miércoles, julio 19, 2006

Mi vida como un Gato

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No se cuando empezó mi afición por los gatos. Pero se que así como hay personas que tienen un amigo imaginario, yo tengo una mascota imaginaria y resulta ser un gato.
Es algo que suena a locura, pero en mi casa jamás tuvimos mascota propia y tal vez allí nazca mi historia de amigos felinos y novios maulladores.
De niña había dos perras en casa a las que mi abuela cuidaba más que a sus nietos. Incluso mandaba a pedir comida china o pollo frito para que las muy engreídas coman. Algo que me despertaba tremendos celos. Cuando mi abuela murió, también desaparecieron las perras, como parte del mismo hechizo. Entonces a nadie más se le ocurrió tener mascotas en casa.

Mi padre decía que los animales sufrían mucho dentro de una casa, que los perros necesitan correr y que el no sería parte de esa maldad de tener a un perro encerrado solo para entretener a los mocosos. Por esa época a mi no me agradaba la idea de que una mascota viniera a malograr mi paraíso de hija casi única.

Cuando mi hermana comenzó con su manía de protectora de animales empezaron a pasar por casa perros y gatos de diversas razas y tamaños; loros, palomas torcazas, ardillas, hámster, conejos albinos y alguna que otra tortuga por casa. Ella era una de esas hippies que salvaban animales o que recibían mascotas de regalo y que los abandonaba en la casona paterna para que “alguien más” se hiciera cargo. Cada uno de esos animalitos tuvo su historia particular. De la pareja de loros uno se escapó y el otro se murió de pura tristeza. De la pareja de palomas torcazas, tuvieron la precaución de amarrar de la patita en el patio trasero, con tan mala suerte que una de ella casi sufre de demencia al ver como un feroz gato devoraba la cabeza de su compañera. Los hámster padecieron igual, algunos morían en su carrera a la libertad y otros a manos de los gatos del vecindario. Tal vez el único animal que sobrevivió a todas las historias tristes de la casa zoológico fue nuestra tortuga “la Flecha” que andaba siempre hambrienta buscando tomates y dedos para morder.
Al ver cuanto sufría deambulando su andar melancólico por el patio de cemento, mis padres decidieron llevarla a la casa huerta a que la alimente el cuidante de allí. Todo iba bien, al parecer se adaptó al clima costero, a pasear sobre el pasto alimentándose de los frutos que caían de los árboles y a beber agua de la canaleta de la huerta o pelear con las gallinas del cuidante por un poco de comida elaborada, hasta que un día que nadie recuerda La Flecha desapareció. Probablemente se escapó entre los montones de hoja seca de la buganvilla espinosa de la pared trasera. Tal vez solo fugó a toda velocidad de esa selva artificial que era la casa huerta.

Llegada a la universidad, la soledad y la falta de novio me hacían tejer historias fantasiosas. Fue el día que nacieron Los Ñau, una historia de gatos que hablaban y se encargaban de proteger a los humanos que aun me da cierta vergüenza terminar de escribir. Cada vez que veía un gato en mi camino sentía que era la señal de que todo estaría bien y había un felino animado para protegerme. En mi historia los gatos comunes eran los descendientes cuadrúpedos y sin voz de los antiguos Ñau, encargados de proteger a los seres humanos.
Pasado el tiempo conseguí novio, pero mis imaginarios amigos seguían poblando mis momentos de soledad o alegría. Un día sin darme cuenta solté uno de mis consabidos “miau” después de ver una película romántica. Mi novio quiso saber el origen de mis maullidos como expresión de felicidad y le tuve que contar entre rubores la causa de que hubiera practicado tanto el maullido que ahora confundía a cualquier gato que se enorgulleciera de tenor en algún techo vecino.
Contrario a lo que yo pensaba, mi novio ni se inmutó y mas bien me siguió la historia y así fuimos cómplices en crear los otros personajes de la historia de gatos que yo apenas estaba tejiendo y vestirlos imaginariamente de sus capas al estilo Jedi y construyéndoles las personalidades para la futura historia, que sería parte de un cuento para niños.


Cuando terminé la historia de amor con mi novio, escribí un largo cuento sobre El gato Maguil y su novia la gatita Marianne, que calmó mucha de la depresión post ruptura. El cuento largo quedó ahí, se supone que era también un cuento para niños, pero el final era algo triste y quedó en el cajón del olvido, junto a las caricaturas de gatos con trajes de superhéroe o con capas de mago que yo hacía en mis ratos de ocio de la universidad.

Terminé con mi novio y la manía de maullar me continuó, pero ahora trataba de cuidarme más para que la gente no se asustara. Solo maullaba cerca de amigos muy cercanos a quienes no les diera miedo mi manía felina. O junto a los que luego fueron mis novios, incluido el Innombrable, con el que tenia largas discusiones telefónicas acerca de la mascota que tendríamos en casa, ya que el deseaba el perro labrador negro y yo quería un gatito siamés de ojos azules y patitas oscuras.

A veces he llegado a elegir a mis amigos segun sun capacidad o no de soportar a un gato. Algunos de verdad los odian y no ha faltado el que me diga que los gatos son mascotas dañinas que "utilizan" a los humanos como juguete y no viceversa. Esa vez yo me rei, es cierto la personalidad gatuna es así, juegan contigo, te acompañan, haces que te encariñes y a la menor muestra de aburrimiento ellos son los que te dejan y no lo contrario. Me encantan los gatos, sus grandes ojos claros, su boca pequeña, su narizita rosada, su agilidad y la ternura de su ronroneo cuando duermen en tus piernas, como si no fueran capaces de usar esas mismas garritas filudas para herirte mas tarde.


Jamás tuve un gato real, todos los que tuve fueron imaginarios. A veces pienso que jamás podré tener un gato como mascota, porque no podé dedicarle el tiempo suficiente, pero ya he pasado mi amor por los gatos a las personas que conozco, incluido mi sobrino de 9 años, que cada que puede lleva un gatito chusco a casa para alimentar y desparasitar por unos meses, que luego desaparece por arte de magia igual que nuestra tortuga.

En vacaciones fui a la casa huerta. Todo estaba diferente, el guayabo había desaparecido y las flores silvestres lo llenaban todo como un jardín salvaje. La palmera había crecido y la canaleta central estaba semidestruida. Cuando me acerqué a la buganvilla de la pared trasera un ruido de hojas secas me hizo asustar al pensar que podía ser una rata. Grande fue mi sorpresa cuando vi a La Flecha aparecer con su caparazón enorme debajo de las flores moradas. En 10 años había crecido casi el triple de cuando la vimos por primera vez, ahora parecía un reptil prehistórico, aunque sus ojos conservaban la tristeza de no haber podido compartir la vida con un compañero. Una mirada acusadora que me llenó de culpa.

A veces pienso que con mis gatos imaginarios ocurrirá lo mismo. Que aparecerán un día en el patio maullando y diciéndome que todo está bien. Que estuvieron en el vecindario cada vez que regresaba a casa abatida y con ganas de llorar. Que estuvieron en las vitrinas haciendome hola con la garrita izquierda cuando pasaba de la mano de un nuevo amor, o que me hacian guiños en la noche cuando no podia dormir pensando que sería de mi.
Mientras tanto, solo puedo escribir cuentos relacionados con gatos como el último sobre el pequeño Plutarco, para mostrárselos a mis amigos más cercanos, esperando que esta vez nadie se burle. Que ésta vez alguien maulle conmigo y me haga sentir que no estoy sola en esto de saltar de techo en techo en busca de una canastita tibia y una bola de estambre. Porque todos tenemos nuestras manías y la mía ha sido vivir como un gato.

Miau.

martes, julio 18, 2006

Fantasías y Besos de Moza

-Desea un beso señorita?

La propuesta del vendedor me deja estática. Luego comprendo que se trata de ese bombón de chocolate delgado cubriendo un interior níveo de merengue sobra una galleta de vainilla.
Esa golosina que se vende con el nombre de Beso de Moza. Acepto el chocolate y me voy caminando a casa. Son tan efímeros los pequeños placeres.

Pongo el beso en la boca y siento como si me hubiera puesto un chupón gigante, decido no romper su delgada envoltura de chocolate, solo lamerla, como si de verdad fuera un beso.
Me llena de sensualidad saborear ese bombón, comienzo a pensar en el origen de su nombre. Casi como besar unos labios de chocolate y una lengua dulce y pura. Eso debe significar lo de Beso de Moza.

Y sigo caminando calle abajo con el día nublado y no me da ganas de volver al departamento, recuerdo el otro en el que vivía de alquiler, en el último piso del edificio, con su azotea propia. Recuerdo esa otra vida que tenía, cuando aun era estudiante y yo también era una moza.
Era un bonito departamento de piso de madera con ventanas por todo lado y un patiecito central para tomar el sol. Lo más chistoso era el enorme ventanal en la pared del baño, era interesante sentarse allí y sentir el sol en la espalda, era casi como estar a la intemperie. Es el primer baño donde no me he sentido prisionera.

Y luego la azotea y su jardín oculto. El propietario del departamento tenia allí sus toneles con tierra traída de no se que valle, en donde sembraba árboles de manzano. Subir a la azotea era internarse en un jardín de árboles frutales y flores varias. Mi única obligación aparte de estudiar era regar el jardín y cuidar los manzanos. A mi me encantaba hacerlo.
Me gustaba pasar horas junto a la azotea viendo los autos pasar pequeños abajo y de vez en cuando soltar chorritos de agua sobre las personas que pasaban.

Pero lo que mas me agradaba de esa casa no era el jardín, era su ducha. Arriba había una habitación de madera construida para la sirvienta inexistente y una ducha con puerta de vidrio. A mi me agradaba bañarme allí, al inicio lo hice porque me agradaba sentir el sol del atardecer sobre mi, pero luego fue por un placer mas íntimo. Yo me bañaba con la puerta abierta.

La azotea era compartida y con un pequeño muro que dividía la mía de los otros inquilinos. Un muro suficientemente alto para que nadie pase, pero también de una altura suficiente como para espiar por allí. Obviamente no había ningún vecino cerca y por eso me permitía esos placeres. Al inicio con vergüenza y timidez. Luego con una antelación y placer contenidos.

Llegaba de la universidad temprano y subía a bañarme allí. A veces a medio día, esa fantasía de ser observada, esa fantasía de exponerse. ¿Quien sabe? A lo mejor era solo que siempre me agradaron los lugares abiertos. Salía sin ropa y me sentaba en la silla de madera a tomar el sol. Era agradable sentir los rayos de sol acariciando cada rincón del cuerpo, entibiando los muslos y el vientre. Cerrar los ojos y abandonarse a ese pequeño placer de tomar el sol sin ropa.

El viento movía las hojas de los árboles de manzano y yo cerraba los ojos sintiéndome tan feliz, allí desnuda, explorándome por primera vez en la azotea desierta, imaginando cientos de ojos y fantasías varias con vecinos enamorados de mi cuerpo aun no tocado por nadie. Lavando el jabón que se escurría lentamente desde los hombors hasta el ombligo, pantorrillas y tobillos.

