martes, octubre 28, 2008

Coloquios del Mundo Interno

Hoy escribiré sobre mí.

Escribiré sobre mí, porque es domingo y necesito hacerlo. Porque hoy siento la casa, mi casa, más inestable que de costumbre. Porque tengo miedo y rabia. Por eso escribiré sobre mí.
Es la primera vez que escribo sin música, en realidad es la primera vez que estoy en casa sin música, algo aterrador para mí. Yo que me muevo por la vida con música, como se mueve el pez por una corriente submarina, navegando sin mirar a los costados; como se puede trasladar mi cardumen de pensamientos de un lugar a otro de esta ciudad gris o a cualquier otra ciudad a la que intente escaparme. Mi vida es la música; sin ella me siento, huérfana, paralizada por el pánico de oír mis propios pensamientos, mis propias palabras fluyendo de mi y desencajándolo todo. Todo lo que por pequeños momentos de eternidad a veces alcanza la armonía de lo indecible.

No necesito de audífonos o un walkman ( vaya palabrita vieja!)Para hacerlo. La música vive en mí. La gente cuando me ve, piensa que llevo alguna especie de audífono oculto tras mi cabello de borrego. Que tengo un circuito instalado en mis oídos que me hace tatararear canciones incomprensibles o silbar mientras hago algún procedimiento. Pero no. Es solo la música que enciendo en mi cerebro cada que despierto, una música muy alta que me ayuda a permanecer sorda a mis pensamientos, necesidades, elucubraciones de mi pasado o futuro. Que me ayuda a estar en calma.

Hoy sin embargo, estoy en silencio. No podría aguantar una nota musical mas, así como no podría resistir otro cigarrillo mas, otra pastilla mas, otra cosa que me recuerde a anoche, un anoche que para mi aun no termina. Es domingo, estoy cansada. Llevo 48 horas sin dormir o más bien dormir tranquila. La primera noche de mis 48 horas insomne, porque estaba de guardia en el hospital, la segunda, porque intentaba una sesión amorosa, que de amor no tuvo mucho.
Esas han sido mis 48 horas sin sueño. Estoy agotada y sin embargo, no puedo dormir. Veo mi cara reflejada en la pantalla del computador mientras enciende y puedo delimitar mi rostro, mas desolado que ningún día. Debo estar en un bajón, pues me siento fea. Feísima, parecida a un elefante con mi enorme nariz y mis ojeras violáceas. Los ojos tristes, tristísimos, mirándome, desde otra dimensión, mi boca seca, destrozada por los intentos infructuosos de besarlo por encima de toda esa barba áspera y a medio crecer. Para conseguir en ese beso una verdad que busco casi a tientas: ¿Me quiere? O peor aun ¿Yo lo quiero a él?
……


He dicho que me siento fea, tal vez es mentira. En el fondo me gusta tener la cara de elefante, un rostro diferente al resto. Me siento un inmigrante en mi propia “casa”. ¡Vaya significado! Cuando me refiero a mi casa, hablo de mi cuerpo, de esta casa de 3 pisos y azotea, que acaba de ser removida por un terremoto, un ciclón, descoyuntada de su terreno sereno y acogedor de desinterés por el mundo cotidiano. Mi casa que ha sido detonada y ahora estoy yo, parada en la azotea, mirando cómo se avecinan tormentas que ya conozco y de las que ignoro si volveré a salir viva. Tormentas de pensamientos depresivos. Tormentas de inseguridad, de miedo, como hace casi un mes no sentía.

Mi casa de derrumba igual que en el sueño, ese sueño de cuando yo era la Pitonisa de mi casa. De esas épocas en que las migrañas eran tan intensas y frecuentes que pensaba que moriría pronto de un aneurisma fulminante- mi vista enceguecida por ríos de sangre cerebral, mi cuerpo rígido cayendo al suelo en completa soledad, en una de las muertes más patéticas que pueda imaginar.
Esas migrañas horribles que solo antecedían a esos sueños reveladores que mi hermana llamaba: “Los sueños pitonisos”. Y es que así parecían serlo. Sino como explicar la forma en que mi mente se adelantaba a todo lo que sucedería? ¿El terremoto en Arequipa? ¿El despido y posterior caída en jodas de mi cuñado? Una situación improbabilísima, siendo hijo de quién era y luego, La separación de mi hermana mayor?
Precisamente con ella soñaría esa noche, después de la migraña. A ella, bajo una lluvia negra mirando al horizonte, en la azotea de una casa destruida. Muy simbólico todo. Muy aterrador. Lo que jamás fue simbólico en esa época, fue mi desasosiego al despertar, esa sensación de malestar los días siguientes y finalmente, ese episodio familiar violento, de rescatar a mi hermana de la casi prisión en que vivía con el psiquiátrico de su ex marido. Toda esa destrucción, todo ese dolor, esa lluvia negra…Yo ya la había vivido antes, por eso no me inmuté cuando me enteré de la desgracia.
En este momento pienso ilusamente, que alguien al otro lado del mundo ha soñado igual sobre mí anoche. Me ha visto en esa misma azotea, sin moverme, aferrada a un edificio hecho pedazos. Mi alma. Mi casa volviendo al caos. Alguien se ha antecedido a mi dolor, como yo aquella noche. Probablemente como yo, también viva en el desasosiego de conocer el futuro sin poder cambiarle ni un ápice.
…….


Tengo náuseas. He tenido náuseas desde ayer cuando empezó la migraña, cuando él encendió una a uno cigarrillos que no me atreví a pedirle que apagara. Porque soy así, no quiero limitarlo y me limito yo. ¡Vaya estúpida! Merezco que me quieran poco.
He tenido náuseas mientras mi cabeza se reventaba, mientras el cuarto perdía oxígeno y mi cerebro boqueaba en la hipoxia de compresión y complicidad. He tenido náuseas de oír todas sus historias sobre extraterrestres, en su vano intento por conseguir una sonrisa en mi rostro. Náuseas cuando oía sus teorías espirituales, su forma de hablar tomando como norte los libros de autoayuda. ¡Mierda! Que diferentes somos, he pensado. Que diametralmente opuestos. Algo que en un inicio me fascinaba y ahora solo me genera disconfort. Algo parecido a la náusea.
Me pregunta por qué estoy con él. Trato de responderme yo misma.
- Por la paz que me das- alcanzo a decir. Eso ha sido verdad al inicio, pero creo que ya no tanto. Ayer no he tenido paz, ni sosiego, ni la armonía usual de cuando hablamos de todo un poco. Ayer me he sentido sola, en esa cama revuelta, sola con mis pensamientos mas lúgubres, sola y muerta en vida, oyendo de lejos ese CD que finalmente logré que le agradara y que hoy detesto con toda mi alma.
Sola porque supe que nunca entendería. Que jamás me diría un te quiero. Porque supe que si oía una opinión más acerca de lo que debería aprender de mis experiencias dolorosas para no vivirlas de nuevo en la próxima vida, si oía un solo pensamiento positivo más en ese mi lecho de dolor, probablemente lo mataría.

…..


Es domingo, tengo los dos celulares pagados, la música apagada, las ventanas abiertas y siento mucho frío. Intento que se ventile la casa, de olor a nicotina y humedad. Que se despeje ese olor que solía agradarme. Yo que he pasado mi existencia de la mano de fumadores, yo que voy por la calle persiguiendo el aroma de un buen cigarro, solo por evocar la nostalgia de mis años de infancia, viendo a mi viejo y abuelo fumar en una nube densa de tabaco y alquitrán por la noche mientras yo experimentaba mis primeras jaquecas.
Mi viejo, mi mejor amiga, Claudio y ahora él, fumadores empedernidos. Víctimas y héroes de la nicotina. Ese vicio melancólico que me los hace ver en otra dimensión. Una dimensión para fumadores, en donde la vida parece que no doliera tanto.
Yo comparto su vicio, sin encender uno solo. Detesto fumar, pero me agrada ese olor, o ese sabor que rezuma de la boca de un fumador, de su ropa, de sus maneras fantasmales de hablar, moviendo las manos, achinando los ojos, transformándose en un ser luminoso al otro lado del cigarrillo, un pequeño instrumento de placer que se los va fumando enteritos, de pies a cabeza.
……..

Mi viejo. ¡Vaya he vuelto a mencionarlo! llevo 48 horas con mi viejo dentro de la cabeza, sintiéndome culpable de su futura muerte.
Así empezó mi sábado malo. Almorzando con mi colega y reciente amigo M. y hablando con frialdad sobre mi padre. Sobre los pocos meses que le quedan, como si fuera un diagnóstico fácil de dar y una noticia fácil de asumir. Fingiendo no sentir nada, mientras oigo la palabra muerte y padre en la misma oración.
- Pero tú ya lo sabes- me dice M.
Claro, lo sé, sé el pronóstico en un diabético, hipertenso, fumador y gordo como mi padre. Menos vida que un cáncer, eso le queda y yo ya lo sé, pero no puedo hacer nada. Porque el viejo no quiere cambiar y yo no pongo ahínco en “hacer su vida más miserable” como le llama él, a insistirle en comer menos.
- Ya dejé el cigarro, no me pidas que deje el pan- me dice. Y yo no insisto, porque a lo mejor soy mal médico, una mala hija. Que no quiere insistir y obligar a mi padre a que adquiera un sorbo de salud. Porque me da una dolorosa ternura verlo comer sus 3 panes en el desayuno y guardarse unos cuantos mas, para tarde cuando nadie lo ve y devorarlos rápido, con la angustia y el placer de lo que se sabe prohibido
Yo no le insisto porque en el fondo creo que es mejor vivir a su modo y morir a su modo. Pero¡ carajo! ¿Qué sería de nosotras- de mí particularmente- sin mi viejo?
No puedo ni imaginar la vida sin él, me da pánico perderlo. Por mi culpa, por su culpa. Por esa cortesía idiota de no decirle que si sigue con esas huevadas de no asumir su enfermedad, se va morir carajo! Se va a morir o de un infarto o de un derrame, como sus hermanos, como su madre, como toda esa maldita rama familiar suya, siempre dados a la buena vida, al buen comer, a la ignorancia de saberse mortales y finitos.

Trato de no insistir ni juzgarlo. Lo dejo ser, dejo que se muera. Y eso me llena de culpa. De dolor. De miseria moral.
Mierda! No puedo llorar, para terminar con esto. Solo una lágrima, acabaría con esta sensación de vacío y opresión que me inunda el pecho. Una lágrima tan solo, que se me niega a los ojos tal vez porque ya me he secado.

….


No insisto con mi padre, como no insisto con él. Lo dejo ser, pues. Dejo que se muera lentamente fumando sus cigarrillos a mi lado y muriéndome con él. Mis pobres células expuestas a la maldita nicotina una década más. Porque lo beso y recuerdo a mi padre y a Claudio y a todos mis momentos felices relacionados a ese olor. Incluyendo mis primeras escapadas de clase, para hablar con los pastrulos de la gente de la academia, esos tipos que fumaban hasta marchitarse los puchos. Esos tipos que yo pensé eran gente especial…Como yo.
Y de eso también es responsable mi viejo. De hacerme creer que era especial y única. De hacerme creer que lo podía todo. Pero no es cierto. Me siento tan inútil ahora, con cuentos a medio terminar y una especialidad en la que nadie entiende porque me metí. Que podría pegarme un tiro, solo para sentir mi utilidad en alguna cosa. Una sensación diferente a este vacío que jode mi domingo, el único día de paz con el que cuento a la semana.
…..

Él me juzga, continuamente. Una costumbre que era exclusividad mía, pero ahora la explota él. Me juzga con pequeñas frases, sonrisas, opiniones. Me enferma eso.
Ayer por ejemplo, he tardado casi 15 años en sacar de mi lo que pasó en secundaria sin llorar. Lo he sacado delante suyo, tranquilamente, sin dramas, porque ya maduré, ya puedo contarlo sin buscar culpables. Sin culparme a mí.
Y claro! A los pocos minutos, la opinión, el juzgamiento. Su obligación de sacarle la moraleja a cualquiera de mis cuentos. De decir, que mi karma es salvar a algún otro loser como yo, para que no sufra como yo, para pagar mi deuda de aprendizaje con la vida.
Mierda! ¿Ya no tengo suficientes cadáveres a mis espaldas que también debo cargar con las huevadas de otros?¿Acaso pretende que sea un gurú, que enseñe lo que yo aprendí?
Cada quien debe saldar sus muertos como pueda. No soy una heroína, ni una maestra. Si el débil quiere morir como débil, es su problema. Es la ley de selección de la especie. Mala suerte.
…..


