Ayer tuve esa extraña sensación de ser dueña de mi destino nuevamente, que nada de lo ocurrido era fruto del azar, que mi vida no es ese sentimiento de desolación a cada instante, por momentos grises que ya no se pueden atrapar. De que mi vida es una hilera de eventos tragicómicos que solo quieren hundirme, como un gran pulgar que aplasta un insecto contra el pavimento. Ayer supe que nada de eso era cierto. Que estaba viva otra vez.
Durante meses mi vida fue de un discurrir entre lagrimas y caras tiesas, tratando de entrar en un personaje que no era yo, mas dura, menos creyente en las cosas simples, menos esperanzada en un futuro; porque vivía haciendo de cada minuto una despedida. Como si al minuto siguiente ya fuera el final definitivo. Mi vida fueran escenas truncas que necesitaban acabar. Caminaba y me despedía, porque ya no esperaba nada de nadie. Era fácil amar de esa forma, donde no hay un recuerdo doloroso, donde alguna de ambas partes desaparece de la escena sin pedir perdón, ni sentirse culpable. Un nuevo escenario, una nueva persona, me iba yo o se iba él, todo muy simple, muy racional, muy de cuento sin final feliz. Porque no había amor, solo historias que empezaban y terminaban sin rastro de dolor.
Estuve meses esperando que algo llegara para despertarme, quería tomarme la vida de un sorbo, para no sentir su sabor fuerte por la garganta, para no sentir ese recuerdo de madero áspero sobre la lengua, cuando todo terminara. Estaba dispuesta a irme de este lugar con el primero que dijera que me quería, porque quería intentarlo, necesitaba intentarlo. El amor me sanaría, me repetía a mi misma, necesitaba amor a como de lugar.
A veces pienso ¿Qué hubiera pasado si Moss, mi casi alma gemela me hubiera dicho que me quería? Probablemente hubiera caminado descalza hasta Australia, para comprobar si era cierto. Porque yo necesitaba probarme a mi misma que seguía viva, que podía volver a sentir. Que podía hacer grandes sacrificios y que esta vez el miedo al “tal vez” no me apartaría nuevamente del amor, ni de la posibilidad de una vida plena.
Fueron meses en que hubiera podido tirarme desde un puente solo para saber que se sentía. Necesitaba dolor, miedo, algo que me despertara. Y todas esas palabras de amor, no las sentía mías, rebotaban en mi, como si se las dijeran a otra; porque yo ya no era yo, era esa mujercita que trataba de parecer segura a la luz de las velas. Que parecía reunir todo lo que quiere el hombre promedio: Gracia, ternura, inteligencia. Aunque dichas cualidades no fueran mas que inventadas, porque yo también me sentía inventada, un personaje mas, resignado a su destino solitario en la Tierra del Olvido.
Era “una mujer para amar”, pero a quien nadie amaba. Era una mujer quería volver a amar, pero ya no sabia como.
No sé cuanto tiempo he pasado así, asumiendo cada golpe, como un castigo merecido, por creer y dejar de creer. Cuanto tiempo llevo remendando recuerdos de mi misma, para saber quien era y comprender en que me convertí.
No sé cuanto tiempo estuve como una mariposa ciega golpeando contra una ventana que no se abría, viendo a través del cristal la vida prometida para mí pasar ante mis ojos, sin que yo tuviera la oportunidad de hacerla mía. Luché, grité, me estrellé miles de veces y nadie abrió esa ventana que yo no me sentía capaz de poder abrir por mi misma. Caí exhausta, no podía mas, acepté que si la vida quería pasar sobre mí, habría que esperar en el piso, resignarse a cada golpe, a cada herida, porque tal vez ese era mi destino. Yo había perdido el poder de hacer los sueños realidad y ahora me tocaba conformarme a mi nuevo papel de victima en el limbo de los que ya no creen en milagros.
Cuando empezó este año y me decidí volver a sentir, sin hipocresías ni falsas caras; fue la vida la que sé encargó de pegarme mas fuerte. No solo tuve perdidas económicas, también perdida de las personas que amé, de amigos en quienes confiaba, de las ultimas cosas en las que podía creer. Me quedé en la cornisa, muerta de miedo y sin poder volar, con todo derrumbándose a mí alrededor, sin ningún recuerdo al que aferrarme, ninguna persona en quien confiar. No entendía, él porque, si una vez decidida a tomar las riendas de mi vida, el destino me lo volvía a quitar todo y me relegaba aquí, lejos de todos los planes que hace tiempo tracé para mí. Una mano invisible me empujaba a volver a volar, pero me sentía tan débil que no podía, me aferraba a mi cornisa de melancolía, porque era lo único seguro que aun tenia: A mi propia tristeza.
Perdí incluso las fotografías y los videos de esa época en que fui feliz, como si alguien se encargara de mostrarme que nada de lo que viví merecía ser recordado. Que de nada servia aferrarse a una vida plástica, que solo había sido un capullo antes de volver a volar.