De vez en cuando pasaba algún helicóptero y yo no abría los ojos, me preguntaba si desde esa altura alguien puede advertir a una moza desnuda en una azotea repleta de árboles de manzano. Yo apenas tenia 20 años y fantaseaba con besos robados y vecinos voyeuristas.

Dejé de hacerlo el día en que regaba las plantas y vi al nuevo vecino revisar la azotea con el contratista. Me llenó de temor que alguien haya tenido la llave del departamento de al lado y me hubiera acompañado en mis baños de sol, todos esos meses en que andaba enamorada de mi misma, tocándome sin tregua.

Me llenó de temor el saberlo, pero también de excitación el solo imaginar que las fantasías habían podido ser ciertas.

Ahora con mi beso de Moza en la mano, caminaba hacia mi casa, sin querer llegar allí con el invierno brumoso en las ventanas. Extraño las tardes soledas y los baños de jabón en la ducha de servicio. Extraño ese jardín oculto de cuando aun era una virgen soñadora.
Me preguntó que será de ese apartamento, que serán de los manzanos, del vecino imaginario de mis fantasías de chica. Entonces saboreo una vez mas el bombón de chocolate que tengo en la mano y decido darle un mordisco que rompa su delicada corteza café.

-Señorita, ¿desea un beso?- retumba aun en mi cabeza

Yo me imagino sin ropa en la azotea soleada, secando mi cuerpo mojado al atardecer, los cabellos sobre los hombros, los muslos juntos ocultando una timidez que tambien quiere ser desterrada con la ropa, imagino el sabor del chocolate suave entrando como un chupón dulce en mi boca y respondo que Si.

Si señor, yo si deseo ese beso.

lunes, julio 17, 2006

Cuando los angelitos se van

Siempre quise ser como ella, tener esos 10 cm. más de talla y esos ojos bonitos o su boca pequeña. Las fotografías en las que siempre sale fotogénica, su ropa, las cosas que ha vivido. Su familia, lo que ha logrado. Yo siempre quise ser como ella, pienso cuando la veo entrar sonriente a casa.

Ella está contenta, ya le quitaron un peso de encima dice. A mi me agria el desayuno saberlo. Preferiría no haberme enterado nunca, pensar que hace solo unas semanas levanté el teléfono y ella estaba llorando desconsolada

-“estoy embarazada- dijo- ayúdame”

Yo me quedé fría, me imaginé todas las consecuencias de eso en su vida. De hecho le volvería la depresión, incluso la reactivación de sus otros males sicosomáticos. Lo único que le pude decir es que se calmara que lo que tenia en el vientre era un angelito creciendo, que tenía que ser fuerte, etc. de cosas que ya ni recuerdo. Ella se calmó un poco, me dijo “esta bien “y luego cortó.

Ella no buscaba mi ayuda como consejera. Imposible que una cría de 26 años le de consejos a alguien 10 años mayor que ha vivido todo lo que ella. Probablemente solo buscaba la salida médica “al problema”, pero yo no podía dársela. Ni aunque admitiera que todas sus razones eran lógicas y comprensibles. No podía admitir eso, en estos años había cambiado, no era la misma niñita de secundaria que cuando sus amigas le decían que estaban embarazadas se asustaba y pensaba “debe existir alguna solución”.
La medicina me había cambiado la visión del nacer y el morir. ¿Cómo explicárselo?

Cuando volví a hablar de eso con ella y me dijo a boca de jarro lo que pretendía hacer, no le hablé de eso. Solo argumenté que ella no lo resistiría. “Te conozco – le dije- no podrás vivir con ese sentimiento de culpa en la cabeza, te volverá la depresión, no es justo para ti, ni para tus otros niños”. Ella volvió a callar, yo me sentía mal por no poder ayudarla.
“solo dime el nombre de algún medicamento” esta vez había perdido la paciencia.
Yo me abstuve, tal vez por miedo. Tal vez porque conociéndola como la conozco, algún día le cambiaría el semblante y me culparía por lo mismo que ella quería hacer ahora. Ella es así, siempre necesita aprobación, siempre busca culpables. Eso hace que sea imposible ayudarla.

Cuando llamó para decir que le habían aplicado dos inyecciones que no sabia como se llamaban y que aun así “no se regularizaba” a mi me entró una especie de náusea.
“¿Qué hago? Ayúdame. Aquí esto es un delito”
Yo solo pedí que se calmara, mientras ese AQUÍ seguía dando vueltas por mi cabeza, rebotando contra las paredes de la conciencia y la ética. Aquí también es delito, solo que aquí, la gente que hace eso solo está unas semanas en prisión y luego la sueltan para seguir matando niños en algún hueco de la ciudad.

Cuando habló de utilizar esos medicamentos que hacen expulsar fetos muertos a las vacas, me asusté. Me parecía increíble que ella, la misma mujer que había rechazado usar la T de cobre o DIU como método anticonceptivo porque era microabortivo, ahora estuviera pensando en acabar con la vida creciente dentro suyo desde hace un par de semanas.

En ese momento solo se me ocurría culpar a la Iglesia, a eso que dicen que "cuidarse con métodos naturales o del ritmo es suficiente" sin saber cual es la realidad. Yo también buscaba culpables, porque no sabía que hacer para ayudarla. Verla desecha llorando, sin saber que haría ahora, sin dinero.
“Mi esposo se arrepintió, quiere tener al niño”.
Definitivamente era una maniobra manipuladora. El mismo había estado de acuerdo y la había convencido y ahora se arrepentía. Ahora la juzgaba, ahora peleaba. Cuando ya nos e podia hacer mucho.
“El doctor me ha dicho que no necesito cirugía, solo son medicamentos, porque solo son células” claro, es lo que dicen todos, para calmar a las mujeres y que lleven a cabo su cometido sin contratiempos. Para que paguen y se vayan contentas sin acusaciones tardías.

Es cierto, aun no está formado, pero yo se que hay vida dentro de esas cientos de células que han ido creciendo este par de semanas. Yo lo se, ella lo sabe. Todo era tan sórdido e incomprensible y yo debo callar para mantenerla calmada, para que no se deprima, yo debo poner cara de que no la juzgo, porque para eso estamos los amigos “para sujetar la mano”

Hoy ella está sonriendo, “aquí” le arreglaron el problema. Toda su cara compungida ha cambiado de ayer a hoy. Ahora solo habla del consultorio de ese doctor del cual no sabe ni el nombre. De su departamento lujoso, de su living con tres alfombras y sus copas de cristal. De la pintura con marcos dorados que llena las paredes del recibidor. Ahora solo habla de eso, como si no hubiera hecho nada.

“la carrera del futuro es la ginecología”- dice muy suelta de huesos. Te harías millonaria- me dice. Me ha cobrado S/.150 por 6 pastillas ¿no es formidable?
Yo le pido que se calle. Me quedo pensando que tan poco cuesta deshacerse de una vida, el costo de un blue jean, de un par de zapatos. Eso vale que ella vuelva a estar contenta y que vuelva a su casa como si nada, a ser la madre perfecta. Me pregunto ¿cuanto vale que “la reparación del daño” sea instrumentada? y hasta que edad gestacional ese “doctor” es capaz de reparar el daño?

Cada uno de eso cuadros en su pared y su departamento con vista maravillosa, han sido construido con miles de ojitos que no vieron la luz, miles de cuerpitos de angelitos a quienes se les arrancó las alas antes de tiempo. Pienso en eso y me asqueo, no puedo terminar de comer el pan que se me queda en la garganta. Cada cimiento de esta ciudad está sobre la vida de inocentes que no pidieron venir al mundo.

“Necesito el nombre de esas pastillas- agrega- si las llevo allá me hago millonaria ¿sabes cuantas mujeres están desesperadas por no perder a su marido, a su trabajo, a su vida? Y yo tengo la solución aqui, son solo un par de pastillas, si lo hubiera sabido antes!"
Entonces estallo y le grito todo lo que tengo atracado en la garganta junto a la miga del pan y el café. He soportado demasiado, solo para que no se deprima, para que no se sienta culpable, para que todo esté normal. La miro, yo siempre quise ser como ella y ahora estoy aquí gritándole mi indignación sin que ella se inmute.
“Hace meses no querías usar una T de cobre y me juzgabas por aconsejarla a mis pacientes porque decía que era micro abortiva y ahora quieres conseguir pastillas? hablas de una vida como si solo fuera cuestión de dinero y decisión, no te das cuenta? ¿Es que acaso no piensas?

Ella se queda en el medio de la sala con una cara de burla ante mi reacción de niña tonta.

Ahora yo estoy deprimida y ella está contenta. Pienso en ese temor oculto que yo tengo de jamás convertirme en madre y ella en cambio tan fértil, tan linda y eso no le importa nada.
Prefiere “acabar con el problema” y seguir viviendo como si no pasara nada.

No me hace caso, se va murmurando al baño “tengo que hablar con Shila, ella me va a conseguir ese frasquito”
Shila es su prima farmacéutica, seguro se lo va a conseguir. A ese frasquito de pastillas hexagonales que pueden solucionar embarazos no deseados. Seguro va a seguir actuando como a ella le da la gana. ¿Quien carajo le hace caso a una mocosa de 26 años, que siendo médico no trabaja en lo que de verdad da plata?
Ella se burla de mis prejuicios tontos, de mi ética que no ayuda a vivir a nadie. Ella ahora está contenta y yo me quedo aquí, deprimida, impotente. Asqueada.

Un angelito acaba de volar al cielo, sin saber de que color es el mundo real. Y yo no he podido hacer nada. Porque "aquí" no se puede hacer absolutamente nada.


viernes, julio 14, 2006

Los Regalos

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Yo he vivido corriendo por las escaleras en busca de regalos que no eran míos. Me he parado frente a vitrinas con cajas que no tenían mi nombre, llenos de listones rojos, de papeles brillantes, dentro de bolsas de papel llenas con popurrí de flores secas.

Yo he corrido tras obsequios que eran para otros y que por un breve momento he pensado eran para mi. Todos ellos, cada uno, cada fecha en la que había algo por regalar he creído que esos regalos llevaban mi nombre.

Y he visto canciones, poemas, dibujos. Fotos a color y blanco y negro; pinturas, desnudos y óleos; he visto todo eso que se regala cuando se ama pero nada era para mi, nada llevaba mi nombre.

He tenido que robarlos algunas veces y devolverlos de inmediato al comprender que eran para otra, para alguna otra, de las tantas que viven en la mente de los hombres.

De esas que navegan desnudas y evanescentes en las tardes soporosas; de esas que escriben veloces con la cabeza enmarañada ante pantallas luminosas; de esas mujeres que no son pero alguna vez han sido y se quedan como un recuerdo intangible al que es imposible desterrar del todo.

He tocado esos obsequios con dedos temblorosos, con tímidos ojos. Huyendo si alguien me veía envidiarlos. Ocultando mi rostro para que nadie notara que he deseado los regalos que eran para otras.