¿Por qué la gente no escucha? Mientras una termina de hablar ya hay alguien formulando una opinión, un comentario, una huevada que decir, que los haga sentir importantes y sabios. Entonces la segunda mitad de lo que yo diga, cae a un terreno baldío de su memoria y empiezan a picotear y juzgar. Supuestamente para mi bien.
El silencio es una virtud. Se lo he intentado enseñar a Edem, pero el tipo es duro como una tapia. No entiende el punto. El punto de que quedarse en silencio, ya es toda una valentía, es vencer a ese demonio venenoso que es nuestra propia lengua, esa que lincha, mientras trata de ayudar. Vencer esa aptitud que tenemos los seres humanos de emitir una opinión sobre la vida de otras personas. Esa cosa que nos mantiene ruidosos comentando la vida de los demás, ese ruido que evita que nos escuchemos a nosotros mismos. Ese ruido horrible, de voces que no se definen, que no permiten la introspección ni la comprensión de nada. Locos por opinar, por emitir un juicio. Por dejar una huella de su propio ego.
Yo adopté como mi ruido a la música. Trato con ella de amordazar los demonios que pueblan “mi casa”, mi espacio. Mi ciudad. Porque la verdad, yo soy tan cobarde como cualquiera y me da pánico oírme. Oír mis pensamientos acusatorios, depresivos, como los de hoy. Me da miedo oírme, tanto como verme al espejo y sentirme fea. Por eso antes opinaba y juzgaba y creía que mi verdad, era la verdad del universo, entonces la emitía y me sentía tranquila acabado ese prurito de opinar.

Hasta que conocí el silencio, una joya de la que trato infructuosamente de apoderarme. Pero nada. El silencio solo lo consiguen los valientes, los que logran acallar ese tropel de palabras de consuelo, de cuando uno les confiesa sus miserias. Los valientes, algo que aun no soy, que pueden simplemente oír y estar allí para ti, hasta que pase la tormenta.

Yo ya no quiero hablar de los demás, porque terminaré juzgando y empezará de nuevo todo. Prefiero hablar de mí misma, destruirme si es preciso. Flagelarme un poco, para sacar este dolor intenso afuera. Este dolor culposo, de hacer sufrir a la gente que quiero, de ver morir lentamente a la gente que quiero, de ser médico y no hacer nada por nadie. De ser un maldito parásito del mundo, que no le aporta nada, excepto textos insípidos de dolor y culpa.
No quiero hablar ni juzgar mas a nadie por eso termino hablando de mi misma. Por eso este blog, por eso todo.

jueves, octubre 23, 2008

Cap 2. Marina Sánchez

Marina Sánchez creyó morir de vergüenza cuando el hombre a su lado se paró a abrir la ventana en la fría noche de Madrid a causa de esa marea viciada que acababa de emerger de dentro de ella.

Su olor submarino de pronto había inundado el ambiente de la pequeña habitación tornándolo pesado y asfixiante. Acababan de terminar el sexo y el hombre parado junto a la ventana encendió el cigarrillo que se inflamó como un cometa candente en la oscuridad de terciopelo y se fue deshaciendo en pequeñas fumarolas blancas.

- Ya deberías curarte eso, mujer, a lo mejor es algo serio- le dijo molesto.

Marina asintió con la cabeza, dócil y avergonzada. Era la primera vez en varios meses que volvían a hacerlo y apenas dado el orgasmo, todo ese olor penetrante de peces muertos volvía a aflorar de ella dejando su sexualidad libertina al descubierto.

No era una infección, pensó Marina. Si la infidelidad fuera una peste ya habría acabado con ella hace mucho. Incluso desde la primera vez hace tres años en que él partió a su primer viaje a Tarragona. Esa tarde la casa había quedado muy sola y taciturna. Su alma a la intemperie solo podía añorar nostálgicamente un cuerpo tibio que tapara todo ese vacío que sentía entonces y que le recordaba a su lejana Cuenca, durmiendo en la verdolaga de su olvido.

De modo que cuando llegó la oportunidad a su puerta no la supo desaprovechar y se entregó sin miramientos al hombre marroquí que le arreglaría las cortinas. Pensó que solo sería una vez, uno de esos polvos de los que las mujeres se acuerdan entre risas cuando están ebrias, y sin embargo no. Ella acababa de probar una miel vedada, que le recordaba su juventud salvaje en la lejana Cuenca.

Ella, la mayor de las hermanas Sánchez había emigrado a España a los inicios de los ochenta, en que Europa aun no estaba con la fiebre de deportar ilegales y en la que aun la gente del tercer mundo era bienvenida como mano de obra barata. Allí había conocido a Chucho o al Ingeniero Jesús Alvitez como a él le encantaba aparecer en las tarjetas de presentación y su vida se había tornado apacible con sexo, que de lujurioso en sus tres primeros años había pasado a ser rutinario y doméstico en la segunda mitad de la relación.

Al salir de su ciudad no se había planeado aquella vida aburrida de ama de casa y mujer de alguien. En realidad ella había salido de Cuenca para no acrecentar el escándalo que en adelante sería el modo de vida de todas las hermanas Sánchez. Ese modo de vida que tanto espantaba al espíritu pueblerino y pacato de la ciudad natal. Ella quería vivir cosas nuevas, fuertes, terrenales. Ese tipo de aventuras que cuentan en las novelas de hombres. Subiendo a barcos, conquistando territorios.

Marina Sánchez se había soñado a sí misma como heroína también, esa clase de mujeres que hacen cosas grandes como sacrificar la vida por alguien, o curar enfermos de lepra o consolar a ejércitos enteros con sus canciones. Pero nada, ella a lo máximo que había llegado en ese sueño ingenuo, era sacrificar la secundaria por curar al enfermo de sexo del profesor de matemática. ¡Y vaya que le había salvado! Su sexualidad emergió entonces salvaje para devorar al mundo. Con apenas catorce años, supo reconocer en la cara de complacencia del maestro que algo bueno había hecho, que algo bueno tenía, para tornar de caras taciturnas a caras de satisfacción a los hombres que ella tocaba.

Luego vendrían muchos más, el entrenador de vóley, el juez de turno e incluso un cura. No podía evitarlo, a Marina le encantaban los viejos. No por ese morbo de ser la víctima de un decrépito que ya podría ser su padre o abuelo, no, no no. Sino por esa satisfacción de sentir que hacía algo bueno con esos indefensos viejos de pichas flojas. Algo como dar un poco de amor a gente herida y enferma…pero del alma.

Esas cosas de su pasado no las sabía Chucho, o a lo mejor lo intuía. Su mujer era diestra en el arte de amar a pesar de su juventud. Pocas cosas en la cama le resultaban sorpresas y al inicio se había dejado llevar por sus deseos más que como buena alumna, como una cómplice culpable de los mismos vicios sexuales.

Ella se había entregado a él dispuesta a regenerarse, sabía que lo del sexo sin amor no era un buen vicio, que entregarse por la mera bondad de hacerlo al primer viejo de cara afable que le enseñara algo que antes no sabía, era una costumbre desoladora que finalmente en un rincón oscuro de su conciencia pueblerina, aun, la hacía sentir culpable y avergonzada.

A Marina le gustaba aprender, es cierto, cualquiera que fungiera de maestro podía ser suficientemente excitante para ella. Pero eso no era todo, tal vez fuera el sentimiento protector de esos viejos apolillados, carcomidos por la melancolía de lo que fueron lo que le generaba esa empatía, que finalmente terminaba en un revolcón prohibido. Era ese sentimiento paternal que Chucho había prodigado en ella sin pedir mucho a cambio lo que la había ilusionado. He ahí que su relación llevara 6 años sin rupturas.

Pero había venido esto. Otra vez el bullir de su pecho por la emoción de entregarse a alguien nuevo, completamente diferente, un cuerpo de textura y sabor desconocidos. Esa sensación que Marina había experimentado de más chica y que ahora rumbo a los treintaymuchos se volvía un deseo irrefrenable, que debía ejecutar cuanto antes.

Su olor interior había cambiado sin embargo. Podía ocultarle toda la gente que pasó entre sus piernas desde que dejó de ser ninfa, podía olvidar sus rostros y nombres en la memoria, para que no quedara ni un rastro de aquellos a los que casi amó. Su cuerpo no tenía huella de ninguno de ellos. Al no parir jamás, sus músculos no habían perdido aun la tonicidad y el vigor de abrazar su miembro al entrar en ella. Su entrada, por así decirlo, seguía siendo joven y lozana. Y sin embargo…

Ahí estaba ese olor delator, que no se debía ni a infecciones ni a enfermedades raras. Ya se lo habían dicho muchos médicos. “ es el cambio natural del Ph…” Y qué carajo significaba eso? “Que a medida que una mujer envejece también cambian la composición de sus jugos…y de sus olores… por así decirlo..” le había explicado la doctora carita de rata que la había visto la última vez.

¿Y ahora? ¿Qué se hacía? Marina sentía que todos aquellos hombres, esos ejércitos de hombres maduros y desarrapados que ella había acogido en su ser, estaban pasando la factura. Su esperma inútil y viejo probablemente había crecido dentro de ella como una especie de hongo prehistórico que de pronto la volvía sucia y fétida.

-Así le pagaban - pensó con enojo y tristeza.

Podía seguir siendo aun joven y vital por fuera, sus carnes seguían firmes y enérgicas encima de su osamenta siempre grande como la de todas las hermanas Sánchez, pero ese olor…Ese olor de mar adentro, de muelle olvidado, de embarcadero a lo desconocido, aun seguí aflorando de ella cada vez que terminaba el sexo. Un día Chucho lo descubriría, estaba segura. Descubriría, todo lo mala y sucia que era ella y la echaría de su lado tal y como lo había hecho su madre y toda su familia.

-Porque la gente no entendía, pensó Marina doblándose sobre sí misma como un feto gigante, no entendía que a veces una tiene tanto amor para dar que necesita echarlo de sí, tirarlo afuera y mejor si lo recibe algún desamparado. Alguna víctima como ella del olvido de los otros.

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http://yanohaymasruido.blogspot.com/2008/10/1-olivia-y-el-hombre-pequeo.html

lunes, octubre 20, 2008

8 Semanas sin SeXo

- El sexo siempre lo arruina todo- se dijo, mientras terminaba de masturbarse en el medio sueño.
Era la primera vez en 2 meses que lograba tener un orgasmo pensando en su cara y en lugar de sentir alivio, se dio cuenta que eso sólo significaba el principio del fin.

Habían sido dos meses maravillosos, qué duda cabe, esperando con ansia su llamada antes de acostarse o que se conectara al empezar el día. Las largas charlas alrededor del café humeante o las caminatas sin prisa hasta la puerta de su casa. Todo genial como siempre; pero claro había venido ese demonio del sexo a entrometerse entre ambos para arruinarlo todo.

Se subió las bragas tironeando por debajo de las frazadas aun tibias después del fantasmal orgasmo y recordó la primera salida juntos. Había sido genial esa sensación de no sentir nada. Ni ansiedad, ni algarabía, ni anhelo por un futuro, simplemente serenidad, por conocer a alguien que no buscara en ella nada.

Claro, las siguientes citas habían sido diferentes. Conversaciones más íntimas, roces de piel, silencios a mitad de alguna frase. Miradas cómplices. Su recuerdo se posó de pronto en esas manos que como gráciles palomas levantaban vuelo mientras él hablaba. Pensó que adoraba sus manos. Cómo danzaban con cada palabra o cambio de tono en su voz. Sin duda eran la mejor parte de su cuerpo, pensó. Claro, eso hasta la noche que lo conoció desnudo...

Era perfectamente simétrico. En la luminosidad naranja del cuarto de hotel, su cuerpo resplandecía bañado de un extraño fuego. Su mirada se posaría de los hombros al torso desnudo, del abdomen a la cara, de las piernas a las posaderas, a la cara de nuevo. De esa noche atesoraría el recuerdo de su rostro, sereno y sin gestos de dominio.
- Como la de un niño travieso- pensó con ironía, mientras limpiaba lentamente los rastros ligososos y tibios de su reciente orgasmo.

Habían pasado semanas sin poder masturbarse, en la abstinencia absoluta de fantasías prohibidas o pensamientos desbocados. Durante esas ocho semanas, había logrado convertirse de niña modosita en mujer fatal en la cama, para gozo de su reciente pareja. Ahora en su vida, las noches eran bulliciosas y los días cansados como tenía que ser.

Amanecía con sueño, queriendo seguir soñandocon ese ser de las manos aladas y el rostro sereno. Frotaba su entrepierna con el ávido más morbo de rememorar sus hazañas de cama con él, los días que no lograban dormir juntos.O tenían que estar un par de días separados. ¡Pero nada! Imposible evocar un deseo que no fuera, el de la ternura más pura y el de la serenidad más absoluta si pensaba en él.