Me lo quitaba todo, la vida me lo estaba arrebatando de nuevo todo y yo no podía hacer nada, era solo agua que se escapa entre los dedos y yo tenia que dejarla ir, sin saber por qué.
Lejos de mi profesión, lejos de los bienes económicos, lejos de los amigos, del amor, del recuerdo del hombre que amé, del recuerdo del hombre que me amó y en quien confiaba como mi único amigo.
¿Que más quería la vida de mí? ¿Ya no era suficiente dejarme en el asfalto sin ganas de seguir adelante? ¿Era el castigo por haber pedido morirme tantos días seguidos cuando la depresión tocó a mi puerta?, ¿Por haberle rendido culto a la muerte, en cada despedida que hacia? Transformando la vida no en experiencias nuevas, sino en recuerdos muertos, para que alguien los revise cuando yo me fuera. Porque yo ya no vivía los días, solo los dejaba morir, solo los asumía, como un final ya trazado, sin hacer nada al respecto mas que rendirme al destino.
Recién ahora comprendo, que cada día me dejaba morir un poco, viviendo del pasado y negándome a vivir el ahora. Seguía viva, es cierto, pero sentía que nada estaba en mis manos, que todo era fruto de la suerte, que me resignaría a lo que ocurriera día a día, como un ente mecánico, una pieza mas del sistema de rostros grises de la Tierra del Olvido ¿Acaso esa forma de vivir, no había sido un suicidio en si mismo?
Jamás había tomado un cuchillo o veneno para lesionarme e irme de aquí, pero lo estaba haciendo a cada momento en que me negaba a decidir por mi misma y dejaba que la vida pase sobre mí como un ferrocarril dispuesto a amputarme toda voluntad y esperanza en el futuro. Dejando a la propia vida acabar conmigo.
Ayer desperté y supe que aun estoy aquí, que cada decisión está en mis manos, que éste es un periodo vacío por una razón de ser, que este año libre no es un castigo. Que haber perdido a las personas que amé solo me insta a volver a empezar. Que no tener en quien refugiarme, me empuja a seguir el camino sola, sin la esperanza de que alguien me recoja o se apiade de mí. Sin mas autocompasión. Ayer pude darme cuenta que la vida estaba entre mis manos y que yo aun tenia el poder de escribir mi propia historia, no como un capitulo aparte, sino como algo vital en donde acepto los días de lluvia para apreciar los arco iris y en donde camino sola, porque el camino esta allí y solo yo se a donde va. No quiero aceptar mas las cosas como si fueran hechas para no ser modificadas. Como si el destino fuera una materia dura de las que no somos capaces de amoldar a nuestros sueños.
Durante meses mi vida fue de un discurrir entre lagrimas y caras tiesas, tratando de entrar en un personaje que no era yo, mas dura, menos creyente en las cosas simples, menos esperanzada en un futuro; porque vivía haciendo de cada minuto una despedida. Como si al minuto siguiente ya fuera el final definitivo. Mi vida fueran escenas truncas que necesitaban acabar. Caminaba y me despedía, porque ya no esperaba nada de nadie. Era fácil amar de esa forma, donde no hay un recuerdo doloroso, donde alguna de ambas partes desaparece de la escena sin pedir perdón, ni sentirse culpable. Un nuevo escenario, una nueva persona, me iba yo o se iba él, todo muy simple, muy racional, muy de cuento sin final feliz. Porque no había amor, solo historias que empezaban y terminaban sin rastro de dolor.
Estuve meses esperando que algo llegara para despertarme, quería tomarme la vida de un sorbo, para no sentir su sabor fuerte por la garganta, para no sentir ese recuerdo de madero áspero sobre la lengua, cuando todo terminara. Estaba dispuesta a irme de este lugar con el primero que dijera que me quería, porque quería intentarlo, necesitaba intentarlo. El amor me sanaría, me repetía a mi misma, necesitaba amor a como de lugar.
A veces pienso ¿Qué hubiera pasado si Moss, mi casi alma gemela me hubiera dicho que me quería? Probablemente hubiera caminado descalza hasta Australia, para comprobar si era cierto. Porque yo necesitaba probarme a mi misma que seguía viva, que podía volver a sentir. Que podía hacer grandes sacrificios y que esta vez el miedo al “tal vez” no me apartaría nuevamente del amor, ni de la posibilidad de una vida plena.
Fueron meses en que hubiera podido tirarme desde un puente solo para saber que se sentía. Necesitaba dolor, miedo, algo que me despertara. Y todas esas palabras de amor, no las sentía mías, rebotaban en mi, como si se las dijeran a otra; porque yo ya no era yo, era esa mujercita que trataba de parecer segura a la luz de las velas. Que parecía reunir todo lo que quiere el hombre promedio: Gracia, ternura, inteligencia. Aunque dichas cualidades no fueran mas que inventadas, porque yo también me sentía inventada, un personaje mas, resignado a su destino solitario en la Tierra del Olvido.
Era “una mujer para amar”, pero a quien nadie amaba. Era una mujer quería volver a amar, pero ya no sabia como.