Y me he inventado un universo lúdico en donde una escoba puede ser voladora y un dragón echar fuego. Donde los peces pueden hablarme arameo y yo llegar a entenderlos. He inventado de los trozos astillados de la cruz de algún otro, carros de madera con ruedas hechas con chapas de gaseosa.
Y he construido cometas gigantescas creyendo que podía volar en ellas.
Doblando mis propios poemas como barquitos de papel para alejarme remando, soñando con soldaditos de plomo y regalos que nadie mas podría quitarme.

Porque yo he vivido haciendo obsequios míos con las sobras de los otros.

Y yo he vivido soñando, sin embargo, que algún regalo que fuera de amor era al fin para mi, sin equivocaciones. Y he corrido por las escaleras, pero jamás ningún cartero llamó a mi puerta para dejar algo que tuviera mi nombre, así como jamás algo de lo que quise fue mío. Ni nada se me entregó sin previa lucha.

Pero hace varios días que me siento serena y que he dejado de correr por las escaleras, esperando carteros que no llegan ni postales de otra parte. Yo he dejado de caminar presurosa y he cerrado los ojos… para tropezar con él.

Con ese obsequio que aun no se ni como abrirlo, ni como romper el papel que lo cubre o atreverme a sacar la cinta que lo envuelve. Yo no se, que hacer ahora que por fin el obsequio es mío y ese “te quiero” lleva mi nombre.
Porque yo no se hacer nada mas que sonreír y sonreír, esperando que alguien venga y me despierte.
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“Y yo me recosté en sus piernas , me arropé con un te quiero y en esa ida y venida de la realidad al sueño, supe que por fin era cierto”
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***Oleo/Robles

miércoles, julio 12, 2006

Desde Cero

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Yo solté las amarras y dejé ir a todas las naves hacia algún lado y las vi partir hasta que se fueron todas.

Luego partí yo, sin mucho equipaje, decidida a volver pronto. No importando lo que durara ese tiempo, ni el espacio entre los puntos suspensivos

Porque nadie se va para siempre, solo se deja la historia a la mitad para contarla mas tarde.

El océano me recibió azul y sin reproches en su abrazo de amante solitario, yo me abracé en la espalda de las miles de olas y me dejé ir.

Ya no a la deriva como antes, solo flotando sobre lo azul por el placer de hacerlo, en medio de un universo de algas saladas y peces sin nombre.


Con el viento sobre la cara y el sol brillando alto.
Yendo hacia ninguna parte, con los remos levantados y el cuerpo desnudo en proa.


Adormitada por la voz del océano, casi , casi feliz.

Sin amor, sin nada mas que yo y mis pensamientos ocultos secando por fin su tinta al sol.

El mensaje oculto en la botella es claro:

“Ya es momento de querernos.
Vamos a hacernos daño”


Aun me pregunto si ¿Es una advertencia o una invitación?

Pondré los remos de vuelta al agua y comienzaré a navegar hacia alguna orilla.

Probablemente ya haya alguien dispuesto a compartir ese daño que nos hace el amor.


sssshhhhh........No hay que hacerlo esperar.....
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****Desnudo Oleo/lienzo- Robles Muñoz****

viernes, julio 07, 2006

Charlas de Viernes

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Estaba pensando en los amigos que perdí, en aquellos que se fueron y a los que no volví a ver. Ya sabes, el clima me deja un poco melancólica caminando lentito y oyendo canciones que no me atrevo a mostrarte, pero acá estoy de pie y frente al cafecito de los viernes, para que salgamos a caminar mientras te cuento mis alucinaciones y oímos a Fito Páez con Oh Nena!...Creo que jamás te lo he dicho pero esa canción me levantó un día que estaba en el piso, desde allí quiero a esa canción y a quien me la hizo escuchar,

Desde ese día hice de todo por ser amiga de dicha persona ¿ que tontería no? Nos llevábamos tan mal que es casi un milagro que sigamos hablándonos, pero aun así su presencia es entrañable en mi memoria, no logro recordar las enviadas al infierno, ni sus tonterías que en algún momento me hicieron doler un tanto, solo pienso en él y puedo pensar en un amigo... y ya sabes yo no tengo los bolsillos llenos de amigos, pero algunos he hecho y son esos me quedo.

Creo que yo empiezo mis amistades mas entrañables así, con bronca y mandadas al diablo. Luego, es fácil descubrir solo lo bueno…se que suena tonto, pero me es fácil querer a alguien que mostrado el lado malo luego te deja ver su lado luminoso, ese es el recuerdo que me queda de la gente que quiero. Es fácil mostrarse bueno a la primera, halagarte, aparentar ser el mejor amigo, lo difícil es mantener esa imagen cuando las cosas no resultan como quieres.

Una vez hablando con un amigo me decía que él era de ese temperamento de mostrar primero lo peor de sí, hacerse detestable y mostrar esas aristas de su personalidad a la gente, el resto del camino para conocerlo ya era fácil. Yo me reí pensando en cuanto nos parecíamos. Ese día lo mandé al infierno porque me mostró una de sus aristas sin limar y pensé que jamás volveríamos a tratar, ahora ya pasado el tiempo, es una de las mejores personas que creo haber conocido. Me ha sujetado la mano tantas veces, que ya ni recuerdo. Como cambió la imagen que tenia de él en ese primer instante en que solo podía verle el lado oscuro, su lado falaz en el espejo.

No siempre es así, no siempre se inicia una buena amistad con una enviada al infierno sin escalas. Tu sabes bien que no hay fórmulas para hacer amigos, pero a mi me pasa algo extraño, tu sabes que a mi se me da por admirar a las personas y esos son los santos que primero se caen al menor temblorcito de tierra. Esos que te muestran su lado mas suave y dejan solo para el final del capítulo al energúmeno que todos llevamos dentro, es entonces que la primera imagen se borra del todo y comienzas a preguntarte si no hubiera sido mejor una buena bronca al inicio, para medir fuerzas y saber con que clase de persona tendrás que tratar en adelante y así apartarte rapidito de aquellos con quienes querías cruzar al río y a la primera se ponen a querer ahogarte, y a encimarte con sus caprichos tontos, pretendiendo darte una forma de balsa, sirena, titán o lo que sea que hayan querido darte en sus ensoñaciones.

Yo prefiero iniciar una amistad con un contrapunto de ideas, con la cultura del choque para sacar chispas y saber de que se está hecho y hasta donde puede aceptar, porque es ese su límite también para poder dar. Mucha gente se acerca con elogios, con una dulzura que ya quisieran para las 24 horas del día y pasada esta capita tan fácil de resquebrajar se muestran solo como lo que son y ahí es donde vienen los alejamientos, porque el último recuerdo que guardas de ellos es solo ese pataleo de niños disfrazados de adultos, que quieren que seas como ellos quieren, a su antojo y a su hora, sin darte espacio a réplica

Ya quisieran que yo entre dócilmente al molde que pretenden darme para cubrirme luego con cera y acabar con mi personalidad para siempre. Dicen que la edad no tiene nada que ver con la madurez y vaya que es verdad! yo he conocido a gente que aun siendo sexagenaria arrastraba caprichos de infante. Tanta gente a la que lavado el barniz de supuesta dulzura y ecuanimidad con la primera lluvia de mal ánimo, se muestran inflexibles, groseros y terrenales como cualquiera del camino. Que exigen su capricho de “quiero que seas como te imagino y que hables solo lo que yo quiero oír” haciendo berrinches para que les digas el agugú agagá que quieren escuchar y sentirse por un momento los protectores y dueños de la verdad, para ocultar su propia fragilidad.

Tu me conoces yo soy frágil, a veces necesito que me sujeten la mano y hacer una pausa antes de seguir caminando. Pero creo que antes que un amante o un padre solo prefiero las caminatas con los amigos, de esos que están contigo en las buenas, las malas y las peores, no solo cuando muestras tu mejor cara. Porque yo he visto a esa gente que muestra siempre su mejor cara y que solo tiene halagos con la gente que los rodea, ser mordaces como nadie a espaldas de sus amigos. ¿Qué puedo esperar de esa gente que se queja ante la misma gente de la cual hizo escarnio? Nada.
La personalidad no es como el control de esfínteres en los niños, que se espera que se controle con el pasar del tiempo. Yo no espero que la personalidad de nadie cambie para que concuerde con la mía, por eso prefiero apartarme sin decir más al menor atisbo de intolerancia. Porque eso sí yo no fuerzo a nadie, ni pretendo que me fuercen, es mejor irse sin mirar atrás.

Hoy extrañaba a mis amigos, a esos con los que es bello caminar compartiendo el silencio. Que te dejan ser sin pedirte explicaciones, ni esperando nada a cambio que no sea solo eso amistad. A esos con los que caminas y te mandan al diablo en una esquina y tu los mandas luego, que te tomas un cafecito caliente con ellos como ahora y a los que regalas canciones, trozos de historias, fragmentos de tus recuerdos.
Extraño a mis amigos como tu, con los que he tenido altercados a la primera solo por el placer de medir fuerzas y mostrar esa cara mala que los demás ocultan tan bien, ese mal carácter que nos puede apartar por momentos del mundo como un cerco que nadie se atreve a pasar, un cerco para apartar a la gente corriente que solo mira el barniz y la indumentaria bonita. Pero pasado ese cerco, tu sabes como es mi corazón, te lo da todo sin pedir nada a cambio, te invita a mi casa y a comer del mismo plato. A bañarte conmigo en el mar, a burlarse de la gente, a hacer payasadas en la calle y gritar como niños solo por el placer de hacerlo. A oler la fruta en los cestos del mercado…en fin a caminar a mi lado.

Porque tu sabes ya, como soy. Yo creo en la amistad como la única fuerza capaz de mover al mundo y hacer milagros increíbles en las personas.

Bueno ¿Y tu que dices? ¿Esta noche medimos fuerzas?


***Dos Amigos. Norma Azaro ****

jueves, julio 06, 2006

"EL DESTINO DE MAYA"

La mañana que Maya llegó al pueblo, sintió que le temblaban las piernas y que quería salir corriendo de vuelta a casa para ocultarse bajo las frazadas y ser ajena a esa realidad que tenia que cumplirse bajo sus dedos; pero el camino de retorno a casa, era ahora sinuoso y quedaba a sus espaldas como algo vetado para siempre. Ya no podía volver a casa nunca más y el sentir el pie del tiempo aplastando el corazón como un gran coloso, no fue una sensación nada grata, menos aún cuando cogió la maleta y echó a andar, entre los ojos curiosos de la gente que se abanicaba bajo la sombra de los árboles de aquel pueblo sin nombre.

Maya había soñado con ese lugar mucho antes, talvez toda la vida y, volver allí le provocaba la desazón de saberse la protagonista de una nueva pesadilla que una vez iniciada ya no se detendría hasta acabar con ella.