Por más que su mano acechara el limbo de sus partes más tibias no había forma de continuar la fantasía. Sólo pensamientos azucarados y cursis florecían en su mente.
-En una mentecata se estaba convirtiendo, carajo!. El estado cojúdico mas parecido a la felicidad acababa de invadir su vida solitaria.

Pasadas las 8 semanas obligadas de sudor, calambres y látex. Todo había comenzado a enfriarse dentro suyo. No era que no hubieran aun muchos terrenos que explorar juntos (Los grilletes, los látigos o las fantasías de amos y mucamas o de profesores y tontas colegialas aun no los habían probado) Era simplemente que algo en ella se había marchitado de tanto no ser regado.

Su cariño inicial, su ilusión de que sintieran lo mismo que ella, esa tibieza en el pecho, esa alegría incontenible de querer abrazar y besar al primer contacto, se estaban mermando por la falta de reprocidad usual que tiene el macho cuando comienza su labor de apareo. Allí había alguién que no estaba preparado para corresponderle con beneficios que no fueran grandes chorros de ADN o mordiscos en la nuca.

Ni un solo cariño, ni un beso tierno, ni un poco de ese plástico “te quiero” que envidiaba tanto al oir los susurros ajenos. Esas ocho semanas habían pasado a ser en su vida, de cópula y pocas palabras. Inicialmente un evento provechoso, en su alicaído vientre exento de mieles que no fueran conseguidas apunte de su tesón imaginativo y de sus dedos solícitos. Pero finalmente, ese evento provechoso había caído en la usual rutina del macho Cromagnon queriendo expandir la especie.

Ahora se hallaba allí, hecha una estúpida con las pantis mojadas, la cama revuelta, los músculos saliendo de la tensión habitual de ese orgasmo que tienen las mujeres que se masturban, tan prístino como salvaje. Un rito ancestral que las dejaba tan relajadas como llenas de esa sabiduría del mundo y las malditas relaciones humanas.

Acababa de masturbarse pensando en su torso, sus brazos, sus nalgas firmes. Ni rastro del recuerdo de su voz, o sus manos gráciles en medio de su corazón. Mucho menos de esa ilusión inicial que le entibiaba el pecho esperando un “te quiero” que incluso cursi, podía haber intentado creérselo.

Él acababa de ser reciclado como muchos amantes antes de él, al mítico mundo de sus fantasías, guardado en las tinieblas del polvo fácil. Del que una no teme despedir para siempre, sin reproche, ni culpa; se acababa de convertir simplemente en el nuevo protagonista anónimo de sus pensamientos mas carnales. Una suerte de Don Juan sin nombre al que pronto, como era de esperar, olvidaría.

domingo, octubre 19, 2008

Princesa Kamikase

De esa nuestra última mañana juntos solo recordaría su mirada sosegada al verme despertar en medio de los analgésicos y los narcóticos de la noche anterior. Mi estómago destrozado, mi cuerpo lánguido, mis ojos a medio abrir; y allí a mi lado él. Cuidando mi sueño como tal vez lo habría hecho cientos de madrugadas antes.

De esa mañana juntos recuerdo el dolor de despertar y saber que seguía viva en este mundo feo, en donde no era nadie para nadie. Las persianas color vainilla, las flores secas en la habitación, el popurrit rociado en el piso, mezclado con colillas de cigarros, con zapatos de punta, con ropa interior. Esa era yo, una criatura kamikaze a punto del caos completo.
Pero él estaba allí, con su mirada de paternal abrigo, acariciando los cabellos que antes habían sido rojos y mucho antes azules y tal vez en algún pasado negros como la noche en que nos conocimos.
No merecía esa mirada suya, dulce, silente...compasiva. Me dolía su ternura, como a él seguramente le dolía cada aventura suicida mía.

De esa última mañana juntos recuerdo una menta derritiéndose en mi boca salada de lágrimas viejas; sus ojos redondos en mis ojos calcinados de cenizas y maquillaje corrido. Ese era él, siempre mirando sin decir nada. Un día tal vez ya no llegaría a tiempo. Un día el dolor sería tan fuerte que necesitaría de más drogas, de más alcohol en las venas de más decisión para cabrear las agujas. Un día probablemente ya ni me hallaría.
Creo que me leyó el pensamiento porque me abrazo fuerte mientras me conducía al pequeño retrete vecino. Yo me desplomé en su abrazo dopada como estaba del dolor de vidas pasadas. Había sido una madrugada de regresiones, maldito efecto del alcohol y la morfina.

Me abrazó fuerte y yo me dejé ser en el hueco tibio de su abrazo. Había soul sonando allá lejos aun lo recuerdo. A veces cuando vuelvo a oír esas canciones siento que lo veo de nuevo, venir hacia mí en el rescate inútil de su princesa kamikaze.
Lloro por esa última vez de verlo vivo, en que no pude despedirme con amor, pues pensé siempre que yo partiría primero. Que yo era quien merecía retornar primero a esa matriz del tiempo en que mi alma era la hilacha gris del vestido vital de otras personas.

Imaginaba que sería yo, mil veces yo, maldita sea, la primera en retornar a casa. A esa casa. Pero me quedo aquí en otra madrugada gris sin él, sin nadie que me salve de mi misma y un vaho a sobrevivencia me hace odiar mi carne que se aferra a la vida, mi materia que se niega a ser muerta. Aún sin él a mi lado.
De esa nuestra última madrugada juntos, en que mi cerebro luchaba del embotamiento de sustancias raras para calmar mi dolor, solo recuerdo su boca pequeña murmurando: Despierta princesa, es tiempo de seguir viva.

sábado, octubre 18, 2008

1. Olivia y el Hombre Pequeño

Olivia Sánchez se acercó a la persiana de color y la separó con sus dedos largos y huesudos. Afuera, la calle normalmente bulliciosa por el ruido de los autos y de las putas nocturnas, apenas si despertaba con destellos de luz azulina que llegaban hasta la cama revuelta.

La luz de la madrugada empezó a filtrarse en la pobre habitación, obligando a los ojos de Olivia a acostumbrarse a la reciente claridad. Sus ojos se habían vuelto grandes y saltados de tanto esforzar la vista buscando ver el detalle de las cosas. Sus párpados eran de un violeta casi transparente, que le daban el aspecto de siempre estar triste y cansada.
Durante años el Dr. Salinas le había recomendado gafas para su problema de visión, pero ella se negaba diciendo que si aun podía ver las cosas que le interesaba ver con sus ojos verdaderos, entonces era suficiente visión para ella.

El hombre que dormía a su lado se desperezó buscando a tientas el cuerpo tibio de Olivia Sánchez, que ahora desnudo y más transparente que nunca, se iluminaba de cientos de rayos azules filtrados por la vieja persiana. El hombre, levantó un poco la cabeza y la vio así, como una cebra azulina a contraluz y volvió a quedarse dormido, sin llamarla al lecho. Parecía estar ya acostumbrado a las manías de Olivia después de terminar el sexo. A esa costumbre de quedarse de pie junto a la ventana, viendo las colinas de Cuenca apareciendo bajo un techo de nubes blancas.
Olivia podía pasarse largas horas ante la ventana oteando la larga carretera negra que desaparecía serpenteante entre las colinas con rumbo a la capital. Marzo había empezado con su frío habitual de finales de verano y ahora todo el vapor capturado en el pequeño cuarto, producto de esa larga batalla de cuerpos desnudos, se condensaba en gruesas gotas que chorreaban por la ventana empañada. El mismo aliento de Olivia acercándose al vidrio, impedía ver nada más que sus propios dedos delgados acercándose a limpiarlo una y otra vez para poder seguir viendo la vieja carretera.

El invierno había llegado pronto, pensó Olivia. En general no esperaba ese tipo de frío hasta muy entrado Mayo, pero ahora podía sentir la humedad en los huesos, corroyéndolos y haciéndolos cada vez más débiles y frágiles. Los largos huesos de Olivia Sánchez sentían el frío con más intensidad que cualquier otro habitante de Cuenca y la obligaban a cubrirse con un vestido tras otro, incluso en pleno verano.Su cuerpo largo de proporciones enormes, funcionaba como un termostato para cada oleada de frío que se acercara a Cuenca. Un frío que la resquebrajaba por dentro como una pared ya demasiado húmeda y vieja.

Un fuerte pedo del hombre dormido hizo que Olivia volteara a mirarlo; se veía tan pequeño y frágil como cualquiera que hubiera conocido. Después del sexo los hombres parecían empequeñecer tanto a su lado, que Olivia no sabia a la fecha, si le provocan mas lástima o asco, el verlos así de frágiles, desnudos y con el sexo a la intemperie.
El sexo de Simón era pequeño y flácido ahora. Había perdido tono, después de la larga noche buscando hacerlo de todas las formas. Entre los pelos hirsutos de Simón asomaba esa pequeña prominencia carnosa que ahora, ya no tenía valor alguno. Olivia desvió la mirada, le costaba trabajo creer que se acostara con él; durante el amor apenas si su sexo crecía al tamaño de una perilla de puerta, pero de alguna manera, eso la excitaba.Podía pensar en su sexo como una perilla brillante, redonda y lustrosa, justo para su mano. Una mano enorme y huesuda que no tenia miramientos en tocarlo una y otra vez hasta sentirlo palpitar dentro de ella, lleno de vida, de un calor sobrehumano, que la hacia sentirse extraviada en una felicidad pueril y creciente.

Cada picha que tocara tenía el mismo efecto en ella, una manija de puerta que deseaba tocar y acariciar con curiosidad de adolescente. Una manija de puerta que instaba a cruzar el umbral y a saber que más había detrás de ella.Simón solo era una puerta más. Ahora había cruzado el umbral y toda curiosidad se había agotado, detrás de la puerta rígida que había sido Simón para ella, podía vislumbrar cada reacción que sucedería en él luego.
El sexo era la mejor manera de conocer a un hombre y casi podía decir que conocía a Simón como si lo hubiera parido.
Olivia bajó la mirada y sonrió para sus adentros al pensar que cada vez que lo hacían, el pequeño tamaño de Simón, hacia parecer como si de verdad lo estuviera pariendo.

Los hombres se achican cuando lo hacen- le había comentado su hermana; y es que era cierto. Todas las mujeres Sánchez, altas y huesudas por generaciones, habían experimentado la misma sensación de estar pariendo hombres cada vez que tenían sexo. Los hombres empequeñecían tanto, intentando de empujar su verga hacia adentro, que todo su cuerpo se iba en ese esfuerzo; las mujeres Sánchez podían sentir todo el cuerpo del hombre metiéndose por debajo de ellas, su pubis, sus piernas húmedas, su tronco sudado; por un momento la sensación de tenerlos completamente adentro era tan fuerte, que el sentimiento maternal y no el orgasmo las hacia gritar cubiertas por una felicidad pura y sin mancha.

Con Simón pasaba lo mismo, Simón empequeñecía cada vez que tenían sexo, Olivia larga y alta por naturaleza crecía un poco mas cuando estaba en la cama, sus largas piernas cubrían la espalda de Simón hasta envolverlo entre ellas, sus manos enormes se perdían en su cabeza hirsuta, su largo tórax era el lecho tibio para Simón que hundía la cara en dos pechos demasiado blandos y tiernos, para toda esa figura huesuda y dura en que se convertía Olivia Sánchez cuando lo hacían.

No cabía duda, Simón empequeñecía, no podía evitarlo. Ya le había pasado con otros hombres antes que con él, hombres de mediana estatura, altos, gordos y hasta obesos. Olivia los buscaba cada vez mas grandes, esperando no sentir ese sentimiento de tener que abrazar a un huérfano, de tener que parir a un hombre en lugar de sentirlo adentro; esa fragilidad en esos cuerpos mojados de sudor, que gemían y empujaban intentando hacerla sentir un orgasmo, pero que solo lograban hacerla sentir muy grande y sola, con una geografía demasiado extensa de montañas y valles, una geografía desolada y hueca, a la que nadie lograba cubrir suficiente.