No sé cuanto tiempo he pasado así, asumiendo cada golpe, como un castigo merecido, por creer y dejar de creer. Cuanto tiempo llevo remendando recuerdos de mi misma, para saber quien era y comprender en que me convertí.
No sé cuanto tiempo estuve como una mariposa ciega golpeando contra una ventana que no se abría, viendo a través del cristal la vida prometida para mí pasar ante mis ojos, sin que yo tuviera la oportunidad de hacerla mía. Luché, grité, me estrellé miles de veces y nadie abrió esa ventana que yo no me sentía capaz de poder abrir por mi misma. Caí exhausta, no podía mas, acepté que si la vida quería pasar sobre mí, habría que esperar en el piso, resignarse a cada golpe, a cada herida, porque tal vez ese era mi destino. Yo había perdido el poder de hacer los sueños realidad y ahora me tocaba conformarme a mi nuevo papel de victima en el limbo de los que ya no creen en milagros.
Cuando empezó este año y me decidí volver a sentir, sin hipocresías ni falsas caras; fue la vida la que sé encargó de pegarme mas fuerte. No solo tuve perdidas económicas, también perdida de las personas que amé, de amigos en quienes confiaba, de las ultimas cosas en las que podía creer. Me quedé en la cornisa, muerta de miedo y sin poder volar, con todo derrumbándose a mí alrededor, sin ningún recuerdo al que aferrarme, ninguna persona en quien confiar. No entendía, él porque, si una vez decidida a tomar las riendas de mi vida, el destino me lo volvía a quitar todo y me relegaba aquí, lejos de todos los planes que hace tiempo tracé para mí. Una mano invisible me empujaba a volver a volar, pero me sentía tan débil que no podía, me aferraba a mi cornisa de melancolía, porque era lo único seguro que aun tenia: A mi propia tristeza.
Perdí incluso las fotografías y los videos de esa época en que fui feliz, como si alguien se encargara de mostrarme que nada de lo que viví merecía ser recordado. Que de nada servia aferrarse a una vida plástica, que solo había sido un capullo antes de volver a volar.
Me lo quitaba todo, la vida me lo estaba arrebatando de nuevo todo y yo no podía hacer nada, era solo agua que se escapa entre los dedos y yo tenia que dejarla ir, sin saber por qué.
Lejos de mi profesión, lejos de los bienes económicos, lejos de los amigos, del amor, del recuerdo del hombre que amé, del recuerdo del hombre que me amó y en quien confiaba como mi único amigo.
¿Que más quería la vida de mí? ¿Ya no era suficiente dejarme en el asfalto sin ganas de seguir adelante? ¿Era el castigo por haber pedido morirme tantos días seguidos cuando la depresión tocó a mi puerta?, ¿Por haberle rendido culto a la muerte, en cada despedida que hacia? Transformando la vida no en experiencias nuevas, sino en recuerdos muertos, para que alguien los revise cuando yo me fuera. Porque yo ya no vivía los días, solo los dejaba morir, solo los asumía, como un final ya trazado, sin hacer nada al respecto mas que rendirme al destino.
Recién ahora comprendo, que cada día me dejaba morir un poco, viviendo del pasado y negándome a vivir el ahora. Seguía viva, es cierto, pero sentía que nada estaba en mis manos, que todo era fruto de la suerte, que me resignaría a lo que ocurriera día a día, como un ente mecánico, una pieza mas del sistema de rostros grises de la Tierra del Olvido ¿Acaso esa forma de vivir, no había sido un suicidio en si mismo?
Jamás había tomado un cuchillo o veneno para lesionarme e irme de aquí, pero lo estaba haciendo a cada momento en que me negaba a decidir por mi misma y dejaba que la vida pase sobre mí como un ferrocarril dispuesto a amputarme toda voluntad y esperanza en el futuro. Dejando a la propia vida acabar conmigo.
Ayer desperté y supe que aun estoy aquí, que cada decisión está en mis manos, que éste es un periodo vacío por una razón de ser, que este año libre no es un castigo. Que haber perdido a las personas que amé solo me insta a volver a empezar. Que no tener en quien refugiarme, me empuja a seguir el camino sola, sin la esperanza de que alguien me recoja o se apiade de mí. Sin mas autocompasión. Ayer pude darme cuenta que la vida estaba entre mis manos y que yo aun tenia el poder de escribir mi propia historia, no como un capitulo aparte, sino como algo vital en donde acepto los días de lluvia para apreciar los arco iris y en donde camino sola, porque el camino esta allí y solo yo se a donde va. No quiero aceptar mas las cosas como si fueran hechas para no ser modificadas. Como si el destino fuera una materia dura de las que no somos capaces de amoldar a nuestros sueños.
Hoy digo "buenos dias a mi vida", porque ya me canse de ser la victima, cuando solo soy la aprendiz. Porque uno mismo construye su destino cuando decide no dejarse arrollar por la vida y seguir caminando en pos de algun sueño.