Toda su vida era una sensación de déja vu por cosas antes vividas y que la seguían atormentando ahora en la edad adulta. Maya solía sentirse una víctima de su destino, el cual intentaba cambiar a cada paso, pero la realidad la abofeteaba confirmándole que las cosas a las que mas se les teme en lo sueños, son terriblemente reales al voltear la página de la noche al día.

Caminó lentamente entre la gente y se dirigió a la plaza vacía, para sentarse y pensar mejor sobre que debía hacer ahora. Las ovejas caminaban en rebaños mansos por en medio de la plaza comiendo las flores naranjas, sin que nadie las espante. Maya contemplaba esa escena mil veces vivida, con la pasividad de los que se saben espectros de una historia ajena. Maya, esperaba una señal, algo que le dijera por donde seguir.

Frente a ella la gente se movía con ojos curiosos y labios veloces atacando con su cuchicheo infame a la nueva extraña del pueblo. Los perros se rascaban la sarna en los jardines del municipio, los ebrios del fin de semana roncaban en sueños de alcoholemia tirados en las esquinas. Las carnicerías abrían sus puertas en la calle principal, como una extraña boutique para vísceras sangrientas. Todo igual que en el sueño, incluso las ovejas desperdigándose como una nube algodonosa que la engullía a ella y sus ensoñaciones en ese banca de parque

Cuando una marea de flores amarillas le acarició el rostro, Maya comprendió que era la señal para seguir caminado. Se levantó y subió cansinamente las veredas rotas de aquel pueblo protegido por el murallón de rocas. Maya caminaba con los ojos tristes evadiendo las miradas de los niños desnutridos que se comían los mocos frente a ella.

Ocho calles arriba estaba el lugar que vivía en su memoria desde mucho antes: “Hospedaje Su Majestad”, todo idéntico que en el sueño. El corazón se le oprimió de nuevo, cuando tuvo que dar su nombre.

- Mayela Gutiérrez-respondió ella con un ligero temblor en la voz

El hombre la miró con curiosidad, el cabello le caía sobre los ojos oscuros y tenia el rostro cubierto por el polvo del camino. Maya era una mujer delgada, con apariencia de menos edad que la que mostraban sus ojos algo llorosos luego de 12 horas viendo paisajes verdes y terrosos hasta llegar allí.
-Las habitaciones son con baño común, si quieres bañarte- tuteó el hombre de inmediato

Maya elevó las cejas con enojo, su rostro joven siempre hacia que la gente la confundiera con una adolescente. Abrió los labios para decir algo, pero se arrepintió en el acto. Ya no debía demostrarle nada a nadie, ahora estaba lejos de casa.
El viento soplaba golpeando las ventanas de marcos de madera y haciendo volar la ropa tendida por los techos de todo el vecindario.

Cuando subieron al segundo piso, lleno de ventanas con barrotes oxidados con vista al valle; el pequeño pueblo apareció ante ella como un nacimiento con casitas desparramadas aquí y allí hasta la orilla del río.
El hombre señaló la habitación 21 y le mostró el baño compartido entre las habitaciones vecinas, lleno de paredes rajadas arregladas con yeso, con la ducha desvencijada y sin seguro en la puerta.
- Es para que no se queden encerrados los borrachos- aclaró el dueño al ver como Maya revisaba la chapa de la puerta- No te preocupes, aquí solo se hospeda un profesor de matemática que solo llega de noche.
Maya asintió con la cabeza como si ya lo supiera de antemano. Cuando el hombre la dejó sola colocó el bolso sobre la cama tendida y cerró la puerta tras sí

Se sentía no solo cansada, sino abatida por el destino que arrollaba cualquier intento de levantarse y seguir en pie, ese destino que la traía de vuelta a un lugar nunca antes pisado pero por demás conocido. Salió al único baño compartido entre las habitaciones y se lavó la cara por un buen rato intentando despertar como todas las veces anteriores.

Al salir, reconoció al nuevo inquilino de piso. Un hombre moreno y enjuto de ojos amarillos y barba rala. De inmediato supo que se trataba de “el profesor”, Maya lo saludó e intentó reconocerlo, era muy vaga la imagen que tenía de él.

El hombre le dirigió una mirada larga y llena de concupiscencia, mientras se mojaba los labios sin responder a su saludo. Luego pasó frente a ella y cerró su habitación con un portazo que terminó de asustar a Maya.

Entonces un dolor extraño la volvió a recorrer, sabía lo que pasaría, ya lo había vivido antes, era imposible cambiarlo. Entró de nuevo al cuarto e intentó llorar, pero sus ojos estaban secos. Su vida era ahora un sueño en el que por mas que gritara nadie la podría oír. Solo un personaje mas sin derecho a decidir su destino.

Esa noche, se aseó cuidadosamente en la ducha, lavó sus cabellos con un shampoo frutado, se envolvió en la toalla de baño y volvió a la habitación. Se secó el cuerpo, las piernas y los tobillos y fue cuando lo sintió llegar ebrio dando tumbos por la escalera.

Ella volvió a estremecerse, una sensación de náuseas y miedo la hizo tumbarse en la cama, lloró un poco con la almohada en la cara hasta calmarse. Tomó el martillo que guardaba en el bolso y lo puso al lado de la cama, esperando que esta vez le sirviera.

Luego se despojó de la toalla húmeda y se acostó desnuda sobre la cama tendida y con la puerta entreabierta, a esperar que él saliera del baño rumbo a su cuarto.

Lo que tuviera que pasar, pasaría. Maya ya no podía seguir huyendo de su propio destino.


Mientras pierdo el tiempo

Yo he estado oyendo a Alanis hoy

Y haciendo esas pequeñas cosas que se hacen los jueves

Terminando unos cuentos
Haciendo dibujitos


Oliendo la fruta en el mercado

Viviendo.

Yo estuve oyendo guitarras hoy,
Nada especial…nada del otro mundo

Creo que comencé a flotar un poco

Me di cuenta que hace tiempo
No escribo para mí

Que hace mucho no me quedo sola
Oliendo la fragancia
En el mismo cuello de la vida

Allí en ese lugar oculto
En que me quedaba siempre

Donde una sonrisa
Puede ser un hola o un adiós

Donde los besos son poesía gratuita
Cada verso se acomoda en mi piel
buscando su lugar en mi mundo

Hoy oía a Alanis nuevamente


Y soñaba con texturas de seda
Y aroma de duraznos


Con una caricia cálida

Soñaba conmigo misma

Disuelta en una canción

Para volver a estar sola

Y así sentirme bien

En sueños

Hoy soñé con él.

Fue tan raro, después de tanto tiempo lo volví a ver

Con la ropa que usaba la última vez
Con ese caminar tranquilo

Con los audífonos puestos, como siempre

Corrí a mi casa que quedaba cerca del malecón

Quería saber si iba detrás mío

Si era a mi a quien buscaba

Lo vi tocar mi puerta,
y pensé que por fin volvía

pero no le abrí


Y me oculté en el auto viejo de mis padres
En ese asiento trasero

Yo también quería verlo

Y él entró, se sentó a mi lado


Y se me quedó viendo sin decir nada

Entonces comprendí todo...

Yo ya no usaba audífonos

Hace mucho que no caminaba
acompasada por la música
Que da el recuerdo del amor

Él si

Entonces ya no esperé nada

Porque él sigue así
Con audífonos en los oídos

Caminando cerca al malecón
Sin oír el presente

Sin pensar en nadie
Que no sea un recuerdo

Hoy lo vi en sueños

Fue una pena,
Supe que se había ido para siempre

y que era momento de dejarlo ir.

miércoles, julio 05, 2006

Quien respira

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Ahora estoy aquí, respirando. Es rara esta sensación. Todo sigue igual solo yo estoy diferente. El mundo sigue afuera moviéndose rápido, con flashes y ruidos y olores. Yo sigo aquí, respirando. Es extraño.

Me siento cautiva en mi cuerpo lánguido. Mis palabras son lentas, casi no suenan, mis pies pesados. Mis manos ¡ Ay ¡ Mis manos…Me veo las palmas, que destino tan solitario, líneas dispersas que no se unen en ninguna parte. Amo a mis manos, son diferentes e inútiles. Son obreras de mis pensamientos, cada dedo va sobre el teclado como ensayando una canción oculta, que nadie sabe descifrar.

Ahora estoy aquí, sin tiempo. La vida pasa a mi alrededor, veloz, no puedo detenerla. Solo estoy yo, como un par de ojos en medio de todo. Podría ser un árbol, una piedra, una flor... no importaría. Solo seria un poco mas de materia organizada viendo al tiempo pasar a una velocidad increíble, sin poder sorprenderme. Solo respirando.

Es extraña esta sensación terminada la crisis, me quedo a la deriva sin ninguna sensación de dolor, ni angustia, ni melancolía. El enojo y la tristeza no existen, soy incapaz de reaccionar, me quedó sentada con los ojos abiertos viendo la vida pasar ante mí atropellándome entre sus patas, sin oponer resistencia. Solo yo sin tiempo, solo así respirando.

Y podría quedarme horas así mirando al vacío, como un ente a quien no le importa nada, oyéndolo todo, sintiendo las palabras de la gente que me ama gotear sobre mi, en pos de una reacción. Muevo mi boca, intento sonreír, ellos no lo notan. Hablo un poco, no pueden oírme, solo me ven respirar y saben que estoy viva. Presienten que no me he ido del todo.

Una vez solté una lágrima, la toqué incolora y diáfana, saliendo de mi como un milagro. Abriéndose paso en mi epidermis, rodando lento sobre mis poros. Esa lágrima rodaba sobre mi y yo no sabía su causa, el porque de su aparición, solo sentía los párpados pesados como ahora, la boca inerte, mis manos cansadas.

Alguien la secó, pensaban que estaba triste, que aun me dolía que estaba sufriendo; pero yo ya no estaba aquí, no tenía ningún recuerdo del pasado, ningún anhelo, no podía inmutarme ante nada. Solo estaba despierta como un pez prehistórico, de ojos abiertos a un océano nuevo y desconocido.

Como lo estoy ahora con la mirada perdida, sin saber como ni cuando despertaré de esta sensación post migraña. Solo yo, aquí, inmóvil, respirando.

Como una idea cautiva en medio de la materia organizada.


*****Flor de Mentira- D. Eder.****

martes, julio 04, 2006

Fuera del Círculo

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Para mi fue siempre difícil trabajar en grupo, formar una sociedad, hacer un círculo. Hasta ahora huyo de eso, me asusta un poco, no me gusta formar argollas ni puedo trabajar con otras personas. Por eso me digo a mi misma antisocial, aunque mi familia opine lo contrario. Y es que prefiero trabajar a solas sin nadie que interrumpa mi pensamiento ni me haga ser partícipe de sus normas o códigos de grupo.

Mi padre decía que él tuvo la culpa, que debimos crecer en un barrio con gente “normal”, con otros niños para jugar, haciendo grupos de amigos y saliendo a la calle a hacer cosas de adolescentes. Mis hermanos lo lograron a medias, al fin y al cabo eran tres. Yo era la menor en casi 10 años y mi carácter esquivo pudo mas.