En ese momento Olivia sentía frío, frío que no alcanzaba a ser cubierto por nadie, un frío que le calaba los huesos, era mas que solo el invierno en Cuenca, era mas que la humedad del mar cercano. Era ese frío posterior al sexo, esas ganas de enrollarse en si misma, para así sentir un abrazo verdadero, era ver esas vergas pequeñas colgando inútiles de los amantes dormidos, como los pomos de puertas abiertas; y poder vislumbrar el otro lado de los hombres ese lado frágil, oscuro, húmedo, ese lado tenebroso de enormes miedos, en donde los hombres naufragaban en dudas, en inseguridades e incertidumbre, ese espacio en donde los hombres se sabían simplemente pequeños y humanos y en donde ella se quedaba sola y sin la protección de nadie.

viernes, octubre 17, 2008

Durante éstas últimas semanas, digamos que he gozado del acmé de mi parte creativa. Sin embargo, no he podido hacer nada al respecto dado que mi laptop convulsionó de tanto darle a la tecla y terminó de morir atacada por unos malditos virus con nombre griego. Así puestas las cosas, yo con mil ideas en la cabeza, mi laptop en cuidados intensivos y mis personajes arrastrando los pies fuera de casa esperando contarme sus historias, pido disculpas al altísimo señor Ego, por haber abusado estos días de quererme mucho, de todas las formas posibles.


No es que me sienta culpable, pero tal vez he abusado...De qué? De quién?
De los discos que casi se rayaron de tanto ser oídos, de la ropa interior que ya no usaba y ahora se amontona en encajes de colores cerca a mi cama. De las velas aromáticas en todas las esquinas de la casa, de los chocolates con almendra, del café negrísimo en las mañanas mas grises y de las galletas de avena y canela que se acumulan en migajas en los bolsillos de mis mandiles.

He abusado de la gente que no quiere recibir cariño y a la que yo abrazo como si fuera la última vez juntos. De las flores de papel que he metido en las rendijas de mi desorden para dar un aspecto mas femenino a mi habitación que se cae a pedazos.

He abusado de mi cuerpo, de mi exhibicionismo mas caro al amanecer con las ventanas sin cortinas a beber café mientras contemplo una mañana que se colorea de a pocos.

He abusado del olor tenue de mis personas favoritas. De la suavidad de mis sábanas, de lo blando de mis almohadas, de mis pastillas para evadirme de esos dolores raros, incomprensibles, que me rebanan los sesos cuando pienso demasiado.

He abusado de los baños de agua caliente, de las cremas perfumadas. De los espejos, de las bronchas y los pinceles, en busca del maquillaje correcto, que eleve mi rostro de un simple boceto a algo que me agrade ver.

Abusé también de la cocina, de las salsas dulces, de la vainilla, de la fresa.

Abuso de mi ego, al creer q esto es importante para alguien que no sea yo. Supongo que mas que en el acmé, solo estoy en el nadir de mi parte creativa. terminó la semana, tengo mi laptop, pero ya nadie quiere darme historias que escribir.

(Hubo una fluctuación de mi fuerza en el último párrafo, vuelvo mañana)

viernes, octubre 10, 2008

No es que no quiera escribi r, es simplem ente que ya no ten go tiempo.

Esa es mi frase, mi excusa. Yo sé que si lo tengo, pero no para escribir. Últimamente poseo el tiempo del ser y el estar solo con la gente que quiero, es maravilloso.
Hoy me topé respondiendo que soy feliz. Lo soy? Tal vez. La serenidad de no anhelar ni añorar es el estado que mas se acerca a la felicidad.

Semanas difíciles no c abe duda. la vida me debe tantas horas de sueño, que ya he perdido la cuenta. Tengo desfase de horarios, de tiempos, de días. Hace dos días sacaba cuentas totalmente creída que estábamos en el 2006.

2006?!

Qué hice yo ese año? Creo que solo estar en introspección y ahorrarme un psquiatra y muchas caharlas aburridas. Viajé mucho y conocí personas interesantes, de esas que me atrapan, con historias escalofriantes. Esas pobres víctimas de si mismos. ël decía que yo tenía ese esp íritu masoca de juntarme siempre con gente triste. Debe ser mi complejo de sanadora. esa manía de seudo mesías que tenemos todos...Bah, sonseras.

Daría todo porque ya fuera 16 de octubre y que mi an gustia hubiera pasado, entonces irme a caminar a la playa y terminar en un café o en un bar. Me agrada eso, sentir, sentir mucho.
Creo que soy feliz...quien sabe?
Son momentos tan cortos los de la eternidad...Me hago eterna en el mismo momento de escribir esto, me hago constante, un camino, de muchas curva s una espiral a recuerdos en sepia.
Dios! estoy disvariando.

Sabes? Seguiría escribiendo, pero ultimamente el hecho de leer ese eco detrás de cada palabra mía, me está enfermando. debería ser un a virtud el silencio. Acaso no fue ese el motivo de cambiar la dirección al blog? Jamás tener que volver a oirlo, a ese eco, ese traductor de lo que digo. Como si yo no me explicara lo suficiente.

Hoy quiero caminar sola me haría tanto bien no ver sombras detrás de c ada palabra. me haría tanto bien un poco de silencio.

Ahhh, es un fastidio...No poder escribir ni siquiera en mi propia página por la sensación de que alguien más vendrá a decir aquello que ya me se de memoria.

La felicidad debería ser esta, estar sola...solita disfrutando un trago mientras las letras se dibujan solas.

martes, octubre 07, 2008

Exquisita Miseria

Me encantó el amanecer de hoy, el cielo ocre, de ese color rojizo del medio amanecer en que aun la noche no se despega por completo del perfil de concreto y asfalto de mis días cotidianos.

Hoy amaneció bien, te verde en grandes cantidades y Amy Winehouse por primera vez sonando en mi habitación. Entonces lo supe. Supe que me extrañaba, a mi y a esos momentos de exquisita miseria en que la melancolía me invadía por completo haciéndome escribir y soñar enajenada.
Siempre escribí enamorada, pero no lo supe hasta esta mañana: Tal vez he vivido enamorada de mí toda mi vida, he ahí el punto débil de mis relaciones.

¿Quién podría quererme mas que yo? Disfrutar de mis canciones tristes, de mis pensamientos eróticos, suicidas, egocéntricos. ¿Quién mas que yo? Podría entender que me hace bien estar sola, porque me disfruto a mi misma, como nunca.

Hoy amanecí para leer un libro y me dormí sobre sus páginas repitiendo un te amo, que era para nadie excepto paa mi misma. He esperado el amor tantas veces y aunque ha llegado varias mas, he sentido que era insuficiente para mí, insuficiente para mis expectativas. ¿Quién sería un digno rival de mi? ¿Quién sería el perfecto amante que prefiera verme dormir a hacerme el amor?
He idealizado tanto el amor, que cualquiera que llegue obvio, tenía que ser insuficiente.

Pero vamos, no estoy para culparme hoy. No he caminado 2 cuadras en busca de un computador para escribir lo que siento, ni he encendido mi último incienso para hacerme la víctima en una página cibernética. Hoy estoy casi feliz, melancólica, anhelante, con mñusica en mis oídos y aroma a jabón entre las manos.
Decía que hoy fue un amanecer perfecto, porque no amaneció nunca. Entre las 4 y las 6 de la mañana solo vi el cielo matizarse de colores carmín y sangre esperando un día que sería gris y frío, entonces me abracé fuerte y sentí que me amaba así como era y que tal vez fuera yo la única heroína en mi tira cómica y eso me encantaba, aunque sonara patético.

La Winehouse sonaba a todo volumen cuando entré en la ducha y supe que quería volver a ser yo, despeinada, desnuda, de cuclillas en el piso, escribiendo mentalmente, esas mis malditas miserias, mis dulces excusas para escribir de amor, aunque no conozca por completo esa palabra.

domingo, octubre 05, 2008

Tal vez inscribirse en clases de bailes no sea tan buena idea...podría quitarme tiempo de leer, escribir, pensar en lo que quiero hacer con mi vida; salir con alguien del que pronto estaré ilusionada como uan tonta, me quitaría tiempo para ir al cine, para ir a tomar café o acomerme esos enrrollados de canela totalmente adictivos. Me quitaría tiempo para las exposiciones, para intentar arreglar la casa, para salir de compras y engreirme con alguna prenda primaveral. Podría quitarme el tiempo que ya conozco, tiempo rutinario de pequeñas sorpresas planeadas de antemano.

Ahora que lo pienso tal vez sea buena idea inicira algo de lo que estoy totalmente insegura hacer.
Tal vez pues.

lunes, septiembre 29, 2008


Los Juegos

Ella lo excita, lo busca, lo acorrala.
Le muestra partes de si, de su cuerpo. Fotos, videos, va encendiéndolo.
Ella va tejiendo una telaraña de imágenes alrededor de su cabeza,
va tejiendo hilos de deseo; eso es lo que ella hace.

Ella lo excita, lo busca, lo reta.
Al final del juego, ella se deprime, se asquea, se llena de culpa.
Lo va guiando por un sendero de un solo sentido
y se deprime cuando se da cuenta que ha conseguido su objetivo.

El final de todas sus estratagemas de deseo es el mismo,
descubrir que no hay sorpresa, que llegado el momento,
la emoción del orgasmo, todo acabará para siempre.
Que llegados al acmé de si mismos, empezará una larga pendiente
de caída a la nada.

Ella se aleja, se cierra, pierde interés en todo. Comienza a callarse.
El interés inicial se va esfumando y ella comprende
que ese juego enfermizo de orillarlos hasta hacer que la deseen
siempre termina estropeando todo.
La indiferencia, el desdén, el desapego. Su inseguridad.

Piensa indolente en la próxima víctima de sus juegos tontos,
en si en verdad existe alguien que no esté movido
solo por un interés carnal hacia ella.
Si es que acaso cualquier interés inicial que provoque,
no termine siempre en la cama,
en SU cama.

Ella se encoge, se aferra a si misma, se asusta,
quisiera poder detenerlo. Dejar de poner pruebas a las personas,
dejar de probarse a sí misma,
que es mas que carne, huesos y tendones
quiseriera detenerlo, pero el vértigo de vivir así,
la marea, la consume, la desaparece.

Ahora ella es una mancha húmeda en la sábana
que mojaron otros, una huella que desaparecerá al salir el sol.

domingo, septiembre 28, 2008

Mi Lado Oscuro

Mi lado conocido es el de la mariposa negra que se oculta tras los colores de otro.
El del pétalo que se rompe al caer de la flor muerta.
Mi lado conocido es el melancólico, el triste, el de mañanas sin sol,
de vientos huracanados de historias sin rostro.


Mi lado conocido es el quje dejo ver al resto,
la mitad de mi disfraz diario,
mi matiz menos raro.

Mi lado conocido es el río que se abre paso entre la roca,
el mar que se encrespa llegada la hora,
la selva enmarañada,
la flor, el rocío.

Mi lado conocido es el expuesto al dolor, a la vida diaria,
el que se ha vuelto escamoso como de pez sin nombre,
un lado que no tiene luces del otro lado del río,
mi orilla mas oscura, la que no gusta.

Y sin embargo, cuando yo creo..cuando yo sueño...cuando quiero
salen de mi esos linderos mas claros,
esos caminos abiertos, esos horizontes de sueño,
salen de mi los minotauros heridos
y dejan en esta mi orilla una mujer que aun sonríe.

sábado, septiembre 27, 2008

Ok, escribiré aquí, porque ya envié todos los mails pendientes y porque no puedo concentrarme en el libro que estoy estuiando y porque éste ya se volvió un blog enteramente personal.

No sabía que eso pasaría cuando comencé a ejercitar mis deditos en pos de una nueva historia, pero bueno...que mas da? Lo único beno/malo, es que como ya no viene tanta gente solo pasan a obsrvar algunos tíos viejos conocidos de mi otrora época de blogger.


Caray...no sé de que escribir, sería mas fácil hablar con alguien, pero si salgo no terminaré el libro y ese capítulo es bastante aburrido, mas que para médicos parece para ingenieros.
El otro día que renegaba d emi poco tiempo libre para hacer vid social unod e mis compañeros me dijo que le ponga visión positiva, que debería sentirme como parte de ua élite porque pocos llegan a ser médicos y poquísimos hacen la especialidad que yo elegí y poquísimas mujeres terminan la especialidad que yo a duras penas llevo...O sea, deb sentirme feliz por pertenecer a una élite de nerds sin vida social...ay!

Ascención a Machu Picchu

Para fotografiar esto...
Esta necia (yo pues, quien mas)
Tuvo que subir hasta ahí a esperar a que amaneciera...


Se llama la casa del vigía y helarse el trasero con un montón de desconocidos en espera de un milagro ( que escampara ) fue una experiencia maravillosa.

viernes, septiembre 26, 2008

Y claro que esa tarde que me quedé sola empecé a quererme: No llamá a nadie en busca de apoyo o consejo, seguía pensando en él, era obvio, un último beso que quemaba los restos de las bocas vanas que pasaron por mi lengua.

