás pensando en los micro filamentos y en a qué hora se les rompe la porquería de condón barato.
Por eso que ahora estoy postergada aquí en la casa de mis padres, bien lejos de cualquier contacto humano o por lo menos masculino. Y es que ya te lo dije, la soledad te logra ilusiones ópticas y entonces tomas por amor al puro impulso de preservar la especie. Que no te sonrojes! que voy a dar la razón a mi querido Lugarteniente cuando dice que todos mis problemas de frustración vienen por vivir en un país como el nuestro, en donde los hombres copulan sin restricciones y las mujeres tienen que callar esos impulsos, para no parecer la aceituna en el pastel de fresas. Y es que por estos lares si una mujer dice que se acostó solo por impulso orgánico, la llaman fácil y ahí se le acaba el respeto.
No pues, pero si a eso no va la cosa. Que en esas vainas entre los sexos y las percepciones de lo socialmente aceptable, no me quiero meter. Lo que te cuento es sobre esas temporadas mías con picos hormonales, con migrañas de madrugada, con insomnio y ansiedad por nada y las noches llenas de sueños pitonisos. Yo los llamo así, porque hasta vergüenza me da el confesar que muchos de mis sueños sintonizan con hechos futuros estilo Pitonisa. ¿Ves que a mi me ruboriza más, el hablar de que tengo sueños que predicen el futuro que de mis noches “de encame”? Y es que creo que la carrera te hace un poco cruda al hablar de ciertos temas, que para los demás aún deben seguir con el velito del misterio encima, no vaya a ser que piensen que estás hablando en doble sentido y te estés insinuando sin darte cuenta. Y sin embargo si alguien como yo, criada entre los parámetros de la ciencia y en que todo hecho debe ser comprobado para ser aceptado, habla que un día a los 8 años se soñó viendo un secuestro alienígena a dos tíos desconocidos, que luego fue denunciado hasta por la radio, mínimo me amarran y me meten al manicomio más barato y de por vida!
Volviendo a lo del sexo, hace algunos días quería averiguar sobre bibliografía y diferencias entre el orgasmo vaginal y el clitorídeo, para hacer un artículo que no suene a cachondeo, sino a algo más científico, para desasnar gente retro, pero ¿Crees que pude? Apenas comenzaba a hablar de eso, mi interlocutor se movía en la silla, abría las piernas, carraspeaba y se llevaba la mano a la nariz, estilo García cuando va a decir alguna de sus mentiras doradas. A las finales abandoné la idea de explicar que el orgasmo clitorídeo es mucho más intenso que el vaginal producto de la penetración y que el primero, te puede llevar al calambre muscular y a la pérdida momentánea de conciencia, si lo haces o te lo hacen bien. Lo que me recuerda a un artículo de Marco Aurelio Denegri hablando sobre el sexo con bufeos (delfines de río) que tenían los hombres en la temporada del caucho y que los llevaban a tremendos desvanecimientos y pérdida de conciencia, porque ese orgasmo supera de lejos al experimentado con una mujer.
En fin, que se me quitaron las ganas del famoso articulito, no vaya a ser que me tachen también de bloggera erótica, que con sobrenombres como Laura Tornillo o Dueña del Código Martillinchi, ya tengo suficiente por ahora. Te repito, cada vez que hablo de sexo alguien se tapa los ojos con los dedos bien abiertos y me dice que ya no siga “atrayendo onanistas”(…ejem…por llamar de alguna forma a los que arriman el heno) a mi página. Es cierto, ya no debería hacerlo, pero aquí entre nos y acércate un poquito más para que te lo cuente todo y no hagas falsas conclusiones, ésta página no pretende ser de poesía ni de literatura, ni un blog para depresiva en celo, como puede pensarse. Esta página es solo el diario de una mujer cualquiera, intentado no parecer del todo “una cualquiera”, así que si me piden que me modere no lo haré.
Y si ya sé, luego no me debo quejar, si alguno de los tíos esos me pide cámara por el MSN o venga con el viejo truco de que “le muestre mi collar” (que está ausente) para que “pueda ver lo alto de mis pechos”…No, ya he dejado de enojarme por eso, porque ahora tampoco contesto esos correos. Que mujer pública no soy, aunque se malentienda la frasecita.
Como te digo ya me acostumbré a las migrañas que antes me hacían pensar que podía morir en cualquier momento y que son la causa de que adoptara esa visión de la vida, de querer vivirla al tranco y todo de golpe y sin melindres: Amor, dolor y el resto.
Incluso me he acostumbrado a mis días de melancolía que rayan en la depresión, porque de vez en cuando escribo un cuento que está bueno o un poemilla con alguna frase que valga la pena, bajo ese clima de nostalgia.
De los sueños pitonisos, pues que te digo! Eso merece una charla aparte contando anécdotas, como que una vez tuvimos que cancelar nuestro fin de semana en Paine porque mi cuñado creyó ciegamente en ciertas pesadillas que yo tuve mi primera noche allí y tomó el auto para volvernos rapidito a Santiago. Entonces me curé la afición de contar mis sueños, porque te juro que esa casa con piscina rodeada de árboles de manzano y con campanario incluido, era mejor que cualquier sueño mío. Y es lo que mas recuerdo de aquel Chile lindo de las vacaciones con mi hermana.
Yo y las sempiternas migrañas, ahora también el estro y los sueños pitonisos, no te culpo si no quieres otra charla de café conmigo, a veces, hasta yo me tengo miedo.