Recuerdo el temor en la clase de gimnasia. El pánico a esos juegos grupales de voley, fútbol y demás, que luego se extendería a los demás deportes. Hasta hace algunos años pensé que era a causa del físico, de que el hecho que me faltara oxígeno a la menor actividad física me hubiera vuelto una anti deportista y por ello asociara el deporte con esa sensación angustiosa de falta de aire y dolor bajo las costillas; pero ahora pienso que jamás me pude integrar del todo en un grupo, captar como ellos un código de conducta y obedecer una disciplina para vivir en armonía. Tal vez el pertenecer a un grupo de deporte me hubiera ayudado, pero jamás me interesó demasiado el hacerlo. No veía la necesidad de integrarme si iba a ser la última de la fila.

Siempre huí a las competencias que requirieran esfuerzo físico y sentía pavor de solo imaginar estar dando brincos, pararme de cabeza, saltar sobre un caballete o golpear una pelota. De niña por supuesto, si me interesó un poco. Recuerdo que me ponía a jugar voley con el chico que hacía la limpieza y como solo teníamos su pelota de cuero, entrenábamos con una pelota de fútbol, a escondidas de la gente en el jardín trasero de la casa. Mis manos entonces, se endurecieron y mis brazos se volvieron firmes.
Un día mi padre se admiró de que “mis manos ya no fueran unos mocos, sino que ahora su hija menor sabía dar la mano como gente y mirando a los ojos”

A toda mi familia le agradaba el deporte y en los días de playa se ponían a jugar voley, fútbol o lo que hubiera, a la orilla del mar. Recuerdo mi enojo a que me obligaran a participar, si yo prefería estar leyendo o soñando con historias que escribía mentalmente. De vez en cuando le hallaba algún placer a compartir juegos grupales pero siempre lo dejaba. Tenía otras prioridades en mente como para andar siguiendo al resto.

Lo mas curioso fue que en secundaria me nombraron delegada de deportes. Yo que no sabia ni como agarrar una pelota estaba de “delegada” porque me habían elegido por unanimidad. Hasta el profesor de educación física se opuso, pero igual me nombraron. No los defraudé porque al primer premio en dinero que recibieron por ganar un campeonato, cogí el dinero y lo repartí entre todos los jugadores, ignorante de que ese dinero era donación para comprar el inmobiliario del colegio.
El Director puso el grito en el cielo. Aun me la siguen cobrando.

Los maestros decían que yo era la líder por naturaleza, les comentaban a mis padres que tenía poder para dirigir, convocar y convencer a los demás de lo que me propusiera. Que debían impulsarme por el camino de la política o el derecho. Mi padre me miraba incrédulo. Luego comentaba mirando mi cara ovalada: “tienes el mentón de los débiles, a los que hacen llorar y les doblegan la determinación a punte de dolor, la gente nota eso”
Me agarraba la quijada, se reía y luego se iba, mientras yo me quedaba pensando en la verdad detrás de sus palabras. Como todo lo que decía mi padre había una verdad detrás de cada broma.

Es cierto, a mi no me interesaba la política ni defender las causas sociales como modo de vida. Para mi el ser líder era la forma mas cómoda de ser parte de un grupo sin sentirse excluida.

No toleraba obedecer las normas de gente que sabía poco o nada, era fácil dirigir un grupo en donde todos quieren abandonar la responsabilidad de sus actos a alguien mas. Siempre fue fácil el hacerlo, pero no me agradaba. No tenía vocación de pastor de corderos.

Llegada a la universidad, los círculos se formaron de nuevo. Grupos de deportes, de política, de poesía, de estudio. Yo no pertenecía a ninguno. Me llamaban para ser delantera para el equipo de fútbol de mujeres y yo me horrorizaba ante la sola idea de
jugar delante de extraños tras una pelota, para que al correr se me moviera toda la delantera, Eso no, ¡jamás!

Con los círculos de estudio pasó algo similar. No entendía cual era la ventaja de estudiar en grupo los temas que no podías terminar a solas. Una vez fui a una de esa amanecidas en casa de alguien. Llevamos café, comida y órganos en recipientes de formol, para prepararnos antes del terrible examen de anatomía. Al final nos las pasamos hablando y riendo el resto de la noche. Dejando los libros de lado, para dedicarnos al raje indiscriminado, a cantar a capella y atragantarnos de pollo frito hasta la madrugada.

El cerebro y los pulmones que llevamos terminaron el refrigerador de la mamá del anfitrión, que se desmayó al día siguiente al saber que eran humanos. Y el resto de los asistentes a esa noche de café y estudio nos quedamos dormidos, sintiendo entre sueños como las manos de todos estaban aun ansiosas de seguir repasando la anatomía femenina pero en vivo, al menor descuido de la vigilia.

Me aparté de todos los grupos literarios, porque la mayoría estaban conformados por mujeres escribiendo al amor en todas su formas, rimas y sonetos; o por gente que por tres libros leídos te miraba en menos, usando un lenguaje que pretendía excluir al resto de mortales que solo escribíamos por instinto.

Nunca pude formar círculos, sentía que no encajaba en ninguna parte. Había el grupo de los demasiado tranquilos y el polo de los demasiado rudos. Andaba siempre guardando mis distancias de ambos. Aunque tuve grupos de amigos temporales con los que pasé buena parte de mis días felices y que se deshacían apenas alguno de ellos cambiaba de novia o tenia algún interés por alguna de las chicas del grupo.
Todos mis amigos fueron siempre personas solas como yo, cuyo máximo anhelo era ser invisibles a los ojos del resto del rebaño.

La vida siguió pasando y vi como los lideres estudiantiles se quedaban en las aulas años y años, enmoheciéndose en luchas internas y discursos vacíos, en pro de mejoras universitarias que nadie comprendía.
Los que ganaron las medallas de deporte de mi facultad, retornaron a sus propios grupos deportivos previos y ahora andan en algún lugar del extranjero; algunos incluso ya formaron pequeñas clínicas en sociedad.
Aquellos que se pasaron los 7 años de facultad en grupos de estudio nocturnos, ya se casaron. Otros, incluso se divorciaron y la mayoría de los que gustaban de repasar las clases de anatomía sin protección de látex previa, ya tienen pequeños hijos corriendo y preguntando “¿por que papá sigue guardando bolsas de vísceras en el congelador?”
Huelga decir que aun siguen llevando el curso de anatomía de primer año.

Los que se dijeron poetas andan olvidados ,como estuve yo , en algún pueblito del Perú, haciendo manuscritos de poesía para publicar el día que salgan del exilio. Su pequeño círculo también anda disperso, buscando gente que comprenda lo que ellos hablan con palabras ininteligibles.

Para mi siempre fue difícil pertenecer a un grupo. No pude integrarme del todo a nada, caminé y camino sola, lo cual me deja tranquila para hacer lo que me agrada sin explicarle a nadie el porque de mis acciones, amores y depresiones; pero a veces extraño a esa gente que no hallaba su lugar en el mundo como yo.
A los que estudiaban medicina pero habían nacido para escultores, a los que detestaban las clases de gimnasia en secundaria, a los que hablaban de tener una banda de rock y dejar su casa y el colegio, a esa gente sin nombre que ahora camina a solas como yo, inventándose un espacio propio en cada grieta del camino, buscando el silencio a espaldas de la multitud. Gente que sueña despierta que en alguna esquina del universo haya un círculo que no excluya al que es diferente.

"Orquídeas, Círculos y Cuadrado" -Debora Eder

domingo, julio 02, 2006

Aprendiendo a Volar

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Yo aprendí a montar bicicleta cuando ya era grande. Era una vergüenza no saber andar en bicicleta a los 9 años, mientras los otros niños ya eran libres sobre ruedas y se apartaban de casa a la velocidad de un rayo.
Yo aprendí tarde, tal vez porque temía caer, porque temía a la vergüenza y al dolor. Practicaba en casa dentro del garaje, apoyándome en ese pequeño espacio entre la pared y el auto, rayando la pintura, dejando mis manitos de huellas sucias en la pared recién pintada, apoyándome en muros estrechos para no caer al piso, para no sentir dolor.
Y todos se burlaban de lo miedosa que era, de que no salía a la calle a aprender como todos a golpe y a sangre; pero yo no hacía caso, pues yo tenía miedo no al dolor, sino a la vergüenza de que me vieran caer, de que aprendiera “de grande”, lo que los otros niños ya sabían hacer bien desde pequeños.
Mis hermanos tenían su bicicleta vieja con ese asiento al estilo de los 70´s grande y fuera de moda pero a mi no me importaba, quería aprender lo que otros ya sabían y ponía todo el esfuerzo en impulsarme por el zaguán de la casa, por el patio trasero, por el garaje…por todo lugar donde hubiera apoyo y no tuviera los ojos de los vecinos o de los demás niños, viéndome equilibrar sobre mi inexperiencia de 9 años.
Mi padre me repetía que era imposible aprender a montar bicicleta sin caerme, pero yo no me atrevía a salir de casa. Mi bunker de pruebas al vacío siempre fue esa casa y salir de mi burbuja a la realidad siempre dolía. Pero pasaban los días y yo no podía avanzar un metro sin caerme a los lados, no había espacio para impulsarme y pedalear suficiente sin caer a los costados. Y yo no entendía el por qué. Por qué no podía aprender a manejar y siempre caía.

Un día de invierno, el cielo se volvió gris y la atmósfera líquida. La ciudad era una pecera gris sin gente pasando por la calle y en el silencio la lluvia golpeaba el asfalto con sus canción de soledad y recuerdos de infancia. Yo tomé la bicicleta y aprovechando que nadie podía verme, me decidí a salir y probar suerte en la calle.
Saqué la bicicleta antigua y olvidé todas mis vergüenzas…estaba decidida a probar el dolor.

Sin embargo, no caí, solo me impulsé y pedaleé todo lo que pude sin caer. Me alejé de casa con la tarde lluviosa sobre mí y pensé que el mundo era mágico, que pasear en bicicleta era como tener alas y que nunca mas tendría que volver a mi burbuja si tenía la fuerza de mis piernas para seguir adelante.

Había aprendido a manejar esa vieja bicicleta sin caerme al piso y sin sufrir. Después de tantos meses intentándolo y apoyándome en las paredes de casa.
Probablemente lo único que me había hecho falta era la determinación de abrir la puerta y salir sin importarme la vergüenza ni el dolor. Probablemente, aun bajo la lluvia había mil ojos detrás de cada ventana esperando ver mi caída y mi dolor, pero yo no lo pensé. Simplemente me dejó de importar.

No reflexioné en nada y me abandoné a ese placer de pedalear a velocidad, pensando que si me tenia que caer, sería lejos de casa, lejos de las miradas de la gente, solo tenia que seguir pedaleando, avanzando, con el viento silbando en mis oídos y la lluvia sobre el rostro. De hecho algún día caería, pero yo solo quería seguir así impulsándome sobre dos ruedas como si mi cuerpo fuera alado y nadie mas pudiera verme.
Yo aprendí a manejar bicicleta sin una sola herida, sin un solo raspón en la piel. Tal vez fue la peor forma de aprender, porque no aprendí a poner las manos para protegerme si me lanzaba a velocidad tras de algo y tenía que caer. No aprendí a tolerar el dolor, la humillación, la desazón de las heridas sociales que surgen cuando quieres de verdad algo.