Y claro, llegó la noche y pensé como era habitual en mí, que tal vez era mejor no volver a verlo, siempre me habían gustado las historias truncas derramando alguna belleza, llegar al final de ellas, siempre creba pánico...y yo ya estaba cansada de sentir miedo. Esa noche me fui, como me voy siempre jurando no mirar atrás, pero como cada mañana volví tras mis pasos en busca de un beso fantasma.
Esa mañana salió sol en la ciudad mas triste del mundo, la gente se desperezó de su largo disfraz taciturno, hicieron muecas extrañas, caminaron ligero y en un santiamén se prepararon para recibir una estación entera de sol y brotes en los árboles. Allá afuera alguien reía diabólicamente de nosotros, era tan fácil hacernos felices bstaba un rayito de sol en el cielo, para volvernos crédulos.

jueves, septiembre 25, 2008

Microhistorias

Y claro, la tarde que regresé a casa, mi cama estaba revuelta como siempre y en la ciudad soplaba ese viento infernal que hacía volar por el aire a las gallinas y la ropa interior colorida.
Pensé que acaso fuera una buena seña haber vuelto en un día de caos, como en el inicio del universo, al abrirse la matriz de tiempo para crear una manada de gente solitaria adoradores de fuego.
Durante el inicio de la primavera de aquel 2008 aciago, lo único realmente milagroso fue ver florecer en mi pecho un poco de esperanza.







(Estoy oyendo Qué hace una chica como tu en un sitio como éste?)

martes, septiembre 23, 2008

no tengo sueño...

asi que para provocar algo de adormecimiento empezaré con el viejo truco de "qué es lo que deseo?" (como soy tan mujer= consumista/indecisa/caprichosa/ocurrente, esta labor me quitará varios minutos de vida y de tanto pensar caeré muerta de sueño) A ver...

qué deseo?

- Un frapuccino...y no estar enferma
-irme de esta ciudad horrible y tomarme unos 6 meses sabáticos en algun lugar con mucho sol y gente alegre
-tener algún amigo fanático de Calamaro, para no sentirme tan freak en el concierto de Calamaro
-tener algun amigo con dinero para botar y que me invite a la presentación de Bajofondo en Lima
-un helado de lúcuma al despertar mañana
-una carta de Rafa
-tener "El mundo" aquí mismo y autografiado por J.Millás
-un cd de Iron maiden, porque no tengo en claro que tocaban
-tener mas imagincación porq no se me ocurre q mas desear...

(se escuchan grillos literalmente)

desearía...que fuero de nuevo un jueves en alguna playa del mundo y hallarmelo en la playa como si nos hubiéramos conocido desde siempre y hablar de libros y de poesía como si tuviéramos todo el tiempo del mundo y reirnos bajo ese sol calcinante de las siete de la mañana y dudar de si me vio nadando desnuda o si solo me habla porque al igual que yo quería simplemente hablar de nada. Y de nuevo fingir que el tiempo no pasa y que mi avión parte en 2 horas y que el suyo en 7 días e ignorar que no hay tierra que pueda albergar en un mismo lugar y en un mismo momento a dos solitarios, soñadores como nosotros. Fingir que no me importa saber que no nos veremos mas, mientras el mar se encrespa en nuestra primera y última madrugada juntos. Fingir, que ese milagro de hallar y ser hallado puede ocurrir una y otra vez, aunque en realidad siempre suceda solo una única vez y de esa vez no squede el recuerdo el resto de nuestro vida.



Desearía poder crear mas que palabras y líneas, volver a intentar pintar algo, volver a intentar dibujar, volver a intentar diseñar vestidos...Volver a intentarlo y que el tiempo no corra tan rápido, ni que mi día esté sujeto a relojes, horarios, personas, demandas, pedidos, gritos de rabia, de auxilio, el caos ususal de la gente que se abandona a morirse minuto a minuto, trabajando, siempre trabajando.


Desearía volver a enamorarme y sentir de nuevo ese dragón chino en el estómago, creciendo mas grande que yo misma, dándome fuerza para hacer lo que sea posible. Esa fuerza de creer, que a menudo me falta.

Desearía volver a creer en las personas, a confiar en la gente y dejar de pensar que el ser humano es malo pero aun así hay q hacer algo por él. Desearía tener un poquito de fe en que la gente es agradecida y un día las cosas se revierten y si haces el bien , el bien se te devuelve...bueno, tendría que dsear vivir muchos años, o creer en la vida eterna, para creer que el bien retorna a ti...asi que creo que ese deseo no cuenta.

Desearía que nunca se me acabe la libido. Que no me vuelva una ama de casa aburrida priorizando su trabajo o una imagen ante el resto de gente. Quisiera seguir siendo tan sexual como hasta ahora, aunque me desesperen las esperas en pos de...alguien que se sepa entregar y sepa tomar.

Desearía publicar un día un libro, en papel e impreso, aunque para ese tiempo ya nadie leyera textos impresos y todo se dijera simplemente por internete, quisiera morir con la satisfacción de haber puesto en papel algo mas que un testamento o una receta médica. Y no hablo de publicar como médico, hablo de publicar como yo misma, la de aquí dentro al que se cambia el apellido a nombre de herramienta, la que se quiere matar a diario pues.

(Dije matar, no suicidar...debo recordar que no debo mencionar la soga en la casa del ahorcado)

Desearía conocer a Fito Páez y estar en un estudio con Iñarritu. Desearía un jacuzzi para mi sola ...bueno tambien para Iñarritu...y muchas violetas en el agua...( Ok, que el jacuzzi sea para mi sola, los hombres no entienden esas tonteras) velas en el piso, una gran ventana y una vista de París amaneciendo (en primavera, no ahora)


Desearía conocer Tailandia a pie y saber bailar tango la proxima vez que esté en Bs As.
Hacerme una liposucción y salir a bailar samba en Rio (no digo calata, porque la verdad me fascinan esos trajes de piedritas)

Desearía estar en un concierto en la misma tabla que Nacha Pop ( aunque ahora se vean decrépitos y hechos mierda) y sentir esa fuerza al oir mis canciones favoritas.

desearía...(ya estoy bostezando) un perro y vivir al aldo del mar. También estar embarazada y que sea una pequeña niña, hija de alguien a quien en realidad ame.

Desearía poder contar un día, sin usar mi nombre de alter ego, que escribía, escribía y escribía siempre de mi y de mi mundillo de seres alocados y que alguien entienda ese punto de mi vida, sin joderme ni alabarme. Que disfrute como yo de ese tiempo en que todo Prozac era sustituido por letras que a veces sonaban bien y otras una porquería...misma vida hippie, que alguien recuerde que fue bacan esa época mía, aunque nadie recuerde exactamente porqué.


Ok, ya tengo sueño....hasta mañana a mi.

domingo, septiembre 21, 2008

III. Con la maletica



Ha escampado el cielo- me dijo él, esa mañana. Y yo me di cuenta que jamás en mi vida había oído una frase como esa.

De Bogotá solo conocí el aeropuerto, un bar y un hotel demasiado alto. Se supone que decidiría acompañarlo en el camino de conocerlo, odiarlo, amarlo. Y vaya que decidí. Acostada sobre su pecho, en una tina redonda acababa de decidir, que seguiría mi camino con él adonde fuera.

Entonces, partimos a Cartagena. Yo, aunque había perdido un poco el miedo, no dejaba de pensar que “si algo sucediera” ya no tendría dinero con qué volver a casa. El adelanto en el trabajo solo había alcanzado para comprar el boleto de avión ida y vuelta a Bogotá y aunque visitar la playa estaba en los planes, nunca me pareció demasiado cierto, que yo pudiera conocer el Caribe. Él, había planeado esas vacaciones en demasiado detalle y a mí, me asustaba la idea de seguir tomando aviones a quien sabe dónde.

Nuestra primera mañana juntos, caminamos de la mano por un aeropuerto atiborrado de gente, yo con el cabello mojado y él llevando mi maleta pequeña. Esa que luego sería mi "maletica" para cualquier viaje a su lado. En el cielo, las nubes se unían por el rabo ocultando la tierra que a medida que ascendía el avión empequeñecía hasta volverse una mancha rojiza del color del olvido.


Hasta ahora pienso en Cartagena como una ciudad de ensueño, llena de murallas y rastros de piratas. ¿Qué importaba si mis padres se morían del susto buscándome como si me hubieran secuestrado? ¿Qué importaba si moría mañana? Mi única verdad en ese momento era su mano tibia, sujetando mi manita húmeda. Llevándome por islas y puertos a beber el café tinto y a bailar en las calles como si fuera de nuestra vida el último día.

Para ese tiempo él ejercía ese poder en mí. Podía hacer surgir castillos de la nada y llevarme a través de su palabra a sitios inimaginables en donde no había límite de tiempo. Pensé con inocencia que la vida sería igual siempre. Que su presencia en mi vida aseguraría días de carnaval y noches de vino eternamente.


Mi familia comenzó a buscarme desesperada, mi jefe envió cartas de despido. En Lima, la triste la gente me buscaba para que regresara a una vida de pesadilla y de despertar a nada ¿qué les importaba a ellos si yo quería dinamitar quien fui y transformarme en lo que sería? ¿Acaso alguien se había tomado la molestia en creer que mi vida podía ser diferente?


Los viejos dicen que fue ese amor loco el que me cambió para siempre. Yo pienso que fue la decisión de seguir a alguien. Yo no estaba enamorada, no me enamoré al volverme suya, ni al aceptar ese viaje de aviones, yates y playas escondidas. Tal vez, me cambié al creer que todo era posible, al volverme loca, al creer, que todo era posible a su lado.

Ya ha escampado el cielo- me dijo esa mañana. Y yo supe que jamás había oído esa palabra, porque en mi realidad, el cielo jamás escampaba, ni las nubes jamás se retiraban a ver un rastro de sol. Porque en donde yo había nacido, la gente se miraba la punta de los pies para seguir adelante…Y yo sólo tenía 21 años, una edad en la que sólo se busca poder volar, pero hasta ese moemnto nadie me había avisado que yo podía tener alas.

miércoles, septiembre 17, 2008

Y el viento ulula en mi ventana, mientras va cayendo la ropa al piso como flores muertas. Las cortinas ausentes en mi casa-refugio, solo dejan ver el panorama gris de la ciudad con nombre carnavalezco.

Lima, Lima...si viviera en culaquier otro lado, esta ciudad asentada al lado del mar en medio de un desierto de arena, me parecería un paraje romántico de colores alegres. El lugar perfecto para ir de vacaciones o para enamorarse...y sin embargo, es la ciudad mas triste del mundo.

Mi cabello se suelta, se torna salvaje como una planta sin nombre. Me quedo de pie mirando los edificios a medio construir, los techos vacíos de casas ajenas. Un mar de concreto entre mi cuerpo y el mar. Casas y mas casas desperdigadas a la orilla de mi vista. Ojalá esta ciudad oliera a fruta como dice su nombre y el mar siempre fuera azul, como se espera que sea.


Sin embargo, la ciudad se detiene ante un viento que ulula, casi hablando en mi ventana...Cierro las cortinas y sueño, sueño que en algun lugar y en algun momento, mi tiempo deja de serlo y de pronto se vuelve Nuestro...

domingo, septiembre 14, 2008

Escritura de Domingo


Hoy voy a escribir porque es domingo y no tengo nada más que hacer (nada emocionalmente importante, me refiero). Además, voy a tratar de escribir algo corto. Que no suene triste.

(Bien, ya escribí mis objetivos)


La semana ha estado un poco triste para mí, yo no lo sabía, me di cuenta cuando estaba en el taxi y llevaba casi 20 min. Sin hablar con mis padres, estaba ensimismada en mis propios mundos, pero ya no recuerdo lo que pensaba. Solo sé que estaba triste. Porque en mi familia estar callada es sinónimo de estar triste...o idiota...Ese es el apelativo cuando los hijos o mi madre callábamos ¿Por qué están idiotas? nos preguntaba.

Ahora me doy cuenta, que la mayor parte del tiempo hablaba solo para no tener que oír esa pregunta. Y siempre veía de mí, no mi verdadero yo, sino el calificativo que se me pusiese. Temiendo no ser lo que se esperaba que fuese.
No culpo a mi padre, en realidad culpar a la gente no trae nada bueno. No cambia las cosas, solo es un asunto de "la realidad que me tocó vivir", así que la asumo no más...sin psiquiatras.