El resto de la vida me la he pasado deseando que vuelva a ocurrir ese milagro de salir de casa solo con el deseo suficiente, impulsarme contra el frío y la lluvia y que todo me salga bien, sin heridas, ni cicatrices que borrar. Ahora se que es imposible. Día a día la vida te cobra las enseñanzas que no supiste aprender a tiempo.

Sin embargo algo que si aprendí fue que para volver realidad los sueños, cada quien debe abandonar su burbuja perfecta, su hogar de paredes acolchonadas y gente que evita hacerte doler, porque en esa burbuja pequeña jamás hay suficiente pista para impulsarse fuera y aprender a volar. Porque duela o no duela el hacerlo, siempre es mejor retarse a si mismo para conseguir lo que se desea.



****Para Albatros y los días que me sujetó la mano.

sábado, julio 01, 2006

Nothing

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Si me vieras hoy…no me reconocerías…estoy con esa sonrisa “ancha y ajena” de la primera
vez que me viste…de cuando empecé a escribir cuentos que no eran solo para mí…de cuando
te contaba que caminaba por la ciudad segura y tarareando canciones con el discman puesto…
es cara de cuando terminaba de hacerte perder la paciencia y comenzaba a jugar…Si me
vieras hoy, ya no sabrías quien soy.

Hay Cienfuegos en mi corazón explotando en colores luminosos que solo yo soy capaz de ver…
está esa lluvia de luz…esa tempestad agitándolo todo…podría correr por la ciudad con los
zapatos rotos, el vestido abierto, los lentes olvidados…Hoy podría pasar cualquier cosa y te lo
quería decir…porque la vida se me viene en azules y púrpuras…se me viene en tonos fríos y
olor de violetas frescas…Hoy la vida se me viene entera y sin razones específicas…Ya sabes
como soy.

Ya sabes que un día me despierto y tengo tanto amor dentro mío que puede desbordar mis
ojos y mis dedos, hasta reventar teclados, hasta incendiar tu pupila…quedarme en tu boca…en
cada sabor, en cada papila…y así yo sería feliz…
Porque así soy yo, tu me conoces, a veces pierdo la razón y me siento tan feliz que el mundo
no existe, ni nada de lo que es materia palpable…ni nada de lo que me cause dolor…ya sabes
como soy…Mujer nada más y un día me entrego y te hago mío…y al siguiente desaparezco
como un olor sobre tu cuerpo…Un rastro de felicidad para seguir la próxima vez que nos
perdamos…que me pierda yo en ti...tu en mi y viceversa.

viernes, junio 30, 2006

Charlas Feas y café

Free Image Hosting at allyoucanupload.com¿Sabes? esto me viene rondando
la cabeza hace varios días, pero hoy lo confirmé del todo. Soy…soy …!soy fea!
No pues, con esto no espero que me digas que me veo bien, que soy simpática, atractiva, lo del buen cuerpo (que ya no tengo, por cierto) y otras estupideces que se les dice a las chicas que no son del todo agraciadas. Me siento fea. Si pues, primera vez que lo digo y hasta me asusta. Es lo mas duro de confesar desde que dije que ya no era virgen, no, mas bien desde que dije que ya no quería ejercer la medicina…no joder!
¡Es peor! aceptar que me considero fea es como abrir un agujero negro de toda clase de decepciones y recuerdos lastimeros. Es como confesar que no tengo valor para creerme la mentira que soy bonita o que me veo bien.

No me mires con esa cara, se que la belleza es un valor cultural. Que en algunos sitios de África las mujeres bellas son las de cuello monstruosamente largo, o que en China las más bonitas son las de pies pequeñitos a pesar de la tortura que tengan que pasar para obtener dichos pies diminutos. Se que si cruzo la frontera, sería un personaje exótico y por lo tanto digno de ver o compartir una copa. Pero aquí, en mi país no me queda otra que ser considerada fea….Caray! ¿Cómo duele esa palabra, no? parece una mentada de madre, tal vez fea sea demasiado fuerte, mejor me digo “NO bonita” y punto.

Hace algunas semanas me di cuenta que mi único novio peruano había sido el primero y del que prácticamente me enamoré epistolarmente, ya que antes, tu sabes, lo veía caminado por la facultad y no me llamaba la atención en nada. Era alguien No bonito como yo.
Me di cuenta hace unas semanas, que a los hombres a los que le había parecido atractiva en algún momento de mi vida, eran de otras latitudes y que eso se estaba convirtiendo en una especie de maldición, ya que yo quería tener una relación estable y solo conocía extranjeros por pocos meses o semanas. Acepto que eso se diera en otros lugares, donde tienes que acostumbrarte no solo a otro sabor de comida, de bebidas y bueno…tan bien de pareja, pero ¡que en mi propia tierra me prestara mas atención un extranjero que un coterráneo ya era demasiado, para mi autoestima venida a menos!

Al principio, no te miento, fue interesante andar con esos tipos raros. Si de chiquita cuando sacaban a todas mis amigas a bailar me hubieran dicho que yo saldría con tipos tan lindos en la edad adulta, no les hubiera creído. Pero bueno, no es la gran cosa, mi cara podría ser de cualquier parte, así que parece exótica siempre- ya se que te estás riendo porque en este país se les llama “exóticas” a nuestras mas simpáticas exponentes indígenas, por no llamarlas simplemente “cholas”. Bueno yo no lo soy, soy morena, zamba, morocha, como carajo quieras llamarme, pero eso también constituye una minoría de gente susceptible a burla... Como te decía mi cara ha de ser exótica y por eso se confunden y me dicen bonita y de ahí que salga con pura gente diferente. No pues, si no es que yo prefiera un desteñido a un peruano, pero carajo! A mi los peruanos no me dan bola!!!!

En la universidad si tenia un club de Frikiefans como les llamaba alguna amiga. A mi me hacia sentir mal cada vez que me decía eso, es cierto los tipos no eran atractivos y hacia preguntarme si solo le parecía simpática a aquellos que eran medio feos. Mi amiga se burla hasta ahora preguntándome por ellos. A veces me da ganas de decirle “estuve a punto de casarme con uno de esos Frikies”, pero bueno…

El asunto es que a veces mi ex me decía “eres linda” o uno de esos adjetivos que se dicen a las novias, pero a mi me venia la inseguridad, la paranoia y el síndrome premenstrual juntos y le gritaba que no, que yo no era linda, que él solo me veía atractiva porque comparada con su última ex, yo era Miss Universo…pensaba que el problema era estar con un tipo con una visión sesgada de la belleza, pero no, como estarás adivinando la del complejo era yo.

Luego me metí con un tipo simpático, lleno de ex bonitas- aunque no lo creas eso te sube la moral, porque te hace pensar que el tipo tiene buen ojo. Claro, siempre existe la posibilidad que tú seas “la fea” de la agenda de las ex, pero son riesgos mínimos, cuando el tipo te llena los ojos en cada sonrisa. Cuando me volvió la inseguridad, ahí si todo se fue al diablo, pensé que no me quería lo suficiente por mi aspecto, que yo jamás estaría al nivel, etc. de excusas para comprender el rompimiento. Terminada la relación yo era un fantoche que se sentía de nuevo horrible, en ese tiempo me conociste, ¿recuerdas? Andaba quejumbrosa sintiéndome horrible y sin nadie que me quiera.

Seguía sin entender porque los peruanos no me daban bola. Una vez hasta escribí con rabia sobre eso. No podía entender porque los hombres de mi edad no querían salir conmigo. ¿Por que nadie me invitaba a ningún sitio? en fin porque había vuelto a estar tan sola como en la adolescencia. Fue por esos días que comencé a salir con tipos no peruanos y entonces me volviste a conocer, pero esta vez con una sonrisota cínica, ¿recuerdas? Fue cuando comencé a salir con tipos de cualquier nacionalidad, porque me parecían más seguros que mis compatriotas.
Pero algo me punzaba en el pecho, ojo no era un tumor de mama-¿Estaba confinada a salir con puro extranjero? Aceptaba que en la universidad haya estado muchos años rodeada de tipos que se hacían pasar por mis amigos y vivían espantándome al resto de posibles candidatos a novios, acompañándome hasta el baño si era posible. Inventando cualquier excusa para acompañarme a casa “como amigos”, creo que fue por eso días que me entró la paranoia y comencé a mandar al infierno a todos. No soportaba que esos tipos estuvieran encima mío acompañándome y llamándome a cada rato, sin atreverse a decirme nada más, que “eres mi mejor amiga”. El día que los espanté a todos con mi mal genio, ese día alguien se atrevió a decirme que no quería ser solo amigo y me ennovié...Ya conoces esa historia…

Pero ahora, ahora que ya estaba libre, sin noviazgos a la vista, que iba sola a las fiestas. Que me sentaba a solas en la barra, ¡no era posible que un solo peruano me sacara a bailar! Un día se me acercó un tipo, de lejos es el hombre más guapo con el que haya salido. Yo estaba radiante, pensando que al fin en una fiesta me sacaba a bailar un peruano atractivo, pero todo fue que habló y me di cuenta que el acento era extraño, ¡no pues! ¡Si la maldición me seguía a cualquier parte! Era un vasco que había venido al Perú por un año a dictar cursos de cocina. ¿Que significaba eso? Pues clarísimo: Relación temporal de límite fijo, en otras palabras un affaire y punto.

A veces me veo al espejo y me pregunto si no soy atractiva para el peruano promedio.
Si necesito otra cara más agradable, otro cuerpo, una charla más sosa. Un carácter que sea más dócil. Mis amigos me dicen, que el problema es el carácter del diablo que tengo, que a nadie le gusta una flaca que ande con tantas vainas en la cabeza. Pero entonces ¡ya no se de que diablos hablar! ¿Del clima? ¿De las marcas de cerveza?
¿Por que puedo hablar una noche entera con un foráneo y si hablo con alguien de por aquí me ve con cara de que necesito mi Litio? ¿Por qué es más fácil que alguien foráneo tenga más confianza en sacarte a bailar o dar el primer paso para conocerte y con un peruano tienes que hablar meses antes que tome la iniciativa?
Para este punto debes estar erizándote de solo pensar que yo margino a los peruanos por “ser respetuosos”, que prefiero a “los gringos mañosones” pero creo que ese no es el problema. El problema es que me jode darme cuenta que no puedo tener una relación normal con un tipo promedio. Que resulto más atractiva para un tipo foráneo o para alguien que tenga mis mismas tendencias “frikisoides” que para alguien normalito y feliz. Que debe haber algo llamado karma que hace que al estar en un lugar público la gente me mire sin hablarme y los tipos me sonrían sin acercarse. A veces me siento un fenómeno… ¿Y quieres saber el detonante de toda esta oda a la apariencia física?
Fue esa foto en la que solo muestro mis ojos y que resulta que no soy yo. Es decir, yo me sigo viendo igual, pero resulta obvio para todo el mundo que en esa foto aparezco mas blanca, mas ojos claros, en resumen “mas bonita” de lo que en realidad soy. ¿Será que soy la única con una percepción errada de mi aspecto físico? ¿Qué pensé que ya me había vuelto mariposa y sigo siendo una monstruosa oruga? ¿Que eso es obvio a los ojos del mundo, excepto para mí y tal vez sea la causa que en un baile cualquiera nadie se atreva a invitarme una copa si no es foráneo, loco o miope?