*

Durante la semana también, ha habido mucha gente que me ha tratado mal, trataba de buscarle un patrón a ese comportamiento, para hacer una hipótesis de ¿Por qué a mí? Y no hallé causa, me cansé de buscarle causa. Al final la conclusión fue: No es culpa tuya, la gente es mala per se.
Durante mi adolescencia siempre pensé que todo era mi culpa, porque apenas me quejaba de algo o de alguien, mi padre se encargaba de hacerme ver que yo era la mala y no ellos. Me hacía ver que era mi personalidad reflejo de la suya, la que me hacía una persona jodida e insufrible. Que la gente era sensible y se molestaba, que iban a sus casas a tramar venganzas y que tenían como premisa no tenerme cerca porque yo era un ser dañino.
"No puedes con tu genio", me decía. Así que yo, más que intentar explicarle, me iba a un rincón a meditar todo el discursete y me sentía mala. No quería parecerme en ese aspecto a mi padre, pero supongo que algo de verdad había. Con el tiempo, comencé a alejarme de la gente y vi que era mejor andar en pequeños grupos de 2 ó 3 en quien pudieras confiar que en mucha gente.
Me di cuenta que la popularidad no lleva a nada, que la mitad de la gente en realidad te odia, que es mejor agachar la cabeza y no ser encontrado.
(Léase la niña Lorena, para ser más gráficos)
A mi paso por la juventud, me di cuenta que tampoco eran buenos los dúos o los tríos, que a veces en la única persona que podías confiar era en ti misma y a veces...en tu pareja.
Eso, como siempre, resultó una verdad a medias.

*

Yo odiaba, es cierto. Odiaba con vehemencia y dolor. Odiaba, porque en el fondo sabía que mis odios estaban dirigidos contra personas o hechos a los que jamás podría enfrentarme o ganar la partida. Gobierno, sistema (colegio), sociedad, amigas, rivales...Todo representaba un solo ente deshilachado en cientos de entidades que obstaculizaban mi felicidad. Por lo tanto: Sufría.

Sufría por el chico que amaba y que estaba enamorado de mi mejor amiga; sufría por mi mejor amiga quien coqueteaba descaradamente con el chico que me gustaba. Sufría por estudiar y estudiar y no tener la nota que merecía. Por los profesores que no respetaban, por el microbusero que me cobraba doble. Porque al comprar me dijeran señora y no señorita. Porque hubiera engordado 2 tallas. Sufría por todo…A veces, ahora…también sufro, pero ya es menos, porque he decidido no odiar.

Odiar es cansino, te quita horas y días de pensar en ti para pensar en una realidad alterna donde los malos tienen castigo y tú eres la heroína. Es tonto también, porque al final de la escena tratas de pensar lo que sentirá el otro, lo que sufrirá el otro y te olvidas como te sientes tu. Todo esto lo entendí recientemente, cuando durante las vacaciones, pensaba una y otra vez que haría él si yo lo dejara para siempre y su vida se volviera un desastre. Si yo hallara alguien que de verdad me amara…ja! Pensé tanto en cómo se sentiría él, al verme casándome con otro, que olvidé como me sentiría yo.

*
Ahora no odio, no sufro, no espero...pero tampoco soy feliz. Es decir, estoy en un estado quiescente de ser y no ser. Por eso que no he hablado en el taxi, ni he sonreido ante un beso, ni he llorado ante su partida.
Supongo que la parte fea de crecer, es comenzar a volverte inerte...Pies de concreto, cabeza de arena.
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Es domingo, me propuse escribir algo corto y que no fuera triste. Creo que jamás podré hacerlo. Cuando escribo en mi blog, lo hago como si tuviera un coloquio con alguien que me entendiera, un terapeuta, un amigo, un cura, un novio. Como no voy al médico, ni me junto en grupos de más de 2 personas. Como soy casi atea y jamás tendré un hombre que me entienda, es entendible que escriba en mi blog, relajada y me extienda más de lo debido. Que escriba tanto, que leer estos cientos de líneas se haga de pronto algo cansino y aburrido, que escriba sin arte, sin lírica ni acento. Cuando escribo en el blog, a veces soy honesta, especialmente en las historias que no son mías. Porque soy honesta a los sentimientos que son el germen de mis personajes. Por eso no creo que deba decir cuando es verdad o cuando es mentira. ¿Acaso la vida no es una verdad maquillada de mentiras?
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Las caricaturas son de Liniers...y Fellini es el gato del que me he enamorado.

miércoles, septiembre 10, 2008

II. El sexo

- ¡Ni muerta chuparé eso!- fue el grito que di apenas estuvimos en la habitación.

Él me miraba cómicamente. Yo no entendía que le podía hallar de divertido a la situación, me sentía como si acabara de desvestirme para un sátiro. Y es que a mis 21 años. Si bien había frecuentado el tema sexual, eso de las chupadas y las poses raras seguían siendo para mí una suerte de quiromancia.
Es cierto, yo había dejado entrever con todas mis actitudes que no me molestaba para nada acostarme con él si se daba el caso, pero en mi decisión no se incluía sesión completa de amasijos y apapachos a cualquier robusto apéndice anatómico que él me pusiera enfrente. Está bien, tenía miedo, me sentía una estúpida por no haber pensado en eso. Para mí el capítulo “sexo” entre los dos, estuvo en duda hasta que me besó la primera vez, así que no me había detenido a pensar que esa podría ser la primera mentira que me descubriera.

De hecho ya había sido difícil entrar en un hotel así de grande con él de la mano. ¿Qué pensaría la gente de mí? ¿Se darían cuenta que entre él y yo no había nada en común más que una charla por chat? Miles de preguntas se atropellaban en mi cabeza, el alcohol había hecho lo suyo en el taxi, pero ahora de cara al mundo real, me daba cuenta que me estaba metiendo en una situación de la que no sería fácil huir completa.

El no insistió y se fue a dar una ducha, mientras yo desnuda junta a la ventana del piso 40 veía a la gente empequeñecida moviéndose como hormigas afanosas en un día laborable cualquiera. Pensaba que hacía 3 meses cuando habíamos hablado por primera vez, ni siquiera esperaba conocer su cara, era cómodo pasar los días hablando con un anónimo por esa ventanita luminosa en la esquina del computador. Alguien que vivía lo suficientemente lejos de mí, como para que cotejara mis versiones de la realidad. Yo ante él, podía ser lo que quiera y así fue. Las conversaciones habían discurrido de manera inocente hasta la primera vez que llamó a casa.

Llamada de larga distancia para hablar con un tipo de quien desconocía todo excepto lo que le ocultaba a su psicóloga. Y es que para esa época ambos nos habíamos embarcado en lo de confesarnos hasta los temores más íntimos, para purgar en algo nuestros demonios; tal vez fuera en eso lo único en que no le había maquillado la verdad: Mis miedos. Sin embargo, creo que para ese momento de nuestros encuentros virtuales había obviado decirle que mi temor más grande era al sexo, dado que yo jamás lo había hecho. Y es que los hombres tenían demasiados mitos con ese tema. Si le decía que aun era virgen tal vez habría pensado que yo era una niña tonta sin experiencia o por el contrario, habría querido darme caza solo por el hecho de hacerlo. No pues, no le diría nada, la variable “sexo de primeriza” no estaba en el menú. Habría sido mucha información para él, como definitivamente lo fue después de esa tarde.

Me empecé a dar cuenta, cuando acostados en la alfombra terminada “la gran faena” se quedó oyendo una canción cursi que sonaba por la radio con ojos lejanos: “…Lo mejor de tu vida te lo he robado yo…” Luego me sacó el cabello de la cara y me preguntó si sentía que acababa de pasar eso entre nosotros.
¡Mierda! Ya comenzaban las dudas. De ahí en adelante su cabeza instalaría toda una filosofía de hasta donde había metido la pata conmigo, de que si el primer hombre te marca para toda la vida, de que si algún día lo culparía por mi “desvirgamiento” de que si había sido muy brusco conmigo... Habló tanto, que me dieron náuseas. Odié a Julio Iglesias y a la maldita emisora que había en ese hotel.

¿Qué carajo le pasaba? A mí me había agradado porque parecía un hombre seguro de sí mismo, pero bastaba que el asunto de la virginidad rondara entre nosotros para que se convirtiera en un estúpido completo. ¿Qué importaba si lo había o no la había hecho antes? Eso del sexo había sido siempre una necesidad orgánica, que no había podido saciar, por miedo, es cierto, pero también porque no estaba en el lugar adecuado, no quería entregarme al primer idiota que me regalara flores terminadas las clases, tal vez al segundo o al tercero, aun lo estaba pensando y bingo! Llegó él. No significaba nada. ¿Que haya llegado virgen a él me definía como persona? ¿Podía definirme el cumplir con necesidades meramente orgánicas, como comer, beber o defecar? ¿Y el hecho de contestar un Sí o un No, representar un punto de corte para tipificarme en un grupo u otro: Bebedor o sediento, Virgen o sexualmente activa Como en las estadísticas de la sanidad pública?

No cabía duda que los hombres tenían más mitos acerca de la virginidad que nosotras las mujeres. Para mí hasta ese momento la virginidad representaba solo el miedo al dolor en el momento del corte de una supuesta membrana. Nada más. Hasta esa fecha yo, no solo me había masturbado y había tenido fantasías con él desde que vi su nombre en el encabezado de mis correos, sino que había deseado a toda hora tenerlo entre mis piernas. Así que de virgen, ya solo me quedaban restos celulares.

Su reacción a mi supuesta virginidad, no podía predecirla. A partir de ese día él me empezaría a tratar de otro modo, más delicado, algo más atento, como si estuviera a punto de romperme. A mí me dio risa todo ese cambio.

Tenía 21 años y el sexo no había representado mayor cosa en mi vida, algo físico como algún ejercicio extenuenante, nada más. Sin embargo, me comencé a preguntar si era solo por sexo, aquella sensación de querer sollozar terminado el acto.

¿Era ese el orgasmo del que hablaba todo el mundo, o en verdad ese tipo me estaba literalmente rompiendo por dentro?

lunes, septiembre 08, 2008

Memoria

Sucedió lo que tanto había temido: Estoy perdiendo la memoria.

Siempre pensé que el infierno en la tierra debía ser comenzar a olvidar als cosas que nos hicieron felices, las personas, los nombres, las claves de correo, la línea que seguía a otra en un poema, la dirección de nuestra propia casa.

Sin poder evitarlo lloraba ante los comerciales sobre la liga de Alzheimer. Casi me deshidrato de llanto al ver esa película...fuck! cómo se llama? ...Bueno a eso me refiero. Ya no recuerdo nada.

En la infancia solía jactarme de tener una memoria envidiable, recordadno, fechas, palabras, nombres de cualquier novela que hubiera leído. Supongo que era atribuible al interés que ponía en leer dichos libros, por eso no olvidaba ni siquiera la ubicación de una u otra palabra en un texto. Me sentía orgullosa, ningún esfuerzo para estudiar, ningún esfuerzo para nada.


En medicina tienes que leer bastante, que duda cabe, no solo leer, memorizar datos, cifras, fechas, para que todo cobre sentido. Igual que en matemáticas, que para hacer todos los cálculos has debido saber la tabla de multiplicar, si en medicina no sabes un par de cientos de conceptos básicos, mejor ni intentes hacer hipótesis ni conclusiones.

El hecho es que cada vez me cuesta mas recordar cosas que antes eran simples. O recordar el día del mes en que estamos, o simplemente pagar mis deudas.

Todos estos eventos inocuos no me quitaban el sueño, hasta que comencé a olvidar títulos, eventos, autores y todo se empezó a mezclar como una sola anécdota en mi mente.

Si alguien me decía sobre un libro o tal otro, yo no sabía si en realidad lo había leído. Admito que pueda olvidar cosas médicas ¡pero olvidar novelas que he leído y me han enamorado! eso era un desastre! En qué me estaba convirtiendo?

Lo último que pudo suceder fue haberme pasado la noche investigando sobre un tema en especial por internet y al día siguiente corretear al doctor, para decirle las conclusiones de mi exhaustiva búsqueda y de pronto zas! quedarme con la mente en blanco.
Ni para atrás ni para adelante, porcentajes, relaciones, todo se había borrado de mi mente, incluso enfermedades relacionadas, todo! Ni siquiera una palabra vaga como para florear al respecto...Me sentía una estúpida, el doctor mirándome en espera de mi discurso y yo frente a él, sin recordar porqué lo había detenido a mitad del camino.