¡Carajo! En este país resulto ser “no atractiva” pues; soy un bien de pocos bonos y charla que asusta…no me queda otra que emigrar para no quedarme soltera. No te rías ¡caray! Que esto no es broma, o te lo contaba a ti o pagaba a un psiquiatra para que me suba la moral a base de pepas y una terapia de espejos rotos. ¿Me ayudas a romper algunos? Pero nos tomamos un cafecito y una torta de chocolate antes, ¿si?

miércoles, junio 28, 2006

El camino a tu casa

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El camino a tu casa está cerrado por un jardín de flores y espinos. Tu puerta tapiada con maderos ásperos. Tus ventanas cerradas todas para el mundo. El camino a tu casa, es tan largo amor, que no consigo llegar nunca, siempre me voy perdiendo.

Caminaría bajo dos soles y una luna plateada para llegar a tu casa y que dejes descansar mis plantas, quitarme la ropa y soltarme el cabello, para que me dejes caminar a oscuras y llegar a ti cuando estés aun dormido.

El camino a tu casa es tan largo, que me pierdo en paisajes de rosa y magenta, entretenida en los recovecos del camino, me quedo allí afuera saltando entre obstáculos diversos, grandes unos y otros pequeños. Me cuesta entonces llegar temprano, antes que cierres del todo y me dejes para siempre afuera.

Ese es mi gran temor. No llegar a tiempo.

Caminaría entonces, bajo palmeras y álamos, entre jardines salvajes y en selvas oscuras, para poder llegar temprano a tu puerta y tocar antes que nadie toque; para que sepas que soy yo, la que ha caminado y no se ha cansado de intentarlo hasta que abras.

Pero el camino a tu casa es tan largo, que doy vueltas y vueltas y parece que nunca llegara; por eso a veces me hallas triste, frustrada y a solas. Por eso a veces sueñas que lloro al otro lado del mundo y te despiertas agitado sin saber quien soy.

Caminaría entonces cruzando mares y ríos, montañas y desiertos y al llegar junto a ti, me acurrucaría en tu abrazo tibio sin miedo a que me veas frágil. Porque ya habría sangrado todos mis dolores en el camino y el llegar a tu corazón, seria solo el regreso a mi hogar conocido.

El camino a tu casa amor, es tan largo. Solo te pido que me esperes, te prometo que llegaré a tiempo.


Soñando aquí y ahora

Los días son claros, tibios, tranquilos. Mis pasos seguros, mi sonrisa ancha, mi cabello va atado. Y los días siguen siendo blancos, límpidos, sin miedos. Yo camino entonces como si hubiera vuelto a la vida, aunque no sepa bien por que.
Antes soñaba siempre de noche, jamás amanecía, en mis sueños el mundo era nocturno y las calles vacías. Mis sueños siempre han sido dramáticos, algunos torturantes, siempre corriendo en pos de algo. Siempre corro en mis sueños porque el tiempo se acaba.
Los lugares son conocidos, es mi ciudad pero se ve como la debí ver a los 5 años, enorme y con escenarios de terror a la vuelta de la esquina. Siempre salgo de la ciudad y ya no hay nadie, entonces se que estoy al margen de todo y que es momento de correr, pues toda calle es desconocida y la noche va envolviendolo todo.
En mis sueños siempre es de noche o hay agua. Ir en pos del agua tambien es una constante en mi. Sueño con el mar a menudo o con lagos y piscinas. Mis sueños son tan reales y nítidos que yo debo ser una Spielberg onírica, con todos esos parajes y circunstancias. Lo que mas me felicito es la fotografía de mis sueños, los parajes son increíblemente bellos.
Me gusta soñar, de más chica despertaba con tristeza porque mis sueños eran más emocionantes que la vida diaria.
En algunos de mis sueños, he ido construyendo una ciudad de a pocos desde la infancia; ahora cada vez que vuelvo, se a donde conducen sus calles y porque los trenes se pierden por caminos de piedra o porque hay sitios a donde no puedo llegar en auto, solo puedo hacerlo caminando.
A algunas de las personas ya las conozco y todos estos años esos personajes oníricos me han visto crecer a pesar que sus rostros no envejecen.
Ahora en mis sueños, no soy una niña, casi soy mujer y paso corriendo con alguien de la mano o voy en la búsqueda de otro alguien que aun no conozco. La gente del sueño me ve correr sin admirarse.
Lo más angustiante, siempre es el agua.
En todos los sueños busco zambullirme en el mar y éste se retira; busco nadar en el río y este se hace turbulento; ansío sumergirme en las piscinas y éstas se hacen mohosas y llenas de hojas secas. Nunca llego a tiempo para volver al agua. Es frustrante no poder hacerlo.
Cuando llega el momento en que me siento lista, el agua se seca.
Una vez soñé que me lanzaba vestida desde un bote a un lago de aguas azules; cuando salía, el agua no se había secado y yo nadaba con los zapatos puestos. Ese día me enamoré de mi ex y supe que cualquier cosa era posible, que tenia el poder de lanzarme al agua sin buscar el traje perfecto o el momento adecuado y que aun así podría nadar. Fue muy simbólico eso.
A veces me sueño en ciudades extrañas, incluso hablando lenguas que desconozco. Son otros tiempos, y se que lo que pasa ya ha ocurrido antes y yo solo lo vuelvo a vivirlo una y otra vez, sabiendo de antemano las reacciones de la gente que interviene en el sueño.
A veces voy cruzando en tren por la nieve; o en mezquitas llenas de gente pequeña a mi paso; a veces solo en ciudades antiguas de veredas de piedra y edificaciones grises. Entonces despierto, vuelvo aquí y se que esta vida también es un sueño que debo resolver de a pocos. Me veo al espejo y se que sigo siendo yo, la mujer del sueño, aunque ahora con un rostro diferente.
Una vez soñé en esa ciudad en donde los toldos de venta están tan juntos que es imposible caminar, en donde la gente habla rápido vendiendo carnes, pescados y verduras y todos tienen esas miradas instigadoras y debes caminar rápido para que no noten que eres nueva allí.
Esa ciudad me atemoriza, pero ya he crecido y subo a los pisos superiores donde se dan baños floridos, en albercas de madera y agua caliente. No dispongo de mucho dinero, así que debo compartir la alberca común con otra gente que lleva a sus hijos pequeños. Al entrar allí, me dan la barra de jabón y esa tela roja estampada que hará las veces de toalla.
Debo desnudarme y meterme rápido al agua jabonosa con pétalos de flores, la mujer que se baña junto a su esposo e hijos, me sonríe al verme avergonzada. La alberca vecina está vacía y es limpiada con esmero por un joven de rostro lampiño. En el salón de baño todos nos bañamos desnudos, esa no es novedad.
Me posiciono en mi orilla de la alberca, distante a esa familia y comienzo a jabonar mis hombros y mi pecho con ahinco hasta volver el agua jabonosa.
De pronto la familia se va y yo tengo la gran alberca para mi sola. Es un lujo poder bañarme sola.
La mujer que cuida celebra con una sonrisa maternal mi alegría pueril. Nado en esa piscina de agua tibia un buen rato, pero es momento de cambiar el agua llena de espuma de jabón.
La mujer comienza a hacerlo y yo me quedo sujetando mis rodillas para taparme el cuerpo desnudo. Por las ventanas se observa abajo nuestro la ciudad bulliciosa llena de gente intercambiando mercadería desde sus canastos de mimbre.
Tres hombres ingresan al baño, me miran y sonríen, debo compartir el baño con ellos, es un baño público y yo no tengo dinero. Se desvisten hasta quedar solo en calzoncillos, uno de los hombres duda sobre desnudarse completamente estando yo allí, los otors se rien y le piden a la dueña la otra alberca.
Ella empieza a llenarla para ellos, dejando la mia a medio llenar pues es demasiado grande, el agua es muy clara y no logra ocultarme.
En ese lugar no es nada nuevo compartir un baño entre hombres y mujeres, pero la mayoría de hembras debe llevar un paño para cubrir su sexo, antes de entrar al agua. Yo he olvidado el mío en la orilla cercana a la alberca vecina, para alcanzarlo debo nadar o ir caminando hacia ellos y eso me avergüenza.
Los tres tipos mayores me miran con curiosidad mientras yo intento no parecer intimidada por la situación, empiezo a lavar mi cabello, que ahora oculta mi cara, para esquivar la mirada de los tres hombres que se bañan coversando y riendo en voz alta en la alberca vecina.
La mujer entonces, me acerca un balde de agua que cae tibia sobre mi cuerpo. Todo el jabón se ha limpiado. Ya puedo irme, parece indicar con un dedo antes de salir del lugar. Pero yo no se como levantarme sin que los otros me vean desnuda.
La mujer ya no está y no se donde pueda estar mi ropa, no me queda mas remedio que seguir en la alberca de agua transparente dejando que me vean, con una mezcla de miedo y placer exhibicionista, hasta que la mujer vuelva y me alcance mi ropa o al menos esa tela estampada de color escarlata que habrá de cubrirme.
El resto del sueño se pierde en mi memoria. Solo me queda el aroma a verduras y esencias varias del mercado de la ciudad. Podría reconocer el lugar si vuelvo allí, pero me da miedo volver, ese sueño me deja con la boca seca, como si fuera el recuerdo de alguna otra época vivida.
Le cuento el sueño a alguien y me dice que ese sueño es una fantasía erótica, que debería analizar cada circunstancia hasta descubrir el origen de mi ansiedad, pero yo no le sigo la broma. Ese sueño me ha dejado con la sensación de haber abierto una puerta que estaba cerrada hace mucho. Esa ciudad es nueva en mi repertorio onírico, aunque no son nuevas las caras que veo. Poco a poco he ido reconociendo esa ciudad como mía, a pesar que no pueda entender del todo el lenguaje o el porqué de sus vestimentas.
Los días son claros, limpios y tranquilos. La mayoría de mis sueños son bajo un cielo negro, pero he empezado a soñar de día. La última vez estaba en una playa y me atrevía a ver el sol en mis sueños. Era increíble poder hacerlo, era como contemplar el mundo desde la otra cara de la luna.
El sol me quemaba la piel, mientras tigres de bengala y elefantes enormes, vagaban libres por la playa. Lo que ahora me parece extraño es que ese lienzo rojo y bordado en donde estaba sentada mirando al mar, parece ser el mismo de mi sueño erógeno. Tal vez sea un capítulo previo solamente. Ahora me pregunto si es la misma ciudad. Hay aroma de dátiles y jengibre, de flores desojadas y te humeante. Se que la reconocería si vuelvo allí, pero prefiero pensar que es solo un sueño sin importancia.
Los días transcurren aquí, límpidos, blancos y sin miedo. Yo camino entonces como si hubiera vuelto a la vida, mirando al sol con una sonrisa ancha y ojos maravillados, m e sigo preguntando si ésta vida no es otro sueño que debo ir saboreando de a pocos.

lunes, junio 26, 2006

Bonjour ma vie

Ayer tuve esa extraña sensación de ser dueña de mi destino nuevamente, que nada de lo ocurrido era fruto del azar, que mi vida no es ese sentimiento de desolación a cada instante, por momentos grises que ya no se pueden atrapar. De que mi vida es una hilera de eventos tragicómicos que solo quieren hundirme, como un gran pulgar que aplasta un insecto contra el pavimento. Ayer supe que nada de eso era cierto. Que estaba viva otra vez.