No, no estoy enamorada. Simplemente, mi disco duro empieza a estar obsoleto. Me he vuelto un millón de veces mas lenta para recordar cosas triviales. Fatiga mental? o el camino al averno? no espero vivir un millón de años, pero odiaría despertar una mañana y olvidar para que vine a este mundo. Olvidar la continuación de un cuento, olvidar a quien amé, en qué lugar fui mas feliz que nunca. De quienes debo cuidarme, que calle me lleva a casa. O mis olores preferidos, la música que ha acompañado mis momentos mas solitarios. Tal vez habría un montón de gente para recordármelo, gente en comun...Pero y mi intimidad? Esas cosas que solo yo se? Mis pequeñas diabluras para hacer de este lugar un sitio habitable? ¿Quién me recordaría a mi misma?

Es una promesa de tragedia ...

Olvidarlo todo, como si de pronto ups! Yo jamás hubiera existido.

sábado, septiembre 06, 2008

¿Qué haces cuando los personajes se esconden y no pueden salir a escena? ¿cuándo no hay nadie que susurre una historia a tu oído? Supongo que en ese momento una se queda a solas y escribe de si misma.

Es cierto, he estado triste, algunas cosas han salido mal. Aplazar historias, aplazar viajes, dilatar esperas. Lo de siempre.

Y mi amigo el teclado esperando por mi, mientras yo espero cartas que no llegarán. Invitaciones a ninguna parte, charlas inocuas acerca de centauros y seres varios. Conversaciones con seres irreales.

No puedo escribir mi carta, hasta que reciba respuesta primero, que joda, esperar...esperar y confiar, ¿qué más me queda? a veces solo se necesita un buen interlocutor para seguir hablando y elucubrando y creando... pero en los intermedios entre una frase y otra, solo queda seguir esperando.

Hubieron dos cosas deplorables en esta semana. Que en el hospital me nieguen agua para tomar una pastilla (¿qué diablos les pasa a las reposteras, tan mal andamos?) y que hoy me hayan negado mi café de la felicidad, porque ya era demasiado tarde y la máquina no funcionaba...

Me acuesto con un helado delicioso de 3 bolas de colores puesto junto a mi cama y sonrío... Click!Una imagen de final feliz para una semana fatigante. Me tomo una foto así y se la mando por correo a mi madre. Mientras, por dentro voy pensando que detesto el helado cuando me obligan a tomarlo porque no hay café disponible...mientras, voy pensando que en apariencia una luce feliz y perfecta, pero la verdad es que solo ha tomado de la vida la segunda opción en todo.

Lo sé, deprimente. Es sábado a la noche y tengo migraña. C´est tout.

miércoles, septiembre 03, 2008

1. El Encuentro

Nos estábamos midiendo. Así empezó todo. Detrás de unos cuantos vasos de cerveza, estábamos tratando de dilucidar la verdad que habitaba en nosotros detrás de cada rostro.
No había sido una cita fácil, tuve que llegar en medio de la lluvia que caía en Bogotá a mediados de Julio y divisarlo entre los miles de rostros que poblaban el aeropuerto a media tarde. Me cagaba de miedo. Durante el viaje en avión había repasado muchas veces en mi memoria sus frases o las charlas por chat desde que nos conocimos, tratando de excitarme y que esa vasodilatación hiciera olvidar del todo, las noticias sobre gente que mataba a través de citas a ciegas o asesinos en serie auto publicitados por la red. No era fácil. La verdad me moría de miedo, pero no había otra.

Lo mire a través del vaso de liquido dorado y musité alguna frase que fuera ligeramente intelectualoide, después de todo, nadie quería quedar como una bitch ignorante en la primera cita. El me respondió a su forma y nos enfrascamos en una charla sobre libros de Borges que yo solo había leído pro resúmenes en el colegio y que él comentaba como si los hubiera escrito con la mano izquierda. Un snob completo, me agradaba el tipo.

La primera vez que lo vi sin embargo, me decepcionó su metro sesenta y su gorra nike azul. Con la mochila al hombro y la cámara en mano, más parecía un japonesito de esos que fotografían hasta como cogemos la comida los pobres. Bajo la visera, dos ojos marrones me saludaron con una frialdad, que casi me hace retroceder. Era de esperarse, yo debía haberlo decepcionado también con mi trajecito gastado de sábado por la noche. La misma blusita, el mismo jean y unos zapatos claros que me había comprado para la ocasión tratando de parecer fashion, pero que me quedaban más grandes que a Pulgarcito.

En la mesa las colillas de cigarro se acumulaban mientras tratábamos de impresionarnos mutuamente. Midiéndonos, tratando de no perder terreno. Al fin y al cabo él podía tener un montón de plata, pero yo tenía mi profesión que impresionaba cada que mencionaba que había terminado a los 21, porque fui considerada desde la secundaria niña genio. Eso si no era una mentira, siempre había sido hábil con los números, aunque eso no había logrado llevar más plata a casa. Había ganado becas, concursos, entrar a la universidad a los 15 y hacerme de un titulo, cuando todas mis amigas del barrio ya iban por el segundo hijo.
El por su parte, hablaba de museos, de viajes, de bolsa y de un montón de huevadas que yo no sabía si eran o no ciertas. Hablaba con fluidez en un castellano salpicado de palabras en ingles, como si eso lo hiciera más creíble. Yo no quería parecer tonta, creyéndole cada tontera que decía, pero la verdad tenía que acomodarme la quijada a cada rato, para no quedarme estupefacta ante sus historias de cómo preparar sushi o de cuanto puede costarte una cena de fondue en Manhattan. Carajo! El vivía en un país de maravillas al que no entraría nunca, al menos no con la espalada seca y yo a mis 21 y con una carrera terminada a las justas si solo había comido estofado con pollo de la olla de mi madre, porque comer fuera costaba lo que un libro de marketing avanzado.
El comenzó a mirarme el escote antes que yo inventara algún rubor en la cara para parecer decente. La verdad me agradaba que mirara. Eran los tiempos en que yo me veía como poca cosa, a pesar de lo mucho que había estudiado, me agradaba que mi cuerpo gustara, sentía que eso de alguna forma compensaba el hecho de no tener un rostro de revista o una ropa cara. ¿Qué miraba un hombre en mi? Había sido el inicio de muchas hipótesis, que hasta ahora no logro responder del todo.
Cuando yo le puse la mano en la pierna ya era demasiado tarde para hacernos los buenos, llevábamos muchas horas de alcohol en las venas y como 500 pliegos de conversaciones por chat resumidas en una sola charla en que hablamos de comida, arte, libros, sexo y política como si fuéramos eruditos. Tal vez era un loser igual que yo, pero la diferencia era que mientras yo solo había conseguido clase turista a Colombia, el jamás había viajado en algo que no fuera en primera clase, ni vestido algo que no valiera más de 500 dólares. ¿Qué carajo quería él en alguien como yo?
Entre la embriaguez de la ilusión por hacer realidad un amor platónico, dejaba que se apoderara de mi su mirada color te, sus manos tibias de uñas cortas y su boca con el sabor a tabaco que me marcaria de allí en adelante cada que buscara una especie a quien amar.
En el avión, mientras me acomodaba por primera vez en mi vida el cinturón de seguridad, no podía dejar de mirar a las aeromozas bellezas de piernas largas y ojos bien pintados. ¿Qué esperaba el de mi? No superaba una mujer promedio, para esa época ni me pintaba, ni usaba ropa de moda, apenas lo que hubiera en las tiendas de mi barrio, nada de marca, nada fashion, ese tipo de ropa que se compra en bolsa y se te ofrece en la calle. Tenía el cabello mas ensortijado que ahora y las cejas pilosas hasta los ojos. Mis manos no sabían que era esa hechicería del manicure y mis rodillas jamás habían probado humectante y sin embargo…sin embargo el me tocaba como si yo fuera algo mágico, una virgen, un hada. Me miraba como si fuera la última mujer del mundo, como si para él fuera la primera. ¿Qué había hecho? ¿En realidad le había mentido en todo?
Es cierto, no sabía mucho de Borges ni de política internacional, menos cuanto era el sueldo mínimo en mi país. A las justas sabía lo que sabe una chica de 21 años: Que tienes que tomar los sueños por la garganta y hacerlos tuyos. En ese tiempo tenía mucha fuerza, era una leona, pensaba que lo que tomara de la vida era mío por derecho.
El me siguió besando como si mi garganta fuera el final de cada deseo. Su lengua rezumando nicotina, mezclada con mentas y café, había sido lo primero que conocí de Colombia. Cinco horas más tarde adormecida por el alcohol, descansaba sobre su pecho en una tina gigante. Tal vez el fuera el hombre de mi vida-pensé- si sobrevivía a mañana, sin que me drogara o me cortara en trocitos, tal vez ese tipo fuera la oportunidad de mi vida.
He hecho dos descubrimientos exquisitos esta semana:

1. El cua cua sabor a mani es la cosa mas enviciante del mundo!

2. El cafe frappe con crema, super helado, es mejor que cualquier pepa de la felicidad!

sábado, agosto 30, 2008

Adios Manuel Antonio

Lo he perdido, acabo de enterarme. Es mi enésimo Agosto sin él y me acabo de dar cuenta que tal vez...( que bella palabra, me suena a esperanza) tal vez lo haya perdido.

Me doy cuenta tam bién, que él ya no es una persona, ni un rostro, ni un sentimiento. En mi octavo Agosto, me doy cuenta que él se ha difuminado lentamente en cada nueva persona que llegó a mi, dandome con sus palabras ánimos para seguir adelante (entiéndase, como seguir adelante en ese terreno amargo, amplio, enloquecedor que es escribir para unos pocos) tal vez por ello, de alguna forma su aliento me ayudó a seguir viviendo, disfrazada de un nombre que algunas veces era mayor que yo.

Pero bueno, hoy no hablaré de mi y aplazaré por algunas semanas las historias en tercera persona que abundan por mi mente. Hoy me dedicaré a hablar de él, no como en un velorio llorando su partida, sino simplemente porque al hablar de él, saboreo el placer de saber que un día existió ( solo en mi mente, quien sabe?) y me dio horas y horas de felicidad sin pedir nada cambio que me comporte tal cual era, berrinchuda, niña, impredecible...una aguja en el traste, para cualquiera que intentara entenderme.

Esa falta de certeza de su materialidad, tal vez lo hizo eterno. En mi mente, pasan siglos y siglos de anécdotas a su lado, lanzado el humo a la farola, como quien ve pasar la vida y se queda al costado del camino. Tal vez no existió nunca, tal vez viva en mi mente y no lo recupere jamás, ni apilando todas sus cartas, ni imprimiendo ninguna de sus fotos a blanco y negro. Podría pasarme la vida preguntando quien lo vio vivo? caminando? ir a buscar a los pocos que escribieron sobre él o tomar las direcciones de sus vecinos mas odiados y preguntar ¿ qué pasó con él? son casi 8 años de ausencia ¿quién carajo escuchó alguna vez sobre él?

Agosto termina arrastarando consigo los fantasmas de amores pasados, de amigos, enemigos, elementos varios. Extiende su brazo y limpia de mi mesa, las migajas que dejó el amor. Empieza una vida nueva, un nuevo intento; y sin emabargo hoy hallé sus frases clavadas para siempre en mi memoria e intenté reproducirlas de un papel a otro, fingiendo que lo tenía otra vez cerca...pensando que, tal como antes, el abriría la boca y yo quedaría enceguecida, sabiendo que existía otro alguien como yo, amigo solitario de las noches mas locas.

Su cara se me confunde entre tantas otras. Por años fue el historiador amante de las historias de incas y españoles. En otros el chiquillo que pintaba cuerpos desnudos en los muros de una ciudad vacía. Pasó la vida y era el profesor de escuela que enseñaba a niños pobres el porqué seguir luchando. Tiempo mas tarde, lo descubrí bajo la piel de un artista que detestaba hacer ilustraciones. Y cuando ya pensé que lo había perdido, lo hallé en un tren camino a quien sabe donde, renegando contra la ley anti tabaco mientras escribía de a 4 dedos en un ordenador gastado.

El ha vestido tantos trajes para mi, que ya ni debería decir que es él, sino que fueron muchos hombres los que se disfrazaron para mi en este camino sin inicio ni fin, despeñandose sucesivamente de mi mente a mi garganta, a mi corazón y a mis manos. Hombres que inspiran a seguir escribiendo y a enredar historias entre la realidad y el invento.

Brindo con café frío por los que no volveré a ver y por todas esas líneas, esas cartas, esas despedidas que no llegaron, su abrupta huida de mi vida. Su tezón para quedarse aquí dentro.


Esto ya se termina y solo yo lo entiendo.

martes, julio 08, 2008

Tijeras

De él no volví a saber nada en mucho tiempo, cuando preguntaba nadie recordaba quien era y en sus misivas, la dirección nunca apareció clara. Nunca me ocupé mucho por tratar de re encontrarlo, imaginaba que vivía detrás de cada ventana cerrada en invierno o a la sombra de cualquier porche en verano. Prefería imaginarlo sedentario y pensante en cualquier paisaje que mi memoria ya no detectara como mío, prefería verlo tangencial a mi realidad, a una distancia tan corta entre ambos que sería imposible volver a salvar.