Durante meses mi vida fue de un discurrir entre lagrimas y caras tiesas, tratando de entrar en un personaje que no era yo, mas dura, menos creyente en las cosas simples, menos esperanzada en un futuro; porque vivía haciendo de cada minuto una despedida. Como si al minuto siguiente ya fuera el final definitivo. Mi vida fueran escenas truncas que necesitaban acabar. Caminaba y me despedía, porque ya no esperaba nada de nadie. Era fácil amar de esa forma, donde no hay un recuerdo doloroso, donde alguna de ambas partes desaparece de la escena sin pedir perdón, ni sentirse culpable. Un nuevo escenario, una nueva persona, me iba yo o se iba él, todo muy simple, muy racional, muy de cuento sin final feliz. Porque no había amor, solo historias que empezaban y terminaban sin rastro de dolor.

Estuve meses esperando que algo llegara para despertarme, quería tomarme la vida de un sorbo, para no sentir su sabor fuerte por la garganta, para no sentir ese recuerdo de madero áspero sobre la lengua, cuando todo terminara. Estaba dispuesta a irme de este lugar con el primero que dijera que me quería, porque quería intentarlo, necesitaba intentarlo. El amor me sanaría, me repetía a mi misma, necesitaba amor a como de lugar.
A veces pienso ¿Qué hubiera pasado si Moss, mi casi alma gemela me hubiera dicho que me quería? Probablemente hubiera caminado descalza hasta Australia, para comprobar si era cierto. Porque yo necesitaba probarme a mi misma que seguía viva, que podía volver a sentir. Que podía hacer grandes sacrificios y que esta vez el miedo al “tal vez” no me apartaría nuevamente del amor, ni de la posibilidad de una vida plena.

Fueron meses en que hubiera podido tirarme desde un puente solo para saber que se sentía. Necesitaba dolor, miedo, algo que me despertara. Y todas esas palabras de amor, no las sentía mías, rebotaban en mi, como si se las dijeran a otra; porque yo ya no era yo, era esa mujercita que trataba de parecer segura a la luz de las velas. Que parecía reunir todo lo que quiere el hombre promedio: Gracia, ternura, inteligencia. Aunque dichas cualidades no fueran mas que inventadas, porque yo también me sentía inventada, un personaje mas, resignado a su destino solitario en la Tierra del Olvido.
Era “una mujer para amar”, pero a quien nadie amaba. Era una mujer quería volver a amar, pero ya no sabia como.

No sé cuanto tiempo he pasado así, asumiendo cada golpe, como un castigo merecido, por creer y dejar de creer. Cuanto tiempo llevo remendando recuerdos de mi misma, para saber quien era y comprender en que me convertí.
No sé cuanto tiempo estuve como una mariposa ciega golpeando contra una ventana que no se abría, viendo a través del cristal la vida prometida para mí pasar ante mis ojos, sin que yo tuviera la oportunidad de hacerla mía. Luché, grité, me estrellé miles de veces y nadie abrió esa ventana que yo no me sentía capaz de poder abrir por mi misma. Caí exhausta, no podía mas, acepté que si la vida quería pasar sobre mí, habría que esperar en el piso, resignarse a cada golpe, a cada herida, porque tal vez ese era mi destino. Yo había perdido el poder de hacer los sueños realidad y ahora me tocaba conformarme a mi nuevo papel de victima en el limbo de los que ya no creen en milagros.

Cuando empezó este año y me decidí volver a sentir, sin hipocresías ni falsas caras; fue la vida la que sé encargó de pegarme mas fuerte. No solo tuve perdidas económicas, también perdida de las personas que amé, de amigos en quienes confiaba, de las ultimas cosas en las que podía creer. Me quedé en la cornisa, muerta de miedo y sin poder volar, con todo derrumbándose a mí alrededor, sin ningún recuerdo al que aferrarme, ninguna persona en quien confiar. No entendía, él porque, si una vez decidida a tomar las riendas de mi vida, el destino me lo volvía a quitar todo y me relegaba aquí, lejos de todos los planes que hace tiempo tracé para mí. Una mano invisible me empujaba a volver a volar, pero me sentía tan débil que no podía, me aferraba a mi cornisa de melancolía, porque era lo único seguro que aun tenia: A mi propia tristeza.

Perdí incluso las fotografías y los videos de esa época en que fui feliz, como si alguien se encargara de mostrarme que nada de lo que viví merecía ser recordado. Que de nada servia aferrarse a una vida plástica, que solo había sido un capullo antes de volver a volar.
Me lo quitaba todo, la vida me lo estaba arrebatando de nuevo todo y yo no podía hacer nada, era solo agua que se escapa entre los dedos y yo tenia que dejarla ir, sin saber por qué.
Lejos de mi profesión, lejos de los bienes económicos, lejos de los amigos, del amor, del recuerdo del hombre que amé, del recuerdo del hombre que me amó y en quien confiaba como mi único amigo.
¿Que más quería la vida de mí? ¿Ya no era suficiente dejarme en el asfalto sin ganas de seguir adelante? ¿Era el castigo por haber pedido morirme tantos días seguidos cuando la depresión tocó a mi puerta?, ¿Por haberle rendido culto a la muerte, en cada despedida que hacia? Transformando la vida no en experiencias nuevas, sino en recuerdos muertos, para que alguien los revise cuando yo me fuera. Porque yo ya no vivía los días, solo los dejaba morir, solo los asumía, como un final ya trazado, sin hacer nada al respecto mas que rendirme al destino.

Recién ahora comprendo, que cada día me dejaba morir un poco, viviendo del pasado y negándome a vivir el ahora. Seguía viva, es cierto, pero sentía que nada estaba en mis manos, que todo era fruto de la suerte, que me resignaría a lo que ocurriera día a día, como un ente mecánico, una pieza mas del sistema de rostros grises de la Tierra del Olvido ¿Acaso esa forma de vivir, no había sido un suicidio en si mismo?
Jamás había tomado un cuchillo o veneno para lesionarme e irme de aquí, pero lo estaba haciendo a cada momento en que me negaba a decidir por mi misma y dejaba que la vida pase sobre mí como un ferrocarril dispuesto a amputarme toda voluntad y esperanza en el futuro. Dejando a la propia vida acabar conmigo.

Ayer desperté y supe que aun estoy aquí, que cada decisión está en mis manos, que éste es un periodo vacío por una razón de ser, que este año libre no es un castigo. Que haber perdido a las personas que amé solo me insta a volver a empezar. Que no tener en quien refugiarme, me empuja a seguir el camino sola, sin la esperanza de que alguien me recoja o se apiade de mí. Sin mas autocompasión. Ayer pude darme cuenta que la vida estaba entre mis manos y que yo aun tenia el poder de escribir mi propia historia, no como un capitulo aparte, sino como algo vital en donde acepto los días de lluvia para apreciar los arco iris y en donde camino sola, porque el camino esta allí y solo yo se a donde va. No quiero aceptar mas las cosas como si fueran hechas para no ser modificadas. Como si el destino fuera una materia dura de las que no somos capaces de amoldar a nuestros sueños.
Hoy digo "buenos dias a mi vida", porque ya me canse de ser la victima, cuando solo soy la aprendiz. Porque uno mismo construye su destino cuando decide no dejarse arrollar por la vida y seguir caminando en pos de algun sueño.

domingo, junio 25, 2006

Caminatas

Hace tiempo que llevo caminando, pero hoy lo he disfrutado más que nunca. Esta mañana de domingo es soleada y pacifica y yo me animé a caminar por el parque saltando entre las piedras del caminito de la izquierda, pensando en mí, en todo este tiempo a solas. En todo el tiempo que espera allí afuera. Caminé pisando las hojas secas de los árboles y a cada crepitar de hoja muerta, sentía que no estaba completamente sola, que te mostraba el camino, como siempre.

Hace años que camino así, mostrándote el camino, comentando los paisajes que veo y explicándote el por qué de las aves, el por qué del clima, el por qué de todo; aunque yo ya ni pueda entenderlo. Hace años que me pierdo en calles y parques caminando a solas, porque la conversación vecina me cansa. Hace mucho que hago monólogos mentales de lo que siento y vivo y de vez en cuando, ya tú sabes, de vez en cuando también los escribo.

Pero ésta mañana caminé contigo y te hice creer que estaba feliz, aunque me sienta por momentos asfixiada, en este lugar en donde todas las posibilidades están exploradas y todos los límites resueltos. A veces ya te lo he dicho, quisiera tomar la mochila y volver a irme. Escapar de este lugar al que se conforman todos. Quisiera irme, escaparme contigo.
Pero no puedes, ya sé que no puedes. Así que mientras camino, te voy mostrando el mundo, esas pequeñas cositas que la gente no advierte. Y que yo fotografío para ti.

Voy tejiendo recuerdos, recolectando imágenes y me hago un espacio propio e invisible, en donde lo cotidiano no ingresa, en donde solo te doy lo que quieres ver. Una esfera de cristal en medio de la ciudad gris. Un espacio privado en medio de la multitud de ojos que no ven. Te muestro allí esa mitad de mi rostro, esa curva en mi talón desnudo, esa línea en mi columna arqueada. Fotografío solo lo que quieres ver y te dejo construir el resto.

Hace tiempo que llevo caminando y hoy ya es domingo, pero no quiero volver a casa. Hace tiempo que mi casa no es mi casa, que prefiero seguir caminando y contándote lo que veo, como si fuera nuevo. Ojala un día te atrevieras a caminar conmigo, a compartir mi silencio mientras nos perdemos juntos en una marcha sin tiempo, y de vez en cuando, también, a resistir mis monólogos insufribles, esas charlas en que te hablo de mi y de todo lo que tengo dentro.
Espero me perdones, a veces solo hablo y hablo, como para dejarte un recuerdo y no desaparecer del todo; para poder así al menos quedarme unos minutos a solas contigo.

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....