Nos conocimos cuando yo ya era vieja en el arte de amar y rechazar, él apenas un niño que fisgoneaba bajo los vestidos que colgaban del cuarto de costura de mamá. Iba allí a hacer caricaturas con la tiza lila de marcar la ropa, mientras yo me probaba uno tras otro, ropajes que siempre me quedaron demasiado largos. Nos conocimos de casualidad y de la misma forma nos olvidamos.
Es mentira, tal vez yo lo olvidé demasiado pronto. El primer beso había sido un tropezón de dientes y lenguas tartamudeantes, bajo telas de colores, en un campamento gitano de 2x2 dentro de mi propia casa. Yo ya era vieja para entonces, lo repito, tenía 15 y sentía que podía matar de amor a cualquiera, él a sus doce apenas si podía decir mi nombre sin sonrojarse como una cereza.

Eran los tiempos de la música ochentera que jamás pasó de moda y de las pulseras iridiscentes en las manos con las que me dibujó triste y sin colores en su primer retrato a lápiz. Los dos éramos imágenes grises entonces, igual que ahora. El tiempo pasó y no lo volví a ver, si fui su primer amor o él el mío, aun lo ignoro. En mi noche de casada entre la embriaguez del champagne y el dolor de sentirme propiedad de alguien, grité su nombre como el que pide auxilio, esperando que mi voz atravezara un continente y un océano que nunca serían mi casa. No sé por que lo hice, a lo mejor él me recordaba la libertad de mi primera infancia, el saber que yo era única para alguien. La gris protagonista que lucía vestidos de color en sus primeras historietas de amor.

A veces cuando regresaba de visita, pasaba por la casa que fue mía y de mi madre e imaginaba que él aun estaba ahí, oculto en la cesta de telas coloridas esperando a jalar mi mano en la oscuridad que dejaban los días de invierno, para arroparme con su silencio que lo decía todo.
De amor nunca hablamos, pero tal vez yo ya lo amaba, mi adolescencia discurría entre los libros, él y mi madre cosiendo. Junto a él hacía realidad mis primeros experimentos de deseo y dolor. Mojaba mis labios en su piel y lo mordía con pasión como había visto en las telenovelas sin ningún remordimiento de lo que pudiera pasar por su mente luego. Para mi él era un niño que nacía hombre de mí y para mí.

A diario asistía absorta al espectáculo de verlo crecer para mí, sus huesos flacos, sus carnes pálidas, su mirada de huérfano eterno. De verlo convertirse en hombre a los 15 cuando yo ya bordeaba los 18. ¿Qué clase de maestraen el sexo era yo? Me asustaba acontecer a mi transformación de vieja maestra a aprendiz asustada en el mismo cuarto pequeño de nuestro primer beso y de su primera vez.

Ël se había vuelto fuerte demasiado pronto, al empezar cada sesión cortaba mis vestidos a la mitad con la enorme tijera de mi madre y mi espalda quedaba a la intemperie para sus besos en la violencia amordazada de otra tarde de amor. Nadie supo nunca que tan unidos estábamos, creo que ni yo misma. Las cosas sucedieron en secreto y sin palabras bonitas, sus labios se volvieron ásperos y sus manos largas. Seguíamos creciendo, pero tal vez, el creció mas que yo. Un día yo lo comencé a desear antes que él llegara a casa, y supe entonces que ya no podría desear a nadie más y fue cuando pasó todo. Los viajes, el alejamiento. El nunca mas y el para siempre. El amor lejos de su violencia y de sus tijeras, jamás volvió a ser el mismo.

El día que volví a saber de él vinieron a mi mente, hilos, telas y colores estridentes flotando en el aire mientras se entregaba a mí. Su mano sobre mi mano, la tijera que cortaba toda materia que se opusiera a su deseo, su fuerza para doblegarme a él, para demostrarme que había crecido. Por eso no me llamó la atención que fuera él el mismo personaje del que ahora hablaba todo el mundo.
El asesino de las tijeras lo llamaban entonces, para retratar de modo gráfico su afición por cortar la piel de sus víctimas después de hacer el amor. 12 mujeres en 6 años. Todas con piel recortada, sin mayor muestra de remordimiento de su parte. Volvió a mi mente el rechinar de su tijera entre mis vestidos. ¿Y si un día te cortara la piel para saber si llevas dentro un corazón? Me dijo una vez. Tu jamás harías algo así- le dije, con frialdad. Y lo seguí besando hasta clavar mi lengua en su ombligo.

Vi su retrato en las portadas de todos los diarios de la isla y aunque no decían su nombre real, supe que era él. Vino a mi mente la lluvia cayendo vertical en un retrato a lápiz que nunca llegó a terminar y su voz que emanaba diáfana en el primer te quiero que me dijeron en serio. Tal vez debí responderle que las mujeres no tenemos corazón, pensé mientras me arropaba en el cesto de ropa vieja, intentando buscar en la oscuridad mohosa de esa casa su mano desnuda y su silencio que siempre me lo dijo todo.

miércoles, julio 02, 2008

Pablito, una inversión a futuro

Se preguntaba si había llegado el momento de detenerse y de ser feliz con lo que tenía. Vigiló la ventana un momento más y se tendió boca arriba bajo el techo avainillado de la habitación. Había pasado mucho tiempo entre el primer intento, la primera ilusión con algo, a medida que pasaban los años, el deseo se había apagado un poco y mes a mes se había tratado de convencer de que si las cosas no salían como las planeaba, eso no lo tiraría para abajo; sin embargo era cada vez más difícil. Es cierto, el deseo había perdido su brillo, la ilusión era una palabra que no combinaba con los colores de su ánimo, la esperanza ya ni sabía lo que significaba, pero cada vez que le tocaba perder, la sensación de náusea y el dolor del rechazo conservaban su sabor intacto sazonando cada hueso roto. Era casi imposible acostumbrarse al fracaso, mes a mes, una estación tras otra, el dolor de caer al piso volvía a dolerle como antes. Que delicioso hubiera sido entonces quedarse panza arriba contando las resquebrajaduras del techo como en ese preciso instante, que delicioso el quedarse dormido a mitad del camino.

Repasaba cada uno de sus momentos de pérdida y se daba cuenta que habían sido inútiles todos los intentos por romper la esferita segura donde dormitaban sus sueños. Si en los primeros años de su juventud se consideraba un pez demasiado grande para una pecera con tan poco agua, ahora con un par de kilos y canas mas encima podía vislumbrar que por muy corto que fuera su espacio, ya no había mar que quisiera aceptarlo.
No sabía bien cuando había empezado todo ese juego, había destruido 2 matrimonios, rechazado amable y luego salvajemente la idea de que lo convirtieran en padre. Se había negado rotundamente a construir casitas pequeñas en un país que no sentía suyo y en ese viaje alocado por sacar a toda su familia de la pobreza ahora se había quedado solo.
¿Cómo lo iban a invitar a comer si miraba con asco cada potaje que le sirvieran? ¿Cómo presentarle a alguien si con su sarcasmo citadino espantaba a cualquier chica de familia? ¿Cómo ofrecerle un sueldo mínimo si él no había estudiado para eso? Era difícil tenerlo como familia, yo se lo dije a mamá desde que estábamos en el colegio, esos sueños de grandeza no lo van a llevar a ninguna parte. Pero que bah! Mi madre seguía invirtiendo en él cada ahorro que tuviera, para un nuevo curso de idiomas, para que supiera de música, de vinos, de computadoras; mientras que aquí nosotros jugábamos pichanga en las vacaciones, comiendo huevo frito en el almuerzo y pan con camote para el desayuno. Creo que a las finales mi vieja fue la culpable de que Pablito como lo llama todavía, sea un infeliz de mierda, que se moja los pantalones con la idea de morir de viejo en el Perú, sin haber visto nada de lo que estudiaba en sus libros de historia.

La verdad es que sí, el hecho de resignarme me llena de pavor, sería dejar de intentarlo todo y sería darles la razón al admitir que todos estos años, tanto estudio no sirvió de nada. Que no hay ninguna diferencia entre yo y el resto de la familia, ni siquiera mi tozudez para seguir intentando. Años y años de inversión de los viejos en su “pequeña empresa” como me llamaba mamá. Ahora que lo pienso, dejo de llamarme así con mi primer matrimonio. Creo que fue la primera cagada que hice. Pensé que casándome con una mujer de grandes metas como yo, las cosas mejorarían, pero así como yo soñaba con salir de mi barrio de peleas callejeras, ella soñaba salir de su barrio pituco de media mampara y entre su ambición y la mía, creo que ella por ser mujer terminó ganando y se largó con el primero que pasó. Nunca admití ante nadie que ella me dejó primero, la verdad es que yo la dejé marcharse, no me convenía enamorarme si quería irme fuera y sólo Dios sabe que me estaba enamorando de la manera más estúpida, por un momento hasta pensé en quedarme aquí a vivir el futuro perfecto de la casa con jardín y el perro delante.

Para ese momento mi vieja ya había tirado la toalla creo, Pablito no traía un sol a la casa y el gasto en su ropa y la nueva carrera que había elegido ya nos tenía hasta el cuello. Todos pensamos que se había vuelto cabro, cuando comenzó a salir con esos de la escuela de arte, por eso que nos alegramos con su segundo matrimonio. La segunda mujer tenía 2 hijos, un carro y una casa con cochera, parecía que la había hecho linda, hasta que el huevón del Pablo le pidió que empeñen la casa para irse a vivir fuera.

¿Fuera?- me dijo y me echó de su vida. Ella quería establecerse y tener un padre para sus hijos que no fuera vicioso ni pegalón, y a mí de padrastro no me iba mal, al fin y al cabo yo no quería hijos ni nada que me atara a este país de mierda, pero cuando me dijo que en ese plan yo estaba solo, que ella no invertiría ni un centavo en esa quimera, caí en la cuenta que en verdad estaba solo, más solo que nunca en esto. Fue entonces que olvidé la idea de tener familia, casa, lo único que me movía era irme de aquí a algún lugar donde cualquier mínimo talento mío, fuera pagado como se debía.

Aceptémoslo, mi hermano estaba loco. Comenzó con lo de las pinturas, luego casi nos convence a todos de dedicarnos a exportar huacos y cuando ya había comenzado a hacer plata, nos comenzó a ver por encima del hombro. ¿Despreciar a su propia familia, a mi viejita? A mí me jodió todo eso, dejé de huaquear y convencí al resto del barrio que nos pagaba muy poco, así que en un santiamén su negocito con los gringos se le fue al piso. Ahora hasta me arrepiento, cuando lo veo viviendo solo como un perro; pero ¿qué hubiera sido de nosotros si este huevón se hacía de plata? Era capaz de echarnos a la policía, así de poco nos quiere. Es que mi hermano de tanto soñar con cosas para él, ya perdió los escrúpulos.Yo se lo he dicho a mi madre, pero ella no me cree. Para ella siempre será Pablito el que nos sacaría de pobres.

A mi jamás me gustó estar de mesías de nadie, no podría sacarlos de pobres si ellos no querían, si no estudiaban, si no se relacionaban, ahora ya tengo un poco de plata, salí del barrio misio en el que nací, al menos me moví dos manzanas y siento que no he hecho nada, han pasado 10 años y apenas si mi nombre se conoce entre los círculos de pintura de Lima. A veces me pregunto si vale la pena seguir soñando, tal vez en otro sitio hubiera sido más fácil, pero a mi edad cada embajada que toco me pide nexos fuertes con una patria que me aborrece. No tengo esposa, casa, hijos ni un perro al que mentar como familia, mi capital se ha esfumado entre vender huacos pintados e invertir en citas caras con gringos más hambrientos que yo. A veces me dan ganas de no seguir intentándolo, era más fácil de chico, cuando mamá me acariciaba el cabello y con toda la fe del mundo decía que yo era “Su Pablito, una inversión para el futuro”. Alzo los ojos, el futuro es este pero yo no puedo aceptarlo. En el techo hay 8 resquebrajaduras, y en mi ventana muchas casas igual de feas que la mía, solo que yo ya no puedo volver. Debería seguir intentándolo, debería, debería...al fin y al cabo no queda mas que tirar para adelante, no?

Otoño en Lima

Es lo primero que escribo luego de una larga temporada. No era mi intención hacerlo, pero el café y este cielo nublado son malos consejeros....